El aciago destino del soldado Brandt


Los flamencos pronuncian V(f)aterloo, y los británicos, Guaterlú, aunque se escriba Waterloo. Casi todo el mundo (franceses incluídos) pronuncia el nombre como los ingleses, Guaterlú, quién sabe por qué. Abba tiene una canción y el nombre se emplea para decir que a todo cerdo le llega su San Martín... o su Waterloo. Como todos ya saben, la de Waterloo fue la gran derrota de Napoleón Bonaparte.

Aficionados a las batallitas disfrazados de artilleros franceses y quemando pólvoras.
Celebración del 200.º aniversario de la batalla de Waterloo.

También fue una carnicería. Los cronistas contemporáneos se llevaron las manos a la cabeza al contemplar la matanza. Los muertos y heridos se amontonaban unos encima de otros y muchos de los que salvaron la vida pasaron la noche al raso, porque la batalla acabó justo al anochecer, y así, abandonados, acabaron de morirse. Estamos hablando de cuarenta y cinco mil, quizá cincuenta mil muertos en poco menos de ocho kilómetros cuadrados.

Cuentan que el duque de Wellington lloraba como un niño al regresar a su cuartel general. La comitiva de generales y oficiales de Alto Mando cabalgaba en silencio, en medio de la más negra noche, sin más compañía que el sonido de los ayes y lamentos que provenían de todas partes. Toda la población de los alrededores había acudido al campo de batalla, a saquear todo lo que pudiera saquearse, y corrían por el campo armados de cuchillos y carentes de escrúpulos, sin que los soldados pudieran hacer nada para evitarlo. Horrible.

A diferencia de otras ocasiones, nadie celebró la victoria. Lo más triste después de una derrota es una victoria, diría el general aliado, de vuelta a casa, todavía consternado por el espectáculo.

Años después, los historiadores militares y los arqueólogos quieren reconstruir la batalla con el mayor detalle. A decir de los entendidos, la batalla de Waterloo no se conoce bien precisamente porque es tan conocida, y perdonen la paradoja. Ha sido una de las batallas sobre las que más se ha escrito. Los británicos, los prusianos y los franceses han escrito miles y miles de páginas sobre ella, y todos barriendo para casa. Los británicos dicen que fueron ellos los que ganaron; los prusianos, que no, que fueron ellos; los franceses se excusan diciendo que Napoleón no tuvo uno de sus mejores días, que pasó la batalla sentado en el orinal, doliéndose de las almorranas, y acaban echándole las culpas a Grouchy, al mal tiempo, a la mala suerte o quién sabe a qué. 

Con este panorama, es muy difícil hacer un relato objetivo de la batalla y por eso se han aliado los historiadores militares y los arqueólogos. Argumentan que los restos arqueológicos proporcionarán una información objetiva a partir de la que será posible reconstruir los momentos cruciales de la batalla. Con la perspectiva del 200.º aniversario de la batalla, se lanzaron todos al monte.

Construcción del túmulo o la colina del León, monumento conmemorativo de la batalla, hacia 1827. Como puede apreciarse en la imagen, el paisaje del campo de batalla quedó muy alterado.

Pero ¡qué difícil lo han tenido y lo siguen teniendo! En primer lugar, el campo de batalla que tenemos hoy se parece poco al de hace doscientos años. El monumento de la colina ha puesto todo el paisaje de la época patas arriba, y no ha sido el único cambio. Además, los saqueadores primero y los anticuarios y coleccionistas de recuerdos después han recorrido el campo de batalla durante años, de una punta a otra, buscando chucherías. Los arqueólogos encuentran balas de mosquete, pedazos de metralla, algún botón, alguna hebilla, alguna moneda y poco más. 

El campo de batalla era entonces y hoy sigue siendo zona de campos de cultivo. Después de la matanza, los campesinos belgas (flamencos) araban la tierra y no eran pocas las veces que tropezaban con los huesos de un soldado muerto en la batalla. Pero hoy en día eso es raro, más que raro, ¡rarísimo!

¿Por qué? Porque los campesinos de la zona (y de media Europa) creían que no existía mejor fertilizante en el mundo que los restos de un ser humano. Era una idea muy extendida en aquel entonces, aunque ¿quién podía echar polvo de huesos sobre sus tierras? Sin embargo, los campesinos de Waterloo, Moint Saint Jean, Plancenoit y demás pueblos de los alrededores tenían huesos para dar y regalar. Durante años, durante muchos años, se dedicaron a buscar víctimas de la batalla para hacerse con su huesos, triturarlos y emplearlos como abono. Si no los empleaban en sus campos, los vendían a precio de oro y quien daba con una fosa común, se forraba. El negocio que hicieron los belgas a costa de los cadáveres de la batalla de Waterloo fue tan macabro como lucrativo. 

Los restos del soldado y de la bala que lo mató, in situ.

La consecuencia es que los arqueólogos de hoy en día apenas dan con un hueso de la época. Los avariciosos campesinos belgas no dejaron ni uno tras de sí. Por eso se celebró tanto cuando, en 2012, encontraron un esqueleto prácticamente completo (cuando dieron con él, le faltaba la cabeza) de un soldado muerto en la batalla. Era un varón de veintipocos años. En su pulmón derecho tenía alojado un proyectil de mosquete, que lo habría matado por choque traumático. Se cree que sus compañeros lo enterraron apresuradamente, durante o justo después de la batalla.

Sello de correos británico que conmemora la defensa de la Haye Sainte por la King's German Legion durante la batalla de Waterloo. Brandt quizá estuvo (y murió) aquí.

¿Quién era? Tenían pistas para dar con su identidad. Botones, hebillas, monedas... Inscrita en algunas de sus pertenencias, las iniciales F.B. En algunas piezas del uniforme, KGL. Ah, era un soldado de la King's German Legion, la Legión Alemana del Rey. La KGL la formaban varios regimientos alemanes (en su mayor parte, hannoverianos) que lucharon al lado de los británicos durante las guerras napoleónicas. En Waterloo defendieron la Haye Sainte y Wellington debe su victoria en parte a su tenacidad. La KGL se formó en 1803 y se disolvió en 1816, derrotado Bonaparte al fin y libre Alemania de franceses. Fueron los únicos alemanes que lucharon siempre en contra del Emperador (recordemos que Prusia, Austria y muchos estados alemanes llegaron a ser alguna vez aliados de Napoleón). 

Los restos del soldado Brandt, todavía expuestos al público.

Buscando en los archivos, dieron con la ficha del soldado Friedrich Brandt, de veintitrés años, y es casi seguro (nunca es seguro del todo) que los huesos encontrados por los arqueólogos eran sus restos mortales. Mientras investigaban, los restos del soldado eran exhibidos en un museo próximo al campo de batalla. Una vez identificado el cuerpo, surgió en la Universidad de Birmingham el movimiento Peace for Friedrich Brandt, que pedía enterrarlo. Una vez había sido identificado y se había investigado todo lo que se podía investigar, merecía todos los honores militares y un entierro digno, decían los promotores de este movimiento. ¡No podían celebrar los doscientos años de la victoria contra Bonaparte con el cadáver de un soldado muerto en la batalla expuesto en el museo de al lado! Sería indecoroso, muy poco británico.

Se salieron con la suya y la azarosa y aciaga existencia de Friedrich Brandt ha acabado del todo hace unos días, enterrado en un cementerio militar, como Dios manda, con responso, presenten armas y todos los etcéteras, casi doscientos años después de muerto. God save the King! 

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