La falacia del número y el argumento del abstemio


Sucedió en una conversación entre amigos y conocidos. Uno de estos últimos ha sufrido una conversión recientemente y como todos los conversos, es fanático y no atiende a razones. Quiso hablar de su fe y yo le dije que no, gracias, que tenía cosas mucho mejores y más interesantes en las que perder el tiempo de una discusión, que su fe me aburría mucho.

Se enardeció. Quiso ganarme para la causa y comenzó a predicar. ¡Qué pesadez! Le hice ver que me sentía muy incómodo tratando el asunto, porque mi posición escéptica e incrédula era mal vista por la mayoría y la gente se exaltaba a poco que cuestionaba su fe y no tenía ganas de verme sometido al tercer grado. El tipo me respondió con risas y me recordó el chiste del conductor suicida.

Ejemplo de la falacia del número.

Iba un conductor a todo lo que daba el coche de sí por la autopista y oye por la radio un aviso a los señores conductores. Vayan con cuidado, que hay un conductor suicida, que se ha lanzado a la autopista en sentido contrario. El conductor exclama: ¿Uno? ¡Todos!

El tipo me preguntó si no sería yo como el conductor suicida. En tal caso, tenía que plegarme al parecer común y no continuar en mis trece. Es la falacia del número. Una falacia muy incómoda, porque algo es verdad o mentira con independencia de la gente que piense que eso es verdad o mentira. La razón puede ocultarse en una sola persona contra el parecer de todo el resto, todos podemos equivocarnos, etcétera. 

El abstemio no va en sentido contrario. Simplemente, no bebe.

Pero no es éste el momento ni lo era ése para discutir sobre la falacia del número. El converso sonreía y lo sabía incapaz de sostener un debate más allá de la exposición de los dogmas de su nueva y a la vez simple fe. Así que le expuse el argumento del abstemio en una reunión de antiguos alumnos. El abstemio afirma que es imposible razonar con gente ebria. 

Tanta gente razonable se pierde por un vaso de vino.
La falacia del número se descubre ante el argumento del abstemio.

Los abstemios nos hemos sentido muchas veces así, desplazados y violentos, sumamente incómodos, cuando todos alrededor han comenzado a darle al alcohol y comienzan a decir y hacer tonterías. Ahora bien, los bebedores no se dan cuenta de tus apuros y siempre creerán que conduces en sentido contrario.

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