La superchirimía barítona


Ante ustedes, la superchirimía barítona y un músico, en la sede del IEC.

La prensa (catalana) trae en portada que la Sección de Ciencias y Tecnología del Instituto de Estudios Catalanes (IEC) ha presentado la barítona, y cito: Un nuevo instrumento artesanal de cobla. En El Punt-Avui se publicó en portada, desbancando de un lugar destacado el anuncio de la muerte de Manolo Escobar, que en gloria esté, por considerarlo una noticia menos importante.

El diccionario Arimany dice que una cobla es una pequeña orquesta; en especial, la que toca sardanas. Es decir, una orquestina. Si prefieren, una orquestina sardanera o sardanista. La Real Academia Española admite cobla en español, siendo En Cataluña, conjunto de músicos, generalmente once, que se dedican a tocar sardanas.

La historia de estas bandas de música la inician los liberales, que inventaron la sardana para contrarrestar el éxito de la contradanza que bailaban los carlistas. Al principio, esta música de baile se cantaba (fue muy célebre la sardana ¡Viva el ejército!, y no es broma), se inspiraba en las melodías populares (óperas italianas, jotas, coplas y coplillas) y se tocaba con los instrumentos a mano. Es decir, con chirimías y tamboriles en los pueblos pequeños, con la banda municipal en pueblos de más enjundia.

Una cobla de 1895. Observen los violines y violas y qué poco metal y viento.
Al principio, la sardana fue una iniciativa musical con inventiva.

Nació como música moderna, progresista, liberal y urbana, republicana y españolista. Los azares del destino hicieron de ella, años más tarde, el emblema del catalanismo. Justo en ese momento, la cobla, la orquestina sardanera, se estancó y frenó su evolución armónica, quedándose como estaba desde entonces hasta hoy. Un siglo sin apenas cambios, ni ideológicos ni musicales. No deja de ser curioso.

Por eso puede hablarse de un sonido característico de la cobla ahora y en 1920, que es el mismo, porque la orquestina sardanera padece el predominio de las chirimías de todo tipo y diferentes tonos, a las que sumar el metal de una banda militar o municipal de andar por casa. Pero lejos de tener un equilibrio armónico satisfactorio, la cobla (empleo palabras del IEC) sufre problemas armónicos. Yo siempre lo había dicho, pero nunca nadie me había hecho caso.

Es ahora cuando surge la figura del doctor ingeniero don Joaquim Agulló i Batlle, catedràtico de Ingeniería Mecánica de la Universidad Politécnica de Cataluña. Los que hemos padecido sus exámenes de mecánica también hemos sufrido el estridente sonido de las chirimías que salía de su laboratorio a todas horas. Pronto sabrán por qué.

Detrás de un currículum brillante, que explora algunos ámbitos de la robótica (lo normal en una cátedra de mecánica) asoma su verdadera vocación. Que será (traduzco) un programa de investigación de acústica musical de los instrumentos de viento; en particular, los instrumentos catalanes de la cobla.

Gracias a esta afición, ha formado parte del IEC desde 1992 y ha presidido la Sección de Ciencias y Tecnología del IEC entre 2002 y 2006. Ha dirigido dos programas de investigación del IEC relacionados con el diseño de los instrumentos de viento de la familia de la tenora (una chirimía que es más grande que un oboe y tiene campana metálica, típica de la cobla). De hecho, lleva treinta años ininterrumpidos dedicados en cuerpo y alma a la perfección de las chirimías de la cobla y su perfección de la tenora (2007) todavía despierta admiración en el mundo mundial... de las tenoras.

El profesor Agulló y su tenora ideal (2007). El alma mater de la superchirimía barítona.

Esos trabajos le han valido la medalla Narcís Monturiol al mérito científico y tecnológico de la Generalidad de Cataluña en 1997, por (cito) sus contribuciones a la dinámica percusiva y por su actividad de investigación en el ámbito de la mecánica y la vibroacústica. En lenguaje ordinario, por sus investigaciones sobre la chirimía, que se han plasmado en dos grandes libros de mecánica: Proyecto para la mejora de la tenora (2007) y Diseño de una chirimía barítona como complemento de la tenora y el tiple (2008-2010), en catalán, en su versión original. El tiple, por si no lo sabían, es una especie de oboe soprano, de origen chirimiástico.

El mismo día que murió Manolo Escobar (también es mala suerte), decía, el IEC y la prensa (catalana) sacaron a la luz la invención de la barítona, una superchirimía para la cobla, toda una revolución. Su aparición supondrá el cambio más importante y decisivo de la orquestina sardanera. La cobla, ahora armada con la superchirimía barítona, habrá alcanzado su plenitud armónica. ¡Aleluya! El mundo celebrará este gran día.

Tal dijo, más o menos, el señor Joandomènec Ros, director del IEC, el doctor Joaquim Agulló, director del programa de investigación y desarrollo de la superchirimía y don Jordi Campos, técnico acústico además de tenorista, que amenizó (¿amenazó?) al público asistente al acto interpretando melodías populares.

En el acto, se mentaron dos sucesos destacadísimos. El primero, la iniciativa de Ricard Lamote de Grignon, famoso músico catalán, que en fecha tan lejana como 1948 señaló la necesidad de un instrumento más grave que la tenora. El segundo, el perfeccionamiento de la tenora del doctor Agulló, que aplicando modelos matemáticos pudo medir la identidad acústica del instrumento (sic) en 2007. 

Cito: La barítona nace, por lo tanto, con el objetivo de cubrir una carencia tímbrica de la agrupación tradicional catalana, puesto que los dos instrumentos más graves de la cobla, el fiscornio y el contrabajo, no tienen la amplitud armónica que puede ofrecer un instrumento de doble caña. [...] El equipo de investigación del IEC, fiel a los estatutos del centro, que se propone la investigación en todos los ámbitos de la cultura catalanística [sic] ha estado formado por científicos, músicos y constructores de instrumentos que, por medio de la física y los modelos matemáticos, han conseguido dotar al instrumento [la barítona] de un perfil interior que emite un timbre asimilable al del tiple y la tenora. [...] El nuevo instrumento está afinado una cuarta por debajo de la tenora y una octava por debajo del tiple.

Caramba. El resultado es espectacular: una chirimía de un metro de largo (1.087 mm, para ser más exactos) que pesa dos kilogramos. La forman dos cuerpos de madera y un pabellón metálico. Su tamaño es tal que el músico tiene que soplar de pie. Es un poco engorroso, aunque los inventores aseguran que se sopla la mar de bien. Eso sí, añaden que todavía quedan detalles por perfeccionar. Está previsto proseguir la investigación para ver si saldría mejor flexionando el pabellón a la manera de un clarinete bajo para mejorar su proyección acústica. Es decir, que suena bien, pero no se oye demasiado. 

Una cobla contemporánea. El timbre de la cobla no se ha movido un ápice desde 1920. ¿Será capaz de evolucionar ante el reto de la superchirimía barítona? ¿Permanecerá fiel a la tradición?

Después de tantos años y tanto esfuerzo ¿qué? Porque resulta que el futuro de la chirimía es incierto. Ninguna sardana célebre se ha compuesto pensando en la superchirimía barítona. Hay que difundir el instrumento entre las coblas y animar a algún luthier para que lo fabrique. Pero ¿quién lo fabricará, si nadie quiere comprarlo? Por eso, hay que convencer a la carcunda del mundo de la sardana de los beneficios de una novedad tan novedosa. ¡A la carcunda sardanera! ¡A mí la Legión!

En resumen, sólo existe un prototipo de la superchirimía y nadie sabe qué hacer con él. 

Carente de interés para científicos, ingenieros o empresarios catalanes, imagínense lo que podrá interesar nuestra superchirimía más allá del Ebro o de los Pirineos. He aquí el paradigma y el ejemplo de la más avanzada investigación científica y tecnológica en Cataluña, la innovación y el desarrollo de la superchirimía barítona, de bonito timbre, falta de potencia e inútil, por el momento. 

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