Malos argumentos y desesperación


Que me digan que si Cataluña se va de España, el Barça no juega más en la Liga (y, de paso, así se acaba con el fútbol en Cataluña) es uno de los pocos argumentos que se me ocurren a favor de la secesión.

Que me digan que los mismos que han mandado hasta ahora serán los que entonces seguirán mandando, en cambio, es el argumento más poderoso e irrebatible que conozco en contra. Porque lo único que he aprendido y me han enseñado veinte años de trabajo en la Generalidad de Cataluña es que nunca, nunca, has de dejarlos solos al frente de un país, que no se pueden hacer ni idea de su nivel de maldad y estupidez, que entre todos juntos no pueden desenroscar una bombilla, pero, si pudieran, la robarían.

El nivel de estas elecciones es asquerosamente bajo, desde un punto de vista intelectual y político. La gilipollez se ha adueñado del país, la estulticia se impone, la crítica se esfuma, es imposible sostener una conversación civilizada y me siento desamparado.

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