La defensa del buen ciclista (II)

Hoy en día, los ciclistas urbanos o rurales son hijos del buenrollismo, el ecologismo, el panfilismo y el amor por todos los animales, menos los peatones, a los que embisten y aturullan. A ningún ciclista que presuma de serlo se le ocurriría llevar encima una pistola ciclista para soltarle cuatro tiros al primer chucho que se acercara al velocípedo. Pero eso es ahora, porque hubo un tiempo en que los ciclistas eran todo lo contrario: representaban el progreso industrial, el auge de la tecnología, el maquinismo, el dominio sobre la naturaleza y esa mentalidad moderna y proletaria, básicamente urbana, no veía ningún inconveniente en descerrajarle un tiro al primer perro que se opusiera al progreso.

Ya he mencionado antes que los ciclistas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX buscaban una pistola para, precisamente, espantar a los chuchos que se les echaban encima. También he dicho que la British Bull Dog, aunque efectiva, no era apropiada para un ciclista. Así que los ciclistas y los armeros miraron hacia otra parte, hacia las pistolas de pequeño calibre, que unos llaman pistolas de señorita y otros, de bolsillo, aunque también eran armas de truhanes y mentecatos.

Comenzaron los británicos con una pistola de bolsillo de Hopkins & Allen, la XL No. 3, que se fabricó entre 1875 y 1907. Era un revólver que utilizaba el calibre .22 corto, de seis tiros, con el martillo oculto, algo que buscaban los ciclistas. Aunque muchos consideran que fue la primera pistola ciclista, lo más propio sería afirmar que fue el primer modelo que compraron los ciclistas para tirar contra los chuchos, porque Hopkins & Allen diseñaron el modelo con otros fines.

En los EE.UU., lo mismo. El Smith & Wesson Safety Hammerless del calibre .32 se vendió como pistola ciclista y se fabricó entre 1888 y 1892; también fabricó el First Model Ladysmith, que fue, propiamente, el modelo 1902 con eyector manual, del calibre .22 (el de la fotografía), para competir en el mercado del pequeño calibre contra, por ejemplo, el revólver de siete tiros que sacó a la venta Iver Johnson en 1900. Etcétera. Todos estos revólveres nacieron como pistolas de señorita o de salón, pues estaban pensados para defender el honor y la virtud de las damiselas que tenían que enfrentarse a los desmanes de algunos mal llamados caballeros, o para recordarle a uno que no se hacen trampas en el póquer.

A los ciclistas, que presumían de hombría y poderío, cargar con pistolas de señorita no les hacía ninguna gracia y llevar encima pistolas de salón, tampoco. Pero qué suerte que los franceses estaban al quite.

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