Medio lleno, medio vacío, 20.000 euros


Un vaso más que medio lleno, 35.000 euros, a ojo.

Más o menos ahora se celebra, se ha celebrado o se celebrará (no lo tengo claro) la feria ARCO, donde se compran y se venden obras de arte contemporáneo. Los que sostienen que gran parte del arte contemporáneo es una farsa acuden a docenas a esta feria, porque allá tienen ejemplos de sobra para denunciar al emperador desnudo, señalando a tal o cual obra de arte y definiéndola, pura y simplemente, como una tomadura de pelo. 

La obra de Wilfredo Prieto, expuesta en ARCO.

Una de las obras de arte contemporáneo que más ha llamado la atención en el ARCO de este año ha sido Vaso medio lleno, de Wilfredo Prieto, un artista cubano que exhibe la galería Nogueras Blanchard. De entrada, tal y como está el arte contemporáneo, lo único que queda claro es que no es videoarte, al menos por el momento, pero no sabemos si Vaso medio lleno es una performance, una escultura o una pintura conceptual, o el puro concepto, o lo que sea, porque el arte contemporáneo no respeta ni los géneros ni los números y el primer problema es el de la clasificación o, dicho simplemente, el de saber qué es, de qué va, de qué se trata y otras zarandajas por el estilo.

Como podrán ver en la fotografía, la obra de Wilfredo Prieto es un pequeño estante de madera que sobresale de un muro... Aunque, ahora que pienso, ¿ese pedacito de madera, el muro mismo, forman parte de la obra de arte o son sólo los expositores? ¡Ah, las profundas reflexiones que genera la experiencia artística...!

Decía que hay un soporte de madera y encima del soporte un vaso de agua lleno (aproximadamente) hasta la mitad. Lleno de agua. Un vaso normal y corriente (medio) lleno de agua del grifo, o de donde sea. Así nace Vaso medio lleno.

Vaso de agua en plan Cincuenta sombras de Grey.

Aquí arranca la polémica, que no es pequeña. Un vaso con agua, así, tal cual, ¿es una obra de arte? Según los criterios actualmente vigentes, sí, porque el artista que concibió la obra dice que es una obra de arte. Antes ha dicho que él es artista, y uno también tiene que creérselo. A la que un crítico, un galerista, un coleccionista o un entendido vaya y le compre eso, lo que sea, se habrá dado carta de autenticidad al hecho de que Fulano de Tal es artista y, en consecuencia, por lo tanto, él dice qué es o deja de ser arte. Se acabó el problema.

Los críticos y descreídos ponen el santo al cielo cuando les vienen con estas milongas. Pero Nogales Blanchard vende el vaso de duralex y un centilitro de agua por 20.000 euros, ahí es nada. 

Preguntan al artista y ríe. Todo el mundo habla de él, sale en los periódicos, es objeto de mofa y también de severísimas reflexiones. Ha conseguido, en suma, ¡triunfar! Pero dice, mientras se burla del personal, que el precio del arte contemporáneo es el precio más alto que puede obtenerse de un coleccionista. En ese punto de la reflexión, se desvela el intríngulis del arte contemporáneo, y consiste en sacarle a un bendito con más dinero que seso entre las orejas veinte mil del ala por un vaso de agua. Si no veinte mil, mil, hasta cien euros. Si el coleccionista paga, damas y caballeros, ¡ars habemus! ¡Eso es arte (y salero)!

Versión social del artista contemporáneo.

El arte del camelo, del vendedor de humo, hasta del sinvergüenza, dirá más de uno, pero arte a fin de cuentas. Además, de ése que hace daño a los ricos, porque los pobres no pueden permitírselo y si alguien es tan imbécil que paga veinte mil euros por un vaso de agua, es que le sobran y merece perderlos. Nace así una visión social del arte contemporáneo, como elemento de (re)distribución de la riqueza. ¡Por eso la izquierda siempre se ha manifestado tan interesada en promover la cultura! Ah, ahí está el secreto... Los artistas son una especie de Robin Hood contemporáneo, que roba al rico que se lo merece. Un impuesto encubierto sobre las grandes fortunas. Qué maravilla.

Pero queda en el aire la cuestión del Vaso medio lleno. Los hay que alzan la voz diciendo que en verdad está medio vacío, pero si el artista dice medio lleno, medio lleno será, aunque lo cierto sea que contenga tantos mililitros de agua, punto. 

Entonces ¿se trata de una obra optimista? Porque se dice que el optimista siempre ve el vaso medio lleno y el pesimista, medio vacío. Se dice... Bah. Al revés de lo que se cree, el optimista tenderá a ver el vaso medio vacío y esperará llenarlo del todo. El pesimista, que no es más que un optimista bien informado, lo verá medio lleno y sabrá que será difícil aspirar a llenarlo más. El optimista, esperando la plenitud, padecerá la sed y el pesimista, resignado, la calmará ahora, sabiendo que el futuro es impredecible y generalmente, funesto y mejor será disfrutar el presente fugaz.

Performance: El creciente precio de las cosas.
De izquierda a derecha: 5.000, 15.000, 25.000, 30.000 y 40.000 euros.

Dejó ahí el debate, en el que se encienden las posturas enfrentadas, porque si uno paga 20.000 euros por un Vaso medio lleno ¿tiene derecho a considerarlo medio vacío? ¿A bebérselo? Peor todavía, si la empleada del hogar del coleccionista pasa un día por la sala y se encuentra un vaso de agua medio lleno encima de la mesa del salón, ¿qué hará con él? No puede negarse que el arte contemporáneo es un negocio arriesgado y polémico.

Los diputados catalanes recelan de Maite Masià


Avant la letre, ¿quién es la señora Masià? La recientemente nombrada directora adjunta de la Oficina Antifraude de Cataluña. ¿Por qué los diputados del Parlamento de Cataluña ponen en tela de juicio que sea adecuada para el cargo?

¡Qué respuesta más larga! Ya tuvo un cargo en la Oficina Antifraude de Cataluña, donde supervisó la redacción de las conclusiones de la comisión parlamentaria sobre el caso Palau. Concluyó que no había razones para sospechar que Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) cobrara comisiones a través del Palau de la Música o del señor Millet y que, en cualquier caso, esas pretendidas razones no podrían emplearse en un tribunal. Tal cual. El juez embargó la sede de CDC, poco después. Tenía sus razones para ello.

Luego apareció en las conversaciones telefónicas del caso ITV y ahí dió el salto a la fama. Era una amiga muy amiga (sic) de uno de los empresarios imputados y desde su nuevo cargo como directora del Instituto Catalán de Energía prometió toda su ayuda para que los cómplices de Oriol Pujol, secretario general de CDC, cobraran una subvención de 180.000 euros y se introdujeran en la inspección energética de edificios. 

Como el secreto de sumario se vino abajo por una delación, no hubo tiempo de recopilar más pruebas y se libró de ésta. Los imputados tampoco cobraron la subvención porque la señora Masià (a las conversaciones grabadas me remito) no supo explicarles muy bien cómo había que pedirla, y eso que era su trabajo explicarlo en numerosas charlas y conferencias. Pero, claro, la pillaron sin el pogüerpoin delante.

Como directora del Instituto Catalán de Energía, contrató a varias consultorías a dedo. Unas, de viejos amigos y conocidos; otras, de gentes relacionadas con CDC o con la familia Pujol. También contrató al cónsul honorario de Albania. Era éste un hombre de setenta años, llamado Calmet, que había sido un alto cargo de la era Pujol y que necesitaba este favor. ¿Qué trabajo hacía? No se sabe. Al mismo tiempo, se procedía a reducir la plantilla del Instituto Catalán de Energía, drásticamente. En dos años, la plantilla pasó de setenta y muchos a cuarenta y pocos empleados. El número de altos cargos y asesores, en cambio, no se redujo en la misma proporción. De hecho, ¿se redujo?

Finalmente, una minucia, pero una minucia que ilustra muy bien con qué personaje tratamos. La señora Masià cobraba dietas por asistir a todas las reuniones de consejos de administración obligadas por su cargo de directora del Instituto Catalán de Energía. Lo mejor, es que las cobraba aunque se celebraran ¡en su propia oficina! De sesenta a doscientos euros por reunirse en la habitación de al lado, donde obtener un certificado de asistencia. ¡Me apunto!

Etcétera, y uno se pregunta ¿no había nadie mejor para el cargo de directora adjunta de la Oficina Antifraude de Cataluña? ¿O quizá emplean la filosofía de emplear a un ladrón para pillar a otro ladrón? ¡Quién sabe!

Los parlamentarios catalanes se preguntan cosas parecidas a las que yo me pregunto, excepto los de CDC, naturalmente, que están encantados con esa mujer, tan solícita y dispuesta a lo que mande el jefe. Es el paradigma de la línea ética habitual de su partido en los últimos treinta y tantos años.

Así, el Boletín Oficial del Parlamento de Cataluña (BOPC) ha recogido estos días algunas preguntas parlamentarias que el Gobierno de la Generalidad de Cataluña tendría que contestar, oralmente o por escrito. ¿Alguien sabe cómo podría conseguir las respuestas del Gobierno? ¡Me gustaría mucho publicarlas!

En el BOPC 492 del 10 de febrero
(http://www.parlament.cat/activitat/bopc/10b492.pdf),
en la página 89, se pregunta:

¿Cuáles fueron las retribuciones anuales totales de la Sra. Maite Masià durante los años 2011, 2012, 2013 y 2014, en su condición de directora del Institut Català d'Energia (ICAEN)? ¿En qué conceptos retributivos se distribuyeron las retribuciones anuales totales de la Sra. Masià (salario bruto, dietas, indemnizaciones...)? 

Prosigue el interrogatorio:

Durante la etapa de Maite Masià como directora del ICAEN, ¿contrató este organismo al Sr. Josep Maria Calmet Iglesias para trabajar en dicho organismo? En caso afirmativo: ¿A cuánto ascendieron los costes sociales y salariales anuales de la contratación del Sr. Calmet, en concepto de cotizaciones a la Seguridad Social y cualquier otro régimen de protección social? ¿En qué conceptos retributivos se distribuyeron las retribuciones anuales totales del Sr. Calmet (salario bruto, dietas, indemnizaciones...)? ¿Qué funciones tenía asignadas el Sr. Calmet dentro del ICAEN?

Esas preguntas fueron remitidas el 27 de enero. Pero hay más.

El BOPC 502 del 24 de febrero
(http://www.parlament.cat/activitat/bopc/10b502.pdf)
publica una pregunta oral (p. 62) y varias por escrito (p. 73 y ss.).

La pregunta oral es clara y concisa:

¿Cuál fue el importe mensual abonado en nómina o transferido directamente en concepto de dietas por asistencia a órganos colegiados y gastos de desplazamiento, manutención, representación o similares a la Sra. Maite Masià durante su etapa de directora del Instituto Catalán de Energía (2011-2014)?

Alguien les ha ido con el cuento de sus dietas extrañas, o lo leyeron en los periódicos, donde se publicó no una, sino varias veces, con meses de diferencia.

Las preguntas por escrito muestran que la actuación de la señora Masià despierta muchos recelos entre los señores diputados. ¡No les faltan razones para desconfiar de ella!

Preguntan por los contratos de Entorn, SA Enginyeries i Serveis, que quieren conocer al detalle: para qué sirvieron, cuánto costaron, qué ofertas se presentaron y quién las presentó, por qué gano esta empresa y no otra el concurso (aquí nos vamos a divertir), etcétera. Entorn, SA Enginyeries i Serveis ha estado siempre en la órbita Pujol, ya me entienden.

Se pregunta lo mismo en relación a los contratos de la empresa Dribbling, SL, que anda metida en contratos muy raros que arregló el señor Crespo (CDC) en Lloret, imputado, entre otras cosas, por andar haciendo favores a la mafia rusa y ojalá que como partícipe en la corrupción que está destruyendo la sanidad pública catalana. Dribbling, SL, también es una empresa con apellidos convergentes (Saggi) y relaciones personales entre el entorno de la señora Masià y el entorno Pujol.

Tampoco escapan del interés de los señores diputados los contratos con Novatec Asesoria, SL, donde se pregunta por lo mismo: cuántos contratos, a qué precio, quién y qué ofertas presentó en el concurso, etc. Ya publiqué en El cuaderno de Luis que contrataron a la empresa y luego a uno de los socios, como si la empresa no fuera con él, para sumar entre los dos bastante más de cien mil euros... ¡sin concurso! También lo han publicado los periódicos.

Pero en este caso se añade una pregunta más: ¿Existía alguna relación profesional anterior entre la directora del Instituto Catalán de Energía y el administrador o responsable de la empresa Novatec Asesoría, SL? 

Pero ¡qué pregunta! ¡Claro que sí! El señor Beleta había sido el jefe de la señora Masià en un lobby que defendía los intereses de las empresas que generan mucho pipí de cerdo (sic) y se conocían de hacía tiempo. Eso es público y está publicado, pero el parlamentario tiene que preguntarlo y el Gobierno ya veremos cómo responde a eso.

No acaba ahí todo. Porque otra pregunta parlamentaria insiste sobre la contratación del señor Calmet. Pregunta:

¿El Instituto Catalán de Energía contrató al señor Josep Maria Calmet? ¿Cuál fue su fecha de contratación y extinción de la relación laboral, si hubo tal, el importe de su retribución bruta anual? ¿Qué razones justificaron su contratación? 

Qué razones justificaron... Sé lo que decían los mentideros del ICAEN. Hablaban de el Becario, el mote del cónsul honorario de Albania, que ganó gracias a su edad y a que no se sabía muy bien qué hacía exactamente o por qué casi nunca aparecía por la oficina, nunca antes de las 11 de la mañana. Los rumores decían que estaba ahí porque... porque no lo puedo decir, lástima. Pero la razón oficial resultará igualmente interesante (aunque será menos jugosa y seguramente, menos cierta).

En serio, cuánto me gustaría saber qué responderá el Gobierno. ¿A ustedes no?

"Historia de un crimen" y "Las Revoluciones de 1848" (y IV)


Victor Hugo, en la misma época que los retratos de Marx que hemos visto antes.

Victor Hugo era un tipo fenomenal. Es decir, un fenómeno. Un tipo que no dejaba a nadie indiferente. El gran Flaubert decía de él que era el más grande escritor que había parido Francia; después de leer Los Miserables, dijo (textualmente) que era un mierda. Parece que la obra no le gustó. 

Así era Hugo, grande, porque sólo los grandes son capaces de fascinar e irritar a los demás grandes con tanta intensidad. En política, lo mismo. Para muchos franceses fue un referente moral y para algunos, una molestia permanente, porque no dudó en defender sus propias ideas con verdadera pasión, pero también justa y ecuánimemente. No se mordía la lengua, vamos.

Victor Hugo cuando joven. Apuntaba maneras de genio y obstinación.

Era un diputado de la izquierda (de entonces) y conociéndole, no podía ser de otro modo. Si leen Los Miserables, sabrán por qué lo digo. Comenzó siendo conservador, y era natural que fuera así, porque era un burgués típico y le iba bien siéndolo. Pero, como ya he dicho, no podía tener la boca cerrada y denunciaba los abusos de poder con tanto énfasis que se vió, poco antes del golpe de Bonaparte, defendiendo el sufragio universal y la desaparición de la censura, combatiendo el monopolio de la Iglesia católica en la enseñanza y oponiéndose a la reelección del presidente (Bonaparte). 

El diputado Baudin poco antes de ser víctima de los soldados de Carlos Luis Napoleón, el 3 de diciembre de 1851. Fue una de las primeras personas en caer bajo las balas de la sublevación militar y un mártir de la Asamblea Nacional. Hugo describe su suerte con especial intensidad.

Ni que decir tiene que cuando Bonaparte dió el golpe de Estado, se encontró con Victor Hugo enfrente, oponiéndose a sus designios. Activo contra el golpe de Estado, arriesgándose a morir fusilado, acabó en el exilio.

Ahí publicó Napoleón, el Pequeño, un panfleto que deja al que sería Napoleón III de vuelta y media. También publicó Los castigos, una novela que sucede en época del Segundo Imperio. Pero no nos olvidemos de Historia de un crimen, que comenzó a escribir el día después del golpe de Estado, en caliente, y publicó veinticinco años más tarde, una vez Francia libre y con la Tercera República.

Victor Hugo e Historia de un crimen.
Imagen promocional de Hermida Editores.

Ése es el libro que ha publicado hace poco Hermida Editores, traducido por Juan Samit Martí y prólogo de Jaime Fernández Martín. 

¿Qué quieren que les diga? ¡Es Victor Hugo! Por lo tanto, es emocionante, apasionado, deslumbrante, aunque las más de las veces un lector español no sepa de qué le están hablando, porque se le escapa la historia de Francia. Bah, en unas páginas ese detalle no importa demasiado.

Un escuadrón de gendarmes a caballo víctima de la ira popular.
Luego llamaron a los cañones y se acabó la risa.

Hugo es justo en sus juicios. Si un diputado arriesga su vida o su libertad defendiendo la legalidad vigente, es alabado y aplaudido por Hugo, sea de izquierdas, de derechas o de cualquier otra parte. Lo que vale para un diputado, vale para un obrero, y sobran los ejemplos. Ahora bien, si uno es miserable o cobarde, no se preocupen, que Hugo lo deja en su sitio con maravillosa y contundente prosa.

Es la historia de una derrota y un desengaño, de una tragedia. Pero es también la historia de quien permanece fiel a sus principios, considera un deshonor incumplir la ley y un deber defenderla y defender al pueblo que se ampara en ella... ¡aunque el pueblo se resista a defenderse! Permanece la esperanza y el orgullo del deber cumplido. ¡Qué gran lección para todos nosotros! Pregunto (y me pregunto el primero) cómo nos comportaríamos ante una situación semejante. 

Qué libro más diferente a Las Revoluciones de 1848 de Marx. Pero también, qué interesante comparar éste con Historia de un crimen. Dejo las conclusiones de la comparación al lector, si le apetece. Hugo es más divertido que Marx (quién pretenderá negarlo). Marx aprovecha un texto periodístico para otorgar la mayoría de edad al materialismo histórico y a las tesis marxistas de la lucha de clases, lo que no es poco. 

Si me dan a escoger, prefiero leer a Hugo y las razones saltan a la vista. Si he de señalar cuál de los dos libros ha sido más influyente en la reciente historia universal, gana Marx de calle y sin discusión posible. 

Si buscamos lecciones políticas o morales (vienen a ser lo mismo), tendríamos que compartir la pasión de Hugo por la justicia y aplicar el frío análisis de la injusticia que hace Marx. Y no se trata de darle o quitarle la razón a nadie, de estar de acuerdo o en desacuerdo con uno, otro o ambos. Aquí se busca aprender de y con los dos, algo muy diferente y mucho más interesante.

"Historia de un crimen" y "Las Revoluciones de 1848" (III)


Desde el punto de vista de un socialista de la primera mitad del siglo XIX, la clara victoria de Napoleón III, que se impone con el voto de los franceses más pobres, es incomprensible. La reacción ¡afianzándose con el voto del pueblo! La burguesía triunfa porque el proletariado ¡cede! Pero ¡esto es la historia al revés! La lucha de clases ¿no acababa de otra manera?

Las barricadas de la revolución de 1848 en París.

Marx se atraganta y pilla un berrinche de padre y señor mío. Lo que comenzó como el curso inevitable de la historia se había convertido en una farsa. Toda su teoría se va al carajo (perdón) sin más que leer los periódicos. Parece que lo que debería de ser no es y el historicismo marxista, en verdad, no funciona.

¡Que te crees tú eso!, exclamó Marx, y publicó entonces Las Revoluciones de 1848

¡Qué gran obra! Echa toda la bilis que lleva dentro. Si creen que el marxismo no puede ser sarcástico, no conocen a Marx echándole los perros a Napoleón III. La historia se repite, dice. La primera vez es genial y la segunda, ridícula, añade. Cualquiera con ojos en la cara sabrá ver que tío (Napoleón) y sobrino (Napoleón III) no se parecen en nada, pero Marx pone el dedo en la llaga al calificar el bonapartismo de Napoleón III de vodevil y a su protagonista, de payaso. 

Marx hizo grandes progresos demostrando que el marxismo podía explicar por qué el marxismo no podía explicar por qué el marxismo había fallado al evaluar la revolución de 1848 que no resultó ser lo que habían creído que iba a ser, o algo parecido.

Es una obra densa porque Marx escribe densamente. La culpa la tiene el origen hegeliano del marxismo, que se deja notar en su verbo. ¡Cuánto daño ha hecho Hegel a la claridad de las ideas...! Pero Marx también es un escritor lúcido y magnífico. Examina los hechos con frialdad y los analiza con sumo cuidado. Cabe decir que es también un gran periodista. 

Echa pestes del lumpen, por primera vez, extensivamente (mal) tratado por escrito. Acusa a estos proletarios desclasados y miserables de echarlo todo a perder. De esta reflexión, la necesidad del adoctrinamiento de la clase obrera y la importancia de la formación del proletario, hasta ese momento descuidados. Aquí nacen la política moderna y la propaganda política que conocemos hoy. 

Marx se las ingenia para defender las tesis de la inevitabilidad histórica. Sencillamente, se lamentará, todavía no había llegado la hora. Después de analizar causas y efectos con la precisión de un entomólogo, concluye que todo fue un engaño de la burguesía, porque esa revolución nunca llegó a ser proletaria. Pero la próxima... ¡Ah, la próxima...!

De ahí que los críticos del marxismo digan que el marxismo no puede ser científico (aunque pretenda serlo), porque, pase lo que pase, siempre da con una explicación que justifique lo sucedido a la luz del materialismo histórico (a posteriori, naturalmente). Pero después de 1848 vino 1917 y los marxistas ya tienen leña para alimentar el debate. 

Queda, pues, una gran obra de la política, de ésas que, sea uno marxista o no lo sea, debería de leer si se interesa por las Ciencias Políticas. 

Ahora bien, cuánto gana esta obra (¡cuánto ganamos nosotros!) si también leemos Historia de un crimen, de Victor Hugo.

Las pilas del audífono de Pujol

¿Cómo dice? ¿Millet? ¿Prenafeta? ¿Andorra?
¡Lo siento, pero se me han acabado las pilas!

Este lunes, el que fuera presidente de Banca Catalana, de Convergència Democràtica de Catalunya y de la Generalidad de Cataluña durante un montón de años, que perdió el título de muy honorable a petición propia en vez de verse privado de él, como hubiera sido de esperar, este lunes, decía, el señor don Jordi Pujol fue a declarar a la comisión parlamentaria del Parlamento de Cataluña que pretende (en vano) abrir las ventanas y echar fuera del país los aires de corrupción que hace tanto tiempo están apestándolo todo.

El sinvergüenza pasó ciertos apuros, porque a nadie le gusta que le lean la cartilla, pero también porque se le había gastado la pila del audífono. 

¿Saben? Es que no oigo bien, decía, cuando un diputado le ponía de vuelta y media, y el solícito presidente de la comisión, muy atento, iba a decir servil, iba repitiéndole lo que no había oído y estaba más por el invitado que por su labor. Le hacía reverencias y le encendía y apagaba el micrófono, o le pedía permiso (¡sí! ¡le pedía permiso!) para que los miembros de la comisión (todos de acuerdo) pudieran hablar cada uno de ellos un minuto más. 

El sinvergüenza se valió de esa repentina sordera para disimular y dejar de escuchar a discreción. Cuando quedaba claro que ya no le valía el disimulo, comenzaba a exclamar ¡Esto no es serio! ¡Esto no es serio! y se negaba a responder. Luego, reía. Sí, reía.

Nada, que sigo sin pillarlo, no sé de qué me está hablando.
¿Puede decírmelo un poco más alto? Mecachis, las pilas.

El audífono sin pilas del señor Pujol es todo un símbolo en sí mismo. Su propietario siempre se ha negado a dar explicaciones. ¡Ahora no toca! era su máxima. ¡Es que me he quedado sin pilas! dice, cuando ahora sí que toca.

Trágico, cómico, sin duda patético, el emperador desnudo... y sordo.

"Historia de un crimen" y "Las Revoluciones de 1848" (II)


Como ya he dicho, el sobrino de Napoleón (el de verdad) se presentó a las elecciones... ¡y ganó!

Parte de su éxito se debió a que se hacía llamar Napoleón Bonaparte, no Carlos Luis Napoleón Bonaparte. También se presentó como adalid del catolicismo conservador, lo que le valió el apoyo de la Iglesia y los franceses más conservadores. Prometía una Francia de nuevo grande y temible, y los militares aplaudieron la idea. Además, añadía a su ideología un liberalismo burgués conservador, un poco de socialismo utópico de pacotilla, mucho romanticismo nacional y una caradura impresionante. Una mezcla extraña, que dió buen resultado.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte con cara de pocos amigos y la Legión de Honor.

Arrasó. Cinco millones y medio de votos, ahí es nada. El voto del campesino francés fue decisivo. Cuentan que el nombre de Bonaparte les era tan conocido como desconocido el de los demás candidatos y puestos a votar...

Pronto se enfrentó a la Asamblea Nacional. Tanta revolución, tanta barricada, y los diputados de la Asamblea Nacional resultaron ser en su mayoría de derechas monárquicos (¡!). No tardó en manifestarse contraria al sufragio universal, que suprimió a la primera oportunidad. El nuevo Napoleón se aprovechó de las circunstancias y se convirtió en un adalid contra la tiranía (sic) de la Asamblea Nacional. Pero no nos engañemos, defendía el sufragio universal porque el voto del campesino le otorgaba la victoria en las urnas, y ésa la necesitaba para afianzarse en el poder. También defendía un régimen más presidencialista, poder repetir como presidente y además, un mandato presidencial más largo. 

Hubo un tira y afloja constante entre el presidente y los diputados, pero ninguno percibió el peligro que suponía Bonaparte y éste tuvo tiempo para preparar un golpe de Estado sin que nadie se entrometiera en sus asuntos.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte como recién proclamado Napoleón III.

El 2 de diciembre de 1851, da el golpe. El ejército toma París. Detienen a los diputados que pueden encontrar. La policía persigue a cualquiera que se oponga al alzamiento. El presidente se presenta como defensor de la democracia frente a la Asamblea Nacional. Promete devolver el sufragio universal a los franceses, pero lo cierto es que se impone por la fuerza, aplica una férrea censura y se vale de la policía para reprimir cualquier queja. La cárcel, el exilio y algún que otro pelotón de fusilamiento ponen orden en las calles y las barricadas que se alzan, al fin, duran menos que nada. 

Aquí, con ropas civiles, pero con la corona cerquita.

Un plebiscito lo aclama dos meses después. Su reforma constitucional promete un mandato presidencial de diez años, pero en diez meses ya ha nacido el Segundo Imperio y el presidente se hace proclamar (ahí es nada) Napoleón III. Lo que viene después meterá a Francia en Suez, Crimea, Méjico, Ecuador, Italia y finalmente, trágicamente, en una guerra que acabará en derrota y hará caer el régimen, la franco-prusiana de 1870, que se originó por un quítate, que voy yo, en una pelea por ver quién podría ser rey de España (sic). Sin esta derrota de Francia, sin lo que implicó el triunfo indiscutible de la Prusia de Bismark, cuesta explicar la Gran Guerra de 1914.

Pero no vayamos tan deprisa.

"Historia de un crimen" y "Las Revoluciones de 1848" (I)


La Libertad guiando al Pueblo, de Delacroix.
¿Dónde? ¡En una barricada!

¡A las barricadas! fue una de las proclamas más frecuentes en París durante la primera mitad del siglo XIX. El recuerdo de la Revolución Francesa se opuso repetidas veces a la tiranía, con mayor o menor fortuna. La lucha en las barricadas protagoniza la última parte de Los miserables, la famosa novela de Victor Hugo. Esa vez fue una revuelta fallida, como tantas, pero bien vale para hacerse a una idea de cómo se veían las barricadas desde dentro.

En febrero de 1848, Marx y Engels publican la primera edición del Manifiesto Comunista. Diez días después, ya se oyen en París los gritos de ¡A las barricadas! En tres días, del 23 al 25 de febrero, la insurrección popular acabó con la monarquía constitucional de Luis Felipe I, el que sería el último rey de Francia, e instauró la Segunda República Francesa.

Marx, hacia 1880.
Una barba revolucionaria.

Marx no salía de su asombro. Venga el Manifiesto, venga la revolución. ¡En menos de dos semanas! Los marxistas creen en la inevitabilidad del curso de la historia, pero tanta puntería ensoberbece a cualquiera y Marx disfrutó de lo lindo al ver sus predicciones cumplidas con tanta exactitud y ¡no presumió poco!

Porque, atención, la revolución de 1848, aunque burguesa, fue la primera que contó con un movimiento obrero (proletario) organizado e independiente, consciente de formar una clase social y anhelante de ampliar sus derechos políticos y sociales. Ese movimiento obrero actuó por su cuenta y la burguesía tuvo que negociar con él para obtener su apoyo en la revolución. A cambio, obtuvo el sufragio universal (para los varones), la reducción de la jornada laboral (que quedó en 11 horas al día) y el derecho al trabajo de todos los ciudadanos.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte, en 1862.
Bigote ridículo y barba de chivo.

El problema vino pocos meses después y se personaliza en un personaje entre ridículo y siniestro, Carlos Luis Napoleón Bonaparte. Era hijo de Luis Bonaparte, hermano del emperador Napoleón y rey títere de Holanda. Los herederos de Napoleón fueron muriéndose y Carlos Luis Napoleón se encontró, en 1832, como heredero de los derechos dinásticos (¿?) de su tío. 

El tipo se lo creyó y en 1836 intentó un golpe de Estado en Francia, que fracasó estrepitosamente. En 1840, lo volvió a intentar, emulando el desembarco de su tío regresando de Elba, cruzando el Canal de la Mancha con unos pocos fieles y desembarcando en Francia, pero Carlos Luis Napoleón no era Napoleón y tan pronto puso pie a tierra lo pillaron y lo metieron en prisión. Se escapó, seis años después, y ¿qué hace en 1848? ¡Se presenta a las elecciones! ¿Y qué ocurre? Que en noviembre de 1848 es elegido presidente de la Segunda República Francesa.

Elecciones municipales (I)


Se acercan las elecciones municipales. Les ayudaré a decidir su voto en varias entregas, o quizá cuestione su decisión. Comenzaré por dos lápidas al pie de una estatua que Barcelona dedicó a un antiguo alcalde. Vean, lean y luego les diré.

Siendo alcalde 
de Barcelona 
alcanzó 
para la ciudad 
prosperidad y renombre.

Con ilustrada iniciativa
y actividad incansable 
protegió la industria 
y enalteció 
las ciencias y las artes.

Pues, bien, ahora viene la pregunta: ¿Dedicarían ustedes un monumento con semejantes inscripciones al alcalde Trias? 

Los opositores a sustituirlo, que no rían tanto, porque la pregunta también vale para ellos, pues ¿los ven ustedes capaces de merecer tan alto honor de aquí a unos años?

Vistas las fotografías, hechas las preguntas, dejaremos el debate para otra ocasión.

El tipo de la trompeta


Ampliando una fotografía, me he encontrado al tipo de la trompeta. ¡Barcelona está llena de sorpresas! Para que luego digan. 

El automóvil prohibido


La limusina aerodinámica de Tatra, una revolución.

Uno de los automóviles más interesantes de los años treinta es checoslovaco y relativamente (sólo relativamente) desconocido. Sin embargo, su influencia en la historia del automóvil es más que notable. Allá donde uno fijara su atención en él, encontraba algo nuevo. Inspiró al doctor Porsche el diseño del Kdf Wagen (el Escarabajo de Volkswagen) y cambió para siempre la imagen de los automóviles. Se adelantó un año al Chrysler Airflow (1934) y se le considera el primer automóvil de serie del mundo diseñado con criterios aerodinámicos. Hablamos del Tatra 77.

El origen de este automóvil se debe a un ingeniero alemán de origen húngaro, Paul Jaray. Se había formado en la Luftschiffbau Zeppelin (LZ), la famosa fábrica de zepelines. En los años veinte, nadie sabía más de aerodinámica que los ingenieros de LZ y ninguno de ellos sabía más que Jaray. LZ perfeccionó los túneles de viento y aplicó sus conocimientos a toda clase de vehículos. Jaray investigó sobre la aerodinámica de los automóviles y en 1927 se instaló por su cuenta. 

Cuatro diseños aerodinámicos en los que trabajó Jaray. De izquierda a derecha, el Tatra 77 y tres prototipos, el de un Fiat Balilla, un Maybach y un Auto Unión.
El Lancia Y10 (1985) también debe su trasera a un diseño patentado por Jaray en 1927.

Se ofrecía para diseñar carrocerías aerodinámicas y cedía los derechos de sus patentes a las empresas automovilísticas. Pero nadie le hizo demasiado caso. Entonces, justo entonces, recibió una oferta de Tatra. 

El Tatra 77 se debe al genio aerodinámico de Jaray, es cierto, pero tiene otros padres. Hans Ledwinka, el ingeniero jefe del proyecto, que puso todo su empeño en diseñar un automóvil revolucionario, fue uno; el otro fue, sin duda, Erich Übelacker, que diseñó la carrocería. El proyecto fue secreto, secretísimo. Se construyeron y probaron cuatro prototipos en 1933. Se inició la producción del vehículo y el 3 de mayo de 1934, en Praga, se presentó ante el público.

No puede negarse: el T77 era un modelo lujoso y elegante.

Hubo debate en Tatra. Unos querían un coche barato, pero se optó por una berlina lujosa y potente. Es más barato construir un coche caro que uno económico, porque la ingeniería de la cadena de montaje y la producción en masa requiere mayor inversión. Los ingenieros de Tatra (especialmente Ledwinka) propusieron probar con un coche caro y ver el resultado. Si la propuesta era bien acogida, iniciarían la construcción de un automóvil más económico.

Un T77A. Un cochazo impresionante.

El Tatra 77 sorprendió a todos. Primero, por su carrocería estilizada (más correcto sería decir aerodinámica). Su coeficiente de rozamiento era bajísimo (aún hoy). Los periodistas lo vieron alcanzar los 145 km/h sin despeinarse, fácilmente, ¡con un motor de 60 CV! A los 100 km/h, el Tatra 77 se conducía como si nada, sin esfuerzo. Esto ahora nos parecen tonterías, pero no había coche igual en el mundo en 1934. En 1935, se presentó un modelo mejorado y más potente, el T77A.

El T77, el T87 y el T97 tienen todos una estructura parecida.
La misma que tiene el Kdf Wagen, por cierto.

El T77 y el T77A de serie se construyeron alrededor de un chasis tubular central de acero y con un motor trasero de ocho cilindros en V de 3,4 litros, refrigerado por aire, que daba 75 CV de potencia y permitía superar los 150 km/h (T77A). Los ingenieros checoslovacos hicieron un alarde de ingeniería: un motor construído casi todo con aleación de magnesio, ultraligera, con válvulas en cabeza, cámaras de combustión hemisféricas, cárter seco; una suspensión independiente en las cuatro ruedas y de nuevo aleaciones ligeras para la transmisión, los ejes, la suspensión y la carrocería. 


El interior de un T77 restaurado. 
Observen el volante, al centro.
La visibilidad trasera no era muy buena.

Una curiosidad. El conductor se sentaba en el centro y tenía un pasajero a cada lado. Eso era conveniente para las exportaciones, porque en Checoslovaquia todavía se conducía por la izquierda mientras que en el resto de Europa, por la derecha. Prototipos aparte, fabricaron 249 unidades.

No todos los T77 eran negros, como puede verse.

El coche causó sensación. Fue el protagonista del Salón del Automóvil de París y se dice que Hitler (otros dicen que fue Todt) exclamó en voz alta ¡Ése es el coche de mis autopistas! Poca broma, porque lo hizo justo cuando le encargaba al doctor Porsche el diseño del Volkswagen, el coche del pueblo, el automóvil que los trabajadores alemanes podrían comprar y conducir por la autobahn (autopista). 

Aunque las autopistas fueron cosa de la República de Weimar, Hitler se apropió de ellas y las convirtió en instrumento de propaganda. Tenía las autopistas, pero le faltaban los automóviles que circulasen por ellas. Ahí aparece el doctor Porsche. En pocas palabras, Hitler le dijo a Porsche ¡Quiero un coche como ése! Y lo dibujó en una servilleta de papel (de ahí que corra la leyenda que insinúa que Hitler diseñó la carrocería del Volkswagen).

Los ingenieros de Tatra no se quedaron ahí y mejoraron en T77 y el T77A. Descubrieron que era pesado por detrás y distribuyeron mejor los pesos. Colocaron un motor más potente. Así nació el Tatra 87 (T87), en 1936, que siguió fabricándose hasta 1950 (con el paréntesis de la guerra en medio). 

El T87, el gran automóvil de Tatra.

El T87 tenía un motor posterior, refrigerado por aire, un ocho cilindros de 3 litros con una V de 90º y 85 CV de potencia. Alcanzaba los 160 km/h. Cualquier otro coche de la época necesitaba un motor dos veces más potente para alcanzar esa velocidad. Después de la guerra, el motor pasó a ser un V8 T603 de 2,5 litros, más moderno y de parecidas prestaciones. Era un automóvil magnífico, cómodo, veloz.

El T97, la versión popular de las limusinas aerodinámicas de Tatra.

También fabricaron una versión popular, el Tatra 97 (T97). Era más pequeño que sus lujosos hermanos y tenía un motor boxer de cuatro cilindros refrigerado por aire, también en la parte de atrás, de 1,8 litros que daba alrededor de 40 CV. Aún así, el T97 podía alcanzar los 130 km/h. 

Chasis y motor del T97. Las semejanzas con el Kdf Wagen son evidentes.

Este automóvil es el padre del Kdf Wagen del doctor Porsche. Él mismo reconoció diseñar su Volkswagen con la mirada puesta en los diseños de Ledwinka, al que copió directamente en algunos detalles. ¡Era tanta la urgencia...! 

Tatra denunció a Volkswagen por copiar algunas de sus patentes sin permiso. Los nazis desestimaron las demandas y cuando invadieron Checoslovaquia (1938) ordenaron interrumpir la fabricación del T97. Se habían fabricado poco más de 500 T97 hasta ese día. La opinión es unánime: el T97 era mejor que el Volkswagen y los ingenieros alemanes (y nazis) no podían tolerar verse superados por los ingenieros checoslovacos.

El T97 (izquierda) y el Kdf Wagen (derecha). Porsche copió a Ledwinka.

La anécdota es que la demanda contra Volkswagen volvió a presentarse después de la guerra. En 1967, el asunto se zanjó cuando Volkswagen pagó a Tatra una indemnización de tres millones de marcos.

Mientras el T97 caía en desgracia, el T87, la versión lujosa, caía en gracia. Todos querían uno. El doctor Wankel (inventor del motor Wankel) tuvo uno; Ernst Heinkel (el fabricantes de aviones), también; el general Erwin Rommel era muy aficionado al T87 y conducía el suyo siempre que podía. En esos tiempos de corrupción y dinero fácil, muchos jefes del partido nazi se convirtieron en nuevos ricos y corrieron a comprarse un Tatra.

Ahora fíjense en un detalle. El modelo berlina del T87 tenía una característica aleta de tiburón encima del motor, una especie de timón que le daba un aspecto futurista... pero que impedía que el coche se fuera de atrás a alta velocidad. Porque el coche era capaz de correr a gran velocidad, era cómodo y no se notaba que correr tenía sus peligros. Es la historia de siempre. Uno se deja llevar por la soberbia, le gusta presumir de machote, se fía, se deja llevar y cuando se despista... ¡paf! ¡Que no somos pilotos!

El T87 matanazis, con matrícula checoslovaca, pero circulando por la derecha y con el volante a la izquierda. 
Es decir, construido en 1939 o 1940, en la Checoslovaquia ocupada.

Es aquí adonde quería ir a parar. Pronto, en Alemania, el T87 fue conocido como matanazis. Cualquier jefazo del partido se compraba uno y a la que se despistaba, pisaba fuerte en la autopista y... ¡adiós! ¡Uno menos! 

Tal fue la escabechina del matanazis que el NSDAP (el partido nazi) emitió una circular recomendando a sus jefes locales que no se comprasen un T87. No es broma. Puestos a matarse, con un Mercedes.

Porno para mamás, merchandising y baby boom



Corre un chiste por ahí que dice que en octubre comenzarán a llenarse las salas de Maternidad. La razón, continúa diciendo, es que coinciden este sábado el día de San Valentín, Carnaval y el estreno de Cincuenta (o 50) sombras de Grey, la película. 

Dicen los chistosos que esa acumulación de eventos será más que suficiente para incrementar el fornicio intempestivo y fogoso, sin las debidas precauciones, lo que traerá sus consecuencias. Ya saben: niños. Pero permítanme ser aguafiestas, porque, por la misma razón se beneficiarán las enfermedades venéreas, pero esto ¡no se menciona!

He conseguido aguar la gracia del chiste mentando la bicha y eso nos permite hablar ahora en serio, aunque les vaya a parecer que no. Diarios de normal aburridos como The Financial Times, Fortune o The Economist también analizan la coincidencia de San Valentín y 50 sombras de Grey. Piensen lo que quieran de una cosa y la otra, pero no podrán negarme que estamos frente a un negocio, y en eso se fijan los periodistas que digo. 

Hay una cosa que se llama merchandaisin (se pronuncia merchadising), que consiste en vender cosas relacionadas con una marca, un libro, una película... Por ejemplo, vasos donde ponga Coca-Cola, camisetas con el scudetto de Ferrari y cosas por el estilo. La película Star Wars marcó un antes y un después en el merchandaisin, pero 50 sombras de Grey también podrá hacer historia, a decir de los articulistas mencionados.


Sostienen que el negocio de ropa interior sofisticada se disparará en los próximos meses. Puntillas, tangas de leopardo, braguitas de colorines, sujetadores y fajas old-fashion y un qué sé yo de ropa interior poco convencional incrementarán significativamente sus ventas, dicen. También se frotan las manos los fabricantes de fustas, látigos, antifaces, máscaras, esposas, collares de perro y demás instrumentos que suelen emplearse en las tormentosas relaciones que narran los libros y ahora, la película. En total, hablamos de ¡muchos millones de dólares!

Aunque 50 sombras de Grey es calificada despectivamente como porno para mamás, se considera una mala novela (de hecho, un bodrio) y ya no les digo qué piensa el feminismo del cuento, aunque, como iba diciendo, podamos hablar mucho y mal tanto de la novela como de la película, con sobradas razones para ello, nos enfrentamos a un fenómeno que ha puesto patas arriba el mundillo editorial y muchas cosas más. 

Cualquier escritor vendería su alma al diablo por haber sido el autor del libro, que el reconocimiento de la posteridad no da para comer, pero millones de libros vendidos al año dan para mucho. Todas las editoriales que conozco se mueren de envidia y se preguntan por qué no publicaron ellas 50 sombras de Grey. Millones y millones de lectoras pasan por encima de cualquier crítica que pudiéramos hacerle al libro y se manifiestan felicísimas y encantadas. ¡Estamos ante un fenómeno de masas! Además, esas lectoras tan satisfechas han cambiado sus hábitos (de lectura).


La novela romántica siempre ha sido la más vendida, pero no se decía y sus lectoras, además, procuraban disimular su afición. Eso, antes. Ahora ya no es así. En las librerías, la que fuera sección de novela romántica (50 sombras de Grey es un novelón romántico de los de toda la vida) ahora se llama romántica-erótica, que queda más guay. Si antes los novelones románticos se guardaban en la última estantería y uno (una) tenía que ir a buscarlos casi de escondidas, ahora se exhiben en las mesas de la entrada. Simplemente, venden, venden y no dejan de vender, y ya no hay que pasar vergüenza al comprarlos. 

Ésa ha sido la revolución de 50 sombras de Grey. Ya no hace falta forrar el libro para ocultar la portada. Ahora, hasta se presume de moderna y sofisticada por leer esas cosas. La rodeó con sus musculosos brazos y le ofreció sus trémulos labios ya no son tópicos ninguneados, sino garantías de éxito. Atención, pues, escritores. Aprieten los dientes, cierren los ojos y escriban, al dictado, la rodeó con sus musculosos brazos al menos cien veces. Es una forma como cualquier otra de romper el hielo.

En éstas ¡sólo faltaba la película! Y si hemos dicho que el negocio de los fabricantes de ropa interior y artículos de cuero se incrementará apreciablemente los próximos meses, ahora tenemos que añadir que el merchandaisin de la película (y del libro) 50 sombras de Grey es y será apabullante. El desembarco de Normandía del merchandaisin y la publicidad. Se venden kits de sadomasoquismo suavecito con autorización de la autora, efectos de maquillaje, corbatas, llaveros, camisetas... ¡Vino! ¡Ositos de peluche! Cualquier cosa que puedan imaginarse relacionada con la película o con el libro. Todo está a la venta, y se vende como rosquillas.


Este San Valentín, cuando el chico esgrima la fusta y diga Ahora vas a ver lo que es bueno, la chica dirá Oh, qué ilusión, justo lo que quería y no el canónico ¿Adónde vas con eso? Y para los que prefieren Sant Jordi (San Jorge) a San Valentín, cuidado: este año se llevarán las rosas con pinchos. Ya están avisados.

La Maurer y la maletita de los recuerdos


¡Anda! ¡Lo que he encontrado en el armario!

Uno de los primeros recuerdos que guardo en mi memoria es haber seguido por televisión el primer viaje a la Luna. El despegue del Apollo XI quedó grabado en mi sesera entonces y sigue fascinándome ahora. Perdemos de vista que esa aventura ha sido la culminación de muchos años de ciencia, tecnología y civilización. Quizá ese recuerdo me haya vuelto un poco lunático, como demuestra la lectura de El cuaderno de Luis. Lo siento, qué le vamos a hacer.

Armstrong, con barba de un par de días, camino de la Luna.

Si hoy volviésemos nuestra vista al proyecto Apollo, nos llevaríamos las manos a la cabeza. El ordenador de la NASA que dirigió todas las operaciones no sería tan potente como uno de nuestros modernos esmarfones (pronúnciese, smartphones) y el ordenador que llevaban los astronautas consigo era poco más o poco menos equivalente a una calculadora a pilas. 

La nave misma sería, vista con nuestros ojos, un montón de chatarra. Interruptores, bombillas, cables, donde hoy tendríamos pantallas táctiles multifunción chachiguays, leds y fibra óptica. Un ingeniero de la época dijo que las naves del proyecto Apollo eran muy fiables, pues tenían un 50% de posibilidades de devolver a los astronautas a la Tierra vivitos y coleando. Del otro 50% mejor no decimos nada. Cada viaje en el Apollo era una apuesta a cara o cruz. Cara, salimos vivos de ésta. Cruz... ¡Pum!

La bolsa en 1969, camino de la Luna. Ella también estuvo ahí.

Tal era el cachivache que la NASA diseñó una bolsa portaobjetos (sic) para guardar cosas averiadas. Cada dos por tres había que cambiar una bombilla, un interruptor, apretar un tornillo... Los astronautas tenían mucho trabajo de chapucillas durante el vuelo, aparte de sus muchas otras ocupaciones. A veces, no había tiempo de dejar las cosas en su sitio y de ahí el invento de la bolsa. Si había prisas o urgencias, las piezas sueltas se metían en el interior de la bolsa y luego ya se guardarían en su sitio. Dentro de la bolsa, para no dejar que flotaran por ahí e hicieran daño a alguien. 

Era un bolsa de tela blanca y acababa llena de cosas inservibles. Hace unos días, la viuda de Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna, encontró una bolsa como ésas en un armario de su casa. Era (atención) la bolsa. Si, sí, la bolsa que el astronauta llevó consigo en el primer viaje a la Luna. 

La mujer no sabía que era eso que había encontrado, exactamente. Había cables, interruptores, lo que parecían unas correas y una cámara tomavistas. Lo fotografió todo y envió las fotografías al Museo del Aire y del Espacio en Washington, DC, preguntando si les interesaban para su colección, preguntando qué era todo aquello. El encargado del museo dió un brinco de puro contento. Aquellos objetos, afirmó, habían viajado a la Luna.

Imaginen la escena. Armstrong con la bolsa en la mano, preguntando qué hago con esto. El ingeniero de turno, encogiéndose de hombros. El astronauta, preguntando si podía quedárselo. Pues, por qué no, es sólo chatarra. Y no se habló más de este asunto.


Dos vistas de la Maurer de 16 mm que se encontró en el interior de la bolsa.

La estrella de la maletita de los recuerdos es una cámara de 16 mm, una Maurer. Para la NASA, era una Cámara de Adquisición de Datos (Data Acquisition Camera). Para nosotros, un tomavistas de 16 mm modificado, y fue un modelo estándar en todas las misiones Apollo. Su misión era filmar y fotografiar las operaciones de la nave, para que los ingenieros comprobaran su funcionamiento, y fue la cámara que fotografió el primer paso del hombre en la Luna. ¡Esa cámara! Había otra igual, que servía en el módulo que orbitaba la Luna, en manos del astronauta Collins.

El equipo fotográfico de la misión Apollo XI.
Observen las dos Maurer, tres Hasselblad, la Nikon... 
Al lado de las Maurer, una Maurer adaptada como cámara de mano.
También descubrirán un reloj Omega y otros útiles.

Normalmente, los aficionados se centran en las tres Hasselblad de 70 mm que llevaban encima los tripulantes del Apollo XI, lo mejor de lo mejor en su época. Se habían diseñado para disparos (fotografías) de oportunidad (sic), es decir, para fotografiar todo lo que se les pusiera por delante, vivo o muerto. ¡Qué fotografías que hicieron! También llama la atención una Nikon de 35 mm, estereoscópica, que se empleó en distancias fijas, con trípode, para fotografiar objetos inmóviles (sic). Pero fue la más modesta Maurer la que pasó a la historia echando fotos.



 Fotografías y croquis de la época, mostrando la Maurer.
Lo más revolucionario del tomavistas era el sistema de cartuchos para cargar la película.

Era una cámara de 16 mm, con lentes de 5, 10 y 75 mm. La que se empleó en el módulo lunar también tenía una lente de 18 mm. Como se ve, las operaciones exteriores de la nave se filmaron casi todas con grandes angulares. Llevaba consigo unos cuarenta metros de película y podía filmar a 1, 6 o 12 imágenes por segundo en automático o a 24 imágenes por segundo en semiautomático (cuando la controlaba el astronauta). La velocidad de obturación era de 1/60, 1/125, 1/500 o 1/1000 segundos, para todas las lentes. Tenía baterías, pero podía conectarse al sistema eléctrico de la nave (28 V), con el mismo cable que empleaban las Hasselblad. Sin película, pesaba 800 gramos, más o menos.

Me fascina esta cámara por una razón. Era la más modesta y no más que un instrumento de los ingenieros de la NASA para evaluar el funcionamiento de sus aparatos o de las operaciones de a bordo de la nave. No se pretendía que fuera la protagonista del viaje. Pero el pequeño tomavistas hizo historia y se alzó con la fotografía del instante, del magnífico instante, en que pisamos la Luna. 

Si quieren saber (ver) más:

Sobre lo que contiene la bolsa (entre otros muchos enlaces):
Sobre lo que se fotografió en la Luna (en su mayoría, con las Hasselblad de 70 mm):

Del enlace antes citado, lo siguiente, el contenido de la bolsa (en inglés, pero se entiende):


1. Temporary stowage bag, the 'purse'
2. Power cable
3. Power cable and utility light
4. Power cable and utility light
5. Utility clamp
6. Utility clamp
7. Crewman Optical Alignment Sight mirror device
8. Filter for COAS (number 7)
9. Light bulb assembly
10. Waist tether 
11. Helmet straps
12. 16mm camera used to film landing and flag planting
12a. Bracket for camera
12b. 10mm lens for camera
13. Lens shade
14. Eye guard assembly
15. Mirror
16. Wrench
17. Waste management cover 
18. Netting