Una imagen de Berlín, a finales de los años treinta.
Max Keith hizo todo lo habido y por haber para promocionar la Coca-Cola en Alemania. Como hemos visto, se aproximó cuanto pudo al nacionalsocialismo. Coca-Cola pasó a convertirse en algo puramente alemán, alemán de veras. Las botellas eran alemanas, el agua era alemana, ¡las burbujas eran de dióxido de carbono completamente alemán! El jarabe original... no, eso no. Seguía importándose de los EE.UU. bajo dos nombres clave, 7X y Merchandise #5, los famosos ingredientes secretos de la Coca-Cola.
Coca-Cola GmbH se sumó a las campañas publicitarias del NSDAP y casi se adueña de algunas de ellas. El nacionalsocialismo impulsó un incremento de la productividad de las fábricas. Hitler ordenó implantar en la industria germana el Principio del Liderazgo (Fuehreprinzip) que ya había impuesto en la política. Es decir, otorgó poderes dictatoriales (tiránicos, más bien) a los directivos de las empresas y eliminó cualquier atisbo de protesta sindical. Coca-Cola GmbH ya funcionaba así, se adaptó muy bien a esta estrategia y Max Keith pudo hacer y deshacer a su antojo, ahora con permiso.
Santa Claus viste de rojo gracias a Coca-Cola, pero dice lo que dice gracias a Goebbels.
Se alargó la jornada laboral en casi todas las fábricas alemanas. Los buenos alemanes trabajaban mucho, más y mejor que cualquiera, que por algo eran alemanes, arios y tal. Pero tal régimen de trabajo precisaba parar de vez en cuando. El lema Mach doch mal Pause (Vamos, para un ratito, en traducción libre) se impuso en las fábricas alemanas... ¡gracias a Coca-Cola! De ese lema, este otro, The pause that refreshes (La pausa que refresca), que pronto se convirtió en uno de los lemas más famosos de Coca-Cola.
¡Qué pronto publicó Coca-Cola GmbH anuncios con trabajadores machotes y forzudos, guapísimos, bebiendo botellines de Coca-Cola en esas célebres pausas! Como Coca-Cola no tenía alcohol, pero sí cafeína y azúcares, mejor que mejor para aumentar la productividad.
Ya ven, Hitler no se perdía unos Juegos Olímpicos. Era lo suyo.
Pero donde triunfó Coca-Cola GmbH de manera indiscutible fue en el deporte. El nacionalsocialismo era muy aficionado a los acontecimientos deportivos. Si han visto alguna vez un partido de fútbol sabrán por qué.
El saludo olímpico coincide con el saludo nacionalsocialista hasta 1936.
Hoy ya no, porque llamaría mucho la atención.
Hitler echó la casa por la ventana en 1936, cuando pudo organizar unos Juegos Olímpicos. Lo hizo a lo grande, por todo lo alto, montó un aparato de propaganda impresionante. Fueron un éxito, me duele decirlo. Tanto es así que, desde 1936, los Juegos Olímpicos siguen el modelo hitleriano y no parece que nadie quiera cambiarlo.
Max Keith consiguió que Coca-Cola fuera una de las tres bebidas oficiales de Berlín 1936. ¿Cómo? ¡Mejor no saberlo! Pero seguro que algún jerarca nazi aprovechó para comprarse un Mercedes-Benz nuevecito después de ésa. Fue un éxito para Alemania (89 medallas olímpicas frente a 56 de los EE.UU.) y para Coca-Cola GmbH.
Max Keith consiguió que Coca-Cola fuera una de las tres bebidas oficiales de Berlín 1936. ¿Cómo? ¡Mejor no saberlo! Pero seguro que algún jerarca nazi aprovechó para comprarse un Mercedes-Benz nuevecito después de ésa. Fue un éxito para Alemania (89 medallas olímpicas frente a 56 de los EE.UU.) y para Coca-Cola GmbH.
Fútbol y Juegos Olímpicos.
Coca-Cola, también.
Coca-Cola GmbH se convirtió en la bebida de los deportistas y los acontecimientos deportivos. Patrocinó y se convirtió en la proveedora oficial de la Deutschlandrundfahrt (el Campeonato Nacional de Ciclismo, muy famoso entonces) y del Campeonato de Liga del fútbol alemán (que hoy sigue siendo famoso). No había competición deportiva que no conociera la Coca-Cola y pronto el lema Drinken Coca-Cola, kostlich und erfrescht (Bebe Coca-Cola, deliciosa y refrescante) se hizo omnipresente en Alemania.
Lo más sorprendente de todo llegó en 1937. Coca-Cola GmbH consiguió un puesto de honor en la Reichsausstellung Schaffendes Volk, algo así como la Feria de los Trabajadores Alemanes, el no da más del exhibicionismo nacionalsocialista, donde se mostraba al mundo qué buenos y qué listos que eran los alemanes. En esa especie de feria de las vanidades, montó una pequeña planta de envasado y un trenecito para pasear a los niños justo al lado de la Oficina de Propaganda del Tercer Reich. ¡Ahí es nada!
A la hora de conducir, una pausa para darle a la Coca-Cola.
La edad de oro de la Coca-Cola nazi, 1938.
Cuando ese mismo año y los que siguieron los alemanes acudían al Sportpalas para escuchar las arengas de Goebbels, ¿qué letrero veían justo en la entrada? ¡Drinken Coca-Cola, kostlich und erfrescht! Mientras tanto, la convención de Coca-Cola GmbH (1.500 delegados de 43 fábricas embotelladoras) acababa su reunión anual con los tres Sieg Heil! de rigor, no fuera dicho. La anexión de Austria incrementó las ventas.
Una reunión de las Juventudes Hitlerianas en los años 30. Al fondo, sobre la valla, un anuncio de Coca-Cola.
Coca-Cola GmbH acabó suministrando refrescos en muchos actos del NSDAP.
Lema de Coca-Cola GmbH para Berlín 1936.
El lema del NSDAP era Ein Volk, ein Reich, ein Fürher.
En 1939, la burocracia nacionalsocialista encontró razones para meterse con la Coca-Cola y amargarle la existencia. El Ministerio de Economía aprobó un reglamento por el que las buenas botellas alemanas nacionalsocialistas tenían que adaptarse a una métrica estándar. El botellín de Coca-Cola era entonces de 180 centímetros cúbicos y tenía que pasar a ser de 200. Así que Coca-Cola tuvo que hacer nuevas botellas, pero los funcionarios del ministerio, que comenzaban a preocuparse por el embargo internacional, dijeron que cambiar todas las botellas era un desperdicio de cristal, energía y horas de trabajo que Alemania no podía permitirse. Así que se quedaron sin botellas de un día para el otro.
Max Keith no se lo pensó dos veces y acudió a un amigo, Reinhard Spitzy, un alto cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores, un jerarca nazi. Le escribió una carta, poniéndole al tanto de su problema. Le dijo: Mi querido camarada [del NSDAP] Spitzy, la situación de la industria botellera es absolutamente asquerosa [sic], las máquinas sólo funcionan unas pocas horas al día, no tienen trabajo. Luego añadió que (cito) la compañía internacional Coca-Cola necesita urgentemente millones y millones de botellas. Pillan la indirecta, ¿no?
La crisis se solucionó cuando comenzaron a fabricarse las nuevas botellas en el Protectorado de Bohemia-Moravia (la recién ocupada Checoslovaquia). El jerarca local pudo presumir de incrementar la productividad industrial checa, el Ministerio de Economía alemán consiguió que las botellas no se fabricaran en Alemania y el de Asuntos Exteriores consiguió una licencia para importar botellines de Coca-Cola.
Estalló la guerra. Al principio, los alemanes fueron ganando. Así que Keith fue anexionándose las operaciones de Coca-Cola en los países ocupados. En 1944 era el jefe de Coca-Cola en Alemania (Austria y Chequia incluídas), Italia, Francia, Holanda, Luxemburgo, Bélgica y Noruega. Seguía embotellando y vendiendo millones de botellines, porque había aprendido a pasar sin el abastecimiento de los ingredientes secretos 7X y Merchandise #5 y porque había conseguido, finalmente, una bebida alemana, alemana toda ella de arriba abajo, y nacionalsocialista, que se vendía como rosquillas.
La llamó Fanta.
La imagen del quiosco en Berlín, 1936, debe de estar confundida. Lo tendrían crudo los cocacoleros promocionando el jarabe allí en holandés…
ResponderEliminarTiene usted razón. Ahora me fijo que dice "Drink" y no "Trink". Suprimo la fotografía y me excuso. Se emplea en varios sitios de internet para señalar que Coca-Cola fue bebida "olímpica" en Berlín 1936. Que fue "olímpica" en Berlín es cierto, como es cierto que el anuncio de Coca-Cola en el Sportpalas permaneció hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero, como usted bien dice, ese quiosco es holandés. Admito mi equivocación, la corrijo y le agradezco muchísimo la observación. Gracias.
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