Así, no

Según los jueces, la Generalidad de Cataluña ha efectuado docenas de despidos improcedentes o nulos desde que gobiernan Los Mejores. El parecer de la justicia es que una empresa pública no puede argumentar que tiene pérdidas, porque lo que tiene es un déficit, fíjense en la sutileza. Su propósito no es obtener beneficios, dicen los togados, sino ofrecer un servicio público, y por eso cuenta con ingresos que dependen de la Ley de Presupuestos de la Generalidad de Cataluña. Por lo tanto, perder dinero no era un argumento válido para despedir trabajadores públicos.

Eso explica por qué Convergència i Unió ha apoyado la reforma laboral del Gobierno de España (Partido Popular) a cambio de unas pocas palabras de más en el decreto. Ahora, la reforma laboral incluye entre los afectados a los trabajadores de las empresas públicas.

Aunque los jueces tienen la última palabra, esta enésima reforma laboral permite el despido de los trabajadores de empresas y organismos públicos con pérdidas o insuficiencia presupuestaria. Más exactamente, dice que se podrán despedir tranquilamente empleados públicos si durante nueve meses seguidos se da, cito, una insuficiencia presupuestaria, sobrevenida y persistente. Pero ¿qué empresa pública no va escasa de presupuesto?

Además, si los presupuestos son anuales y se vota un presupuesto insuficiente, seguro que durante más de nueve meses no llega el parné. En época de crisis, las entidades públicas que realizan servicios sociales de todo tipo reciben (inevitablemente) una demanda sobrevenida.

En pocas palabras, como la sanidad pública nos cuesta dinero, siempre nos ha costado y siempre nos costará, podremos despedir a cuantos médicos, enfermeras y pacientes nos dé la gana de hoy para mañana, sin más. A los pacientes los despediremos en la funeraria, añado, que tal es el final previsto de todos ellos. Quien dice la sanidad pública, dice la educación, el transporte público, los servicios sociales, las oficinas de empleo...

A poco que piense uno, se aprecia que el capricho de un gobierno (y el de Los Mejores es caprichoso como el que más) puede suprimir de la noche al día, de un plumazo, un montón de servicios públicos sin más explicación que la nota de despido de sus trabajadores. Eso sí, no podrá despedir a sus directivos porque entonces sería cerrar la empresa pública y eso tendría que pasar por el Parlamento. Si se mantiene la estructura y se vacía de contenido... vale.

Pero el caso es que estos servicios públicos no tienen pérdidas, sino déficit, y es precisamente el gobierno quien decide cuánto dinero dedica a tal servicio público y cómo lo gestiona. Si un ente público tiene una insuficiencia presupuestaria sobrevenida y persistente es porque quiere el gobierno, o porque el gobierno no ha previsto la demanda real de ese servicio, no porque sí. También puede ser, simple y llanamente, que el servicio se gestione tan mal... Sobran los ejemplos aquí y allá.

Curiosamente, los gestores de estos entes que sufren insuficiencias presupuestarias sobrevenidas y persistentes no pagan por su mala gestión, ni los cargos públicos que las provocan se hacen responsables de nada. Más bien diría que es al revés, que disminuye el total de empleados públicos al pie del cañón y que se incrementa el total de (ir)responsables del servicio que estos entes deberían ofrecer. Más directivos, menos técnicos. Si no llega el número de técnicos, se subcontrata el trabajo a la empresa de un amigo, de alguien della famiglia. Ergo, se incrementará la deuda y bajará la calidad del servicio. Hay tantos ejemplos...

La prensa está dándole vueltas estos días al caso de la Agencia Catalana del Agua (ACA). La ACA arrastra una deuda brutal, de 1.250 millones de euros, superior ella sola a la deuda de más de una Comunidad Autónoma de España. Los intereses de esta deuda nos cuestan unos 150.000 euros al día, ahí queda eso. Si uno suma déficit y deuda, nos vamos cada año bastante más allá de los dos mil millones de euros, válgame Dios. Un desastre de difícil remedio.

Pero es lo de siempre: quien mal anda, mal acaba y lo que empieza mal, acaba peor. El gobierno de Pujol creo la ACA en 2000 para sacarse de encima la deuda de la Junta de Saneamiento y la Dirección General de Obras Hidráulicas, agujeros sin fondo. La deuda (más de 570 millones de euros) la pasó a la ACA y así presentó unas cuentas de la Generalidad de Cataluña que daba gusto verlas... porque la deuda la había cambiado de sitio. Cuando llegó el Tripartito, la deuda llegaba a los 900 millones de euros. Fue un suma y sigue, porque la gestión del Tripartito fue... En fin, ya saben cómo fue.

La cuestión es que está todo tan mal organizado que la ACA gasta en gestionar un metro cúbico de agua poco más de tres euros, y sólo ingresa por ello apenas la mitad. Así y todo, el catalán de a pie es el español que más paga por el agua del grifo. ¿Para tener más y mejores depuradoras que nadie? Ojalá. El 20% del cánon del agua que pagamos los catalanes apenas sirve para pagar los intereses de tan monumental deuda de la ACA, para nada más.

Desde que el lugarteniente de Artur Mas, David Madí, abandonó la política para dedicarse a los negocios y fichó por Deloitte con el cargo de director en el área de consultoría estratégica, a tiempo parcial, Deloitte es la consultora oficiosa de la Generalidad de Cataluña. Ahora está auditando la ACA, para ver cómo funciona y cuánto dinero pierde exactamente (porque es algo que, se lo crean o no, no se conoce). El informe se presentará la semana que viene y de él dependerá el destino de muchas de las 640 personas que trabajan en la agencia. Porque se ha filtrado a la prensa que alrededor de cien personas que trabajan en la ACA podrían quedarse sin trabajo. Cien.

¿Cuánto se ahorrará la ACA prescindiendo de cien trabajadores? A ojo, entre un 5 y un 8% de los intereses de la deuda acumulada que tiene que pagar cada año. Pero esa deuda persistirá y el déficit no disminuirá. El chocolate del loro, en suma.

Naturalmente, nadie inhabilitará para cargo público, ni llevará a los tribunales, ni sancionará, ni siquiera llamará la atención a quien es en verdad responsable de este desaguisado. Me atrevo a pensar lo contrario: mantendrá su puesto directivo y tendrá una buena perspectiva profesional en el mundo de las empresas de consultoría o de gestión de infraestructuras, donde cobrará un sueldazo de padre y señor mío y ganará concursos para contratas públicas, uno detrás de otro, porque seguirá teniendo sus amigos en el otro lado y, como decía don Corleone, io ti faccio un favore e dopo tu mi fai un’altro a me, capisci?

Somos así, y así nos va.

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