Censuras privadas en público

A poco que uno busque por internet, tropieza con el pitorreo que se gasta el personal por un artículo de opinión que escribió doña Pilar Rahola el pasado jueves para La Vanguardia. El artículo se colgó de la edición digital, y ahí estuvo durante horas. Pero la dirección del periódico, garante de la independencia y la libertad de prensa, le pidió a la señora Rahola que escribiera otra cosa y ésta se bajó los pantalones y la escribió. Poco después, el primer artículo... desapareció.

La cuestión es que la señora Rahola escribió un artículo titulado Guardiola, no, donde decía que el honorable señor Guardiola, condecorado recientemente con la Medalla (de Oro) del Parlamento de Cataluña y tuteado (no tuiteado) por nuestros líderes patrios, se equivocaba al defender el reino de Qatar (la RAE dice que se escribe Qatar y no Catar).

Ya saben, el F.C. Barcelona y sus señores socios, en un alarde de ética aplicada, han preferido ingresar en caja 165 millones de euros y dejarse ensuciar la camiseta y el merchandising con la Qatar Foundation antes que rechazar y denunciar una tiranía que no tolera los partidos políticos, los derechos de la mujer o que sus ciudadanos se expresen libremente, por poner tres ejemplos. El honorable señor Guardiola, además, ligado a ese reino por sabe Dios qué suculencias pecuniarias, fue defensor de su candidatura al Mundial de Fútbol y de su proyecto de seleccionar, separar de sus familias y entrenar a tutiplén a niños de toda Asia para luego escoger de entre todos ellos a los pocos que representarán a Qatar en ese campeonato (formando un equipo que seguramente acabará entrenando el honorable tuteado).

La señora Rahola dedicó un artículo, pues, a censurar a Guardiola por afirmar que Qatar era chachi, o lo dedicó a ciscarse en Qatar con esta excusa. Censuró a Guardiola, pero fue ella la que acabó censurada, porque al único héroe nacional que nos queda con vida no se le toca un pelo, ya sea por patriotismo, ya sea por su alopecia. Menos, si resulta que es del Barça.

Alguno pensará que ha sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora habla todo dios de la perrería de La Vanguardia y del asunto de Qatar. Si hubieran dejado publicar ese artículo, nadie le habría hecho demasiado caso, que es lo que suele suceder. Así, por ejemplo, el artículo que hablaba sobre la conveniencia de promover un eje ferroviario mediterráneo, el artículo que escribió la señora Rahola para sustituir al artículo prohibido, no ha provocado más que indiferencia o tanto aburrimiento.

Mal, pues, para el honorable señor Guardiola, porque hay que ir con cuidado con quién se acuesta uno o con los amigos que gasta; mal, muy mal, para los socios del F.C. Barcelona, que apoyan la propaganda de un tirano (y no es la primera vez, recuerden Uzbekistán o el título de socio honorario de Francisco Franco, todavía vigente); mal, muy mal, para quien propuso y concedió la medalla a un personaje que defiende en público las triquiñuelas de una dictadura; mal, pero que muy mal, para la torpeza de La Vanguardia; y no menos mal para la señora Rahola, que no tuvo las narices de defender su presunta independencia.

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