La colina capitolina




La colina capitolina o Capitolio es una de las colinas que rodean el Foro. Aquí se había construido el Tabularium (el archivo de Estado) y el templo de Júpiter, Saturno y Minerva. Las sabinas que raptaron los romanos fueron encerradas (y fecundadas) en esta colina, y si uno cometía un acto de traición o sumamente vil, los romanos le arrojaban colina capitolina abajo, para que diera con sus huesos contra la Roca Tarpeya (¡qué daño!).

Siglos después, el Capitolio se había convertido en Campidoglio y el papa Pablo III encargó a Miquelangelo Buonarroti que pusiera un poco de orden en el lugar, que daba pena. El genio de Miquelangelo diseñó una de las plazas más bellas y armoniosas del Renacimiento italiano, que no se completaría del todo hasta los tiempos de Caravaggio (cuando Longhi y della Porta acabaron el palazzo Senatorio).

La guinda del pastel es una estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio en el centro de la plaza, que sirve de punto de referencia y perspectiva, a la vez que proporciona equilibrio a las masas de los palacios que la rodean. Cuentan que Miquelangelo mintió al papa cuando le dijo que el tipo del caballo no era un césar pagano (Marco Aurelio), sino Constantino, el césar que abrió Roma al cristianismo. Cuentan que el papa se tragó la bola y dio permiso al florentino para hacer lo que le viniera en gana con el bronce.

¡Cuánto agradecemos a Pablo III que se hiciera pasar por tonto!

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