Ayer me estrené al primero de cinco asaltos con uno de mis maestros.
Saludos, En garde!, y chas, chas, chas y no mucho más, que duré lo que un pastel a la puerta de un colegio. Sablazo va, sablazo viene, me defendí como pude y mal, pero cerramos el encuentro con un cinco contra dos, lo que no está nada mal. Y yo, tan contento por haber perdido, más feliz que una perdiz.
Quizá llegue el día en que gane, pero aún queda para eso. Ahora toca, simplemente, disfrutar de las agujetas y del gusanillo de repartir sablazos.
En garde!, pues.
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