A vueltas con Lisa


La Gioconda.

No tengo ni el gusto ni el placer de conocer personalmente el retrato de mona Lisa, apodada la Gioconda. Ni el original que se conserva en el Museo del Louvre ni la copia que hizo un aprendiz de Leonardo que desde hace muy poco se expone en el Museo del Prado. Pero conozco el retrato, no lo iba a conocer. Es el retrato más famoso del mundo.

Todo el mundo quiere ver la Mona Lisa.

A veces cuesta explicar por qué es tan importante la Mona Lisa. La técnica del sfumato o la perfección de la obra no bastan para justificar su fama. Cuando uno se enfrenta con el cuadro por primera vez, me cuentan, se lleva una desilusión, porque uno se lo espera más grande o más... más... no sé: espera más. Pero luego se olvida esa desilusión y persiste la fascinación. Siempre.

Uno de los elementos que más han contribuido a su fama es su historia, que nos empeñamos en ver llena, llenísima, de misterios. La han robado varias veces y siempre ha corrido el rumor de que el Louvre expone una copia, no la verdadera Mona Lisa. La compró a Leonardo un rey de Francia y pasado el tiempo decoró la alcoba de Napoleón Bonaparte. ¡Si hablara...! Pero el misterio más misterioso de todos es ¿quién es en verdad la Gioconda?

Aquí vale todo. Uno sostiene que en verdad la Gioconda es un hombre disfrazado de mujer y otro afirma, además, que ese personaje era el amante de Leonardo, que tenía aficiones homosexuales. Interesante, pero muy poco probable. Otros, en cambio, sostienen que no era Lisa, sino... Escojan quién, que hay donde escoger, una larga lista. Incluso existe quien defiende que la modelo no existió, que es un retrato ideal de cómo tendría que ser una mujer perfecta. Sin ir más lejos, lo que dice Dan Brown de La Gioconda en El código Da Vinci da para mesarse los cabellos. En este caso vale todo, con tal de llamar la atención.

La hipótesis más razonable (y algo documentada) es que la modelo fuera Lisa Gherardini. El misterio no sería tanto quién era o quién encargó el cuadro, sino por qué Leonardo se llevó el retrato consigo en vez de entregárselo a quien lo encargó, Francesco del Giocondo, el marido de Lisa, por qué lo retuvo quince años, por qué tardó tanto tiempo en darlo por acabado y por qué, finalmente, se desprendió de él vendiéndoselo al rey de Francia.

Silvano Vinceti, apodado el detective del Arte.

En éstas sale don Silvano Vinceti, que es presidente del Comité para la Conservación de los Bienes Culturales (una organización privada, no pública) y se lanza a la aventura de dar con los huesos de Lisa Gherardini con la doble intención de a) identificarlos lo más seguramente posible mediante pruebas de ADN y b) reconstruir el rostro de la mujer a partir de la calavera, para comprobar que su rostro se corresponde en verdad con el del famoso cuadro de Leonardo da Vinci y acabar con tantas preguntas de quién era la modelo y tal.

Silvano Vinceti (centro) buscando los huesos de Caravaggio.

El señor Vinceti es famoso porque protagonizó el espectáculo de dar con los huesos de Michelangelo Merisi de Caravaggio e identificarlos como tales. Me gustaría que fueran sus huesos, pero he de ser honesto y decir que podrían no serlo, pues hay una probabilidad entre cinco o seis de que no lo sean, ciñéndonos exclusivamente a la genética. La polémica surgió no tanto del experimento en sí, sino del espectáculo que se organizó en 2010 con el hallazgo. Algunos caravaggistas y no pocos historiadores del arte se la tienen jurada al señor Vinceti por montar semejante circo y dar por hecho lo que no es más que posible.

Despejado el asunto de la osamenta del de Caravaggio, Vinceti se echó a la piscina de la Mona Lisa en la primavera de 2011. Primero, buscó los restos de Lisa Gherardini que, ay, no se sabía dónde habían sido enterrados. Vinceti sabía que la mujer se había encerrado a vivir sus últimos años en el convento de Santa Úrsula, en Florencia, una vez muertos su marido y sus dos hijos. Doña Lisa murió allí mismo, en julio de 1542. Pero ¿dónde la enterraron?

Buscando a Lisa.

En el convento, se dijo Vinceti, en alguna de las tumbas que no pertenecían a las monjas, sino a particulares. Se pasó año y medio abriendo tumbas hasta que dió con ocho candidatas a ser Lisa Gherardini, procedentes de cuatro criptas. Como Lisa Gherardini murió con 63 años, descartaron algunos huesos y se quedaron con los restos de tres mujeres. Ahora están siendo sometidos a pruebas de datación por carbono 14, por ver si se corresponderían con una mujer muerta en 1542.

El asunto ya causó revuelo, porque el señor Vinceti no abre una tumba sin dar la nota y el espectáculo está garantizado. Y eso es lo que está pasando ahora, cuando ha abierto la cripta donde reposan los huesos de Francesco del Giocondo y de sus hijos, Bartolomeo y Piero, en la iglesia de la Santísima Anunciación, también en Florencia. Entre nubes de fotógrafos y cámaras de televisión, naturalmente.

Es un lugar bellísimo. La iglesia está al lado del Ospedale degli Innocenti, donde Brunelleschi diseñó una de las más bellas obras arquitectónicas del Renacimiento. La Chiesa della S.S. Anunziata se vio invadida de personajes en bata y mascarillas que comenzaron a abrir una tumba en una de las capillas laterales del templo, ante el pasmo de las beatas florentinas.

En un mes, dicen, se habrá obtenido la huella del ADN de los Giocondo (con suerte). Entonces, compararán su ADN con el ADN de los restos del convento de Santa Úrsula. Si la suerte le sonríe, el señor Vinceti podrá anunciar a bombo y platillo que ha dado con la señora Lisa Gherardini, la Gioconda.

¿Es ésta Lisa Gherardini? ¿Es la modelo de Leonardo?

Aunque el espectáculo ha sido un circo, podría ser que este análisis del ADN de unos y otros restos diera con doña Lisa. Entonces ¿qué? ¿Fue ella la modelo de la Mona Lisa? ¡No podremos asegurarlo! Aunque Vicenti asegura que sí, mediante técnicas de reconstrucción del rostro. ¿Han visto la película Gorky Park? Pues, ya saben de qué hablo. Es un método científicamente discutido.

Si la cuestión del ADN es bastante fiable, ésta, la verdad, deja que desear. Aunque dieran con los huesos de la auténtica Lisa, no podría asegurarse nunca (del todo) que Lisa fue la modelo de Leonardo, dicen los expertos, y no hay reconstrucción del rostro que valga.

Los historiadores del arte sacan sus cuchillos y dicen de Vinceti de todo menos guapo. Que tanto follón no servirá de nada, que no es más que un ejemplo exagerado de curiosidad morbosa, que no aportará ni un poco así al estudio del cuadro, que es todo un montaje, un circo, un negocio... Además, ha saltado una terrible polémica sobre las pruebas y excavaciones de marras, porque parece ser que han recibido subvenciones públicas para llevarlas a cabo y con la de cosas que hay que restaurar... En Florencia, ¡imagínense!

Vinceti se defiende, cómo no. El debate forma parte del espectáculo y él está ahí para azuzarlo. Los más grandes historiadores del mundo llevan décadas realizando hipótesis sobre este cuadro, ha dicho. Luego añade que él resolverá el misterio, naturalmente, cómo no.

Mientras tanto, mientras ya da por finiquitado el caso de la Mona Lisa, el señor Vinceti propone su próximo número de circo: la reconstrucción del verdadero rostro de Napoleón Bonaparte (previa exhumación, naturalmente). Pero ¿no había una mascarilla mortuoria del Emperador?

La que se puede organizar en Francia. No quiero ni imaginármelo. ¡Qué bien se lo pasará Vinceti!

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