El agilucho del Panzerschiffe Admiral Graf Spee (III)


El preciado tesoro, bien a la vista. 
A la derecha, el telémetro apoyado por radar. Tocando el agua, dos torretas con los cañones de 150 mm. Un poco por encima, el telémetro antiaéreo y algo más allá... En fin, los agentes británicos querían echarle mano a todo.

Los historiadores acuden a la hemeroteca uruguaya para señalar que en febrero de 1940 el embajador alemán en Montevideo vendió el pecio del Admiral Graf Spee a un hombre de negocios uruguayo, el señor don Julio Vega, por 14.000 libras esterlinas. El negocio se cerró oficialmente el 11 de marzo. 

Una de las piezas de 150 mm sobre el puente inundado. Podía disparar ¡hasta 18 veces por minuto! Arriba a la izquierda pueden ver los dos cañones antiaéreos de 105 mm de la torreta que rescataría el señor Vega para los británicos.

Lo que no sabía el embajador alemán es que el señor Vega trabajaba para los británicos. Las 14.000 libras salieron de la caja de la embajada británica y el señor Vega recibió el encargo de hacerse con un montón de piezas del buque alemán. Los británicos estaban especialmente interesados en descubrir por qué los cañones alemanes podían disparar tan rápido y tan seguido, por qué tenían tanta puntería, cómo era posible que las planchas blindadas del Admiral Graf Spee fueran tan resistentes, cómo era el radar alemán (porque el Admiral Graf Spee fue uno de los primeros buques de guerra equipado con radar) y un largo etcétera de cosas por descubrir.

A ello se puso el señor Vega, pero el destino no quiso echarle una mano. El 13 y 14 de abril se desató una tempestad de padre y señor mío y el pecio del Admiral Graf Spee se movió, cayendo de lado y hundiéndose más en el fondo. Eso dificultó mucho la tarea de los buzos. Además, el capitán Langsdorff había colocado las cargas explosivas cerca de todos estas piezas tan interesantes. La mayor parte habían quedado destrozadas por la dinamita o por los elementos.

Con todo, los buzos consiguieron rescatar (atención) una torreta antiaérea con dos cañones de 105 mm, un foco reflector de 44 pulgadas, parte del equipo de la torre de mando, un artefacto que controlaba el mecanismo de alzado de un periscopio (sic), piezas del blindaje y la estructura para estudiar la soldadura que habían empleado los astilleros alemanes y la composición de sus planchas blindadas, y así hasta 40 toneladas de chatarra, que empaquetaron en nueve grandes cajas y enviaron a la Gran Bretaña tan pronto como pudieron. 

El cañón de la fotografía anterior, expuesto hoy en día frente al Museo Marítimo de Montevideo.

Se quedaron con las ganas de llevarse el enorme telémetro de puntería, conectado al radar del buque, pero la tormenta puso las cosas difíciles. Años después, se pensó en seguir sacando chatarra, pero el Gobierno de Uruguay lo prohibió. El Admiral Graf Spee se había hundido en sus aguas territoriales y el gobierno lo ha declarado propiedad del Estado. Las corrientes marinas, además, convierten el pecio en un arrecife peligroso. Entre una cosa y la otra, aquello es un bien que no puede tocarse sin permiso.

El permiso lo obtuvo hace unos años don Alfredo Etchegaray (sic), uruguayo. El permiso se lo vendió el gobierno y don Alfredo puso en marcha una operación de rescate. Al frente de la operación, don Héctor Bado, que comenzó a explorar los restos inmediatamente.



El rescate del telémetro principal de puntería del Admiral Graf Spee en 2007 y tal como hoy puede verse frente al Ministerio de Turismo, en Montevideo.

En el patio de entrada del Museo Marítimo de Montevideo puede verse un cañón de 150 mm del Admiral Graf Spee, rescatado por los equipos de buceo del señor Bado. En febrero de 2007 consiguió hacerse con el famoso telémetro. ¡Qué cosa más grande! Seis metros de alto, diez metros de lado a lado, puede verse reconstruido (aunque no funcione) frente al Ministerio de Turismo, también en Montevideo. 

Pero poco antes, en 2006, el equipo de Etchegaray y Bado había dado con un pesado objeto de bronce que iba a traer mucha polémica. Hablaremos de ello.

2 comentarios:

  1. Lo que debería haber hecho el comandante alemán, cuando el gobierno uruguayo lo obligó a abandonar el puerto, era amenazar al Uruguay con hundir el barco justo a la entrada del puerto, lo hubiese inutilizado por años, y el gobierno uruguayo no podia permitirse eso.

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    1. Eso hubiera sido poco menos que una declaración de hostilidad (si no de guerra) contra una nación neutral y hubiera complicado extraordinariamente las cosas a Alemania. En 1939, todavía se cuidaba la imagen exterior del Tercer Reich. Casos parecidos se dieron en la guerra Ruso-Japonesa y en la Gran Guerra, con internamiento de buques beligerantes en puertos neutrales.

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