Un perfecto cabrón

Perdón por el título, pero ya les explicaré a qué viene. Vayamos al asunto. Los franceses, que son muy suyos, celebran cualquier cosa que se les ponga por delante que sea capaz de enaltecer su cultura y su savoir-faire, ya puestos. El Ministerio de Cultura de nuestros vecinos es una máquina de propaganda de lo francés que echa para atrás, a la par que un modelo de gestión cultural, lo que viene al pelo para señalar el intríngulis de este asunto, que las cosas no son ni blancas ni negras, ni del todo grises.

El ministerio en cuestión elaboró una lista de las cosas que podrían celebrar en 2011. ¿Qué efemérides podrían destacarse para hacer ver al mundo que sin Francia no sería lo que es? Surgió la idea de celebrar los cincuenta años de la muerte de Louis-Ferdinand-Auguste Destouches, al que quizá no tengan el gusto de conocer, que se hacía llamar Céline, que es quizá el nombre que les suena. Aunque médico, su fama es literaria, pues ha sido y sigue siendo uno de los más grandes escritores en lengua francesa de la primera mitad del siglo XX.

Su Voyage au bout de la nuit (Viaje al fin de la noche), que no oculta la inspiración de El corazón de las tinieblas, de Conrad, fue un acontecimiento literario y le reservó una butaca en el Parnaso de los escritores. Pero... Yo no sabía que existía esa figura... Fue declarado desgracia nacional por los tribunales franceses después de la Segunda Guerra Mundial. Sus faltas se resumen en un antisemitismo atroz que le llevó a colaborar con los nazis, dejando a un lado un nihilismo vital que le llevaba a considerar... a despreciar, mejor dicho, todo lo que se le ponía por delante. En resumen, todo un personaje.

Después de recibir muchas críticas por el anuncio de los homenajes que podría recibir Céline, el señor Miterrand (sobrino del original), ministro, ha decidido prescindir de los homenajes oficiales. Después de meditarlo mucho..., ha dicho. El alcalde de París, el señor Delanoë, ha resumido el porqué de manera que se entienda: Céline es un escritor excelente, pero un perfecto cabrón.

El debate está servido. Algunos escritores y filósofos han protestado. El señor Lévy, filósofo, reclama que sería interesantísimo reflexionar en voz alta sobre la íntima relación que existe entre el genio y la infamia. Recuerdo al señor Lévy que también hay genios que no fueron jamás infames, y que los más infames son rara vez geniales. Pero, en fin, ¿tiene razón de quejarse el señor Lévy?

Céline reúne lo mejor y lo peor, y no se puede concebir lo mejor sin lo peor, y viceversa. Pero no es el único que reúne cara y cruz en una sola moneda. Zweig retrató al Tolstoi de los últimos días, ese personaje que maltrataba a su mujer y era un compendio de vilezas, de ésas pequeñas y vulgarmente humanas. Picasso era un déspota en casa, un tipo con el que no quisieras ver casada a tu hija. Caravaggio iba de putas y sus aprendices pasaban todos por el aro. Schopenhauer era un broncas insoportable. Cela fue censor durante el franquismo. Aristóteles formó a Alejandro, el déspota. San Agustín vivió dos vidas; en la primera, fue un fullero de mucho cuidado; en la segunda, hizo la vida imposible a los fulleros de toda condición. Etcétera. El tema de la infamia ¡es tan humano...!

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