Observen esta foto con detenimiento. La ha publicado La Vanguardia y se ha publicado también en otros medios. Aparecen en ella cuatro personajes, fotografiados en el interior del palacio de la Generalidad de Cataluña, en su ala gótica tardía. Aquí la tienen.
Cuatro estilos, cuatro personajes, un calvo.
El hombre del flequillo es el presidente de la Generalidad de Cataluña y el calvo pelado, el consejero de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia (sic). Los otros dos caballeros son congresistas de los EE.UU.
Sin corbata y con sombrero.
El del pelo blanco y la camisa a cuadros es un republicano defensor del anarquismo de mercado (sic), con una idea de la economía y del Estado que decir que es ultraneoliberal es decir poco, aficionado a defender otras cosas tan peculiares como la tortura en los interrogatorios policiales, que lo del cambio climático es un cuento chino (http://catastrophemap.org/wordpress/?page_id=2594) o que hay que promover la libre venta de marihuana con fines terapéuticos (él la fuma para curar su artritis). Se le considera un hombre de Putin en Washington y toca la guitarra. Se llama Dana Rohrabacher. Tiene un sitio web propio (http://www.rohrabacher.com/) y una entrada en la Wikipedia mucho más interesante (https://en.wikipedia.org/wiki/Dana_Rohrabacher). Todo un personaje que nos demuestra que Donald Trump no salió de debajo de una seta, sino que tuvo precedentes tanto o más singulares que él mismo.
El de la americana azul, que parece que le va pequeña, es un congresista demócrata moderado, Brian Higgins (v. https://en.wikipedia.org/wiki/Brian_Higgins, o su sitio en el Capitolio, http://higgins.house.gov/). Parece más normal que Rohrabacher.
El principal interés de ambos personajes en Europa era observar cómo llevan lo de la marihuana en Holanda e interesarse por la política antiyihadista europea. Lo del terrorismo islámico preocupa, y mucho, en los EE.UU. y ambos pertenecen a no sé qué comisión del Congreso. Aterrizaron en Barcelona, aquí los invitó el gobierno de la Generalidad de Cataluña a un banquete y la liaron tan gorda con el fiestorro que al día siguiente no se entrevistaron con el ministro español de Asuntos Exteriores ni con el de Interior porque (cito textualmente) habían transnochado demasiado. Sin comentarios. Hoy, la embajada de los EE.UU. ha tenido que disculparse y dar explicaciones.
Pero sigamos con la fotografía. Vistos los invitados, quedan los anfitriones.
No me importa demasiado el aspecto un tanto desaliñado del presidente de la Generalidad de Cataluña. Es público y notorio que éste es su aspecto habitual, y eso no es ni bueno ni malo, sino así, simplemente, y así ha sido siempre. Sus actos hablarán por él y unos creerán que están bien y otros, que no. Ya está.
Pero es la cuarta corbata, la del consejero pelón de Asuntos Exteriores, Relaciones Institucionales y Transparencia (sic) la que me llama la atención y me irrita. Oh, sí, me irrita.
En comisión o en el pleno, sin corbata.
Fíjense, lleva corbata. Qué raro. Porque el señor Romeva es firme partidario del sincorbatismo. Nunca la lleva en los actos institucionales como consejero en Cataluña, ni la lleva en el Parlamento de Cataluña. Nunca. ¡Hasta se le ha visto en mangas de camisa! Pero ¡ojo! A la que visita un parlamento extranjero o recibe a unos congresistas de los EE.UU., le crece una corbata en el cuello. Ay, ay, que se me sube la mosca a la nariz.
¡En mangas de camisa y arremangado!
Puedes optar por no llevar nunca corbata o por llevarla siempre, no tengo nada que decir al respecto. Es una opción personal. Va por gustos. Pero si sólo te la pones a veces, quiere decir que te la pones en las ocasiones importantes, que tú consideras importantes, o cuando lo aconseja el protocolo y no tienes más remedio. El señor Romeva se pone la corbata cuando vienen unos congresistas extranjeros, pero no la lleva nunca (nunca) cuando acude al Parlamento de Cataluña, donde representa a sus votantes y cumple un papel institucional, donde el protocolo recomienda una muestra de respeto y decoro en el vestir. Aquí, no.
La respuesta de hecho del señor Romeva es: ¿El Parlamento de Cataluña? ¡No merece una corbata! Pero un congresista de los EE.UU. que está medio chiflado, sí. ¿No lo ven? De eso me quejo, de que me falte el respeto delante de mis narices. Piensen un poco y verán por qué.
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