La AMS y el señor obispo

El obispo de Alcalá, con la falda almidoná y los Salmos apoyaos en la cadera la está liando gorda. De entrada, el señor obispo se ha inventado una enfermedad (mejor, un síndrome), llamado AMS, que significa atracción por el mismo sexo, y que se emplea para no decir homosexualidad, que es palabra fea, larga y compleja. El síndrome AMS, en palabras del señor obispo de Alcalá y sus acólitos, consiste en sufrir un infierno. Dicho así, resulta un poco vago, así que resumamos los principales síntomas del síndrome AMS. Serán:

Participar en un chat donde sólo escriben sodomitas o gomorritas (y sigo sin saber qué es un gomorrita).

Sufrir mucho, mucho, mucho, porque la persona querida de mi mismo sexo no me hace ni puñetero caso y me lleva a bares donde se emborracha y se droga, luego me pega, me menosprecia, me humilla y yo, tonto de mí, no puedo decirle a nada que no y también me pongo ciego de drogas y alcohol.

Despreciarse uno a sí mismo, sentirse solo, y todo porque de pequeñito le llamaban maricón en el colegio, y ponerse ciego a base de darle a la manivela y leer revistas guarras, ambas cosas simultáneamente o una detrás de otra.

Como las andorranas, el síndrome AMS se sufre en silencio y no se dice que se sufre no por miedo a ser rechazado por la sociedad, sino porque existe una conjura homosexual internacional que domina los medios de comunicación, la banca, la prensa, el cine, la televisión y todo lo demás, que propugna que la AMS es chachi, persigue, amenaza y tortura a quien sostenga lo contrario y empuja a los tiernos infantes a lugares de vicio y perversión, donde son sometidos por malvados maricones o tortilleras hasta que creen que la AMS es buena, y por eso la sufren tanto, por las andorranas que aparecen en el proceso de lavado de cerebro y pulido de recto mediante repetidas sesiones de sodomía, drogas y alcohol.

Evidentemente, el síndrome de AMS es una enfermedad mala, malísima, pero se cura aplicando una combinación de técnicas procedentes del psicoanálisis de Freud y las descargas eléctricas de Pavlov. Dicho sea de paso, muy desesperada tiene que estar la Iglesia para echar mano de Freud y Pavlov y estar de acuerdo con los sistemas curativos de los evangélicos americanos.

Imagínense la polémica. Algunos grupos que reúnen homosexuales y demás variantes del sistema sexual estándar han denunciado al obispo de Alcalá por promover la homofobia, la violencia y no sé qué más, y bastante razón tienen. Los demás, qué quieren que les diga, vemos con recelo esas imaginativas y otrosí perversas imágenes de la realidad homosexual, o sexual a secas, del señor obispo de Alcalá.

Según el pastor, la atracción por el mismo sexo (AMS) es mala, pero no tiene que confundirse con la atracción por el sexo de uno mismo (ASUM), que también es mala, aunque quién sabe si menos mala. La atracción por el otro sexo (AOS), en cambio, ¿puede ser buena? Veamos.

Pues, no. Si una es mala, la otra es peor. Porque los síntomas que se reconocen en la AMS se dan también en la AOS: los adolescentes se ponen ciegos en los chats, dándole al manubrio y leyendo revistas guarras; cuando se enamoran, se vuelven idiotas y sufren mucho, muchísimo y porque sí; sólo piensan en... eh... ya me entienden, día, tarde y noche; cuando no, es porque le están dando al manubrio o sacándole el polvo a la parienta; cuando el pecador del otro sexo, ése que nos pervierte, te planta un buen día y se va con otro, te sientes la persona más despreciable del mundo, sólo, triste...; si no te comes un rosco, eres objeto de burla en el patio del colegio; si te lo comes, eres un héroe; etc. Con un peligro añadido: si hacemos caso a la Santa Madre Iglesia, no se usan gomitas y las enfermedades sexuales, calamidad de origen divino que se justifica por el castigo que supone a la promiscuidad, se extienden como la peste, y los niños llenan las barriguitas de mamás tontas, que se han dejado arrastrar hacia el pecado.

¿Y qué hay de la ASD? La ASD es la atracción por el sexo diferente, que no es lo mismo que la atracción por el otro sexo, AOS. Es una guarrada, punto, y de protestar por la ASD ya se encargan las protectoras de animales y niños o, en Cataluña, Duran i Lleida y el CAC (otra perversión político-sexual que sería demasiado aburrido explicar aquí).

Si cualquier síndrome de atracción sexual (CSAS) es malo, porque lleva consigo todos los síntomas y algunos más de la AMS, ¿qué nos queda? Quiza la repugnancia por el sexo (RS), que admite una taxonomía más compleja, pues es posible hablar de repugnancia por el mismo sexo (RMS), repugnancia por el sexo contrario (RSC) o repugnancia por el sexo de uno mismo (RSUM), hasta repugnancia por un sexo diferente (RSD). Los síntomas son otros, pero profundamente desagradables. De hecho, algunos autores dicen que las RS son, en verdad, casos extremos del síndrome ASD, pero eso está por ver.

En todo caso, el señor obispo puede pensar lo que quiera, incluso sostener algunas posturas que tienen poco de humano y hacen mucho daño, pero lo que no puede hacer es mentir, porque, para curar a alguien, ese alguien tiene que estar enfermo, y según el parecer del obispo, los católicos de su diócesis están todos enfermos y más que enfermos, y no creo que sea el caso.

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