Encuestas, muestras y mentiras



Los que preguntan por la intención de voto en España saben que los españoles mentimos como bellacos. No sé por qué razón, apenas la imagino, el españolito medio desconfía de los encuestadores y miente cuando le preguntan. 

Descubrir la intención de voto real es todo un arte. Hay que cruzar las respuestas de varias preguntas y adivinar lo que piensan de verdad los españoles. En argot, a esto le llaman el cocinado. Algunos cocinan muy bien y sale un caldo estupendo, que acierta con las tendencias y las intenciones de voto de maravilla. Otros cocineros, en cambio, sólo manipulan encuestas, a conveniencia del pagano. 

Se ha acusado de manipulación al Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS, pero el CEO, Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad de Cataluña se lleva la palma en andar cocinando y sacar de la cocina una bazofia. Recuerden: pronosticó la victoria aplastante de CiU en 2012, que calculó en 74 o 75 diputados, cuando luego sacó 50 y gracias. Ha sido la peor estimación de voto que se recuerda en la demoscopia profesional desde la Transición y arrastrará durante muchos años esta vergüenza.

Volvamos a nuestro asunto. ¿Mentimos cuando nos preguntan a quién vamos a votar? Pues, sí. Los españoles mentimos como respiramos. Ahora faltaría añadir que en Cataluña no somos diferentes del resto de los españoles y tal y cual... Pues, no, esta vez sí que somos diferentes. ¿Porque decimos la verdad? ¡No! ¡Porque somos más mentirosos! Si no me creen, comparen los informes del CIS y del CEO, como he hecho yo y vean la diferencia entre lo que dice la muestra que votó y lo que votó realmente.

La primera mentira: ¿votó usted la última vez? ¡Oh, sí, naturalmente! Lo que haga falta. Sólo uno de cada cuatro catalanes reconoce no haber podido votar en las elecciones al Parlamento de Cataluña o al Congreso de los Diputados. Pero la abstención fue mayor: no votó uno de cada tres catalanes. Echen cuentas y verán que una tercera parte de los abstencionistas no quiere reconocer en público su abstención.

Los que votaron también tienen vergüenza o miedo de decir a quién votaron. No todos, curiosamente. Dos de cada tres votantes del PP niegan tres veces antes del canto del gallo; la mitad de los votantes de Ciutadans dicen que ellos no han sido; uno de cada tres ecosocialistas (ICV) se avergüenza de su voto.

Sorprendentemente, los votantes de CiU y del PSC no se avergüenzan de lo que hicieron.

En cambio, mola mucho decir que uno ha votado a ERC y los catalanes mentimos lo que haga falta para molar mogollón, que dijo el gran sabio y estadista. Uno de cada seis catalanes dice haber votado a ERC, pero sólo votó a ERC uno de cada diez catalanes en las elecciones al Parlamento de Cataluña o uno de cada veinte en las elecciones al Congreso de los Diputados. 

Ocurre lo mismo con la CUP, pero a menor escala. Solo la mitad de los que dicen haber votado a la CUP votó a la CUP realmente.

Aunque... Existe otra explicación. Mentimos, sí, es verdad, pero ¿tanto? ¿Mentimos más que el resto de los españoles? No veo por qué. Si no mentimos tanto, ¿qué ocurre? La única respuesta posible es que la muestra no es representativa, que tiene un sesgo. En pocas palabras, están sobrerrepresentados en la muestra los votantes de CiU, ERC y la CUP e infrarrepresentados los votantes de PP, C's e ICV. 

A esto, en Cataluña le llaman territorio y en Madrid, provincias.
Un voto en el territorio vale por dos votos en el Área Metropolitana de Barcelona.

Hábitat típico de la clase obrera, que no se da en el territorio.
El voto de un obrero vale la mitad que el voto de un pagès.

En la ficha técnica de la encuesta se apunta una posible causa. Para tener mayor fiabilidad de los resultados en eso que en Cataluña llaman el territorio y en España las provincias, es decir, para poder evaluar mejor los resultados en Tarragona, Lérida y Gerona, se toman más muestras en el territorio que en el Área Metropolitana de Barcelona. Es así porque la Ley Electoral Catalana no es proporcional. En efecto, da más peso al voto del territorio que al voto de Barcelona y un mismo margen de error no nos permite adivinar con la misma exactitud el número de diputados que pueden salir elegidos en Barcelona y el número de diputados que pueden ser elegidos en el territorio. 

Si la recogida de muestras fuera proporcional al número de habitantes y valiera el mismo margen de error en la capital y en el territorio, tendrían que estrevistar a un 70% más de barceloneses y reducir a la mitad los entrevistados tarraconenses, a un tercio los gerundenses y a sólo a uno de cada cinco de la muestra leridana. No es así, y existen razones para ello. Luego, en el cocinado, se emplean unos correctores estadísticos para ajustar las muestras a la población real. 

Manifestación popular en el territorio.
Conservadora, tradicionalista, nacionalista.

Manifestación popular obrera.
Progresista, cosmopolita, internacionalista.

Como es sabido, el nacionalismo político tiene más éxito en un ambiente rural, en pequeñas ciudades y en un ambiente conservador que en una gran ciudad cosmopolita o en un ambiente obrero. También en Cataluña: Sucedió con el carlismo, sucedió en el siglo XX, sucedió con el pujolismo y sigue sucediendo. 

Aunque quizá les cueste comprenderlo, la mayor parte de los votos del PP proceden de barrios obreros de las grandes ciudades catalanas. Porque, en Cataluña, en España, en Europa, hasta en los EE.UU., la principal base del voto de la derecha son las clases obreras. Cuesta de comprender por qué, ¿verdad?

También proceden de un entorno urbano los votos de ICV y parte de los del PSC. C's recoge muchos votos procedentes tanto del PSC como del PP, por lo que también se da en la gran ciudad y no en el campo. Etc.

Si los correctores estadísticos no son suficientes, los resultados de la encuesta mostrarán una sobrerrepresentación de CiU, ERC y la CUP, que triunfan en el campo y las pequeñas ciudades del interior, que sacan sus diputados del territorio (las provincias), y una infrarrepresentación del PP, C's e ICV, que recogen votos mayoritariamente en el Área Metropolitana de Barcelona. Si a esto sumamos la ley electoral catalana... Pero ¡ésa es otra historia!

Esta muestra sesgada, o este sesgo mal corregido, también cuestionaría el margen de error de las preguntas sobre los sentimientos nacionales, pues es bien sabido que en la ciudad los ricos son más nacionalistas que los pobres y en el campo son más nacionalistas que en la ciudad. No es una observación gratuita, es un fenómeno universal que se da en cualquier país donde exista un movimiento nacionalista y Cataluña no es una excepción. Si sobrerrepresentamos al campo...

Pero, ojo, no digo que sea así, sólo digo que podría ser así. Tendría que ser un técnico el que valorase todo el proceso a conciencia, con datos que no tengo en la mano. Ahora bien, o los catalanes tenemos más miedo o más vergüenza que los españoles a manifestar nuestras opiniones políticas o el CEO emplea muestras sesgadas hacia un lado. También es posible que sea la suma de nuestras mentiras y silencios y una manipulación estadística. Les dejo el asunto planteado para que piensen sobre ello.

Quedan más mentiras sobre el tintero.

Siempre me ha llamado la atención que los catalanes digan ser más de izquierdas que de derechas. De hecho, somos los ciudadanos españoles que nos consideramos más a la izquierda. Nuestra media nos sitúa algo más a la izquierda que la socialdemocracia, tal cual. Vamos por la calle cantando La Internacional y Bandiera Rossa todo el día, cuanto menos.

Según el CEO, los catalanes creemos que estamos muy a la izquierda.
Luego votamos lo que votamos.

Aunque, ojo: un 29,3% de los catalanes no se mojan y dicen ser de centro, ni de izquierdas ni de derechas. Es decir, o se niegan a admitir que son realmente de derechas o les importa un carajo serlo o no serlo, lo que viene a ser lo mismo. El centrismo es y siempre ha sido conservador. De izquierdas, verdaderamente de izquierdas, los centristas no son, seguro, pero ahí están, centrados. Sólo un 9,8% de los catalanes se considera de derechas, pero apenas un poquito, lo justo. El resto, de izquierdas, les juro que sí. De izquierdas izquierdas.

Luego se vota lo que se vota y no coincide lo que uno dice ser con su elección política. ¿Por qué? Yo adivino dos causas. La primera, que ser de derechas no se considera chachi y no es chachi dejar de ser chachi. Ergo, se miente. ¿De derechas? ¿Quién, yo? ¡Nooo...! La segunda, que se confunden churras con merinas y un catalán medio cree que ser nacionalista catalán es ser de izquierdas. ¿No me creen? Los votantes de CiU (y los de ERC) se consideran ellos mismos... ¡de izquierdas! No diré más.

Es creencia común en Cataluña que esto es no ser nacionalista catalán.

El CEO está manipulado políticamente, sí. La muestra está sesgada hacia un lado, creo que sí, pero no puedo asegurar que sea así y si lo fuera, tampoco puedo asegurar que sea queriendo o sin querer, que todo es posible. Que ojalá el CEO fuera un agente neutral, también, porque, si no, ¿para qué sirve? 

Pero mentimos, carajo, mentimos. Por eso les arriendo la ganancia de dedicarse a encuestar a la tropa de mentirosos compulsivos con esquizofrenia político-conceptual que somos los catalanes. Qué forma más perra de ganarse la vida, Dios mío.

Ya lo dijo el doctor House: Todo el mundo miente.
Pero ¿los catalanes más que el resto?

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