¿Cuál de las dos es la buena?


Los señores jueces tienen dudas razonables sobre un comportamiento irracional.

Un amigo mío, muy estimado, emplearía el adjetivo rocambolesco. Eso es, rocambolesco, lo que ha tenido que preguntar el Tribunal Constitucional al Parlamento de Cataluña.

Porque resulta que el Parlamento de Cataluña votó el 23 de enero una declaración y el 13 de marzo, otra. Se votan tantas declaraciones... El caso es que eran sobre lo mismo, y el Tribunal Constitucional tiene que decidir si lo que se declara es acorde con la Constitución, si el Parlamento de Cataluña es el órgano competente para declarar sobre ese asunto, si la declaración tiene validez jurídica, etcétera, y como son dos declaraciones y no una, los jueces han dicho: ¿Sabes qué? Que nos digan los parlamentarios qué declaración es la buena y nosotros entonces ya diremos si vale. En ésas estamos.

Más concretamente han preguntado si la segunda declaración sustituye a la primera o si son válidas las dos. Porque el texto de la segunda declaración no lo dice. Se olvidaron de decirlo. Como no se dice, el Tribunal Constitucional no puede juzgar qué declaración juzgar, y por eso pregunta. Quien lea las dos declaraciones verá enseguida que la pregunta es muy oportuna y no es baladí la respuesta.

Todo se complica cuando el señor Homs, portavoz de los Mejores, insinúa que no son dos declaraciones incompatibles, sino complementarias. Eh, eh... No tan deprisa. Los señores diputados ¿votaron una declaración que sustituía a la primera? ¿O creyeron que sólo la complementaba? Porque resulta que unos pensaron que la sustituía y otros, que la complementaba... ¡y no es lo mismo! No es lo mismo de ninguna de las maneras. ¿A nadie se le ocurrió preguntar si era así o asá? ¡Madre del Amor Hermoso...!

¿Qué significa todo esto? Que el Parlamento de Cataluña tendrá que votar si la segunda declaración deroga la primera, o hacer algo parecido para aclarar el entuerto, y nadie saldrá contento y venga líos y debates por culpa de una declaración mal hecha, mal escrita y mal presentada en público por un atajo de inútiles. Los señores diputados no dan la talla, trabajan mal y pierden el tiempo en gilipolleces, como puede verse.

Que la declaración sea sobre la soberanía o el macramé no importa. Son burros lo mismo.

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