La muerte de John Talbot


-I-

John Talbot murió el 17 de julio de 1453.

Carlos VII, rey de Francia, recibió la noticia de la muerte de su peor enemigo en el castillo La Rochefauld. Un mensajero enviado por uno de sus capitanes, Jacques de Chabannes, rindió a sus pies la bandera del conde de Shrewsbury y le entregó en mano un pesado collar labrado en oro con las armas del inglés. Cuentan que el rey exclamó ¡Que Dios tenga merced de tan buen caballero! y se guardó el collar en el bolsillo. Luego, mando recado para que se oficiara un Te Deum en las iglesias principales de Francia. ¡Había que celebrar la victoria de Castillon!

No sólo le arrebataron la bandera y el collar, sino también la brigantina. Las crónicas mencionan que el castillo de Amboisse guardó durante años la brigantina que había sido del conde, que algún caballero pilló en Castillon. He aquí que el Aquiles inglés, el Terror de los Franceses, el mismo que había jurado no vestir armas contra el legítimo rey de Francia, ebrio de orgullo y magnífico en su desprecio, llevaba una brigantina bajo la capa, no fuera a herirle una flecha. ¡No era tonto, el inglés!

John Talbot había muerto en Castillon, a una o dos jornadas de Burdeos. Contaba setenta años al morir, casi todos años de guerra.

La batalla que le costó la vida se explica en un pispás. Al saber de los franceses en Castillon, John Talbot había ido a por ellos y los había expulsado de la ciudad. Aquél no era el ejército francés; era apenas una avanzadilla. Entonces, mientras se preparaba para dar descanso a la tropa le llegaron noticias de la vanguardia: ¡Los franceses! ¡En las afueras de Castillon! ¡Se retiran!

John Talbot había aprestado sus tropas a toda prisa. Gascones e ingleses en número de diez mil habían corrido hacia los franceses, con John Talbot a la cabeza. Pero en vez de vérselas con un ejército en retirada, habían tropezado con la empalizada que guardaba el tren de artillería de Carlos VII, las trescientas piezas de artillería de Jean Bureau. Los ingleses no habían esperado vérselas con los franceses tan cerca de Castillon; los franceses no habían esperado vérselas con los ingleses de ninguna de las maneras.

Los franceses gritaron ¡A las armas! ¡A las armas! John Talbot, ¡A por ellos, que son pocos y cobardes! ¡A por ellos! Cargó de frente contra la empalizada. De frente y deprisa.

Y fue allí, en las afueras de Castillon, que John Talbot perdió la vida.

-II-

La muerte de John Talbot fue, a decir de muchos, la muerte del último caballero. La pólvora y las picas dejaban los campos de batalla a merced de la chusma, como dijo Falstaff, el héroe de Shakespeare.

Carlos VII se había proclamado rey de Francia dijera lo que dijera el rey de Inglaterra, que también pretendía el título. Había echado mano de la doncella de Orleans y ahora echaba mano de los cañones, menos piadosos.

En Castillon, el ejército de John Talbot se lanzó de cabeza y sin medir las consecuencias contra una empalizada levantada a propósito por los zapadores. Jean Bureau había mandado levantarla para proteger a los cañones del rey y ahora servía de refugio a los franceses. Cargaron los ingleses, se apretaron delante del foso, llegaron a las manos con los franceses, y al poco de chocar los aceros tronó la pólvora. Tan apretados venían los ingleses que las balas los derribaban de seis en seis, cuentan las crónicas.

Una hora después aparecieron cuatro mil bretones a caballo. Los ingleses y gascones, desangrados a cañonazos, supieron de la muerte de John Talbot y derrotados, huyeron.

Al día siguiente, el heraldo del conde de Shrewsbury se presentó ante los franceses para tener noticias de su señor. No lo encontró entre los vivos, y vagó entre los muertos, que sumaban cuatro mil, hasta dar con los restos de su señor, no muy lejos de la empalizada. Cuentan que lo reconoció por un diente que le faltaba, por un sonreír malévolo, y cuentan que, al verlo, se arrodilló y gritó: ¿Mi señor? ¿Es éste mi señor? ¡Ruego a Dios que le perdone sus pecados! He sido tu escudero durante once años y más y ahora, mi señor, es hora que cuide de ti. Dicho esto, tapó los restos ensangrentados de John Talbot con la bandera que llevaba encima, el escudo de armas del condado de Shrewsbury, y cuidó de su entierro.

Jean Bureau, el artillero, el burgués metido a general, quiso que enterraran a John Talbot con todos los honores, en la cercana capilla de Nuestra Señora de Coilles. Poco después, desenterraron a John Talbot para enterrarlo de nuevo en Falaise, Normandía. En Falaise, le sacaron el cerebro y lo llevaron a Whitchurch, en Shropshire, al otro lado del Canal, donde ocupó una tumba. En 1493, desenterraron lo que quedaba de John Talbot en Falaise y lo llevaron a reunirse con su cerebro. De nuevo todo él, restó en paz en Shropshire hasta que, en 1860, volvieron a desenterrarlo para esclarecer de una vez por todas cómo había muerto.

-III-

Porque sabemos que murió, pero ¿cómo?

La familia Talbot conserva la siguiente versión de la historia, que da por buena. Un cañonazo derriba al caballo de John Talbot y éste queda atrapado bajo su peso. Se presenta a su lado el vizconde Lisle, su hijo, por ver qué puede hacer ahora que todo se tuerce y John Talbot le dice: Déjame, vete. El día pertenece al enemigo y no hay desgracia en la huida: ésta es tu primera batalla. El vizconde desobedece y guarda el cuerpo de su padre hasta que los franceses se les echan encima y acaban con los dos. La herencia pasa toda entera, con títulos y propiedades, al hermanastro del vizconde, que no esperaba tan feliz suceso.

Vallet de Viriville cuenta que John Talbot fue alcanzado por una culebrina. Herido por la bala, queda atrapado bajo el caballo. Se le echan encima unos villanos franceses y lo matan despiadadamente, sin atender a razones. Encontró la misma misericordia que él había mostrado siempre con nosotros, relató el francés.

Otra versión, en cambio, asegura que el herido de un balazo fue el caballo, no el conde. Pero se mantiene la idea de John Talbot atrapado bajo su montura y una tropa de villanos rematándolo a martillazos. Thomas Basin recuerda: Mataron a todos sus camaradas sin ninguna muestra de piedad. Quien mata a espada, a espada muere, añade. Viriville, en este punto, insinúa que los arqueros que acabaron con la vida de John Talbot no supieron reconocerlo. De haberlo reconocido, asegura, lo hubieran mantenido con vida para pedir un rescate por su persona.

Una carta anónima, fechada el 19 de julio de 1453, pocos días después de la batalla, relata otro fin. Dice que un arquero francés se acercó a John Talbot y le metió una espada por el culo tan adentro que la punta asomó cerca del cuello del inglés y lo mató. Otras cartas de los protagonistas de aquella jornada, como Gilles le Bouvier, mencionan a Michael Perunin, un arquero francés que, al acercarse al cuerpo de John Talbot por ver que pillaba, le dio con el hacha en la cocorota para que se estuviera quieto mientras tanto. Hay quien dice que le desfiguraron la cara.

Murió, en fin, porque le mató una bala de cañón, porque le martillearon la cara, porque lo degollaron, porque le metieron una espada por el culo, porque le abrieron la cabeza con una hacha...

-IV-

Para esclarecer la cuestión, un grupo de historiadores victorianos se presentó en la iglesia de Shropshire y desenterró lo que quedaba de John Talbot, conde de Shrewsbury, hacia 1860. En el craneo del héroe habían anidado unos ratones.

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