La Catalina de Caravaggio y la Catalina de Gentileschi


En los últimos días de 2018 se hicieron públicas dos restauraciones de unos lienzos que tienen mucho en común. Sin ir más lejos, ambos retratan a Santa Catalina de Alejandría. Uno es obra de Caravaggio y se expone en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid. Le dediqué unos cuantos apuntes de El cuaderno de Luis. Pueden verse en:

El otro lienzo es obra de Artemisia Gentileschi y lo adquirió la National Gallery de Londres a mediados del año pasado por unos cuatro millones de euros. Véase el anuncio en:


Imágenes publicadas por el Museo Thyssen-Bornemisza y la National Gallery.
Exponen el antes y el después de las restauraciones de los cuadros de Artemisia Gentileschi y Michelangelo Merisi, de Caravaggio.

Ahora, después de una cuidadosa restauración, se expone al fin al público, como la Santa Catalina de Alejandría de Caravaggio, otro punto en común en ambos lienzos, pues ambos comparten título y tema. Véanse los anuncios de la exposición y la restauración de ambos museos:

De un modo u otro, ambos lienzos han protagonizado muchas de las páginas de las secciones culturales de los periódicos. Por un lado, el lienzo de Caravaggio es una obra maestra indiscutible y su restauración fue empleada por el Museo Thyssen-Bornemisza para llamar la atención sobre su colección. Por el otro, la National Gallery no se queda atrás en las cosas del autobombo y muchas gentes dicen que la compra y posterior restauración de la Catalina de Artemisia Gentileschi ha sido una operación publicitaria cuidadosamente orquestada. En parte porque la figura de Artemisia Gentileschi, una mujer entre los grandes maestros del barroco por derecho propio, se ha convertido en un icono del feminismo y en un ejemplo de las grandes mujeres que han pasado por la historia y a las que no se les ha hecho mucho caso.

Aquí nos metemos en un problema que no es menor. Artemisia Gentileschi es reivindicada muchas veces no por haber pintado grandes lienzos, sino por haber sido violada por un mal nacido (Tassi) y vivido después un grotesco e injusto juicio con apenas dieciocho años. Es como si reivindicáramos a Caravaggio no por pintar lo que pintó, sino por ser un personaje violento e incomprendido. 

Aunque la vida tanto del uno como de la otra nos puede ayudar a interpretar su obra (al menos, una parte), no explica por qué esa obra tiene la calidad que tiene, es tan interesante y merece nuestra atención. Otros muchos artistas han tenido vidas interesantísimas, trágicas o aventureras y sus obras, si se me permite la expresión, pueden ser tanto un churro como una maravilla, y no porque su autor esto o lo otro son por ello ni mejores ni peores. Esto sucede en la pintura, la literatura, la música o cualquier otra disciplina artística o intelectual.

Otro autorretrato de Artemisia Gentileschi.
Podría pasar por Santa Cecilia, patrona de la música, ¿no?

Sobre esto que he dicho y como reivindicación de la figura de Artemisia Gentileschi, les recomiendo leer este apunte, en el blog Investigart:

Sin embargo, todavía hay gente que dice cosas como ésta:

El artículo que publicó El País, firmado por Peio H. Riaño, es muy interesante y les recomiendo que lo lean, pero déjenme decirles que no estoy de acuerdo con lo que dice. Muy particularmente en lo que dice acerca de Caravaggio y su Santa Catalina. Creo que se equivoca en su juicio, pero ustedes son muy libres de opinar lo contrario, faltaría más, y no digo lo que voy a decir por pinchar, sino por dar motivo a la reflexión.

Ambos lienzos comparten una iconografía, la de Santa Catalina mártir. La santa de Gentileschi sostiene la palma del martirio contra sí, puesto que ha aceptado el martirio; la palma del martirio de la Catalina de Caravaggio está a sus pies, como una valiosísima ofrenda (pues eso es, y no otra cosa), sobre un cojín de damasco, rojo, porque el rojo es el color del martirio (y de la sangre). El cojín está ahí no para que se arrodille la santa sobre él, como dice el señor Riaño, sino para sostener ese símbolo del martirio y la redención eterna. El cojín está ahí para eso. Que se arrodille la modelo encima es otra cuestión.

Visión infrarroja del lienzo de Caravaggio.

El rojo en el cuadro de Caravaggio es muy interesante. La espada que sostiene Filis Melandroni (la modelo de Caravaggio), una ropera milanesa de lazo que sería, seguramente, la espada del mismo pintor, refleja el rojo del cojín y (hoy lo sabemos) del traje de la santa. Es una espada de tramoya, porque una ropera no sirve para decapitar, y el rojo que refleja es una imagen también de tramoya de la sangre derramada en el martirio. El traje de la santa es hoy negro, pero fue rojo y tuvo que ser repintado. El rojo era el color del martirio, pero también, en la Roma de 1600, anuncio de prostitutas (o, si acaso, un color demasiado atrevido para una santa). Eso tiene su importancia.

He hablado de la tramoya y ése es un punto a considerar en ambos cuadros. Porque ambos, a primera vista, cumplen con la iconografía. Pero, a poco que prestemos atención, veremos claramente que son representaciones teatrales

El cuadro de Caravaggio es (déjenme opinar) un tableaux vivant como los que preparó para el cardenal del Monte en el palacio Madama. Es puro teatro. Es una cortesana disfrazada de reina (Catalina era de familia real) posando en un escenario. 

Nunca, en ninguna otra obra de Caravaggio, se da este juego de contrastes tan acusado entre lo que es y lo que representa. Uno puede ver tanto la imagen de una prostituta posando para Caravaggio y acariciando, desafiante y provocativa, la espada del pintor, con un erotismo imposible de amagar, como puede ver, en efecto, a la santa, virgen y mártir recostada sobre el instrumento que la torturó y acariciando la hoja que la llevaría a reunirse con Dios. Y ambas cosas pueden suceder simultáneamente. 

Este retrato de Filis Melandroni fue destruido en mayo de 1945.
La cortesana sostiene en su mano flores que simbolizan la virtud.

No, no, Filis/Catalina no se arrodilla ante nadie, como dice el señor Riaño. ¡Todo lo contrario! Es provocativa, es puro erotismo. Esa manera de apoyarse en la rueda, el cómo acaricia la espada, esa mirada espabilada... Sólo un retrato de Filis, que se perdió en el incendio de la torre antiaérea de Friedrichshain en mayo de 1945, es capaz de reproducir esa mirada que aparenta inocencia y promete... ¡No sé qué promete! Ya me entienden.

La obra de Artemisia Gentileschi en la National Gallery es una obra menor, en comparación. Tanto en formato, como en ambición. Porque es evidente que el lienzo es muy formal y carece de pretensiones. Pero es muy interesante. También es puro teatro. 

Artemisia se retrata a sí misma disfrazada de Santa Catalina. Se lía la manta a la cabeza (literalmente) y se pinta a sí misma. No se disfraza con grandes ropajes, sino con lo primero que tiene a mano. Añade la palma del martirio y puede verse que tanto la rueda como la corona son accesorios que se añaden al retrato para que podamos decir qué santa es. Sin la corona que lleva puesta, ninguno pensaría en su sangre real y sin la rueda ¿qué mártir podría ser? Si se le quita la palma, ni eso. 

Me atrevo a decir, y perdonen ustedes, que sin esos atributos el cuadro seguiría conservando esa gran calidad que tiene y hasta mejoraría un poco. Sería un autorretrato interesante. Lo que en el cuadro de Caravaggio es esencial (Filis/Catalina necesita la rueda para apoyarse en ella y viste ropajes lujosos como reina que es), en el lienzo de Gentileschi es un adorno superfluo. Artemisia se pinta a sí misma y luego se convierte en santa, en un juego teatral muy del gusto de ambos artistas y del barroco recién nacido.

Ambos artistas (como todos los artistas) buscan lucirse. En el caso de Caravaggio, en una obra por encargo en la que pretende demostrar su capacidad artística ante un público selecto y muy entendido. No fue, en origen, una obra para el gran público, para una iglesia, sino para un coleccionista muy exigente. En el caso de Gentileschi, la pintora juega (el juego es la palabra) con un encargo devoto, mucho menos exigente y ambicioso, al que añade la picardía de representarse a sí misma. 

Me gustaría tanto tener razón en mi loca teoría...

Lo dejo aquí, no sin antes recordar que Caravaggio llegó a ser íntimo del padre de Artemisia, Orazio Gentileschi, aunque se enemistó con él en más de una ocasión (típico del personaje, por otro lado). Estoy segurísimo de que Artemisia conoció en persona a Caravaggio. Una vez me dio por pensar que el ángel del primer San Mateo y el ángel podría ser la misma Artemisia, pero esa imagen es más una licencia poética que otra cosa. Un capricho mío.

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