La brillante oratoria del presidente


Hace unos días, fue noticia que el presidente de la Generalidad de Cataluña, el señor Puigdemont (el del flequillo, no se confundan), fue sonoramente pitado en el acto de dar por iniciadas las fiestas de un barrio popular de Badalona. Razones para la pitada no faltan, cada uno tiene las suyas, pero quizá convendría leer el discurso que hizo el personaje ante los ciudadanos de Badalona. Aquí lo tienen, convenientemente traducido:

Buenas tardes a todos, buenas tardes. 
[Muchos pitos y gritos de protesta.] 
¿Me dejáis hablar? Y si no os gusta, silbáis después. 
[El presidente tutea al público, menuda muestra de respeto... Siguen los pitos y flautas.]
Dejadme hablar. 
[Se acostumbra el hombre al desacuerdo del público y la gente se cansa de soplar. Así que empieza.] 
Estimada alcaldesa, querido presidente: 
[Pausa significativa, pero no por los pitos, sino por ver a ver qué digo.] 
Quiero que sepas que para mí es un verdadero honor haber podido aceptar tu invitación y estar a vuestro lado en lo que es un evento de los más importantes que se pueden hacer en un pueblo, porque veo espíritu de pueblo, que es las fiestas populares. 
¿Qué es una fiesta popular? Una fiesta popular es cuando todos, todos, nos reunimos en el espacio público, hacemos un esfuerzo para construir una oferta lúdica que ponemos al servicio de todos y algo muy importante, que tú has señalado en tu discurso, que es que nos abrimos y nos gusta que la gente venga a vernos. 
Espero que disfrutéis mucho de la fiesta. Seguro que sí. 
Muchas gracias. Sabed que para mí es un verdadero honor estar en uno de los barrios más importantes de la zona metropolitana.
[Se acabó lo que se daba. Apoteosis de pitos y protestas. El orador cede el micrófono, con señales de alivio, porque ya puede irse a casa y sentirse querido en otra parte. Fin.]

Dejando aparte el tuteo que gasta el tipo, su oratoria da mucho en qué pensar. Por ejemplo, se menciona el Volkgeist (el Espíritu del Pueblo), tan ensalzado en el idealismo alemán desde que lo inventara Herder, aunque... Bien, ahí lo dejo. Sus definiciones, observaciones, reflexiones... no tienen desperdicio. No hace falta ser crítico literario o haber leído la Oratoria de Cicerón para adivinar que el presidente padece limitaciones del lenguaje, en grado crónico, y que un maestro de escuela le hubiera mandado repetir la redacción. ¡Y dicen que fue periodista...! ¡Claro que no se venden periódicos!

Yo pregunto si un tipo que habla así es la persona idónea para encabezar una revolución nacional. Qué digo una revolución nacional... ¿Le dejarían escribir una columna de opinión a la semana, a un tipo que prepara un discurso y le sale esto?

Ah, el poder y la estulticia conjuntados... Qué peligro.


1 comentario:

  1. Ya lo han explicado los filósofos clásicos y lo han reiterado los estructuralistas: hablar y pensar es una misma cosa. Podemos deducir que quien habla mal, piensa mal.
    Salud

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