Scaramouche



Tan pronto me apunté a esgrima (ahora hace un poco más de un año) dí con Scaramouche, la novela de Rafael Sabatini (en este caso, traducida por Manuel Pereira Quintero y publicada por la colección de Grandes Clásicos Mondadori, muy bien editada y encuadernada). 

Cartel publicitario de la época, pensado para los cines.

Naturalmente, que no les quepa la menor duda, tenía en la cabeza la magnífica película de 1952, dirigida por George Sidney y protagonizada por Stewart Granger (André-Louis Moreau) y Mel Ferrer (Noel, Marques de Maynes), y me dejo a las señoras (Eleanor Parker y Janet Leigh) porque... ¡A ver! ¡Dejémosnos de historias! Aquí lo que pone al personal es cuando Scaramouche desenvaina la espada y dice aquello de En garde! y se lía parda.

Un clásico arquetípico del cine de aventuras y espadachines, con una escena final en la que Granger y Ferrer cruzan los aceros (muy teatralmente) durante casi siete minutos. Por cierto, que filmando esas escenas Stewart Granger se cayó de un palco y casi se nos mata. Pero ¡todo por Scaramouche! ¡Brillante! La película está cargada de humor y es muy entretenida. Es además, y uno no espera menos, kitsch hasta la médula (¡cómo visten! ¡qué decorados!...). Hombre, no es Shakespeare, pero nadie se lo pide y es un diamante, una joya del Hollywood de verdad. 

La pelea en el teatro entre Granger y Ferrer es el momento culminante de la película y una de las mejores luchas de espadachines de toda la historia del cine. ¡Genial!

¡No nos olvidemos del trabajo de los guionistas! Ronald Millar y George Froeschel pillaron la obra de Sabatini (escrita en 1921) y no vean lo que hicieron con ella. La novela había tenido un gran éxito y ya había sido llevada al cine en 1923, pero ¿quién se acordaba del cine mudo? Millar y Froeschel se leyeron la novela y lograron extraer de ella la esencia. Eso sí, sacaron las tijeras y se llevaron por delante casi todo y reunieron los recortes que quedaron como mejor les pareció. El marqués de La Tour d'Azyr se convirtió en el marqués de Maynes (es un nombre más adecuado para Hollywood) y se cambió la historia toda ella de arriba abajo. 


Si han visto la película, lean la novela sin miedo, porque no sabrán el final, ni la parte del medio ni siquiera el principio. Pero en lo esencial, la película sabe interpretar al personaje protagonista, André-Louis Moreau, y el guión, aunque se parezca al argumento de la novela lo que yo a Stewart Granger, es magnífico.

La novela es una novela que ahora llamarían comercial de género histórico, aunque podría decirse que es un melodrama (lo menos, en una de las tramas principales). Sabatini dijo que era un romance en tiempos de la Revolución. O quizá lo dijera su editor, para vender más. Pero decir todo eso sería faltarle al respeto. Ya es un clásico. Una novela popular clásica, si lo prefieren. Ha sobrevivido al paso de los años con la frente muy alta, algo que no pueden decir muchas otras novelas de su especie.

Primera edición de la novela. 1921.

Scaramouche pertenece a una especie de novelas que fueron extremadamente populares y que están bien escritas, con mucha competencia. No pidan un Proust, pero recuerden a Dumas, a Doyle, Salgari... Sus personajes llegaron para quedarse y ahora hablamos de ellas, las historias, y de ellos, los personajes, con añoranza y nos parecen (deben de ser) alta literatura. Ni punto de comparación con la mierda comercial que se escribe ahora, y perdonen ustedes el exabrupto. 

Los personajes de Sabatini son sólidos y su retrato psicológico es digno de elogio. Sí, pasan por el peaje del melodrama (qué remedio), pero uno no espera menos de ellos. Cuando tienen que cargar con un estereotipo, lo hacen con magistral elegancia y le dan la vuelta a su favor. ¡Qué difícil es hacer eso! La escritura del autor tiene trazas de una gran genialidad y conoce su oficio. Hoy, en cambio, en la prosa comercial la escritura parece un trámite y los personajes son tan absurdamente huecos... En fin, perdonen mis lamentos, pero créanme, Scaramouche es un novelón de los que ya no se escriben (dicho en guasa, pero también dicho en serio).

De hecho, me vienen ganas, ahora mismo, de volver a poner la película y buscar, más tarde, El capitán Blood, de Sabatini. En la película, de 1935, Errol Flynn y Basil Rathbone se enfrentan a espada en la playa... Dicen que al acabar de filmar la escena, todo el equipo, figurantes incluídos, arrancó a aplaudir y vitorear, espontáneamente, tan bien lo hicieron. Qué grandes espadachines.

El duelo entre Flynn y Rathbone.

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