La Coca-Cola nazi (y finalmente, V)


Soldados alemanes fotografiados durante un permiso en Alemania, hacia 1940.

Coca-Cola GmbH pudo seguir fabricando la auténtica Coca-Cola hasta finales de 1941. Tan pronto Hitler declaró la guerra a los Estados Unidos de América, Max Keith se quedó solo al frente de la empresa... y sin jarabe americano. A partir de entonces y hasta el final de la guerra, la botella de Coca-Cola se convirtió en un artículo de lujo, en algo raro y escaso, y por lo tanto, en algo apreciadísimo.

Los alemanes se quedaron sin Coca-Cola, pero nunca faltó Coca-Cola para los americanos.

Cuenta la historia que a finales de 1942 y principios de 1943, los americanos desembarcaron en el norte de África y lucharon contra los alemanes en Túnez. Al principio no les fue muy bien y en una de ésas los alemanes capturaron un cargamento de Coca-Cola que pretendía ser el suministro de la 1.ª División Acorazada de los americanos. Apetece mucho una Coca-Cola fresquita en medio del desierto, pero allá no crecen las neveras y una Coca-Cola caliente es, la verdad sea dicha, un asco. Así que los soldados alemanes de a pie no sabían muy bien qué hacer con aquellos miles de botellines capturados al enemigo.

Pero ¿dónde habré metido yo la Coca-Cola?

Entonces apareció un oficial de la Luftwaffe. Pilotaba un Messerschmitt Bf 109 del Jagdgeschwader 53 (Ala de Cazas 53). Tampoco tenía neveras, pero tenía aviones. Cuenta la historia que los pilotos alemanes compraron todos los botellines de Coca-Cola a los soldados de infantería a precio de ganga. Cada vez que salían de patrulla, los pilotos llevaban algunas botellas consigo. A miles de metros de altura, baja la temperatura de forma considerable. Las botellas llegaban abajo frías, sino congeladas, y los pilotos las envolvían en toallas para conservar su temperatura, hasta que tocaba beberlas ¡bien fresquitas!

A falta de Coca-Cola, ya les dije, inventaron la Fanta en 1939, mientras los alemanes se echaban sobre Polonia y estallaba la Segunda Guerra Mundial. Fanta viene de Fantasie, porque dicen que Keith expuso a su equipo la situación (nos quedamos sin jarabe, muchachos) y les pidió un poco de imaginación (Fantasie) para encontrar una solución a tan peliagudo problema. 

Fanta, en 1943.
Perdían la guerra, pero de manera refrescante.

Fanta fue un éxito. Se vendieron millones de botellines durante la guerra. Una vez más, Keith consiguió que los problemas de los demás no fueran los propios arrimándose al poder. Consiguió azúcar suficiente para una bebida refrescante gracias a sus contactos. El azúcar no era fácil de conseguir en Alemania y se dice que las amas de casa compraban Fanta para cocinar con ella, ¡porque era azucarada! Un día buscaremos las recetas de guerra a base de Fanta, pero hoy, no.

Acabó la guerra y con las tropas aliadas llegaron los jefes de Coca-Cola de los Estados Unidos. ¡Sorpresa! Max Keith rindió cuentas del negocio, los puso al día de las compras y ventas y les entregó la parte correspondiente de los beneficios. También, la fórmula y la patente de Fanta. Hasta las fábricas de Fanta. Todo. ¡Coca-Cola había hecho un buen negocio con el enemigo! 

Aunque el señor Keith se arrimó tantísimo al poder nacionalsocialista, fue rápidamente desnazificado y continuó al frente de Coca-Cola GmbH durante los difíciles años de la postguerra y un poco después. Dudo mucho que Coca-Cola hubiera dado con otro sinvergüenza mejor dotado para el cargo, más hábil y escurridizo que herr Keith, y su desnazificación seguro que se debió, en parte, a su habilidad para hacer amigos.

Fanta se fabricó con zumo de manzana y pomelo. Hoy se fabrica en más de ochenta sabores en todo el mundo, incluídos algunos muy raros, la verdad, aunque los más famosos son los de naranja y limón. Se venden millones de litros de Fanta en todas partes. Es lo que queda de la aventura nacionalsocialista de Coca-Cola GmbH.

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