Cita con la Festa Major



Cada año, desde hace muchos años, Sitges me reclama con su Fiesta Mayor, la fiesta en honor al patrocinio de San Bartolomé, apóstol y mártir, despellejado y destripado por mantenerse en sus trece y no renunciar a sus creencias. 

Es tradición asomar por la población siempre por estas fechas, gozar del favor de los parientes y amigos residentes en la población y examinar las curiosas costumbres indígenas que acontecen antes, durante y después de los fastos católicos y paganos que dedican al santo, del que no sé encontrar paralelo en el Olimpo. Quizá sea porque los ritos suburenses no se remonten tan lejos en el tiempo y no tengan ancestros tan antiguos como los grecorromanos. Serán de origen tardobarroco, tirando muy, pero que muy lejos y con intención de anclarlos en el pasado lo más lejos posible y un poco más. 

Pero ¡cuidado! ¡Qué peligro afirmar tal cosa en una tasca indígena! Aunque documentalmente la mayoría de las tradiciones indígenas no tengan un siglo de historia y aunque yo mismo podría testificar sobre el nacimiento (y la muerte) de algunas de ellas, sostenella y no enmendalla ante un público enardecido es arriesgarse a perder los dientes. Porque es costumbre afirmar rotundamente y con total seguridad que los ancestros de la Festa Major se remontan a los íberos, cuanto menos, y éstos, porque descendían de los suburenses, que ya estaban antes ahí. 

Otras afirmaciones dichas en público son más peligrosas. Por ejemplo, que la chirimía emite un sonido desagradable. Objetivamente, emite un sonido desagradable. ¡Nadie puede negarlo! Pero sostener que este instrumento de madera es una tortura para los oídos es poco menos que declarar la guerra al personal y uno puede acabar atado a un mortero, como los desertores del ejército del marajá. 

Cuando yo era pequeñito, en Sitges había falcons.
Los castellers eran entonces mal considerados.
Hoy, en cambio...

También soy de los que aborrecen los castellers y no pueden sufrir ver a un niño allá arriba. En la India, ya que hablamos, donde hacen castells desde mucho antes que nosostros o los valencianos, han prohibido expresamente la participación de menores. Fíjense, nos dan lecciones y todo y hasta suben más arriba. Pues... Esto no se lo puedo decir a un indígena en éxtasis, que contempla la torre humana como si fuera la mismísima aparición de la Virgen, lágrimas en los ojos y alcohol en la sangre. Si le digo tal cosa, muero antes de caer al suelo.

Primera lección: ve con cuidado con lo que dices, a quién se lo dices y cuándo lo dices. La verdad no importa, sólo la supervivencia. Segunda lección: pásatelo bien.

Qué pena. Mi aparición será un visto y no visto, pues apenas pasaré unas horas entre mis queridos indígenas. Son muchos los acontecimientos que se han ido sumando este mal año y uno no está para andar de fiestas.

Un aviso, además. Este año, la Fiesta Mayor cae en fin de semana, y la Fiesta Mayor de sábado y domingo es de todas la más temida por los indígenas, porque se suman muchos forasteros al jolgorio. En el ideario indígena, sólo el veraneante de toda la vida es tolerable, pues, como la golondrina, va y vuelve cada año y forma parte del paisaje. Pero este forastero que apenas asoma para tentar a las mozas del lugar y luego irse dejando hijos detrás... Ah, no, ése no.

Pero la Fiesta Mayor es la Fiesta Mayor y uno acude, caiga quien caiga, celebra sus propios ritos y observa los ritos de los demás, porque no hay otra. Luego marchará y siempre añorará la Fiesta Mayor de cuando niño, que no volverá jamás.

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