Teléfonos, tumores y miedos

Si la ciencia fuera literatura, el pueblo sería analfabeto. Ahora bien, también es cierto que algunos científicos, en vez de expresarse de forma clara y sencilla, no bajan del burro y la sueltan bien gorda se tercie o no se tercie.

Cuando peligra la salud de las personas, la confusión puede ser muy seria. La prensa busca el pánico, la alarma social, el escándalo, pues hay que vender noticias. Los charlatanes, espabilados, estafadores y chanchulleros también hacen su agosto con tantos y tan tremebundos peligros. A la gente le chifla estar acosada por males terribles y funestos, tanto da si reales o imaginarios, como los alimentos transgénicos, los aditivos del chorizo, los males de ojo, las miasmas, las radiaciones electromagnéticas de cualquier clase y color... Ay, cómo somos, cómo nos gustan las películas de miedo.

Más de uno está absolutamente convencido de que los teléfonos móviles son malísimos y provocan el cáncer, tumores, reblandecimientos del seso, despistes, una licuefacción de las mientes y la más horrenda y trágica muerte lenta que sólo una piedrecita de cuarzo, una pulsera de goma o un gorro de papel de aluminio pueden curar. Todo porque hace ya unos meses la Organización Mundial de la Salud (OMS) había dicho que el uso de los teléfonos móviles era un posible carcinogénico.

De hecho, quien lo dijo fue la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC). Pero cuidado con el uso que se hace de posible. ¿Qué quiere decir posible, en este caso?

Técnicamente, posible quiere decir que no se puede afirmar tajantemente que el uso de los teléfonos móviles causa tumores. Pero en ciencia y medicina nada puede afirmarse tajantemente. Quizá sea mejor decir que no está claramente establecido que el uso de teléfonos móviles provoque algún tipo de cáncer, que es como lo dijo la IARC.

Podrían haber dicho, y sería lo mismo, pero quizá más comprensible, que no existe ninguna prueba de que los teléfonos móviles sean la causa de ningún tipo de tumor, pero existen estudios que apuntan a una posible relación entre una cosa y la otra. Lamentablemente, son estudios poco significativos, ya sea por el volumen de la muestra (pequeño), por la variabilidad de los resultados (que se confunde con el ruido y no permite distinguir entre causa y azar) o por algún fallo en el método empleado. Como lo mejor es asegurarse, al definir el teléfono móvil como posible carcinógeno se está diciendo que hay que estudiar mejor esos casos para descartar ya casi definitivamente cualquier relación causa-efecto entre una cosa y la otra.

Eso es posible para la jerga de la OMS.

Por eso, un grupo de investigadores daneses ha dedicado dieciocho años a estudiar los efectos que tenían los teléfonos móviles sobre 360.000 personas, persona más, persona menos. Se publicó un avance sobre los resultados en 2002 y ahora se han corroborado las conclusiones de aquel entonces. Es, sin duda, el estudio más exhaustivo y contundente realizado hasta la fecha sobre los posibles efectos de los teléfonos móviles sobre el cerebro o el sistema nervioso.

La conclusión del estudio es categórica: no puede demostrarse que el uso de teléfonos móviles cause cánceres de ningún tipo. Así se ha publicado en el British Medical Journal, y pueden echarle un vistazo aquí.

Se titula Use of mobile phones and risk of brain tumours: update of Danish cohort study. Ha sido publicado el 20 de octubre de 2011. Sus autores son: Patrizia Frei, primera investigadora post-doctoral; Aslak H. Poulsen, estudiante de doctorado (seguro que es el que ha hecho todo el trabajo); Christoffer Johansen, profesor; Jørgen H. Olsen, director del estudio; Marianne Steding-Jessen, estadística; y Joachim Schüz, jefe de la Sección 2 del Instituto de Epidemiología del Cáncer de la Sociedad Danesa del Cáncer. La Sección 2 es la que estudia la relación del entorno y las radiaciones con el desarrollo de diversos tipos de cáncer.

La población estudiada era danesa toda ella, mayor de treinta años y nacida después de 1925, que se divide en dos grupos, el que tenía un contrato de telefonía móvil en 1995 y el que no. Contaban con todo el registro danés de casos de cáncer, que les ha permitido establecer correlaciones y regresiones estadísticas según el sexo, la edad, la época del año en que se contrajo la enfermedad, la educación y el nivel de renta del danés en cuestión. En total, 358.403 daneses con teléfono móvil, que suman una cifra de casi cuatro millones de personas-año. Estadísticamente, una muestra enorme.

Entre 1990 y 2007 hubo 10.279 casos de tumores en el sistema nervioso central, que atacaron indistintamente a hombres y mujeres. De hecho, el riesgo por ser de uno u otro sexo era casi 1. Los varones que llevaban usando el teléfono móvil más de trece años tenían un riesgo de 1,03, con una confianza del 95% en el intérvalo 0,83 a 1,27; el riesgo entre las mujeres era 0,91 para un intérvalo con la misma confianza entre 0,41 y 2,04. Sigue el baile de cifras, no me extenderé, con usuarios que sólo llevan diez años con el teléfono móvil, con otros que llevan menos tiempo, etc., para concluir que el riesgo de sufrir un cáncer de cualquier tipo en la cabeza, en cualquier parte de la cabeza, no tiene nada que ver con el tiempo que hace que uno usa un teléfono móvil.

La conclusión de los científicos daneses es aplastante desde el punto de vista estadístico: el uso del teléfono móvil no incrementa el riesgo de un tumor en el sistema nervioso central y no existe una evidencia estadística digna de tal nombre que diga lo contrario.

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