La Conciergerie


La sala o pabellón de los soldados.
64 metros de largo y más de 8 metros de altura.

Entre los siglos X y XIV, antes de residir en el Louvre, los reyes de Francia habían fijado su residencia en lo que hoy es el Quai de l'Horloge (Muelle del Reloj), en un edificio que conocemos como la Conciergerie (la Conserjería). De ese antiguo palacio (aunque quizá mejor sería decir castillo, no sé) se conservan la sala de guardias, la armería o pabellón de los soldados (enorme y espectacular, digno de verse, capaz de alojar a dos mil personas) y las cocinas. Los hogares de estas salas, que calentaban todo el complejo real, a juzgar por su tamaño y función, serían capaces de devorar bosques enteros. Hacia el siglo XIV, poco antes de dejar de ser palacio real, se instaló en el muelle el primer reloj público de Francia, y de ahí el nombre del muelle que da al Sena.

Recreación de uno de los cuartos de guardia de los carceleros revolucionarios.

Pronto, la Conciergerie se convirtió en un lugar siniestro, y dejaré volar mi imaginación y echaré mano de las leyendas. Verán por qué: se convirtió en una prisión, tan tenebrosa como la Bastilla, aunque mucho menos famosa y quizá infrautilizada. Hasta que llegó la Revolución Francesa, echaron abajo la Bastilla y llegó el Terror. ¡Ahora sí que la Conciergerie provoca escalofríos!

Estas escaleras vieron pasar a miles de víctimas del Terror.

Pueden visitarse las celdas (o algunas de ellas) que alojaron a los condenados por los tribunales revolucionarios, pues rara vez se libraba el llamado a comparecer ante el Comité de Salud Pública de acabar bajo la máquina de afeitar que perfeccionara Guillotin. 

Aquí pasó Robespierre sus últimas horas, malherido y condenado.

Robespierre afirmó: La virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror, sin el cual la virtud es inútil. Se aplicó, pues, con ganas, hasta que él mismo cayó víctima del Terror que había ayudado a engendrar. Se conservan en la Conciergerie llaves y cerrojos de la celda en la que estuvo encerrado, y tiene su rincón bajo el auspicio de la Sociedad de Estudios Robesperrianos, pues el insobornable y fanático jacobino tiene su club de fans, cómo no. Estuvo, sí, encerrado en la Conciergerie, encerrado y malherido, pues al ver que lo iba a arrestar intentó volarse la cabeza de un pistoletazo, pero sólo se reventó la mandíbula. Y así, malherido, fue sumariamente juzgado y ejecutado.

Detalle de una pintura que muestra el momento en que María Antonieta entra en la Conciergerie. 
Dramatización de un evento que no sería tan pomposo, creo yo.

Sin embargo, la prisionera estrella de la Conciergerie es María Antonieta, que pasó en este lugar sus últimos días. La leyenda dice que una mañana se despertó con el cabello blanco a causa del miedo. Pronto la juzgaron y decapitaron. También murió en este siniestro lugar su hijo, que habría sido el Luis XVII, siempre envuelto en un misterio muy novelesco.

Recuerdos de María Antonieta.
Se intentó beatificarla como mártir, varias veces, sin éxito.

En la Conciergerie se idolatra la figura de la reina mártir, con una capilla dedicada a ella y una exposición de algunos de los enseres que empleó los últimos días de su vida, incluyendo el camisón que llevaba cuando perdió finalmente la cabeza.

Todas las paredes cubiertas con los nombres de las víctimas del Terror.

Pero es más impresionante (a mi entender) una de las salas recubierta con los nombres de las víctimas del Terror que pasaron por la Conciergerie. Los nombres están clasificados según su estado (es decir, se dice si pertenecían a la aristocracia, al clero o a la burguesía). Una pantalla de ordenador de gran tamaño permite buscar el nombre del hombre o mujer preso, conocer su biografía y saber cuándo y por qué fue condenado. Lavoissier, Condorcet y tantos otros están presentes en este monumento y memorial, y muchos de ellos murieron sin justificación alguna (la mayoría, si nos ponemos). 


Si me permiten el inciso, en mi novela La conjura de Perregaux aparece el ministro de Policía Fouché en un imaginario despacho en la Conciergerie. O no tan imaginario, ahora que pienso. Hoy, el complejo de la Conciergerie está bajo las dependencias del Ministerio del Interior francés.

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