El asunto del economista portugués


 

Hay casos en el mundo que mueven a pasmo, risas y posteriormente, a una seria reflexión sobre el mundo en el que vivimos.

La historia se ha publicado en los periódicos de todo el mundo y seguramente la conocerán ustedes, pero yo la contaré a mí manera.

Un tipo de unos sesenta años, serio, levemente pedante, se presenta como economista a sueldo de las Naciones Unidas en la Academia do Bacalhau (Academia del Bacalao) en Lisboa. Muy educado, presentó sus credenciales y un trabajo merecedor de un premio internacional. Su currículum quitaba el hipo: de entrada, era doctor en Economía Social por la Milton Wisconsin University, EE.UU. El resto, pueden imaginarlo, pues había sido enviado por las Naciones Unidas para examinar la delicada situación económica de Portugal y proponer medidas de reactivación económica, y las Naciones Unidas no escogen a un cualquiera para estos menesteres, ¿verdad?

La Academia do Bacalhau lo invitó a dar una conferencia. Luego, otra, y otra. Porque el tipo tenía un pico de oro. Empleaba un lenguaje claro y conciso y transmitía sus ideas sobre la reactivación económica de Portugal con elegancia y aplomo.

De la Academia do Bacalhau al Internacional Club de Lisboa, para dictar una conferencia sobre la crisis económica. El 4 de diciembre pasado, finalmente, presentó una ponencia en el Grémio Literário portugués (el no da más de la élite portuguesa) que se tituló La crisis europea. La utopía de la UE y la pesadilla del euro. ¿Qué salida digna le queda a Portugal? El Grémio Literário organizó una cena, a treinta euros el cubierto, para que los socios gozaran del verbo del doctor en Economía Social.

Al acabar el discurso, los ilustres socios del Grémio Literário le ovacionaron y aplaudieron en pie durante minutos. ¡Qué brillante argumentación! ¡Qué preclara visión de la economía! ¡Qué sensatez! ¡Qué bueno!

Mientras tanto, el caballero comenzaba a ser conocido en Portugal. Participaba en debates de televisión donde sus argumentos era irrebatibles y dejaba K.O. a sus adversarios. Apareció en revistas y periódicos de mucho prestigio. En Expresso, por ejemplo, se permitió aconsejar al gobierno portugués sobre la negociación de la deuda y mereció una entrevista de varias páginas. El mismo 21 de diciembre pasado se enfrentó a periodistas y economistas en un programa de televisión de mucha audiencia, donde su contundencia y desparpajo dejó desarmados a los que quisieron llevarle la contraria. El principal sindicato de Portugal (UGT) solicitó la ayuda de este caballero para analizar las posibles medidas de reactivación económica en Portugal. Etcétera.

El caballero decía lo que los portugueses querían oír, que la austeridad está acabando con las posibilidades de recuperación económica de Portugal. A grandes rasgos, eso puede ser cierto y en ello estarían de acuerdo muchos economistas. Lamentablemente, mandan en Europa los que piensan lo contrario.

En la cúspide de su gloria, poco antes de Navidad, la cadena de televisión TVI preguntó a las Naciones Unidas por el caballero en cuestión. Las Naciones Unidas respondieron que no trabajaba para ellos. Comenzó el escándalo.

Las Naciones Unidas tuvieron que emitir un comunicado negando cualquier relación con el personaje. Éste respondió acusando a TVI de acoso mediático por mantener posturas contrarias a las del gobierno.

Entonces se supo que Artur Baptista da Silva, de 61 años, había salido de la cárcel de Lisboa en 2011, donde había pagado una condena por falsificación de cheques y documentos, y no había sido la primera vez. El señor da Silva huyó de su casa, desconectó los teléfonos móviles y... puf, desapareció.

Sostenía haber estudiado Gestión de Empresas en prisión, pero se duda. La Milton Wisconsin University cerró en 1983 y su doctorado en Economía Social... En fin, ustedes mismos. Las tarjetas de visita que repartía por ahí se las había inventado él mismo. El estudio que le valió un premio internacional era un informe de un funcionario francés de la UNESCO que nadie había leído nunca, por aburrido, y que se bajó de internet. Etcétera.

Cuentan los periódicos portugueses que los funcionarios de la prisión de Lisboa habían notado cierto cachondeo en los presos que seguían los debates de economía por televisión, pero nadie se preocupó de saber por qué se reían tanto.

Desde Navidad que nadie sabe nada del personaje y la Fiscalía ha acudido a la Policía Criminal por ver si pueden acusarle de algún delito. El fiscal no sabe todavía de qué puede acusar al señor da Silva, ésa es la verdad.

¿Creen que podría darse un caso así en España? Por qué no. De hecho, tenemos una cuadrilla de intelectuales subvencionados que, sumados todos, no llegarían a una idea. Un tipo listo brillaría en medio de tanta mediocridad.


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