El Rotabuggy y los tanques volantes aliados


El Rotabuggy y, de espaldas, el heroico piloto de pruebas que se atrevió a volarlo.

En otro momento hablaremos de los tanques volantes soviéticos, pero ahora hablaremos de los tanques volantes aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Como veremos, el protagonismo en el desarrollo de esta idea fue británico, pero los norteamericanos tuvieron mucho que ver.

El Rotabuggy, ahí queda eso.

Tenemos que hablar del Rotabuggy. El Rotabuggy no es un carro de combate, sólo un jeep volante. Pero es extraordinario por muchas razones. En primer lugar, porque no tiene alas, sino un rotor, porque es un autogiro. En segundo lugar, porque realmente voló (es un decir). En tercer lugar, porque los experimentos con el Rotabuggy querían sublimarse con la adopción de este sistema de vuelo en un carro Valentine británico.

Construyendo el Rotabuggy. Entra miedo sólo verlo.

El Rotabuggy nació en el Airborne Forces Experimental Establishment (algo así como Taller Experimental de las Fuerzas Aerotransportadas) y se debe al genio de un ingeniero, Raoul Hafner, que aprovechó la ocasión y los primeros jeeps que llegaban de los Estados Unidos para diseñar uno capaz de volar a remolque de un aeroplano. Lo revolucionario de la idea de Hafner fue prescindir de alas y emplear como sustentación las aspas de un rotor, convirtiendo el jeep en un autogiro. A principios de 1942 comenzó a trabajar con R. Malcom Ltd. en su invento, subvencionado por las tropas paracaidistas.

Las primeras pruebas de la idea de Hafner.

El primer paso fue atar a la caja de un camión Diamond T un pequeño autogiro, por ver si podía elevarse a remolque del camión y demostrar que el sistema Hafner tenía razón de ser. La prueba se hizo el 16 de noviembre de 1943, pero el Diamond T no  alcanzaba la velocidad suficiente. Les costó varias carreras alzar el vuelo, el 27 de noviembre. Viendo que se elevaba, decidieron probar el jeep-autogiro y se hicieron con un Whitley, un bombardero que se empleaba a menudo para remolcar planeadores.

A punto de elevarse, el Rotabuggy espera en la pista y el piloto reza todo lo que sabe.

El 8 de diciembre de 1943, el Rotabuggy hizo su primer vuelo. Descubrieron que el jeep volante vibraba (eufemismo) cuando alcanzaba las 50 millas por hora. Tanto es así que el rotor seccionó uno de los alerones de cola del Rotabuggy (sic). Lucharon contra el problema y el 11 de septiembre de 1944 el Rotabuggy superó las 70 millas por hora, estuvo volando unos diez minutos y fue desenganchado a 400 pies de altura (ciento y pico metros). El informe oficial destaca el éxito del aterrizaje aunque emplea la expresión precarious landing, una forma elegante de decir que no se descacharró de milagro. Más contento que un niño con zapatos nuevos, Hafner comenzó a trabajar con el rotor para un tanque Valentine, como ya he dicho, pero se le acabó la guerra antes de poder hacer el ridículo.

¡Vuela! ¡Vuela! ¡Vuela!

La aproximación final al problema fue emplear grandes planeadores, el Waco CG-4 o el Horsa, para transportar los jeeps que podrían necesitar los paracaidistas. Británicos y norteamericanos modificaron los jeeps para aligerarlos y en los EE.UU. se diseñó una versión ultraligera del jeep, que no llegó a ser necesaria. El sentido común se impuso, pero también inspiró nuevas ideas y esta vez la aplicaron a los carros de combate.

Esquema de un GAL 49 Hamilcar. En la panza, un Tetrarch.

Los paracaidistas británicos habían creído necesario un gran planeador para transportar grandes cargas en los asaltos paracaidistas. Con esa idea en la cabeza nació el GAL 49 Hamilcar, capaz de cargar con ocho toneladas de carga. Era lento (no volaba a más de 240 km/h) y pesado. Se construyeron alrededor de 350 durante la guerra.

Un Tetrarch como los empleados en la invasión de Madagascar.

Los militares pensaban en el transporte de jeeps, cañones contracarro, municiones y vituallas, lo normal, pero a alguien se le ocurrió la idea de meter un carro de combate dentro del Hamilcar. Un carro de combate al uso simplemente no cabía; los carros ligeros seguían siendo demasiado grandes y pesados. Los británicos echaron un vistazo alrededor y descubrieron el Tanque Ligero Mk. VII (modelo VII) Tetrarch (A17). Se habían exportado algunos a la Unión Soviética y un puñado se había empleado en la invasión de Madagascar (sic). Los británicos consideraban que su blindaje era insuficiente (14 mm máximo) y su cañoncito (40 mm), inútil. Pero el Tetrarch pesaba algo más de siete toneladas y media y cabía justito justito en la bodega de un Hamilcar. 

El 6 de junio de 1944 a las 21:00 horas (que son las nueve de la noche), cuando la batalla de Normandía ya llevaba horas y horas, los paracaidistas británicos recibieron refuerzos por vía aérea en la llamada Operación Tonga. Se emplearon unos treinta Hamilcar que transportaban grandes cañones contracarro y veinte Tetrarch del Escuadrón de Reconocimiento Blindado de la 6.ª División Aerotransportada (y olé). 

Un Tetrarch abandonando la panza de un Hamilcar.
Esto, durante los ensayos. En el campo de batalla no era tan bonito.

A mitad de vuelo, sobre el Canal, se soltaron los amarres de uno de los carros de combate, se fue para delante y atravesó la nariz del Hamilcar que lo transportaba. El carro de combate cayó al mar y el planeador, detrás. Dos planeadores chocaron luego entre sí, descacharrándose y matándose todos a bordo. Un cuarto tanque se perdió cuando, recién salido de la panza del planeador, fue arrollado por un planeador que aterrizaba en esos momentos. No se mató nadie de puro milagro, pero el Tetrarch quedó panza arriba e inutilizado. El colmo fue descubrir que la mayoría de carros de combate quedaron atascados al enredarse en las cuerdas de los paracaídas y las estibas de los planeadores. Hubo que emplear sopletes para liberarlos.

Les fue regular en el combate. Ayudaron a los paracaidistas en sus cosas, pero no podían combatir de tú a tú con los carros alemanes. En agosto, los Tetrarch fueron sustituidos por carros de combate normales en Francia. Sólo habían sobrevivido tres.

Pueden comprobar ustedes mismos el pequeño tamaño del M22.

El Tetrarch era una solución improvisada. Se decidió diseñar un carro de combate pensado a propósito para ser transportado en planeador y así nació el Locust, oficialmente Carro Ligero (Aerotransportado) M22. Los norteamericanos comenzaron a diseñar este carro en 1941, bajo requerimiento británico. Paréntesis: el ingeniero Christie presentó uno de sus diseños al concurso, pero no tuvo éxito. Después de someter a duras pruebas varios prototipos, comenzó a construirse en serie el M22 a principios de 1944.

El M22 fue diseñado pensando en las dimensiones del planeador.

Era un carro ligero, pequeñajo. Pesaba poco menos de siete toneladas y media, tenía un blindaje mínimo (entre los 9,5 y los 12,5 mm) y un cañoncito de 37 mm. Su diseño permitía quitarle la torreta para que pudiera ser también transportado en un avión cuatrimotor Douglas C-54, algo que podía hacerse en un cuarto de hora; tenía unos frenos especiales para su estiba en la panza de un avión y una suspensión reforzada para resistir los aterrizajes. Etcétera. Mucho más apropiado que el Tetrarch para ser el carro paracaidista británico.

Un M22 saliendo de la panza de un Hamilcar, durante unas pruebas.

Sólo participó en la última gran operación aerotransportada de la Segunda Guerra Mundial, la Operación Varsity, en marzo de 1945, para asegurar el paso del Rhin. Se emplearon ocho M22 en el asalto. 

El vuelo fue bien hasta el objetivo. El aterrizaje fue otra cosa. Uno de los planeadores se desintegró cerca del objetivo. Tal cual. Seguramente fue un fallo estructural del ala, pero ¿qué importa? El carro de combate que transportaba y toda la tripulación cayeron desde lo alto para matarse sin remedio. Tres Hamilcar fueron tocados por la artillería antiaérea alemana y aterrizaron como pudieron. Un M22 salió de ésa con la ametralladora rota y un susto; otro, después de caer con todo el equipo sobre una casa (sic), salió magullado, sin radio ni armas, pero por su propio pie de entre las ruinas; el tercero salió disparado del planeador al aterrizar (más bien, al chocar contra el suelo) y perdió la torreta, quedando inutilizado.

Después de tantos incidentes, la batalla la libraron seis M22 (algunos averiados) con relativa mala fortuna. Cayeron lejos de donde tenían que haber caído. Uno fue puesto fuera de combate por un cazacarros alemán, camino del punto de reunión. Otro se averió intentando remolcar un jeep, pero averiado y todo se empleó como casamata contra los alemanes y ayudó a sostener la posición. Cuatro consiguieron reunirse con los paracaidistas, al fin, pero dos de ellos averiados. Lo peor fue que los alemanes los vieron y la presencia de tanques enemigos hizo llover proyectiles de artillería. Tuvieron que alejarse de los paracaidistas para no hacer más daño, pero más tarde en la batalla los cuatro M22 que seguían en marcha contribuyeron a rechazar todos los contraataques alemanes e hicieron lo que se esperaba que tenían que hacer.

Que yo sepa, estas dos operaciones fueron las únicas en que se emplearon tanques volantes en la Segunda Guerra Mundial. Perdón, aerotransportados, que no es lo mismo.

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