Les petits soldats de Strasbourg (2/5)


El héroe de esta aventura escrita en los márgenes de la gran historia es un panadero llamado Christian Boersch, que vivía en Estrasburgo, cómo no. Me duele decir que sabemos muy poco de su vida y milagros. Podemos aventurar que vivió entre 1780 y 1824 y que fue quien comenzó a pintar los soldaditos de Estrasburgo.

Músicos y tambor mayor del 2.º Regimiento de Lanceros de la Guardia Imperial.
Así son los soldaditos de Boersch.

Claro que Boersch tuvo la infinita suerte de haberse casado con la sobrina de un tal Benjamin Zix (1772-1811), que quizá no les suene de nada, ahora mismo. Zix también había nacido en Estrasburgo y desde muy pequeño le dio por pintar y dibujar. Pronto se hizo muy famoso por las pinturas de paisajes suizos, que le dieron para vivir bastante bien. Sus dibujos se convertían en grabados y eran impresos en Estrasburgo, para luego ser vendidos en toda Francia (y Europa). 

Uno de los grabados costumbristas de Zix, que tanta fama le dieron.

Podemos decir que Zix, si bien no era uno de los grandes artistas del momento, era un artista popular y muy conocido por el gran público. Sus obras son muy apreciadas por los coleccionistas de grabados (y por los historiadores), aunque no se exponen en los grandes museos.

El Primer Imperio llevó la fama de Zix a su apogeo. En 1806, fue alistado como dibujante por el Cuartel General de la Grande Armée (el Gran Ejército de Napoleón). Recordemos que en aquella época ¡no había fotógrafos!

Un grabado coloreado de Zix que ilustra el desfile de los esponsales e invitados en la boda de Napoleón I con María Luisa de Austria, en 1810.

La obra de Zix muestra a los soldados en su quehacer diario, en las marchas, en los cuarteles y (evidentemente) en la batalla. Zix estuvo en la campaña de Prusia, en la de Polonia, en España, luego en la de Austria, siempre tras el Emperador y entre la tropa. Dicen que ayudó a Gros a pintar su célebre Batalla de Eylau (hoy expuesta en el Museo del Louvre) y fue reportero (permítanme la cursiva) en la boda del Emperador con María Luisa de Austria. Murió en Peruggia, Italia, en 1811. Lástima, porque nos dejó una biografía y una obra interesantísima, aunque muy alejada de los grandes lienzos y oropeles de Gros, Ingres, David y compañía.

Fue Zix quien inspiró las primeras láminas de soldados. Dejó en manos de su sobrina una ingente cantidad de apuntes y anotaciones de uniformes militares, tanto franceses como prusianos, austríacos, suecos, rusos... Hacia 1810, el panadero Boersch ya había acumulado una buena cantidad de dibujos y comenzó a pintar sus miniaturas de papel. 

Soldaditos como estos artilleros de la Guardia Imperial tirando de una pieza de doce libras proporcionan muchos datos gracias a la meticulosidad de Boersch.

Con una paciencia infinita, puso en colores lo que veía en la calle, lo que recordaba haber visto y lo que había visto su tío político, Benjamin Zix. Tuvo la idea de recortar estas figuritas y pegarlas en unos pequeños soportes de madera; fue el primero en hacerlo. La afición se convirtió en una manía. Cuando Napoleón fue derrotado, Boersch prosiguió en su labor de reconstrucción de los regimientos napoleónicos entrevistándose en persona con viejos soldados retirados, para representar lo más fielmente posible su aspecto. Por aquel entonces, ya contaba con la ayuda de su hijo y entre ambos pudieron reunir miles (literalmente, miles) de soldaditos de papel.

La colección se conservó íntegra en un museo municipal hasta que, en 1971, váyanse a saber por qué, 4.360 soldaditos de Boersch fueron vendidos en una subasta en Angeres.

Boersch fue el primero, que no el único. La historia de los soldaditos de Estrasburgo no acaba con él.

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