El agilucho del Panzerschiffe Admiral Graf Spee (II)


No me alargaré demasiado, porque otros han descrito antes y mucho mejor que yo la campaña del Admiral Graf Spee. Se ha convertido en una leyenda. En primer lugar, porque el capitán Hans Langsdorff respetó escrupulosamente las reglas en el apresamiento de los buques enemigos. En segundo lugar, porque se le echó encima toda la Royal Navy.

El Doric Star, una de las víctimas del Admiral Graf Spee.
Apresada la tripulación a bordo del buque de guerra, el capitán ordena hundir a su presa con las piezas auxiliares de 150 mm. Esta escena se repitió nueve veces entre septiembre y diciembre de 1939.

Cuando el Admiral Graf Spee ya había echado a pique a nueve mercantes, tropezó con una flota enemiga, formada por los cruceros HMS Exeter, HMS Ajax, británicos, y HMNZS Achilles, neozelandés. Eso fue el 13 de diciembre de 1939. En la batalla del Río de la Plata, frente a Montevideo, Uruguay, se liaron a cañonazos. 

Así quedó el HMS Exeter después de vérselas con el Admiral Graf Spee. La torreta A (la delantera) está desmantelada y el puente de mando, tocado de lleno (murieron todos sus ocupantes en ambos casos). Los daños son muchos y evidentes.

Los británicos se arrojaron contra un enemigo con una artillería muy superior, pero los alemanes se vieron apabullados por una lluvia de proyectiles que les caía de todas partes. Recibieron dos impactos de obuses de 203 mm del HMS Exeter y 17 impactos de obuses de 152 mm de los otros dos cruceros. Ninguno de estos impactos puso en peligro al buque y los británicos se llevaron la peor parte. El HMS Exeter perdió la proa, el puente y la torreta A y quedó fuera de combate. El HMNZS Achilles también recibió de lo lindo y perdió otra torreta.

El puente de mando y la superestructura del Admiral Graf Spee. Arriba de todo, el telémetro principal (diez metros de lado a lado). La fotografía está tomada en Montevideo.

Es fácil hablar de heroismo a tanta distancia del miedo y la desesperación de los marinos que se vieron metidos en la batalla y más fácil juzgar si Langsdorff hizo bien o mal cuando decidió refugiarse en un puerto neutral, Montevideo, para reparar los daños en el buque. Lo que sabemos es que los cañones dieron paso a las reuniones diplomáticas. Mientras discutían los funcionarios, los marinos alemanes enterraban a sus muertos con banda de música y banderas, liberaban a los prisioneros que habían embarcado en su campaña de corsario y se preparaban para salir de nuevo a la mar.

El Admiral Graf Spee en Montevideo. Observen que tiene un agujero en el casco, cerca de la chimenea, y algún que otro desperfecto. El barco tenía las horas contadas.

Lo cierto es que el capitán Langsdorff se enfrentaba a una grave decisión. Creía que toda la Royal Navy le estaba esperando más allá del estuario y en esas condiciones echarse a la mar era suicida. (Lo cierto es que los buques británicos aproaban a toda máquina hacia el Atlántico Sur, pero lo único que tenía delante eran los cruceros HMS Ajax y HMNZS Achilles.) Además, el Admiral Graf Spee no sufría daños graves, pero necesitaba ser reparado a fondo. Pero sólo tenía 72 horas. Si permanecía un minuto más en Montevideo, el buque sería internado; es decir, custodiado por las autoridades de Uruguay todo el tiempo que durase la guerra.

Una gran multitud acudió a presenciar la partida del Admiral Graf Spee.
Esperaban verlo batallar hasta morir.
Los ingleses habían convencido a los periodistas y a todo el mundo de la presencia de una gran flota de buques de guerra en el estuario, esperando al alemán.

Esto es lo que vieron. El capitán Langsdorff voló el acorazado de bolsillo para que no cayera en manos del enemigo.

El Admiral Graf Spee se hizo a la mar, pero dejó en tierra a la mayor parte de la tripulación. Todo Montevideo se acercó a ver la partida, pues esperaban ver una batalla naval en directo. Langsdorff no decepcionó, pero sorprendió a todos dinamitando y hundiendo su propio buque, para evitar caer en manos del enemigo. Delante de una muchedumbre, ¡pum! 


El buque ni se hundió en seguida ni se hundió del todo, porque el agua no era muy profunda en esa parte del estuario. Estuvo tres días ardiendo.

Días después, el capitán Langsdorff se retiró a su habitación, en un hotel, después de pasar la tarde con sus hombres. Se fumó un cigarro, se echó un vaso de güisqui escocés al coleto, escribió a su mujer, a sus padres y al embajador alemán, se envolvió con la bandera de guerra del Admiral Graf Spee y se voló la tapa de los sesos.

La última fotografía conocida del capitán Langsdorff.
Pocas horas después, se dispararía en la cabeza.

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