Son como niños (malcriados)


2011, 2012, 2013...
Ahora me gustas, ahora no me gustas.

Don Artur quería presidir un acto, pero le pusieron una señora delante. Aunque era bajita, descubrió que entonces, ay, ya no podría presidirlo. ¡Quiero presidir el acto! Que no puedes. Que sí, que no... Pilló un rebote de padre y señor mío y exclamó: Pues, ¡ahora no voy! Y no fue. Le hizo un feo a la señora, a los empresarios catalanes y a la buena educación, pero allá él. ¡No voy! ¡No voy y no voy! Arturito... ¡Que no!

Pues, ahora quiere ir. Al mismo acto, no, a otro. Resulta que se monta una reunión de ministros de aquí y de allá en Barcelona, para hablar de sus cosas. Viene don Mariano, que queda con ellos para recibirlos. Y don Artur dice: ¡Yo también quiero recibirlos! ¡Yo también quiero recibirlos! Porque le gusta mucho parecer un hombre de Estado y moverse entre ministros. Como es bajito, quiere parecerlo menos codeándose con esa pandilla. 

Pero don Mariano, que anda picado por el desplante de hace unos días, sólo le da permiso para ver a los ministros. Ver, que no tocar. Y si quiere hablar con ellos, que aproveche el almuerzo, que le invitarán y lo sentarán a la mesa del ministro de Malta. Pero ¿discursos? No. Tú, calladito. No quisiste hablar antes, ¿verdad? Pues, lo mismo. ¿No querías caldo? ¡Dos tazas!

Total, que un tema tan enjundioso trae a todos de cabeza y no vean ustedes la de vueltas y vueltas y más vueltas que le dan al caso los columnistas y tertulianos catalanes, no catalanes y yo mismo. Que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá... Que me dejes hablar un poquito. No. Sólo tres minutos. No. Dos. Que no. Porfa, porfa, porfa... Que no, carajo.

Y así estamos. Lo importante, despreciado. Pero los niños, en plan gilipollas. Los intelectuales, venga a darle vueltas a las gilipolleces. Que le ha dicho que tal, pero él, cual. Pues, tú, más. Y tú, Mariano. Caca. Culo. Pedo. Pis. Una monada de criaturas que nos arrastran a todos por el camino de la amargura.

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