Propuestas y reflexiones sobre la separación de poderes


Montesquieu, el gran desconocido.
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Nota: Una lectora me ha puesto en evidencia. Este caballero no es Montesquieu, sino Diderot. Pero también era un buen tipo, que conste, y como errar es humano, dejo una constatación de mi error.
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Pero el texto vale lo mismo.

El muy honorable señor don Artur Mas ha hecho una cosa que haría chirriar los dientes a Montesquieu. Quizá no sepan quién es Montesquieu, no me extrañaría nada en los tiempos que corren. El señor Montesquieu fue en verdad Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, pero los amigos lo llamamos Montesquieu, para abreviar. Es uno de los pensadores más influyentes del pensamiento y la filosofía política, y la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial tal como se concibe hoy en día surge de su pluma.

En efecto, no existe un Estado garante de derechos y libertades si no se garantiza la independencia del gobierno, el parlamento y la judicatura. Esta idea fue considerada peligrosa e incluída en el Índice (Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum), lo que mostró cuán acertada había sido para acabar de una vez por todas con el Antiguo Régimen. Gracias a Montesquieu sabemos que una de las características del totalitarismo (de cualquier signo) es que se confunde quién hace las leyes, quién las ejecuta y quién juzga si se cumplen.

El libro prohibido, o simplemente ignorado.

El muy honorable señor don Artur Mas, en cambio, no concibe esa separación de poderes, no le cabe en la cabeza. Quisiéramos excusarlo por ello, porque sabemos que es un hombre torpe y limitado, con una ambición que supera sus competencias. Así, por ejemplo, su Gobierno de los Mejores es inefable y si ésos son los mejores, cómo serán los demás, que dijo uno, y el cálculo político, primero, y su apuesta electoral, después, para conseguir una mayoría excepcional ha sido... Ya ven cómo ha sido: excepcional.

Incapaz de comprender que su ejecutivo no puede confundirse con el sistema judicial ni con el Parlamento, ni él mismo con la institución que representa, ni la institución con el partido, ni el partido con el devenir de la historia, etcétera, convocó una cumbre (modesto, el hombre, una cumbre) para ver qué puede hacerse contra la corrupción política de la que su partido es grandemente (pero no único) responsable.

Esa convocatoria ha pasado por encima de la separación de poderes como una apisonadora. Mal estaba la separación de poderes en Cataluña y en España y sólo nos faltaba este desprecio público, qué quieren que les diga.

Don Artur Mas convocó una Cumbre para la Regeneración Democrática (sic) en la que tenían que aportar sus ideas para que el Líder Mesiánico las contemplara y avalara ni más ni menos que las siguientes autoridades: la presidenta del Parlamento de Cataluña (legislativo); el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (judicial); el fiscal superior de Cataluña (judicial); el defensor del pueblo catalán (control independiente del ejecutivo); el síndico mayor de la Sindicatura de Cuentas de Cataluña (control independiente del ejecutivo) y el director de la Oficina Antifraude de Cataluña (control independiente del ejecutivo).

La cumbre, con televisor. ¿Necesitaba realmente el Power Point?

La cumbre sin televisor.

Está vedada la opinión política de los responsables del sistema judicial o de los organismos de control, a ver si se enteran. Como mucho, si les preguntan, dirán que les gustaría disponer de más medios humanos y materiales para hacer su trabajo. Pero serán el Gobierno y al Parlamento quienes decidirán el reparto de recursos y las leyes con las que uno deberá ser juzgado, y no hay más que decir. Ellos juzgan según la Ley, nada más (ni nada menos).

Del mismo modo, el Parlamento legislará y controlará la acción del Gobierno. Pero no juzgarán ni uno ni otro. Por lo tanto, el muy honorable señor don Artur Mas tendría que comprender que las medidas ésas que quiere proponer se proponen y se discuten en el Parlamento, no en una cumbre con gentes que no tienen ninguna competencia ni para proponerlas ni para discutirlas.

Los periodistas han recogido aquí y allá el malestar de muchos de los invitados por el señor Mas, que hubieran dicho que no de buena gana, pero que no podían hacer un feo al presidente, por educación y por respeto institucional. Las caras largas del juez y del fiscal pagan por sí solas.

Todos coinciden en una cosa: la cumbre ésa ha sido un aparato propagandístico para que el señor Mas pueda publicar unas determinadas propuestas indiscutibles, pues ¿quién iba a discutirlas si habían contado con el beneplácito de los responsables de todos los poderes del Estado?

Gracias a Dios y por fortuna, no ha sido así. Los poderes públicos se han limitado a asistir a la cumbre, mirarse a la cara, aguantar con paciencia el rollo y volverse a casa maldiciendo semejante pérdida de tiempo. Pero han dejado tras de sí un mal recuerdo, el de una torpeza mayúscula. Nadie ha firmado nada, sólo el Departamento de Presidencia de la Generalidad de Cataluña se ha marcado cincuenta y una propuestas y una introducción que podrían servir como ejemplo de hablar mucho y no decir nada.

Ética y estéticamente, pues, la cumbre ha sido un horror, un desprecio a la independencia de los poderes del Estado en el fondo y en las formas. Políticamente, un peligro y algo que huele muy mal, porque da a entender que todos los poderes responden ante el presidente, lo que no es ni ha sido ni tendría que ser verdad. Si usted fuera partidario de una Cataluña independiente o simplemente un amante de la libertad, no querría que fuera este fulano el responsable de un período constituyente en Cataluña.

Vamos a lo práctico, porque la ética, la estética y la política de ficción no dan para comer ni solucionan nuestros problemas. ¿Para qué ha servido la cumbre? Para nada, para nada de nada.

Ah, perdón, ahora que pienso, para algo sí ha servido: para mostrar qué lejos estamos del buen gobierno.

2 comentarios:

  1. que buen reportaje pero el de la primera foto no es montesquiu
    :( :( :( :(
    GRACIAS

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  2. Mon Dieu! ¡¡¡No es Montesquieu!!! Tienes razón, Lulú, es DIDEROT. Qué metedura de pata... Mantengo la fotografía en su lugar, para mostrar qué tonto puedo llegar a ser. Haces muy bien en avisar y te lo agradezco.

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