He leído la primera novela de Natalia Ginzburg en una edición de bolsillo de Einaudi (cómo no), en italiano. Se titula La strada che va in città y la escritora comenzó a escribirla (en principio, como cuento) en 1941 y la publicó en 1942 con pseudónimo. Cuando acabó la guerra, volvió a publicarla, pero esta vez con su verdadero nombre. Ginzburg sonríe al señalar que nadie en su ciudad sabía quién había escrito esa novela, nadie sospechó que había sido ella.
Ginzburg fue una mujer de vida agitada y desgraciada, pero una gran mujer y además, una gran escritora. Su marido fue uno de los fundadores de Einaudi (una de las grandes editoriales italianas) y murió en manos de la Gestapo, en Roma. La Ginzburg se movió siempre en círculos intelectuales opuestos al fascismo y siguió militando en la izquierda una vez recuperada la democracia en Italia. Pero eso ¿qué importa? Sus novelas, ensayos, cuentos y reflexiones son de una belleza y una sutileza impresionantes. La psicología de sus personajes, el aire de tristeza, pero también el humor, de sus historias, la precisión de sus observaciones, nos aproximan a un mundo circunscrito a los círculos familiares, donde se desarrolla la tragedia y la comedia de la existencia humana. Son dramas que se desarrollan en la intimidad, pero no por ello menos bellos o intensos.
Por eso lamento que Natalia Ginzburg no haya tenido el éxito que merece en España. Por citar casos recientes, Lumen editó Léxico familiar en 2007 (dicen que es su mejor novela) y Familias en 2008 (la suma de tres novelas cortas, una de las cuáles es El camino que va a la ciudad); El Acantilado, Las pequeñas virtudes (2002) y Serena Cruz o la verdadera justicia (2010), ensayos; etc. Se han traducido sus mejores obras, pero sigue siendo una autora relativamente desconocida. ¡Qué lástima!
La strada che va in città es un historia sencilla, pero contundente. Es de lectura obligatoria en las escuelas italianas, porque es uno de esos libros que se narran con un lenguaje claro y sin complicaciones, que resulta fácil de comprender, pero que oculta un gran trabajo de escritura, pues ¡no es nada fácil escribir así!
La protagonista narra en primera persona su aventura personal. Lejos de ser una heroína al uso, es una muchacha simple y egoísta, nacida en una familia numerosa, agitada por la miseria económica y moral. Simplificando, conoce el amor, pero acaba en brazos de otro. El amor procede de Nini, un primo que la adora, un amor que no sabe reconocer, incluso sufriéndolo; el otro es el hijo de un médico de la ciudad, que estudia él mismo para médico, que goza de sus favores sin ánimo de ir más allá hasta que un día... En fin, que la deja embarazada. ¿Qué sucederá a continuación? Ahí les dejo, para no chafarles el final.
La historia, como ven, no es nada del otro jueves. ¡Tampoco lo es Madame Bovary! Pero Ginzburg traza con breves pinceladas el retrato de la hija de una familia del extrarradio que sólo aspira a convertirse en una burguesa con criada y amante. Los sentimientos de las personas implicadas son descritos con precisión y acierto y la verdad, se muestran más que se explican. Queda al descubierto la hipocresía de unos y de otros, el miedo del qué dirán, el servilismo o el pundonor... ¡Tantas cosas! Desde el punto de vista social, mete el dedo en la llaga de nuestra falsa y pública virtud; desde el punto de vista humano, es inmensa.
En resumen, léanla. Breve y buena. Una excelente combinación.
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