Lluvia de meteoritos en Madrid (IV)


El bólido de Chéliabinsk El de Madrid sería muy parecido.

Hace unos días, los habitantes de Chéliabinsk se llevaron un buen susto. A pleno día, vieron una luz en el cielo. Poco después, un horrísono estruendo los llenó de pánico y estupor. La onda expansiva hizo un gran estropicio. Miles de casas se quedaron sin ventanas; se calcula que la explosión dejó tras de sí el equivalente a 200.000 metros cuadrados de vidrios rotos. De ahí los quinientos heridos de diversa consideración, casi todos por culpa de la lluvia de cristales.

Los registros más fiables desde los tiempos de la Revolución Francesa hasta Chéliabinsk nos dicen que los meteoritos habían matado (que se sepa) a siete personas, un caballo, una vaca y un perro, habían espachurrado cincuenta y tantas casas, ocho coches, un depósito de agua y un buzón de correos.

Que se sepa, un meteorito no ha matado nunca a nadie en España desde que se guardan noticias de este fenómeno, aunque el de Madrid estuvo a punto de llevarse por delante a un ilustre pariente lejano mío, Javier Soravilla, y provocó muchos heridos, en su mayor parte víctimas de la histeria y el pánico, atropellados por una multitud que corría y huía.

Aunque el apellido Soravilla tiene raíces navarras, Javier Soravilla era madrileño. Entre los Soravilla del norte que emigraron a la Corte, destacan algunos militares, como don Joaquín, que inició su carrera en la Guerra de la Independencia, don Vicente, teniente coronel del 13.º de Infantería durante la primera Guerra Carlista, o el capitán José María Soravilla, del arma de caballería. Pero éste, don Javier, vivía ajeno a la vida castrense, pues era periodista, escritor, dramaturgo y poeta; el disgusto que le daría a su padre. Debo añadir que era una pluma muy leída y celebrada en la Corte, donde compartía páginas con Alejandro Dumas o Víctor Hugo en revistas y periódicos, sin arrugarse en nada, y se permitió escribir un análisis crítico de La Celestina de mucha enjundia, merecedor de aplauso.

Fue él el que describió la puerta de la casa de Cervantes en Alcalá de Henares con esta quintilla:

Mas ¡ay!, que en graneles fragmentos
el pórtico a hundirse empieza,
y es, ¡que en sus viejos asientos
no pueden ya los cimientos
sostener tanta grandeza!

Un hombre de letras, pues, que imagino con esas barbas y bigotes tan ilustres de la época, paseando cerca del Hipódromo, que entonces estaba en el paseo de la Castellana, donde hoy están los Nuevos Ministerios. Leía El Imparcial y disfrutaba de un día bellísimo y un paseo vigorizante.

El Hipódromo del paseo de la Castellana, cerca de donde paseaba don Javier Soravilla.

En éstas, ¡zas! ¡Pum! ¡Catapum! El bólido de Madrid.

Todavía confuso, después del estruendo y el susto, don Javier regresó a su lectura y... y dejaré que el señor Bonilla, de la revista La Naturaleza, complete mi relato.

El Sr. D. José Solano y Eulate, Marqués del Socorro, Catedrático de Geología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, posee otro [meteorito] cuyo peso es de 27,58 gramos. Este ejemplar fué recogido por D. Javier Soravilla en el Paseo de la Castellana, frente al hotel núm. 19, y cayó, según refirieron los periódicos de aquellos días, sobre el número de El Imparcial que iba leyendo la persona que lo recogió y depositó en la redacción de dicho diario, siendo adquirido después por su actual poseedor. Es un ejemplar completo, que conserva en toda su integridad la costra de fusión y de igual aspecto que los mencionados anteriormente.

En efecto, don Javier leía el periódico tan tranquilo y un meteorito se lo arrebató de las manos. Un poco más aquí o un poco más allá y don Javier Soravilla, insigne escritor hoy desconocido, no vive para contarlo.

El meteorito Soravilla se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, para uso y disfrute del intelecto de los curiosos visitantes y como objeto de culto y veneración de los que portamos apellido tan ilustre, modestia aparte.

Una exposición de meteoritos en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
El
meteorito Soravilla es el segundo, contado por la derecha.

 

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