Flechas de plata



Siguiendo una tradición de origen incierto, los automóviles de competición se pintan de un color u otro dependiendo del país de origen. La publicidad ha acabado con esta costumbre, al menos en parte, y ahora se pintan los bólidos con los colores de un refresco, una marca de cigarrillos, un banco o lo que haga falta. Pero los Ferrari siguen siendo rojos y en los Mercedes-Benz predomina el gris.

En los años treinta, ésta era la práctica habitual, y persistía todavía en los años cincuenta y sesenta. Los automóviles británicos (Bentley, Lagonda, Aston Martin, Jaguar) se pintaban todos de verde oscuro; los franceses (Bugatti, Delahaye), de azul; los belgas (Minerva), amarillos; los españoles (Pegaso, Elizalde), azules y blancos, aunque también se aceptaban rojigualdos; los más famosos, los italianos (Alfa Romeo, Maserati, Ferrari), de color rosso corsa, rojo de carreras. El color de los automóviles alemanes era un gris plateado, clarito, que los alemanes muchas veces sustituyeron por el simple pulido de la carrocería de aluminio o de una aleación semejante. De ahí que los Mercedes-Benz y los Auto-Union que comenzaron a ganar una carrera tras otra en los años treinta, imbatibles, avasalladores, invencibles, fueran bautizados como Flechas de Plata (Silberpfeile). 

Hitler saludando a Rosemeyer.
La fotografía se comenta en el libro.

Los alemanes desembarcaron en las carreras de automóviles con unos medios y una organización nunca antes vista. Además, el régimen nazi supo ver en la supremacía de Mercedes-Benz y Auto-Unión un reclamo publicitario de primer orden. Las carreras de automóviles se convirtieron en un asunto político de la máxima importancia y los pilotos de carreras, en héroes nacionales. Uno de ellos, Rosemeyer. Es, también, un personaje del libro que recomiendo.

Flechas de plata es un libro de Walter Kappacher, un escritor austríaco, que ha sido galardonado con el premio Georg Büchner, que otorga la Academia Alemana de la Lengua. Lo he leído gracias a la traducción de Claudia Baricco, que publica Adriana Hidalgo, una editora argentina. 

Un periodista en horas bajas, además recién abandonado por su novia, quiere escribir un libro sobre las Flechas de Plata. Descubre que uno de los ingenieros del antiguo equipo de Auto-Union todavía vive. Va a visitarlo y pronto escapa con él del asilo donde vive, porque éste quiere regresar, al menos una vez, a su viejo hogar. 

Rosemeyer, intentando batir la marca de velocidad en carretera.
Poco después, se mató.

El viejo habla del intento de Rosemeyer de batir la marca de velocidad, intento en el que dejó la vida. Mientras el relato se aproxima a ese momento fatal, el ingeniero comenzará a hablar de sí mismo y de su vida y pronto estará hablando de su trabajo en las fábricas secretas de motores para los cohetes V-2, en los montes austríacos, durante la Segunda Guerra Mundial, donde acabó malherido y mutilado por culpa de un sabotaje.

Motores del cohete V-2 abandonados en una fábrica subterránea.
El escenario de parte de la novela es semejante a éste.

Poca gente sabe que murió más gente fabricando las V-2 que en los bombardeos que se hicieron con este cohete sobre Londres o Amberes. En la excavación de inmensos túneles y en los trabajos forzados en las fábricas de cohetes murieron no menos de 20.000 prisioneros procedentes de campos de concentración. Sometidos a un trato inhumano, a condiciones de trabajo peligrosísimas, mal alimentados, agotados, hacinados, murieron cruel e innecesariamente, como moscas. 

Kappacher salta del mundo de las carreras de automóviles a esta historia desconocida del horror nazi sin apenas darnos cuenta. Escrito con aparente distancia y una cierta frialdad es, en verdad, un relato íntimo y casi poético que deja ir pinceladas de un horror que está ahí, pero que no se ve demasiado cerca. Trufado de referencias al mundo del automóvil, de la ingeniería, de las carreras, de los cohetes, va dejando ir el lastre de un silencio que ha durado demasiado tiempo y que el autor apenas esboza; pero con ese esbozo es más que suficiente.

Es un buen libro, recomendable sin reservas. Pero si usted, además, es aficionado a los automóviles, incluso a los cohetes, mejor que mejor. En Austria, el recuerdo de esas actividades secretas y terribles en sus idílicos valles seguro que ha causado conmoción.

Ah, una pequeña observación, que pueden pasar por alto. Los automóviles que aparecen en la faja de la cubierta no son Auto-Union, sino Mercedes-Benz. 

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