Arqueología acústica en el Bruch


Schwarz, cuando era todavía coronel del 5.º de Húsares (en 1806).

El 4 de junio de 1808, el general de brigada Schwarz (a veces escrito Schwartz) parte de Barcelona al frente de una brigada de infantería y algunas piezas de artillería.

El general ha combatido al frente de la mejor caballería de Europa en las campañas de Austerlitz, Prusia y Polonia, tiene fama de gruñón, gasta grandes bigotes y patillas y viste las galas de general con exageración (ha sido húsar y se le nota). Pero ahora se ve al frente de una canalla bien poco seria. Los batallones suizos son de fiar, pero están lejos de ser los mejores de la Grande Armée; los napolitanos, en fin, no son más que chusma, de los que roban y saquean cuando no corren peligro y salen corriendo cuando pintan bastos. En total, la columna del general Schwarz suma unos 3.800 hombres.

En mayo se habían sublevado los españoles contra el rey José I. Pedían el regreso del rey Fernando VII y la muerte de esa peste jacobina, enciclopédica e ilustrada que eran los franchutes. Los catalanes se sumaron a la fiesta sin pensárselo dos veces. En Manresa, el común ha quemado el papel sellado de los franceses y hay que pasarse por ahí para poner orden. También convendría asegurar Igualada, por su posición estratégica en la red de caminos. Luego, con el resto de la tropa, Schwarz marcharía hacia Lérida y luego, hacia Zaragoza. ¡Qué optimismo!

Las tropas francesas tenían fama de invencibles, pero la morralla de la columna de Schwarz demostró que no lo eran. De entrada, los napolitanos son ingobernables. El 6 de junio, dos días después de haber partido de Barcelona, los napolitanos ya han dejado tras de sí un rastro de saqueos que produce espanto. La columna avanza despacio, sin destacamentos en descubierta, imprudentemente. Penetra en el macizo de Montserrat.

Los españoles sumaban alrededor de 2.000 hombres, entre los que había soldados del Regimiento Suizo núm. 1 (profesionales), soldados valones que habían desertado de la guarnición de Barcelona y somatenes catalanes de Manresa, Igualada y Tárrega. Un igualadino, Antonio (en los registros) o Antoni (hoy) Franch Estalella se puso al mando de tan variopinta tropa.

Uniformes de soldados suizos, que lucharon en ambos bandos y a veces entre sí. Los tres de la izquierda, con el uniforme que llevaban al servicio de la Grande Armée; los dos de la derecha, con el uniforme de los regimientos suizos del ejército español.

Esperaron a enfilar la columna francesa y abrieron fuego. En la emboscada murieron 300 hombres de Schwarz (no se hacían prisioneros) y en el camino de vuelta, acosados por partidas de tiradores y guerrilla, Schwarz pierde un cañón al caérsele de un puente abajo.

Ésa fue la primera batalla del Bruch (Bruc, en catalán).

La segunda, que es la que nos importa, fue el 14 de junio. Ahora iba en serio.

Se trataba de abrir paso y llegar hasta Manresa, con fuerza suficiente. Después del primer descalabro del Bruch, ninguno de los dos bandos contaba con el factor sorpresa, pero los españoles contaban con cuatro piezas de a ocho, de buena artillería, y habían tenido tiempo de atrincherarse.

Los españoles sumaban 1.500 soldados del ejército regular, de los tercios (regimientos) de Lérida y Tárrega y los regimientos suizos. Además, somatenes catalanes, como en la primera batalla, entre los que se encontraba un joven llamado Isidro (Isidre, en catalán).

El chaval, porque era un chaval, no portaba fusil, pero sí un tambor, y cuenta la leyenda que viendo llegar a los franceses, tocó la señal de alarma, alertó a cuanto somatén catalán había por ahí y les metió a los franceses un susto en el cuerpo de ésos que no se olvidan, porque el eco hizo que un tambor pareciera ciento y los franceses creyeron vérselas con el ejército español en pleno (pero los manolos ¿no estaba en Lérida?). El contraataque de los catalanes puso en fuga a los franceses, añade la leyenda.

Visión idealizada de Isidre, el del tambor.

La historia es más prosaica. Los franceses se habían dividido en dos columnas al llegar al Bruch. Una, por la carretera, seguía la ruta que había seguido Schwarz; la otra seguía por Collbató, en paralelo a la primera. Los somatenes entretuvieron a esta segunda columna con tiradores, hostigando de lejos y retrocediendo, sin dar batalla, pero entorpeciendo el avance. Los franceses fueron detrás de ellos y entonces hablaron los cañones. Cuatro piezas de a ocho cargadas con botes de metralla hacen mucho daño y los franceses decidieron ser prudentes, dar media vuelta y volverse por donde habían venido, pues un asalto frontal a las líneas españolas no podría traer nada bueno. Quedaron alrededor de cien hombres de cada bando en el campo de batalla.

De vuelta a Barcelona, los franceses saquearon las poblaciones que encontraron por el camino con mucha saña y mala leche.

Somatenes catalanes acudiendo al campo de batalla, en plan heróico y romántico.

Los historiadores consideran que hubo un timbaler del Bruc, pero no le dan la importancia que le da la leyenda. Cuatro Gribeauval de a ocho valen lo que cien timbales y no es otro el porqué del curso de la batalla, dicen, y no les falta razón.

Ahora bien, la leyenda tiene sus razones y éstas mueven montañas. Tanto es así que unos investigadores de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona han investigado mucho, mucho, mucho y creen haber dado con el justo lugar desde el que se tocó el tambor que provocó la (legendaria) estampida de los gabachos el 14 de junio de 1808, la de ¡Pies, para qué os quiero!

La gracia de esta investigación es que se han tomado en serio el asunto de la sonoridad. Marc Sellarès, el director de esta investigación, cuenta con la inestimable ayuda de Vicent Matamoros (doctorando en Arqueología Sonora Experimental) y Josep Cerdà (catedrático de Arte Sonoro).

Este fin de semana, aprovechando una conmemoración lúdica de la batalla, han subido un tambor al collado de las Torres de Can Maçana, tocando a las montañas de Montserrat, lugar desde donde, ellos creen, tocó Isidre el tambor y provocó la espantá. Uno de los objetivos de los sabios mencionados es cuantificar, con micrófonos, audífonos y tal, la influencia real de los redobles del tambor catalán de los somatenes.

No sé si el experimento ha tenido éxito. Los periódicos de hoy no dicen nada.

Pero, en todo caso, no sólo se ha tenido que suponer dónde se tocó el timbal, sino también dónde se mataron unos y otros, porque el lugar exacto de la batalla no se conoce, aunque puede afirmarse que fue por aquí cerca. Se sabe que los somatenes venían corriendo de Sallent y Santpedor por sumarse a las trincheras del ejército español, pero poco más.

No es la primera vez que los investigadores se van de excursión con un tambor a cuestas, pues ya probaron varias localizaciones el pasado 17 de mayo. Cargados también de artefactos electrónicos para medir el ruido, se pasan los fines de semana recorriendo los posibles lugares de la batalla y las escaramuzas que la precedieron y siguieron. Surge una duda sobre la sonoridad del eco, si es tanta como dicen, pero también sobre las condiciones atmosféricas de la batalla, que habrían tenido una importancia decisiva desde un punto de vista acústico.

Un último apunte: la ciencia ya no es lo que era. Lejos del altruismo, la investigación del señor Sellarès acabará pariendo un libro sobre la batalla, una recreación virtual (sic), un videojuego y una película. Pero, con los recortes en perspectiva, nada que censurar.

7 comentarios:

  1. La batalla la ganaron los somatenes catalanes y no el ejército español como se hace creer. La historia está llena de farsas y mentiras que los españoles se empeñan en manipular

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  2. Sí, la historia está llena de farsas y mentiras, que todos meten mano y acusan de lo mismo al vecino.

    La primera batalla del Bruch la ganaron tantos suizos del ejército regular como somatenenes catalanes, más un puñado de desertores de la Grande Armée y varios destacamentos de tropas regulares españolas (la mayor parte, reclutadas en Cataluña y Aragón).

    En el campo de batalla había más suizos que catalanes, sumando los dos bandos. De hecho, los nacidos en Suiza formaban el grupo más numeroso, delante de españoles, napolitanos, belgas, etc.

    La segunda la ganaron cuatro piezas de artillería de ocho libras, no un tambor. La actuación de los somatenes fue muy importante, como lo fue la del ejército regular. Pero, a los franceses me remito, la posición de la batería de artillería impedía cualquier ataque y la tal batalla fue poco más que una escaramuza importante. Otra cosa es la leyenda, que la propaganda de guerra es lo que tiene.

    La segunda batalla del Bruch recuerda un poco a la de Somosierra. Sólo que en la de Somosierra los polacos de la Guardia Imperial se llevaron por delante a los cañones españoles. Por eso se cubrieron de gloria y se quedaron la mitad por el camino.

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  3. 26 suizos es la única tropa mercenaria del ejercito español que participó en la batalla y que curiosamente se disfrazó de somatenes para passar desapercibidos y preservar su vida.
    En la segunda batalla tampoco havia ehjercito regular, se levantaron 4 compañias de Miquelets en lleida que lucharon con 4 cañones y ganaron. El ejercito español estava disperso e inactivo. Basta de manipular la historia!

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  4. El orden de batalla francés de la primera acción en el Bruch se conoce muy exactamente, pero el español es más complicado de conocer. En parte, porque la acción se inició con una tropa de 200 a 300 hombres que tendieron varias emboscadas a la columna de Schwartz, a las que irían sumándose hasta 2.000 hombres más que seguirían hostigándola en su retirada, en pequeñas acciones esporádicas, pero constantes, a lo largo de todo el camino. No todos lucharon a la vez ni en el mismo sitio.

    No eran 26, sino 24 los suizos de ese primer destacamento de guarnición en Igualada que dispararon contra los franceses, a los que sumar desertores valones de Barcelona y seguramente desertores del Regimiento Extremadura. Entre valones y suizos podrían sumar entre 50 y 100 soldados, y otro tanto sumarían los soldados del Regimiento Extremadura.

    La mayoría del bando español eran somatenes (milicias locales sometidas a la autoridad militar), que fueron unos 100 igualadinos, 100 manresanos, 100 de Sampedor y unos 125 más de las poblaciones de los alrededores. Este núcleo de 500 hombres, más o menos, fue el que realmente derrotó a Schwartz en la primera acción del Bruch.

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  5. En la segunda acción del Bruch, participaron unos 5.000 franceses (con una batería de cañones de 4 libras) y 1.800 tropas españolas (con una batería de cañones de 8 libras).

    A los 500 hombres de la primera acción del Bruch tendrían que sumarse las unidades de Lleida y Cervera. El núcleo de la tropa a las órdenes de Joan Baget lo formaban alrededor de 500 suizos (la mayoría, vestidos de civiles, para no ser confundidos con los suizos "napoleónicos") y otro tanto o más de los soldados valones y de los regimientos Extremadura y Soria. La artillería la manejaban soldados regulares.

    Aquí un apunte. Todas las tropas regulares (suizos, valones, españoles e irlandeses) en el Bruch lucharon en los somatenes improvisados por las Juntas, porque eran formalmente desertores. Aunque conservaron las armas y la estructura de mando de sus unidades de origen, no todos lucharon con el uniforme del ejército. Por ejemplo, los destacamentos suizos de Igualada y Cervera lucharon con barretina (sic) para distinguirse entre sí. No fue hasta julio que los regimientos españoles volvieron a rehacerse y recuperaron el estatus de tropa regular.

    En resumidas cuentas, las tropas de Baget estaban formadas a partes más o menos iguales por un núcleo de suizos, valones e irlandeses, un núcleo de soldados de los regimientos Extremadura y Soria, más los artilleros, y un núcleo de miqueletes catalanes y aragoneses.

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  6. En el momento de la insurrección contra los franceses, la mayoría del ejército regular en Cataluña se sumó a la insurrección a lo largo del mes de mayo y la primera semana de junio. En total, más de 11.400 hombres y unos 40 cañones (sistema Gribeauval, idéntico al francés). Destacaban los regimientos suizos, los valones y los irlandeses, que sumaban más de un tercio del total de la tropa.

    A finales de 1808, las tropas voluntarias catalanas (miqueletes y somatenes juntos) llegaron a los 5.000 hombres, a los que sumar más de 15.000 hombres del ejército regular y voluntarios procedentes de Aragón, Valencia y Baleares que lucharían en Cataluña.

    A lo largo de la Guerra de Independencia, las fuerzas voluntarias catalanas nunca sumaron más de un tercio de las tropas implicadas en combate en Cataluña. Entre 1808 y 1814, su número osciló entre los 5.000 y los 10.000 hombres. Estas tropas voluntarias (miqueletes primero y legiones catalanas después), como las démi-brigades revolucionarias francesas o las milicias prusianas, eran consideradas a todos los efectos, tanto por los contemporáneos españoles como por los franceses, tropas del ejército español y eran tratadas como tales dentro y fuera del campo de batalla. Hoy se llamarían "reservistas" o "guardia nacional".

    En 1810, bajo el mando de O'Donell, las tropas que se enfrentaban a los franceses en Cataluña eran 38 batallones del ejército regular, 21 escuadrones de caballería (regular) y 15 batallones de las Legiones Catalanas (los antiguos miqueletes).

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  7. Pero lo único que quería decir realmente en esta entrada es que la segunda acción del Bruch no la ganó un tambor, sino una batería de cañones de ocho libras bien dispuestos y atrincherados, que son cosa fina para echar para atrás a cualquiera que quiera ir para delante, como podrá imaginarse fácilmente.

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