Paseando al perrito



En uno de mis paseos, me paré ante un semáforo en rojo, no fueran a atropellarme. A mi lado se detuvo también una señora, que llevaba un perrito en brazos, uno de esos perros pequeñajos, que tanto pueden ser antipáticos como encantadores. Coincidió que una tercera persona también se detuvo ahí mismo, y conocía a la señora del perrito. Eran vecinas. 

Después del hola, qué tal, la conversación que siguió fue más o menos la siguiente:

---¿Quién es este perrito tan bonito?
---Es Cuqui. ¡Cuqui! ¡Saluda a esta señora! ---dijo la del perrito. 
No se lo pensó dos veces y agarró una de las patas del chucho y la agitó, como si fuera una ventrílocua y el perrito, el monigote que suelen utilizar en el espectáculo. El perrito se dejaba hacer, hacía como que saludaba con la patita que movía su ama sin rechistar, pues estaría acostumbrado a estas tonterías.

En éstas, la vecina preguntó a la del perrito por qué llevaba a Cuqui en brazos.
---Ay, mira, pobrecito, está pocho ---respondió la del perrito, mientras le daba de achuchones.
---Oh, sí, pone mala cara... 
---¿Verdad? ¡Mi Cuquirrinín...! ¿Qué le duele a mi Cuqui? ¿Eh?
---Guau ---respondió el perro, un tanto lastimero.
---¿Y qué tiene?
---No sé, chica. El veterinario me ha dicho que Cuqui necesitaba que lo sacaran a pasear, que no podía ser que se pasara el día encerrado en casa. Y aquí me tienes, llevando a Cuqui de paseo, ¿verdad, Cuqui?
El perrito puso cara de circunstancias, qué remedio. Pero la vecina no acabó de ver claro el asunto del paseo de Cuqui y preguntó:
---¿Y entonces por qué lo llevas en brazos? ¿No tendría que caminar?
---Ay, chica, no, que se cansaría. ¿Verdad, Cuqui? ¿Verdad que se cansaría mi chiquitín?

Se puso el semáforo en verde y las vi partir. Me da que Cuqui suplicaba que alguien fuera a salvarlo.

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