La pesadilla de Malinowski



Cuentan que el inventor de la observación participante (o participativa) no participaba demasiado (en los asuntos indígenas, se entiende). Se limitaba a observar qué hacían éstos, los indígenas, y luego se encerraba en su cabaña, procurando perderlos de vista, para darle al bebercio, fumar en pipa y escribir en sus diarios que tanto salvaje le ponía enfermo. Según sus propias palabras, aquello era una pesadilla.

Pero sus sacrificios le valieron la fama de heroico antropólogo que fuma en pipa y se cubre con salacot, mucha propaganda para su libro, donde desmintió a Freud señalando que los indígenas de las Islas Tobriand practican el sexo sin haber leído Edipo rey, y pudo llamar la atención sobre el sabio que se ocultaba tras esa imagen aventurera.

Durante unos días, me he visto en la misma situación que el antropólogo apátrida, pero sin ocultar sabio alguno. Existen otras diferencias con el original: no me he ido a los Mares del Sur ni me he encerrado en una cabaña lejos de las miradas de los salvajes. ¿Se preguntan por qué?

Primero, que no me llega para tan lejos; además, para qué perderse en las inmensidades del Océano Pacífico si aquí mismo, en el Mediterráneo, tenemos indígenas dignísimos de protagonizar relatos de aventuras etnográficas y material combustible de sobras para las calderas de las teorías antropológicas contemporáneas que uno prefiera.

Segundo, que he compartido cabaña, perdón, piso, con una familia indígena de toda la vida, y los he acompañado en todo momento de un lado al otro en el momento más especial del año. Puedo asegurar que mi observación ha sido participante (o participativa), qué remedio. Pero, a diferencia de Malinowski, no tenía una cabaña para mí solito donde refugiarme, no he echado mano del alcohol para olvidar, no fumo en pipa ni gasto salacot; por lo tanto, no esperen encontrar mucha antropología de la buena; tampoco de la mala.

Hablo, naturalmente, de una incursión en la Festa Major (Fiesta Mayor) en honor de San Bartolomé que se celebra en Sitges, una villa costera de la provincia de Barcelona, llamada Blanca Subur en cursi (el cursi es una variante dialéctica del chachi). Los indígenas del lugar son llamados suburenses en lengua estándar, aunque algún nativo prefiera emplear el término sitgetans (sitgetanos), por darse importancia o por alejarse del dialecto cursi y practicar el modelno, porque suburense (a veces, suburenc) tiene raíces próximas a la poesía modernista de Miguel Darío, y ya está pasada de moda, ya no es modelna.

El suceso que nos ocupa ocurre durante la segunda mitad del mes de agosto y mi relato precisará unos días para publicarse entero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario