La táctica vespasiana



Cuenta Flavio Josefo (en verdad Josefo ben Matityahu) en su Guerra de los judíos que cuando Vespasiano se presentó con sus legiones ante las murallas de Jerusalén echó cuentas y dijo a sus hombres (traduzco, un tanto libremente):

Como general, Dios es mucho mejor que yo y por eso está consiguiendo que los judíos se rindan ante los romanos sin que tengamos que esforzarnos. Nos está ofreciendo una victoria incruenta. No derramaremos ni una gota de sangre porque nuestros enemigos están demasiado ocupados matándose entre sí con sus propias manos. Así que nos quedaremos a mirar cómo esos fanáticos que tanto desean morir cumplen con sus deseos y se entretienen matándose los unos a los otros.

Eso hizo y le fue bien. Aunque el sitio de Jerusalén no fue un paseo y hubo numerosas bajas, el futuro emperador supo ver que serían los sitiados, y no los sitiadores, los que acabarían arruinando sus opciones de victoria y allá los dejó, a su aire. 

Entre la táctica fabiana y la vespasiana, hay que reconocer que sentarse a mirar es a veces la mejor opción.

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