Mi sable



Ya van más de tres años que me compré mi sable para practicar esgrima. 

Del sable original sólo quedan el pomo, dos arandelas y el forro de plástico entre la empuñadura y la cazoleta. Ésta es mi tercera hoja; las otras dos se quebraron en mitad de un asalto. La cazoleta original se rompió cerca del pomo en otro asalto y reciclé una cazoleta de segunda mano, que pulí y a la que le dí una mano de pintura blanca. Quedó muy resultona. También es ésta la segunda empuñadura, pues la goma de la primera (roja) estaba para el arrastre. Pero ahora tengo un sable tricolor (rojo, blanco y azul) y sólo me falta la escarapela. 

Que conserve todavía el pomo original otorga a mi acero un aire caballeresco. Se dice que en los pomos de las grandes espadas medievales los caballeros que las empuñaban guardaban alguna reliquia, fuera de un santo, fuera de su señora, para que les protegiese en el combate. Yo reliquias no llevo, pero ahí está el pomo, aguantando mecha.

Lo que no tiene mi sable es un nombre. ¡Habrá que buscarle uno!

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