Dime de qué presumes...
Con las cosas de internet se pueden hacer análisis estadísticos que muestran bastante bien lo que ya sabíamos. Pero, atención, se limitan a la gente que hace uso de internet. Esta última circunstancia se olvida, algunas veces, y desvirtúa los resultados.
Hecha esta observación, en este caso no importa demasiado, porque los consumidores de pornografía contemporáneos están conectados a la red y desde que hay red, el consumo de pornografía per cápita se ha disparado. Aquí y en todo el mundo.
Millones de datos recogidos durante cientos de días por uno de los sitios pornógraficos más visitados de internet permiten que nos hagamos una idea de los hábitos pornográficos de los catalanes. Resultará interesante compararlos con los hábitos pornográficos de nuestros vecinos de aquí y de allá. ¿Qué hemos descubierto?
1) Consumimos mucha pornografía. Mucha. Quienes más consumen en valor absoluto son los estadounidenses, los británicos y los canadienses. Pero, cuidado, son mucha más gente que los catalanes en particular o los españoles en general.
Los datos de consumo en números absolutos (tantos millones de conexiones al día, tantos terabytes de descargas, etc.) dicen que en EE.UU. consumen una burrada de pornografía, pero no nos queda muy claro que un norteamericano medio sea más aficionado a las guarradas que un catalán medio.
Los catalanes consumimos más pornografía que la media española. Si España es el décimo país del mundo en consumo de pornografía en números absolutos y los diez países que tiene por delante tienen muchos más habitantes que España... Hagan cuentas.
Podemos afirmar muy seguramente que consumimos pornografía como los que más.
2) Es un consumo habitual entre varones, pero muy poco frecuente en mujeres. Esto es aquí y en todas partes. Un tercio de los varones catalanes se conecta cada día a internet para consumir pornografía. Más o menos, lo mismo que los españoles, de los que apenas nos distinguimos (de media). Las mujeres se conectan a un sitio pornográfico de uvas a peras y no muestran demasiado interés.
3) Consumimos la pornografía en casa, no en la oficina. Esto nos distingue claramente de los europeos, que se conectan a los sitios pornográficos en sus puestos de trabajo (!!!?). Tal cual. Los catalanes, en cambio, no. Los catalanes, consumimos pornografía desde casa.
En eso, los catalanes se comportan como el resto de los españoles.
Pero cabe preguntarse si el no conectarse desde la oficina tiene que ver con el elevado índice de desocupación en España.
4) A los catalanes nos gusta mirarnos el ombligo (mirar-nos el melic, en catalán). Ya lo dicen, que estamos encantados de conocernos. Se nos acusa de egoístas, de no querer compartir lo que nos sobra, de una ridícula vanidad y de un sentimiento de superioridad... que confirman los datos. Porque la inmensa mayoría de los catalanes que consumen pornografía no la consumen para compartir, sino que la emplean para autosatisfacerse.
La umbilicofilia es más habitual de lo que parece.
Antes de comenzar a burlarse de los catalanes, les convendría saber que lo mismo podría decirse de todos los consumidores de pornografía en general. Ninguna de las poblaciones analizadas emplea el material obtenido en internet para echarle pimienta a su relación de pareja, fija u ocasional, sino que lo utiliza cada consumidor para sí y sólo para sí. El consumo de pornografía es egoísta en extremo.
5) Tardamos más o menos lo mismo que el resto de europeos en ponernos cachondos. Una vez un catalán entra en un sitio pornográfico, pasea por él poco más de ocho minutos de media (más exactamente, ocho minutos y quince segundos). Supera en diez segundos la media española y el catalán es, detrás del balear y el madrileño, el que más tiempo aguanta en un sitio pornográfico. O tardamos más en ponernos a tono o tenemos más aguante que los demás, no sabría decirlo.
No es muy diferente en Europa. En Noruega, donde hace tanto frío, tardan nueve minutos; en Serbia, siete. En medio, el resto de los europeos.
Hay que notar que el tiempo que pasamos en un sitio pornográfico se ha incrementado un 15% en dos años. ¿Tenemos más aguante o la crisis hace que nos cueste más?
6) No nos estamos quietos. Un dato curioso: La mayor parte de los vídeos analizados duran más de ocho minutos y los analistas podrían deducir que los catalanes en particular y los europeos en general no ven las películas enteras, porque su visita media no dura tanto. Van a lo que van y cuando ya se han satisfecho, apagan el ordenador. Pero es más que eso.
En poco más de ocho minutos de media, los catalanes abrimos más de siete páginas (vídeos, en su mayoría). Vamos de flor en flor hasta que ya no podemos más. Los únicos españoles más inquietos que nosotros son los madrileños, que visitan 7,46 páginas en el mismo tiempo que nosotros visitamos 7,21; la media española está en 7,09 y el valor menor es el registrado en Extremadura, 6,51.
Estos valores son similares a los obtenidos en el resto de Europa.
7) Cruzando datos, los catalanes consumimos tanta pornografía per cápita como los madrileños y los habitantes de las islas (Baleares y Canarias) y somos los más salidos de todos. Por ciudades, un habitante de Palma de Mallorca se lleva la palma, nunca mejor dicho, con un consumo pornográfico un 28,9% superior al de la media española. Detrás vienen los habitantes de las Palmas de Gran Canaria (19,3% superior) y de Santa Cruz de Tenerife (un 16,6% más). En cuarta posición, ¡Barcelona!
Los barceloneses consumimos un 13,8% más de pornografía que la media española y un 30% más que los madrileños, que nos vienen detrás. Si los catalanes consumimos más pornografía que la media española (y europea) es porque son los barceloneses los que tiran del carro. El consumo leridano, gerundense y tarraconense es mucho menor.
8) Pornografía y política. Con los datos en la mano, pueden descubrirse cosas que quitan el hipo sobre la estructura social de Cataluña.
En primer lugar, ¡caramba!, el territori català (como llaman en catalán estándar de TV3 a la gente de pueblo) consume mucha menos pornografía que los barceloneses.
Por provincias, los aficionados a la pornografía de Gerona, Lérida y Tarragona están muy lejos de consumir lo que un aficionado de Barcelona. Los municipios pequeños consumen menos que los grandes. Los menos católicos más que los más católicos.
Si cruzamos el total de votos y los datos del INE y del CEO con los datos de consumo pornográfico, veremos que cuanto más nacionalismo, más curas y menos pornografía. No es broma. Hagan los números ustedes mismos, como yo los he hecho, y comprobarán que lo que digo es cierto. Puede establecerse una correlación tal que nos muestra que más voto nacionalista implica un menor consumo de pornografía (o viceversa).
Ritual de apareamiento catalán en zonas rurales.
Se ha perdido la costumbre y hoy se acude a ligar a las discotecas.
Así, la clase media urbana y el proletariado industrial se pone las botas mirando cochinadas en internet. Lo mismo puede decirse de las clases dirigentes, de renta alta, por aquello de la erótica del poder y su naturaleza barcelonesa y urbana. Los votantes del PSC, PP, C's, UDC y la versión catalana de Podemos son los más aficionados a la pornografía. Lo mismo puede decirse en general de los parlamentarios y los altos cargos varones de la Generalidad de Cataluña (más del 85% residen en Barcelona o alrededores).
Los habitantes de más allá del Área Metropolitana de Barcelona y los votantes de ERC y la CUP prefieren las banderas para sus onanismos. En cuanto a CDC, apenas se desvía un 3% de la media catalana y ahora lo hace con bandera, ahora sin bandera, porque una parte considerable de su electorado es barcelonés y de derechas de toda la vida (muy aficionados a la pornografía, pues) y la otra, de pueblo (del territori, perdón).
9) ¿Qué nos gusta? En el consumo de pornografía se aprecian rasgos distintivos entre grupos de consumidores según su nacionalidad, pero existe un rasgo común: preferimos pornografía nacional. Así los alemanes prefieren ver el fornicio entre alemanes; los franceses, entre franceses; los británicos, entre británicos... ¿Y los catalanes? Prefieren contemplar el fornicio hispano. En parte, porque la oferta de pornografía en catalán es bastante reducida y porque la lengua no es un problema en esta clase de relación. ¡Todo lo contrario!
Los catalanes han normalizado el uso de la lengua en sus relaciones sexuales.
Pero es curioso señalar que el público español (el catalán no es excepción) es de los que menos se interesa por la nacionalidad de los personajes que protagonizan las escenas eróticas. La gente de pueblo (del territori), la que, a tenor de las encuestas, más reclama pornografía en lengua vernácula, dice aquello de que a falta de pan, buenas son tortas, y se conforma con lo que hay, pues qué más da que Oooh tenga el acento obert o tancat, si es el resultado de una... En fin, no sigo.
Los catalanes sentimos una especial predilección por el sexo amateur y las películas caseras de aficionados exhibicionistas. En eso no nos diferenciamos apenas de los españoles. Pero en otros países, los gustos son otros y es interesante descubrirlos.
A los británicos les encantan las lesbianas; a los norteamericanos, las adolescentes y las mamás que todavía están de buen ver; a los japoneses, la mujer del vecino; a los italianos, las posturitas; a los brasileños, dar por culo y las jovencitas; a los alemanes les va contemplar el sexo con una adolescente y la zoofilia; etcétera.
10) Uno de cada cuatro catalanes consume la pornografía a través de su teléfono móvil. El resto, casi todo en su ordenador personal. Sin embargo, el consumo de pornografía a través de los esmarfones ha pasado del 20% en 2012 a casi el 30% hoy mismo.
El tamaño de los esmarfones se está adaptando a las necesidades de los usuarios.
Los videos pornográficos exigen pantallas más grandes.
En los EE.UU., la mitad de la pornografía se consume a través de los esmarfones, lo mismo que en el Reino Unido. Los japoneses, en cambio, prefieren emplear el ordenador de sobremesa y consumen menos pornografía por teléfono que los catalanes. Los que menos emplean el teléfono para ver videos guarros son los alemanes, que no llegan a uno de cada cinco.
La media mundial es que el 40% de las descargas de vídeos pornográficos se realizan en un esmarfón.
Fíjense que el pornoselfie es ya un clásico y que nunca sabes qué van enviarte por guasá.
11) Nos puede el fútbol. ¡La madre! ¡Es verdad! El Barça o la selección española de fútbol pueden más que una película pornográfica si los catalanes tienen que decidir entre una cosa o la otra. Cuando se televisa un partido importante del Barça o de la selección española de fútbol, el consumo de pornografía en internet disminuye ¡a la mitad! ¡La mitad! ¡En un 50%! ¡Ahí es nada!
Demostrado: la mitad de los catalanes prefiere la camiseta a lo que contiene.
La barçafilia ¿explica el bajísimo índice de natalidad de los catalanes?
En el resto de España, un buen partido de fútbol disminuye el consumo de pornografía en un 40%.
Sólo el Real Madrid es capaz de hacerle sombra al Barça y conseguir que en Madrid disminuya este consumo en un 50%.
En los EE.UU., el final de una serie como Perdidos o de la Superbowl (o como se llame) sólo consigue disminuir el consumo de pornografía entre un 2 y un 5%. Aquí, un partido de fútbol cualquiera... ¡¿el 50%?! ¡Por favor!
En resumen, no somos muy diferentes del resto de españoles o europeos, pero nuestra afición al fornicio ajeno se ve afectada por las banderas y el balompié. Ambas pasiones irracionales consiguen cambios muy significativos en los hábitos de consumo pornográfico.
Por eso la carcunda promueve tanto el balompié como el banderismo y la libertad se asocia a un mundo libre de patrias futboleras y lleno de mirones. Pero afirmar esto que acabo de decir tiene su intríngulis y también podría afirmarse que la pornografía es un método de control social. Quién sabe. Puede que sí.
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