Qué tienen los gigantes de Sitges, no lo sé. Pero despiertan un inédito fervor entre los indígenas. Éstos afirman que son los mejores gigantes del mundo mundial y que no hay ninguno que pueda comparárseles. Llegados a este punto del discurso, les recomiendo encarecidamente responder que sí, que sí, que como ése no hay dos, qué razón tienes, etcétera, y no señalar que en tu pueblo existe un gigante que... ¡Chist! Los de Sitges no tienen igual y menos tendrán superior, caramba.
Los gigantes de Sitges no están desprovistos de méritos y es verdad que gozan de fama más allá de los lindes del municipio, pero no quería hablar de eso. Quería mencionar la idolatría gigantesca, llamémosla así. Porque los gigantes remedan esas imágenes de dioses y héroes que se sacaban a pasear en las fechas señaladas y son tratados como tales por el común.
Existe un complejísimo ritual alrededor de los gigantes que se inicia días antes de la Fiesta Mayor y concluye días después. Ahora sale de aquí para ir allá, ahora sale de allá para volver aquí, ahora se expone en este sitio, ahora en este otro, y ¡cuidado! Ahora se peina, ahora se viste, ahora se desviste, ahora preparan el ramo de la giganta, ahora subastan el ramo... En fin, un universo ritual en sí y para sí que no está al alcance de cualquiera.
Si quieren saber cómo funciona y qué toca hacer ahora con el gigante, mejor será que no acudan a uno de los antropólogos del lugar. No, no... ¡Pregunten a un niño indígena! Él sabrá perfectamente qué, cuándo y cómo, y no habrá que saber nada más.
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