El ratoncito (IV)

Habíamos dejado al señor Porsche en un mal momento. Los militares lo habían echado del Departamento de Material del Ejército y habían conseguido cancelar el pedido de ciento cincuenta supertanques. Es más, habían ordenado detener su desarrollo el 4 de noviembre de 1943.

Pero el 24 de diciembre, Alkett completa el primer prototipo del Maus con las piezas que le había suministrado Krupp. El prototipo se conoce como Maus I, o V1, y no tiene torreta, sino una casamata blindada que pesa más o menos lo mismo (que los ingenieros llaman Belastungsgewicht o torreta simulada).

¡Ha llegado el momento de probar el supertanque! Lo decoran con bandas de camuflaje y le pintan una estrella roja en los lados, porque pretenden que el Maus pase por un tanque gigante capturado en el frente ruso, para despistar a los espías (quenes nunca tendrán demasiado interés en el supertanque, la verdad sea dicha).

El Maus (V1) se mueve gracias a dos motores Daimler-Benz MB 509, que son, en origen, motores de aviación. Suman unos mil caballos, caballo más, caballo menos. Se mueve... Se mueve es un decir. En una superficie plana y consistente, el monstruo se arrastra a doce o trece kilómetros por hora y no pasa de ahí ni dándole todo el gas. La suspensión no consigue repartir el peso del tanque y éste se hunde en el barro o donde sea, sin remedio.

Lo peor está por venir cuando descubren que el Maus es tan pesado que no hay puente que resista su peso en los alrededores, quizá en toda Europa. ¡Caramba! Les va de perlas haber diseñado un sistema para vadear ríos, que consiste en un tubo que se atornilla al tanque y hace las veces de respiradero para el motor y la tripulación. Pero, como el tubo cierre mal... Los ingenieros aseguran que el Maus puede vadear ríos de hasta ocho metros de profundidad, y los oficiales presentes, cuando les hablan del tubo ése, ponen los ojos en blanco. ¡Ay, este señor Porsche...!

Naturalmente, nadie prueba el Maus debajo del agua.

En resumen, el Maus tiene de supertanque el peso, el ruido que meten dos motores de aviación a todo gas y unos cuantos millones de marcos gastados en diseñarlo y construirlo, pero poco más.

¿Creen que se rindió Porsche?

Continuará.

Don Baudilio y el cumplimiento del programa electoral

Las cifras de la sanidad pública catalana eran conocidas de todo el mundo, y si no eran (o son) conocidas, era por pura vagancia, porque eran cifras públicas. Dicho esto, que nadie cuente que el déficit sanitario le ha pillado por sorpresa, porque mentirá.

Vale la pena recordar algunos puntos del programa electoral de CiU, que ahora gobierna, que se elaboraron con pleno conocimiento de la situación del sistema de Seguridad Social, repito e insisto. Copio y traduzco:

Punto 99: Facilitaremos de manera progresiva la libertad de elección de hospital, en el ámbito de la Red Hospitalaria de Utilización Pública, en los casos de ingreso y cirugía electiva [...] en los tiempos de garantía establecidos.

Punto 101: Se reducirán las listas de espera para intervenciones quirúrgicas y se establecerán tiempos máximos de espera para cirugía electiva.

Punto 102: Una vez superados los plazos establecidos, [éstos] obligarán al Servei Català de la Salut a la provisión de una solución alternativa que tendrá que satisfacer obligatoriamente.

Punto 103: [...] un tiempo máximo de espera para acceder a la consulta de atención especializada.

Punto 104: [...] Garantizaremos también este plazo máximo para hacerse pruebas diagnóstico-terapéuticas complementarias.

Punto 105: Introduciremos una garantía para que, en caso de cancelaciones de ingresos o visitas motivadas por necesidades del servicio, en el plazo máximo de un mes éstas se hayan resuelto o se haya ofrecido una alternativa satisfactoria.

Punto 106: Trabajaremos para establecer horarios más amplios de atención en toda la Red Sanitaria de Utilización Pública.

Punto 128: [...] No se pueden recortar ni las prestaciones ni la calidad [de los servicios de salud].

Ahora, juzguen ustedes mismos.

Don Baudilio Ruiz García, a. Boi Ruiz, consejero de Salud, o Sanidad, de la Generalidad de Cataluña, para que se sitúen ustedes, se está poniendo las botas con el cumplimiento del plan electoral que hemos mencionado. En vez de reorganizar el sistema sanitario en tiempos duros, vuelve duros los tiempos y más que reorganizarlo, lo desmenuza. Podemos hablar de un clarísimo retroceso en las prestaciones de nuestro sistema sanitario, objetivamente... lo que no aparecía por ninguna parte del programa, ahora que pienso.

Este agosto, se reducirán las prestaciones sanitarias de muchos ambulatorios hasta el 25% de su capacidad, y ya se habrán suprimido la mayoría de los servicios de urgencias ambulatorios. En pocas palabras, si usted pilla un catarro un sábado no podrá acudir a un médico de familia de guardia, sino que tendrá que esperar turno en las salas de urgencia de un hospital, ya de por sí tan saturadas con casos graves que sólo nos faltaba eso.

Se cierran plantas hospitalarias enteras, quirófanos, centros de convaleciencia, no se contrata personal de sustitución en vacaciones y se reducen las pruebas diagnósticas. Caramba: se suprime la espera máxima en catorce operaciones quirúrgicas, una espera máxima que ya era desmesurada. Es decir, que si usted necesita una prótesis de rodilla o una operación de cataratas, puede morirse de viejo, cojo, inválido o ciego, esperando a que le atiendan.

Hay detalles sin importancia, me dirán, pero que llaman la atención. Los médicos recomiendan que un paciente beba casi dos litros de agua al día, pero no sirven agua con las comidas, porque no llega la pasta, y los enfermos han de acudir a las máquinas dispensadoras... los que pueden. En algunos centros, los familiares de los pacientes tienen que poner toallas, batas y pañales. Los fines de semana, para ahorrar, paran algunos ascensores de los grandes hospitales y por la noche, en algunas plantas, apagan la luz de los pasillos. Qué miedo.

¿Y las ambulancias? Después de reorganizar el sector, maldito eufemismo, el tiempo de espera medio de una ambulancia en Barcelona ha pasado de los diez a los veinte minutos. Si quieren verlo así, diez minutos pueden separar la vida de la muerte en un infarto o en un accidente de motocicleta. Y es de eso, del dolor, de la enfermedad y la muerte de lo que estamos hablando, don Baudilio.

Y más cosas que no les cuento, porque el hastío puede conmigo. Parece inútil insistir en la defensa de un buen sistema de Seguridad Social. Es éste, quizá, uno de los logros que más nos ha costado obtener, del que más orgullosos nos podemos sentir y que podríamos seguir manteniendo si nos diera la real gana. Pero estamos dejándolo morir... y no parece que nos importe demasiado.

Qué mierda, y perdonen ustedes.

Mientras eso sucede, la deuda acumulada de la Agencia Catalana del Agua supera en mucho eso que llaman el déficit sanitario; con lo que pierde la televisión autonómica se resolvería de la mitad a dos terceras partes de ese déficit; para que se hagan una idea, por poner un orden de magnitud, con el dinero que paga TV3 al F.C. Barcelona en un año podrían ahorrarse los recortes y mantenerse en plena capacidad dos, seguramente tres, de los nueve grandes hospitales catalanes a cargo del Gobierno de la Generalidad de Cataluña. Que paguen los socios fumboleros, que son cien mil, y que los fondos públicos se inviertan en los catalanes, que somos siete millones y medio, caramba.

Pero ya saben de quién es la culpa, ¿verdad? De Madrid, de los árbitros, de los inmigrantes y de los funcionarios, que se conjuran contra nosotros. Conocidos los culpables, tranquilas las conciencias, ya pueden irse a fumar puros al palco del Barça, o compartir las vacaciones con los Carulla, Alavedra, Prenafeta, Millet y compañía, que se lo pasan en grande en las Baleares o la Cerdaña.

Qué demagogo que me pongo a veces, por Dios, pero es que me pueden, en serio.

El ratoncito (III)

Dejamos al señor Porsche y sus amigos de la casa Krupp diseñando un tanque superpesado. Se habían comprometido a tener un prototipo listo para mayo de 1943, y las órdenes eran poder construirlo en serie dos o tres meses después.

El ejército y Porsche no se llevaban bien. Era bueno en sus cosas, diseñando automóviles, pero metido a diseñar tanques, Porsche salía con ideas de bombero una vez y la siguiente. La idea del supertanque no era nueva; rusos, franceses, los mismos alemanes, habían trabajado durante años en prototipos torpes y pesados que no habían llevado a ninguna parte. Pero Porsche parecía un iluminado, y había embaucado al Führer dándole lo que quería, una arma fabulosa, un supertanque.

Esa ventaja también tenía sus inconvenientes. Hitler se imaginaba con el arma definitiva en sus manos y no paraba de meter las narices en el proyecto. Tanto quería ese cañón o ese otro, o dos cañones en vez de uno, y el equipo de Porsche tuvo que diseñar y volver a diseñar la torreta. Al final, le contaron un cuento: la torreta que el Führer había pensado se instalaría después, una vez solventados ciertos detalles técnicos sin importancia. Mientras tanto, probarían con el diseño de los ingenieros de Krupp.

El 1 de mayo de 1943, Porsche presenta ante Hitler y su séquito no una máquina con cara y ojos, sino una maqueta de madera a tamaño natural del Tipo 205. A estas alturas del diseño, el proyecto inicial, de cien toneladas de peso, se había convertido en un monstruo de ¡ciento ochenta y ocho toneladas!

Con ironía o hasta las narices, algún ingeniero de la Krupp escribió Maus (ratoncito) en un boceto del supertanque. A la chita callando, en febrero de 1943, Maus ya era el nombre oficial del supertanque nazi. ¡El ratoncito! ¡Lo que hay que ver!

Cuando vieron la maqueta de Porsche, los generales (especialmente Guderian, uno de los impulsores de las Panzerdivisionen) alzaron las cejas con escepticismo, pero el Führer se emocionó, porque el Maus era lo que quería, algo ¡grande! Autorizó la construcción de un prototipo de verdad y encargó la construcción a Krupp y Alkett de ciento cincuenta supertanques. A estas alturas del cuento, Porsche se había salido con la suya, presentando una maqueta en vez de un tanque de verdad, y embolsándose un contrato mayúsculo sin concurso ni pruebas ni nada, así, por la cara.

Porque se trataba de eso, de dinero, de mucho dinero, y el régimen nazi, corrupto hasta la médula, corrupto por definición, fue una fuente de abundantes ingresos para unos cuantos espabilados. Fabricar el Maus implicaba construir una línea de montaje con toda la maquinaria, comprar motores, diseñar y fabricar todo el equipo de óptica, municiones, cañones, pintura...

Pero la guerra se tuerce. Los Elephant del doctor Porsche muestran todas sus limitaciones en la batalla de Kursk, donde se averían la mitad en cuatro días, y encima, los alemanes son derrotados de manera estrepitosa. No hay tiempo para jugar a los supertanques. Guderian se pone al frente de la Comisión Panzer del Departamento de Material del Ejército (Heereswaffenamt), puesto que ocupaba Porsche hasta entonces. Será demasiado tarde, pero en octubre de 1943, con Guderian al frente, se intenta racionalizar el diseño y la producción de carros de combate y arreglar el entuerto de los nuevos diseños, que no es pequeño.

En octubre de 1943, se cancela el pedido de ciento cincuenta supertanques. Pocos días después, en noviembre, se ordena detener el desarrollo del Maus. Parece que Guderian y los militares se han salido con la suya.

Eso es que no conocían a Porsche.

Continuará.

No me pises, que llevo chanclas

El andar patoso y ese ruido como de chapoteo, clap, clap, señala al caminante que calza chanclas. El uso de este calzado se extiende por todas partes. No hay guiri que se precie que no calze chanclas, que han sustituido al añorado zapato con calcetines blancos. Pero los indígenas se han apuntado al carro y la chancla ya forma parte de nuestro paisaje pedestre, para regocijo de los podófilos.

Sin embargo, las chanclas cuentan con muchos enemigos. El principal argumento de los enemigos de las chanclas es que es de mala educación salir de casa con chanclas en los pies. En cambio, una sandalia mínima puede ser elegantísima, en una mujer. También se argumentan cuestiones estéticas, odoríferas o salubres. Pero los chanclistas no se dan por aludidos y se anuncian con el clap, clap, de sus pasos torpes y desnudos.

No lo tendrán fácil en Málaga. Están en fiestas, pues se inicia la Feria de Málaga. El gremio de hostelería de la ciudad ha avisado que no servirá ni de comer ni de beber a los que calcen chanclas, como les digo. ¿Que hace un calor de mil demonios? Pues, sí, pero de chanclas, ni hablar.

Parece que el anuncio va en serio. Aunque el presidente de tal gremio ha declarado en la radio que ya es hora de defender la elegancia en el vestir cuando uno sale a la calle, la versión oficial del gremio es que quien calza chanclas puede cortarse fácilmente con una botella o un vaso roto y luego, ya ven, al dueño del bar le cae una denuncia por daños y perjuicios, por dejar cristales en el suelo para que los clientes se hagan pupa, práctica muy habitual en Málaga cuando las fiestas. Así que, para evitar demandas y daños, aquí no se sirve a los que vayan con chanclas y sanseacabó.

La noticia, no hay que decirlo, ha sido polémica. Por el momento, el Gobierno se niega a intervenir con la excusa de las elecciones, no fuera a perder votos de hoteleros o chanclistas.

El ratoncito (II)

Habíamos dejado al doctor Porsche a finales de 1941, frustrado por haber perdido el concurso para diseñar y construir el tanque pesado del ejército alemán, el Tiger. Sin embargo, el ingeniero contaba con un poderoso aliado, Adolf Hitler. Una manía obsesiva del Führer era la de las armas fabulosas, para desespero de los militares. Rondaba por la calenturienta imaginación del Führer construir un tanque superpesado e invencible, algo fuera de serie. El Tiger era solamente el aperitivo; tenía que ser algo mucho más gordo, aunque los militares no lo necesitaran para nada, y así lo hicieron saber una y otra vez. Pero, quiá. Si el jefe se emperra, se emperra.

Sin demasiada prioridad, pero distrayendo recursos de la economía de guerra, Krupp inició, en 1941, el diseño de dos prototipos de tanques superpesados, el VK 7001 y el VK 7201. Estos monstruos pesaban, sobre el papel, cien toneladas cada uno.

Hitler se inmiscuyó, porque no podía estarse quieto con las armas superlativas, y consiguió que el contrato para desarrollar el primer prototipo de supertanque fuera para el doctor Porsche y el doctor Muller (de Krupp). Ahora, el prototipo se llamaba VK 10001 (o Porsche Tipo 205), se basaba en el VK 7001 y había engordado veinte toneladas con el cambio de código. No podía ser de otra manera: lo bautizaron Mammoth, mamut.

Krupp fabricaría el chásis, la torre y el armamento; Alkett juntaría las piezas y se encargaría de los acabados. Una vez más, Hitler en persona metió baza en el proyecto y obligó a considerar un cañón de 150 mm L/40 en vez de la pieza de 128 mm L/50 de origen antiaéreo que habían pensado utilizar los ingenieros de Krupp. Las órdenes eran tener el prototipo a punto en la primavera de 1943 y Porsche prometió que en mayo ya correría por ahí, seguro, palabrita de honor, por éstas, que son cruces.

El asunto de los cañones trajo a los ingenieros de cabeza. En diciembre de 1942 todavía discutían si montar un cañón pesado de 150 mm, uno antiaéreo de 128 mm, una modificación de éste con el cañón más largo o una pieza de origen naval de 127 mm. En pocas palabras, todavía no tenían muy claro cómo sería ese tanque, pero Hitler presionaba. Quería iniciar la producción del supertanque en verano, quería, ni más ni menos, cinco máquinas al mes.

¡Vaya con el encarguito! Los ingenieros de Krupp sudaban tinta y Porsche se lo pasaba en grande. Se sentía como pez en el agua.

Continuará.

La casa Planells tiene goteras

La casa Planells ocupa un solar de noventa metros cuadrados en la esquina aguda que forman la calle Sicilia y la avenida Diagonal, en el lado de montaña. Durante muchos años, el edificio ha permanecido no descuidado, sino anónimo. Los más no le prestaban demasiada atención; los que le prestaban atención decían que era un edificio muy raro y el barrio iba cargado de chismes sobre la casa. Uno de los más pintorescos, que creo carente de fundamento, era que la casa Planells albergaba un burdel de sonado renombre. Pero lo dicho: los más decían que era un edificio muy feo o no se fijaban en él.

Feo, no sé; a mí no me parece feo; más fea es la casa Batlló, si me preguntan, pero sobre gustos no hay nada escrito. ¿Raro? Quizá. Sea lo que sea, es un edificio notable, desde muchos puntos de vista. Es una obra de Jujol, Josep Maria Jujol, un arquitecto que trabajó con Gaudí y que es responsable, por ejemplo, del balcón con trencadís del parque Güell. Jujol, como Gaudí, era más artesano que arquitecto, un maestro de obras de la vieja escuela. Mientras la arquitectura racional se hacía fuerte de la mano de Mies van der Rohe o la Bauhaus, Jujol construía lo que algunos catalanes, con muy mala leche, llaman todavía mones de Pasqua. La casa Planells se diseñó en 1922 y se acabó de construir en 1924.

Pero dejando a un lado que nos gusten o no nos gusten sus edificios llenos de curvas y colorines, lo cierto es que Jujol era un arquitecto ingenioso y brillante, digno de respeto. La casa Planells, por ejemplo, edificada sobre un solar de noventa metros cuadrados, tiene plantas de ciento veinte metros cuadrados, gracias al ingenio de Jujol y a los juegos de balcones y voladizos, y ésa es cosa de mucho mérito.

La casa Planells ha sido rescatada del olvido y hoy día se presenta como lo que es, uno de los edificios más interesantes de Barcelona. Me felicito por ello. Además, de un tiempo a esta parte, veo andamios en la casa Planells. ¡Caramba! Van a restaurarla, me digo, y no le iría mal, nada mal, un buen repaso.

Pues leí ayer en la versión electrónica de El País que los andamios no son para restaurar la casa Planells, sino ¡para evitar que se caiga! Cuentan que sufre goteras, que se aprecian grietas, que algunas vigas de madera están en las últimas, que uno de nuestros tesoros arquitectónicos goza de mala salud.

¡Ahora que habíamos comenzado a apreciarlo...!

El ratoncito (I)

Es un dicho de la Segunda Guerra Mundial. Cuentan que, mientras los ingenieros alemanes fantaseaban con el supertanque, los ingenieros ingleses estudiaban la influencia del molibdeno en la resistencia de los engranajes de un cambio de marchas, los americanos inventaban la estadística aplicada al control de calidad y los rusos trabajaban con ideas sencillas en diseños sencillos. La consecuencia fue que un tanque alemán medio contaba con la mejor óptica, el mejor blindaje, el mejor cañón, un motor bonísimo, pero sufría constantemente averías en la transmisión. Ni que decir tiene que, para construirlo, se necesitaban muchísimas horas de trabajo de operarios altamente cualificados, que ocupaban tanto tiempo en ello que no tenían tiempo para fabricar piezas de recambio. Eran máquinas tan sofisticadas que, si uno no era un carrista de primera, se cargaba el cambio de marchas a los cincuenta kilómetros de marcha.

Sin duda, esta fascinación del régimen nazi por las armas fabulosas les ayudó a perder la guerra. Afortunadamente, añado.

Sin embargo, por eso mismo, el estudio de las armas secretas, maravillosas y terribles del régimen nazi, muchas de las cuáles no pasaron de la mesa de dibujo, resulta fascinante. Se dedicaron millones y millones de marcos a diseñar y probar verdaderas locuras, descuidándose aspectos mucho más prácticos para el ejército, que contemplaba el desaguisado con estupor. Cañones superpesados, aviones transatlánticos, cohetes dirigidos... cuando las tropas todavía echaban mano de los caballos para mover los cañones.

A modo de ejemplo, los alemanes gastaron tanto dinero en el cohete V-2 como los americanos fabricando la bomba atómica, pero murieron más personas fabricando el V-2 (esclavos procedentes de campos de concentración) que víctimas de sus cargas explosivas (habitantes de Londres o Amberes). Espectacular, el V-2, todo lo espectacular que quieran ustedes, pero inútil.

Uno de los ingenieros que más veces suena en esta fiebre alemana por diseñar armas excepcionales, estrafalarias quizá, es un genio del automóvil, el doctor Ferdinand Porsche. A él debemos el Volkswagen Tipo 1 (el popular Escarabajo) o el Auto-Unión de carreras de dieciséis cilindros, un bólido imbatible. También es suya la idea del automóvil híbrido, con un motor de explosión conectado a un generador eléctrico que, a su vez, mueve un motor eléctrico, el rótor del cual es la rueda del automóvil. Esto lo inventó en 1900, no crean ustedes, cuando el señor Porsche era poco más que un adolescente.

Esta transmisión diésel-eléctrica se aplicó por vez primera en el ferrocarril y era ideal para mover vehículos pesados o muy pesados. En la época de la que estamos hablando, la mayor parte de los engranajes no podía resistir un par motor muy elevado. Es decir, en máquinas que pesaran más de cincuenta toneladas, era tanta la fuerza que tenía que hacerse en la transmisión que el engranaje, crac, se rompía a la de tres.

Por eso, en 1941, Porsche diseñó un tanque pesado híbrido con transmisión eléctrica, que compitió con los prototipos de Henschel... y perdió. Los militares dijeron que su máquina era mecánicamente demasiado complicada y propensa a estropearse. Además, pesaba sesenta o setenta toneladas y si se averiaba en el campo de batalla, ahí se quedaba, que no había grúas para llevársela. Con todo, Porsche ya había construido noventa chásis de su carro de combate, que el ejército compró por no hacerle un feo a Hitler. De esos chásis nació el Elephant (en la fotografía), oficialmente Panzerjäger Tiger (P) Sd. Kfz. 184.

El Elephant demostró sobradamente su afición a estropearse. Su blindaje era de primera, pero la mayor parte de estos tanques fueron volados por su propia tripulación para evitar que cayeran en manos del enemigo, perdidos en tierra de nadie, averiados o sin combustible.

Dejando a un lado la aventura del Elephant, Porsche se había quedado con las ganas de diseñar un supercarro de combate. El ejército había preferido los diseños de Henschel, Krupp, M.A.N. o Daimler, más ortodoxos. Porsche había sido vencido... pero no derrotado.

Continuará.

Pesadilla sociológica

El Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad de Cataluña (CEOP) ha publicado el último estudio sobre la percepción política de los catalanes. Una lectura de los resultados de la encuesta, que está hecha con todo el rigor posible, pone de manifiesto que los catalanes mentimos como respiramos, al menos en política. El fenómeno no es exclusivamente nuestro. En España, los expertos en sociología política se dan con un canto en los dientes cada vez que hacen encuestas de intención de voto.

Pondré un ejemplo, que no pretende ir a favor o en contra de nadie, pero sí ilustrar la magnitud de la tragedia a la que se enfrenta un intérprete de encuestas. El ejemplo es la percepción que tienen los catalanes en edad de votar del partido que ahora gobierna en la Generalidad de Cataluña, CiU.

Según los catalanes, o lo que dicen los catalanes, mejor dicho, CiU es de derechas. En números redondos, el 60% de los catalanes considera que es de centro derecha, derecha o extrema derecha; además, otro 20% considera que es de centro, lo que, si no viene a ser lo mismo, es casi lo mismo. Se añade a esta cifra que casi la mitad de los catalanes se siente próximo o muy próximo al ideario de CiU, que es el partido que se lleva la palma en la proximidad ideológica con el catalán medio. Pero... He aquí la prueba del nueve: menos de un 15% de los catalanes se declara de centro derecha, derecha o extrema derecha; la media de los catalanes cae hacia la izquierda, significativamente.

En pocas palabras, el catalán tipo es afín a un partido que él mismo califica claramente de derechas, con el que está de acuerdo o muy de acuerdo, que además vota y apoya, pero se dejará pisar un callo antes de considerar que tal comportamiento es propio de un votante de derechas, porque él, el catalán tipo, es de izquierdas, mire usted por dónde. No me negarán que el asunto tiene su enjundia.

Lo dicho, los sociólogos del país tienen todos problemas de identidad, y sírvanse ustedes del juego de palabras como prefieran.

Amy Winehouse (1983-2011)





Se llamaba Amy Jade Winehouse y era londinense, pero su fama le vino por componer canciones y cantarlas. Cuentan los críticos que podría haber llevado muy lejos su música, y la llamaban Reina del Soul, aunque tomaba un poco de jazz, otro poco de blues, una pizca de rock and roll... y no tuvo tiempo de reinar, verdaderamente. Llamaba la atención su registro de contralto, algo que no es habitual en este tipo de música. Pero la chica se desgració y no ha podido dejarnos más que unas pocas canciones. Otra muñeca rota por las discógraficas y las sustancias estupefacientes. Con notable cinismo, los periodistas han gestionado su ingreso en el Club de los Veintisiete, pues, como ella, murieron con veintisiete años músicos como Cobain, Hendrix, Joplin, Morrison... Malas lenguas afirman que esos cantantes pactaron con el diablo el destino de Aquiles, una muerte prematura con el premio de la fama y la gloria, pero también son ganas de andar dándole vueltas a la casualidad y nada se dice de los artistas que murieron con otra edad.

Lucian Freud (1922-2011)

Zurdo, nieto de Sigmund Freud, pintor, amigo de Francis Bacon. Se inició en el surrealismo, quizá por su apellido, quizá porque le apetecía, y luego derivó al arte figurativo, donde sus retratos y sus desnudos le proporcionaron fama y honores. Hace unos años, en una subasta, se vendió un cuadro que había pintado por veintitrés millones de euros, suceso que le convirtió en el pintor vivo más cotizado hasta el momento y hasta ahora. Los museos españoles conservan cinco obras suyas, lo que no está mal, pues no era pródigo con los pinceles.

Un caravaggio visita Madrid

Mira que hay cuadros en el Museo del Prado, que es un pedazo de pinacoteca, pero caravaggios sólo hay uno, un David con la cabeza de Goliat, que tiene mucho morbo, porque Caravaggio se retrató de joven y de adulto; de joven, como David, y de adulto, como Goliat. Pero ahora, del 21 de julio al 18 de septiembre, el caravaggio del gigante decapitado compartirá salón con una obra maestra, cedida por los Museos Vaticanos. En la literatura española se la conoce como El Descendimiento, aunque es más correcto el título italiano, La Deposizione, porque no retrata el momento en que Cristo desciende de la Cruz, sino su entierro.

Esta obra será la obra invitada del año (quizá de éste y de muchos más), y será la protagonista de la exposición La Palabra hecha imagen. Pinturas de Cristo en el Museo del Prado, que pretende celebrar así, a su manera, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), una especie de festival católico que reunirá a miles de jóvenes de todo el mundo y que contará con la actuación estelar de Su Santidad Benito (o Benedicto) XVI.

La Deposizione se pintó en algún momento entre 1602 y 1604, para ser expuesto en el altar dedicado a la Piedad de Santa Maria in Vallicella, también conocida como Chiesa Nuova, un templo del Oratorio que fundara San Felipe Neri. En esa iglesia se conserva una copia del cuadro en el altar, porque el verdadero, ya lo hemos dicho, se conserva en los Museos Vaticanos. Tiene su qué el encargo del Oratorio, por varias razones. Una de ellas, por la íntima relación entre Caravaggio y los oratorianos; también, porque nos ayuda a comprender mejor el cuadro y parte del simbolismo que encierra. Es un cuadro de grandes proporciones (más de tres metros de alto por dos de ancho) y les aseguro, porque lo he visto en persona, que gustará más o menos, pero no deja indiferente. A decir de los críticos, es el cuadro más monumental de Caravaggio.

El Cristo de La Deposizione es, fíjense, un homenaje a La Pietà de Michelangelo Buonarroti. Nicodemo, uno de los protagonistas del cuadro, mira a los ojos del espectador, y ese detalle y la lápida que aparece inclinada hacia nosotros produce un efecto ventana, como si formáramos parte del séquito funerario, una argucia que Caravaggio aprendió del Tratado de Pintura de Leonardo da Vinci. Las tres Marías se lamentan de su suerte. La madre de Jesús aparece singularmente anciana, arrasada por el dolor (quebrantando una regla no escrita de la iconografía católica, que representaba siempre una Virgen más bien joven). Maria Magdalena y María Cleofàs son modelos que los caravaggistas conocen, prostitutas romanas que frecuentaba Michelangelo Merisi, Caravaggio, en tabernas y tugiurios, como son también conocidos los hombres pobres y sucios que acarrean al Cristo, pues aparecen en el ciclo de San Mateo o en La crucifixión de Pedro, por poner dos ejemplos.

Hasta los más feroces anticaravaggistas de su época enmudecieron ante La Deposizione. En su día, fue juzgada, unánimemente, una obra maestra. Fue, quizá, la obra más admirada de Caravaggio mientras éste vivió y durante años después de muerto. Personalmente, prefiero alguna otra de sus obras, pero si comparamos La Deposizione con lo que se pintaba en aquel entonces y con lo que se pintó después, comprenderemos por qué causó una conmoción y una admiración tan grandes.

La historia del cuadro incluye un par de sobresaltos, como que los soldados de Bonaparte se la llevaran a París para ser expuesta en el Museo Napoleón (ahora, el Louvre), aunque regresó a Roma en 1817. Pero, en fin, ha sobrevivido para ser presentada en Madrid con gran satisfacción del director del Museo del Prado, don Miguel Zugaza, el presidente del Patronato del Museo del Prado, don Plácido Arango, el Cardenal Arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela (siempre tan alegre) y la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde (siempre tan oportuna) en un acto al que acudió la prensa española y de parte del extranjero.

A título de anécdota, una pequeña polémica enfrenta ahora a la señora ministra con el integrismo católico nacional. Quién sabe si para chinchar a Su Eminencia o porque alguien le hizo un resumen de la vida de Caravaggio, que las ministras de Cultura no acostumbran a ser demasiado cultas, doña Ángeles salió diciendo que Caravaggio, cito textualmente, fue un criminal perseguido por la ley, homosexual, disoluto, camorrista... y sin embargo hoy celebramos todos su pintura como la de uno de los grandes de la Historia del Arte, para añadir, poco después, que la fragilidad humana, la espiritualidad e incluso la fe religiosa no pertenecen a un solo modelo de hombres, sino a todos. Es una opinión como cualquier otra.


Hay quien dice que la ministra tiraba con bala, por negar delante de Su Eminencia el monopolio de la Iglesia a juzgar quién es bueno y quién no lo es, pero también es cierto que la Iglesia (una parte de la Iglesia) tiene la piel muy fina. Ha faltado tiempo para que surja entre los tertulianos neocatólicos convertidos, intereconomistas y preconciliares una unánime censura a las palabras de la ministra. Según las portadas de algunos medios, la ministra dijo: Caravaggio fue perseguido por la Iglesia por su homosexualidad disoluta, y no dijo lo que dijo, o no importa lo que dijo, más bien, mientras pueda uno dejarla a parir.

Mi aportación al debate es que Caravaggio fue un personaje de mucho cuidado, un tipo maniático, pendenciero, follonero, camorrista... Un encanto. Sobre su sexualidad, hay mucho que discutir. Aunque la leyenda de su homosexualidad está siempre presente, hay quien duda muy seriamente de ella, con argumentos contundentes, e incluso se habla de un hijo suyo con una pareja más o menos estable. Bah. Probablemente tenía aficiones diversas, para entendernos, y no tenía tantas manías como nosotros en ese aspecto.

No le persiguió la Iglesia, pero sí el Estado y la Curia de Roma, por asesinato, y no se sabe muy bien por qué, también fue perseguido por la Orden de Malta (seguramente, por mantener relaciones pedófilas con el criado personal del Gran Maestre, que también le daba al niño; cuestión de celos). Un papa ordenó su búsqueda y captura, y consideró legal matarlo allá donde fuera pillado. Pero no lo hizo porque fuera homosexual, sino porque, en una pelea, mató a Ranuccio Tommasoni. El acero de Caravaggio apuntaba a las partes pudendas del mozo, que se habían introducido en la vagina equivocada, pero la espada erró y se llevó por delante la femoral. Tommasoni murió desangrado; Caravaggio pasó dos semanas en cama, con un tajo en la cara y la milicia buscándole para llevárselo preso. Luego, huyó de Roma, para no volver más.

Vi er med deg



Condecoración fumbolera

Desde el año 2000, los órganos de gobierno del Parlamento de Cataluña (la Mesa del Parlamento y la Presidencia, para entendernos) pueden premiar a una persona indígena o forànea con la Medalla de Honor del Parlamento, y consta que esta medalla ha de ser exclusiva para personas que, cito, sean acreedoras de un reconocimiento excepcional. Es decir, que no se la pueden regalar a cualquiera.

La lista de medallistas incluye un poco de todo. Todos, menos un Premio Nobel de la Paz, son catalanes, lo que no deja de ser normal y previsible. Predominan los personajes del mundo de la cultura, una cantante la rechazó (Guillermina Motta) y una medalla fue otorgada a título póstumo, a Ernest Lluch, no por conseguir que el sistema sanitario público español fuera universal, sino por haber sido asesinado por los sicarios de ETA, perdonen ustedes la impertinencia. Y ahora, gracias a la iniciativa de la Presidenta del Parlamento, doña Núria de Gispert, culé fanática a decir de los medios, el medallero de honor contará con un entrenador de un equipo de fumbo que apenas ha vivido cuarenta años.

Poca broma, porque la medalla se otorgará en una ceremonia solemne, de ésas que se proclaman a bombo y platillo y reúne a todo el Parlamento de veintiún botones, el 8 de septiembre, y será esa ceremonia, precisamente ésa, la que inicie los actos de celebración de la Diada de l'11 de Setembre, que es la fiesta más gorda del calendario político del catalanismo. Es decir, se considera una cosa importantísima, un honor grandísimo, algo realmente fuera de serie. Y se la dan a un fumbolista, la medalla de marras.

Doña Núria de Gispert propuso condecorar a Josep, a. Pep, Guardiola i Sala, y la moción fue aprobada por unanimidad. Por unanimidad, repito.

Don Josep Guardiola nació el 18 de enero de 1971 en Santpedor, un pueblecito que queda al norte de Manresa. De pequeñito fue abducido por el F.C. Barcelona, que lo entrenó hasta hacer de él un fumbolista profesional. Muchos otros se quedaron por el camino, nadie se acuerda de ellos. El currículum de fumbolista de Pep suma seis Ligas, dos Copas del Rey, una medalla de oro en el torneo olímpico de fumbo, una Copa de Europa, una Recopa y no hay una Recontrarrecopa porque no existe. Es famoso, además, porque una vez lo pillaron con un libro y porque un poeta célebre, Martí i Pol, le dedicó un poema, seducido por sus piernas musculosas y varoniles.

Luego fue de capa caída. Acabó jugando en Italia (donde fue condenado a prisión y luego librado de ella, que no declarado inocente, por consumir nandrolona) y en Qatar (ojo al dato y vean quién patrocina a quién a cambio de qué). En 2006 se sacó el título de entrenador de fumbo, pero antes ya había pasado por míster y jugador simultáneamente, en México, en Sinaloa.

En 2007, regresa a su hogar para entrenar al Barça B, el equipo filial del Barça. A partir de ahí, le toca la lotería. En un año, Laporta lo pone a la cabeza del principal equipo culé y entre 2008 y 2011 gana once títulos, de toda clase y color. También sale por la televisión anunciando bancos y productos financieros, se publican libros de autoayuda que hablan del método Guardiola y los tertulianos fumboleros, una especie de tertuliano francamente desagradable, lo llaman el filósofo cuando quieren faltarle al respeto. Eso dice mucho de los tertulianos fumboleros, que creen que llamarle filósofo a uno es insultarlo, y que también creen que Guardiola es, en fin, un filósofo sólo porque habla soso y no dice nada. ¡Pobre filosofía...! ¡Quién te ha visto y quién te ve, Bernabé!

Dicho esto, el chaval tiene cuarenta años y todavía puede cagarla hasta el fondo, si se pone a ello. Porque estas medallas se le dan a alguien cuando está a punto de diñarla y no puede echar la marcha atrás, por simple precaución. Se admite como excepción un acto singularmente heroico y notable, de ésos que merecen la máxima distinción del mérito civil, recuerdo. Pero, en fin... Eso del mérito civil se ha depreciado mucho y ahora consiste en ganar una pasta dándole de patadas a un balón.

Don Josep, por muchos que sean sus méritos fumboleros ¿merece una Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña? En su categoría de oro, además. Protagonizando el inicio de la Fiesta Nacional. Por unanimidad. Por, traduzco literalmente, por razón de su trayectoria como deportista de élite, por los éxitos alcanzados en su etapa como entrenador, por la proyección de una Cataluña culta, cívica y abierta, que ha sabido hacer de una manera bien notoria [sic], y por los valores que ha transmitido ejemplarmente, como ahora la deportividad, el trabajo en equipo, el esfuerzo y la superación personal, valores muy positivos no solamente desde un punto de vista individual, sino también para el progreso colectivo.


¡Caramba! ¡Córcholis! ¡Cáspita! Me han dejado anonadado. Esto ¿va en serio?

Si cobro su sueldo, me apunto a eso de la superación personal, el esfuerzo colectivo y lo que haga falta, hasta les leo un libro, si quieren.

Pero... ¡por Dios! ¿Tan mal estamos en Cataluña que sólo podemos darle la medalla de oro a un fumbolista? ¿No hay nadie más? Pues, apaga y vámonos.

De Buonaparte y de los Borbones

Cuadernos del Acantilado nos regala con una pequeña obra maestra del panfleto. Se trata de De Buonaparte y de los Borbones, de François-René de Chateaubriand, con prólogo y anotaciones de Cesare Garboli y traducción de José Ramón Monreal. Es magnífico, un discurso impresionante. Y, sí, dice Buonaparte y no Bonaparte, porque Chateaubriand tenía ganas de fastidiar.

Nietzsche dijo que la talla de un hombre se mide por la talla de sus enemigos, y si aplicamos la receta, Chateaubriand fue un hombre de grandísima talla, pues su adversario fue nada más y nada menos que Napoleón Bonaparte. Lo mismo podría decirse de Bonaparte, el último hombre que ha parido Europa, otra vez en boca de Nietzsche, pues su relación de amor y odio con Chateaubriand es de las que hacen historia, nunca mejor dicho.

Chateaubriand sufrió la Revolución Francesa por su origen noble, y luchó con los émigrés contra la República. El golpe del 18 de brumario y el Consulado, la Paz de Amiens, los acuerdos con la Iglesia Católica y la amnistía hicieron de Chateaubriand un funcionario de la diplomacia francesa, un representante del nuevo orden. Escribió El genio del Cristianismo y se ganó la admiración de Bonaparte. Ya entonces destacó el escritor, que se atrevía con el ensayo político y lo resolvía como el mejor de los literatos, con un verbo más que notable.

En 1804, tras varios atentados y conjuras contra su vida y el Consulado, Bonaparte, con el auxilio de Fouché y Savary, secuestró al duque de Enghien y lo mandó fusilar tras un juicio sumarísimo y clandestino. Detuvo al general Pichegru, que murió estrangulado en su celda, y a Cadoudal, que fue decapitado junto con una docena de cómplices delante del Ayuntamiento de París. Moreau, el vencedor de Hohenlinden, tuvo que huir a los Estados Unidos. Esa repentina y contundente reacción contra los partidarios de la reinstauración de los Borbones se llevó por delante a Chateaubriand, que tan pronto se enteró del asesinato del duque de Enghien, dimitió de todos sus cargos, porque no podía ser cómplice de un crimen.

A partir de entonces, Chateaubriand se convirtió en la mosca cojonera de Napoleón Bonaparte, y perdonen la expresión. Insidioso y puñetero, no perdía la ocasión de atacarlo y acusarlo, y eso le costó que varias veces tuviera que abandonar París con lo puesto y pasar una temporada en el campo. Napoleón confesó que el mejor regalo que podrían hacerle era matar a sablazos a Chateaubriand en las escalinatas de las Tullerías, y afirmó que si Chateaubriand tuviera que alabar a una tuerta, solamente hablaría del ojo que le falta.

Pese a todo, Bonaparte siguió admirando a su enemigo, reconociendo en éste una integridad moral y política a la que no estaba acostumbrado. ¡Qué pocos se atrevían a llamarlo tirano en sus narices...! Además, su prosa, que Bonaparte reconocía como la mejor de Francia. Por eso, un día, Bonaparte preguntó por qué Chateaubriand no era todavía académico. Todo fueron prisas para nombrarlo miembro de la Academia. Chateaubriand no perdió la oportunidad y su discurso de ingreso cargaba contra la Revolución, lo que equivalía a cargar contra el Usurpador y su Imperio. ¡La rabieta de Napoleón fue de órdago! Pero Chateaubriand no aceptó las correcciones del puño y letra de Bonaparte, y dio a entender que él leería su discurso, dijera lo que dijera el Corso. El asunto acabó con un nuevo académico pasando una temporada en el campo, Bonaparte con dolor de tripas y la Academia, sin ceremonia de ingreso.

En 1814, con Francia invadida por los aliados y Bonaparte batiéndose contra ellos, Chateaubriand escribió De Buonaparte y de los Borbones. Mientras escribió el panfleto, durmió con él bajo la almohada y un par de pistolas en la mesita de noche. Si la policía lo pillaba con el panfleto, se veía en el cadalso, ejecutado inmediatamente y con prisas. Pero tuvo el valor de publicarlo, reclamando el regreso de los Borbones, la reinstauración de la monarquía y la expulsión del Monstruo.

Su publicación fue oportunísima, y pilló a Bonaparte en Fontainebleau con la Guardia Imperial, todavía con posibilidades de mantenerse en el trono. Le duró poco la esperanza. Una semana después, abdicaba, y parte de esa renuncia la debe al panfleto de Chateaubriand que, dijo, valía por un ejército de cien mil hombres.

Curiosamente, Luis XVIII agradeció el panfleto, pero no se mostró demasiado entusiasta. La única persona que lo juzgó desapasionadamente y reconoció su mérito fue... Bonaparte. Mandó que se lo leyeran e iba diciendo que tal cosa era cierta, que tal cosa era mentira... Un pelota del jefe propuso ir a buscar a Chateaubriand para darle una lección. Bonaparte se enfureció. Chateaubriand merecía todo su respeto, pues siempre se le había opuesto abiertamente y nunca había disimulado lo que pensaba; en cambio, ése y ése, señaló, hace ya tiempo que se han vendido a los Borbones y hacen como que la cosa no va con ellos.

Imagínense la escena.

Y lean De Buonaparte y de los Borbones, con su introducción y sus notas. Merece la pena.

Qué memoria la mía

A veces, la ciencia nos sorprende con boutades, otrosí llamadas tonterías. Dígase que confirma lo que sospechábamos, y uno se pregunta a santo de qué se dedican tantos esfuerzos para confirmar algo ya sabido, pero eso sería simplificar. Hay un porqué que escapa al profano, pero el qué puede ayudarnos a sonreír.

Todo esto por un artículo que ha publicado la revista Science. Poca broma con Science, que lo que dice Science va a misa. El artículo se titula Google Effects on Memory: Cognitive Consequences of Having Information at Our Fingertips, y está firmado por Betsy Sparrow, Jenny Liu, and Daniel M. Wegner, de las universidades de Harvard, Columbia y Wisconsin-Madison; ha sido publicado el 14 de julio (ref. 1207745), tanto en papel como en formato digital para usuarios registrados.

¿Qué dice el artículo? Describe un experimento. Los voluntarios se enfrentaban con datos curiosos. Por ejemplo, que el ojo de la ostra es más grande que su cerebro. ¡Caramba! ¡No sabía que las ostras tenían ojos! La cuestión es que les contaban estas cosas al tiempo que utilizaban el ordenador para anotarlas en una base de datos, o las aprendían de verlas en algún lugar de internet. Tiempo después, les preguntaban por el ojo de la ostra, por seguir con el mismo ejemplo. Los investigadores observaron que las personas cobayas no respondían de inmediato, sino que tecleaban ostra y ojo en el ordenador. En pocas palabras, ¿para qué iban a memorizar nada si tenían el dato a mano? ¿Para qué esforzarse en recordar una cuestión compleja si con el ratoncito tenemos la respuesta en un pispás?

Los autores afirman que internet se ha convertido en (copio y traduzco) la forma primaria de memoria externa o transaccional, donde la información se almacena colectivamente fuera de nosotros mismos. Es decir, que nos vuelve un poco más idiotas cada vez. ¡Qué descubrimiento!

Como dijo aquél, jamás nos lo hubiéramos imaginado. Lo de que las ostras tenían ojos, quiero decir.

El pim-pam-pum

En estos días de zozobra, los gobiernos, los poderes fácticos y ésos agoreros de tertulia buscan a quién echarle las culpas de sus meteduras de pata. Los inmigrantes y los funcionarios son los muñecos del pim-pam-pum que han escogido estos ineptos para hacer puntería. La verdad, son ideales para la función. Son colectivos que se rigen por sus propias reglas y el común los examina con suspicacia y recelo. Será inútil explicar que el inmigrante cuesta menos dinero a la Seguridad Social que un indígena, o que es un privilegio de los ciudadanos contar con un cuerpo de profesionales que, mande quien mande, aunque no mande nadie, hacen que la Administración Pública funcione. Ambos colectivos son la patria del estereotipo, el prejuicio y la inquina.

No se dice, por ejemplo, que una buena Inspección de Trabajo pondría en apuros a muchos empresarios que contratan inmigrantes en condiciones dolosas, que, es cierto, perjudican a los trabajadores indígenas... casi tanto como perjudican a los trabajadores inmigrantes. Tampoco se dice que los flamantes planes de nuestros gobiernos consisten en privatizar, externalizar, la función pública, y privarla de contenido. Las comisarías de policía las vigilan guardias jurados; médicos y enfermeras se contratan por horas; la escuela pública se sustituye por el colegio concertado; los inspectores de sanidad, medio ambiente, trabajo o seguridad industrial tienen las manos atadas por falta de medios y no dan abasto; la sanidad pública se deja para los pobres, que no pueden pagar una mútua; etcétera, sin entrar en el trapo de una gestión deficiente, porque los que mandan, a la vista está, no saben gestionar.

Hace un par de días, el señor Rosell, presidente de la CEOE, una asociación que representa la gran patronal, protagonizó muchas portadas y sesudas tertulias porque hizo unas declaraciones donde, tópico tras tópico, se despachó a gusto. Si eso es todo lo que nos puede ofrecer, apaga y vámonos. Por ahí puede encontrarse el vídeo donde proclama sus pesares, y es tan triste que tan poca oratoria y un discurso tan hueco sean protagonistas de los telediarios que uno ya no sabe adonde agarrarse para no desfallecer.

Dijo, poco más o menos, que la culpa de que haya tantos parados es de tanta gente que se apunta al paro porque sí, y que se reduce el paro borrando de la lista de parados a los que no quieren trabajar, reflexión que tiene miga. También acusó a los enfermos crónicos de pasar el día en la consulta del médico, y no se libraron los estudiantes que sacan malas notas. Sin embargo, cargó contra los funcionarios, a los que dejó de vuelta y media. Vagos, prepotentes, tendrían que ser sustituidos por trabajadores con contratos-basura, que uno pudiera echar a la calle a la primera de cambio, tal como hacen las empresas de este caballero.

¿Qué quieren que les diga? Dejando a un lado que su oratoria es semejante al parlar de una ameba, ¡qué colección de tópicos! El pim-pam-pum, nada nuevo... aunque el ejemplo que puso me da mucho en qué pensar, y nadie le prestó atención. Puso como ejemplo al inspector de Hacienda que denuncia a un empresario por evasión de impuestos. Llegado el día del juicio, el juez considera que las pruebas no son suficientes y perdona la multa. A eso se le llama presunción de inocencia. El señor Rosell se pregunta si este funcionario no tendría que pagar todos los inconvenientes que ha causado al pobre evasor de impuestos, dando a entender que si un inspector de Hacienda denuncia a alguien y la denuncia no prospera, él tampoco tendría que prosperar, y sería lo mejor echarlo de patitas a la calle.

Esta visión de la Inspección de Hacienda supone que la mejor Inspección de Hacienda es la que no existe. Reflexionen un poco y piensen qué podría ocurrir si el inspector que presenta una denuncia que no prospera perdiera su trabajo. Sería el paraíso para los caballeros con los que el señor Rosell comparte sus días. Pero no creo que a las personitas de a pie nos fuera mejor.

En resumen, piensen un poco antes de tirar contra el pim-pam-pum, no comentan alguna tontería y se peguen un tiro en el pie.

Hace setenta y cinco años

El 17 de julio de 1936, los mandos del Ejército de África se pronuncian en contra del Gobierno de la II República Española. El 18 de julio, el pronunciamiento triunfa en media España, y los sublevados inician la marcha hacia Madrid, mientras corría la sangre de las primeras víctimas de lo que sería la Guerra Civil Española.

¿Qué ocurrió para que la España del Café Gijón y la Residencia de Estudiantes cediera el paso a las balas? ¿Qué fue de la España de Machado, Unamuno, Lorca...?

Es inútil buscar una explicación que pueda aliviar nuestra desazón. Los libros de historia y los archivos nos muestran una España que no conocemos, que no hemos sentido. Nuestro desconsuelo es infinito. Diría que nos resulta imposible comprender por qué pasó lo que pasó, por mucho que conozcamos al dedillo los acontecimientos históricos y la biografía de sus protagonistas.

No sabemos cuántos muertos se llevó por delante la estupidez. En la retaguardia, asesinados por unos y por otros, entre sesenta y ochenta mil por bando, unos pocos más en el bando republicano. En el frente, hay quien dice que cayeron doscientos mil, hay quien dice trescientos mil, hay quien se atreve a ir más allá. Entre cuatrocientos y quinientos mil españoles fueron condenados al exilio. Esto, sin contar cuántos morirían de hambre o enfermedades. Una vez acabada la guerra, la cínica, corrupta, triste y resignada miseria física y moral de la postguerra, donde el vencedor siguió matando vencidos, tantos como cien mil, según unos, o doscientos mil, según otros. Pocos acontecimientos han marcado tanto la historia de España como nuestra Guerra Civil.

Han pasado setenta y cinco años desde ese desgraciado alzamiento. La fecha ha pasado sin pena ni gloria, nadie le ha prestado demasiada atención. Seguimos sin tener un Museo de la Guerra Civil digno de tal nombre y es tanta la estulticia que se gasta alrededor de este asunto que hay para ponerse a llorar. Los periódicos apenas dedican cuatro líneas al aniversario; de la televisión, mejor no hablar. Algunos mayores recuerdan todavía el estremecimiento que producían las sirenas antiaéreas, el trallazo del hambre, el miedo de la trinchera, pero son cada vez menos.

La historia se nos escapa de las manos, y aunque es falso que la historia se repite, es bien cierto que se aprende mucho de ella. Tendríamos que aplicarnos más a la lección.

Hammerstein o el tesón

Kurt Gebhard Adolf Philipp Freiherr (barón) von Hammerstein-Equord nació en 1878 y murió en 1943. Quizá no les diga nada su nombre, pero fue una de las figuras más importantes del ejército alemán en los años veinte y treinta (de hecho, fue Jefe del Estado Mayor del Reichswehr, el Ejército, hasta 1934)... y se opuso firme y abiertamente al nacionalsocialismo, mucho antes de que éste llegase al poder; y una vez llegó, siguió oponiéndose. Tuvo siete hijos e hijas. Dos de ellos participaron directamente en la conjura para matar a Hitler el 20 de julio de 1944 y se salvaron de milagro del cerco de las SS. Sus tres hijas mayores simpatizaron con el Partido Comunista alemán, dos militaron en él. Espiaron para la Unión Soviética y se opusieron a los nazis, aún con riesgo de sus vidas. La familia del general trabajó de tapadillo para salvar la vida de docenas de judíos alemanes y personas políticamente peligrosas para el nazismo. El general nunca ocultó lo que sentía por los nazis, desprecio, y advirtió repetidamente a sus camaradas del Ejército de lo poco bueno que podía esperarse de Hitler y su camarilla.

En pocas palabras, la familia Hammerstein (von Hammerstein-Equord, perdonen ustedes) es un caso singular en muchos aspectos, y también un ejemplo de valentía y tesón contra la tiranía. De ahí el título de la obra de Hans Magnus Enzensberger, Hammerstein o el tesón (Hammerstein oder Der Eigensinn: Eine deutsche Geschichte), que se publicó en Alemania en 2008 y ha traducido Daniel Najmías para Anagrama, que la ha publicado este año.

Cuentan que el libro es una biografía novelada, una novela biográfica... aunque Enzensberger dice, insiste en que no es una novela, por mucho que recurra a la ficción (en forma de diálogos) para explicar el perfil de algunos de los personajes de la historia. El libro es más apasionante por lo que cuenta que por cómo lo cuenta. Parece una enorme carpeta de apuntes. Pero el general y su familia, las intrigas políticas, las conjuras, las purgas de Stalin, la vigilancia de la Gestapo, todo sumado y algo más, mantienen en vilo al lector, sin necesidad de recurrir a la ficción. Recomendable.

«No sé lo que cobro»

Las cosas van mal. No hay dinero, qué más puedo decir. Por lo tanto, hay que... ¿Hay que qué? El Gobierno de la Generalidad de Cataluña dice que hay que recortar el gasto. Recortar, recortar y recortar. Zas, zas, un diez por ciento por aquí, un diez por ciento por allá. Se llevan por delante la sanidad y la educación pública y si alguien se queja, la culpa es de los funcionarios, que no pegan sello, de los inmigrantes, que no hacen más que llevárselo todo y vivir del cuento, o de Madrid, que es la mano negra que mueve a funcionarios, inmigrantes y demás.

Sí, hay que recortar... y hacer más cosas. Por ejemplo, tener prioridades claras, que beneficien a la mayoría; en cristiano, no recortar tanto en hospitales, por ejemplo, y un poco más en televisión. Luego, aunque suene a libro de autoayuda, Dios nos libre, hay que aprovechar la oportunidad para reorganizarse y hacer mejor las cosas. Las estructuras burocráticas de la administración de la Generalidad de Cataluña son macrocefálicas, los circuitos administrativos son retorcidos y la eficiencia de los trámites, cuestionable. Falta una buena gestión.

Sin echar mano de los despidos o los recortes salariales, dijo la Comisión Vilardell, sino sólo gestionando mejor, podía reducirse una tercera parte el gasto sanitario catalán. ¡Una tercera parte...! Quizá sea éste el ejemplo más doloroso, pero, en resumen, como no saben gestionar, recortan. Y no apunto a un solo partido, sino a todos, porque todos en el Parlamento de Cataluña han tenido responsabilidades de gobierno. Está bien, SI no las ha tenido... aunque sus diputados, sí... excepto Laporta, que casi arruina al Barça. Ciutadans... no, pero no pintan nada. El PP ha mandado en España y colaboró activamente con el pujolismo durante años, y colabora ahora con el neoliberalismo convergente; tampoco se libra.

Pero las cosas son como son, no como deberían ser, y manda quien manda, que no da para más. Pero, al menos, podría disimular su caradura y su ineptitud, o mostrarse dispuesto a explicar las cosas claras.

La Agencia Catalana de Cooperación para el Desarrollo era el organismo que gestionaba las ayudas de la Generalidad de Cataluña al los países pobres (perdón, en vías de desarrollo). La agencia va a despedir a treinta trabajadores, la mitad de la plantilla, y reducirá su presupuesto un 55%. Las ONGs están con un cabreo mayúsculo, porque don Carles Llorens, el nuevo director de la agencia, va diciendo por ahí que se acabó lo que se daba, que vayan todos diciendo adiós a las subvenciones y que lo que es él, procurará que sean empresas privadas las que patrocinen proyectos humanitarios, patrocinio que luego podrán emplear para fines publicitarios.

No vamos a meternos con esta estructura de negocio, pero sí con la intervención de don Carles Llorens en el Parlamento de Cataluña. El personaje suprimió unos cuantos cargos directivos nada más aterrizar en la agencia y acto seguido, nombró a cuatro jefes de área. Simplificó la cúpula directiva, afirma, pero una parlamentaria le preguntó, cito: ¿Desmiente que haya subido el sueldo a la cúpula de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo? No lo preguntó una vez, sino cuatro veces, cuatro, y don Carles se hacía el sueco cada vez y se iba por los cerros de Úbeda. Al final, tras mucho insistir, la respuesta del señor Llorens fue, vuelvo a citar: No sé lo que cobro.

Yo se lo diré. Si cobra como un director general, que es lo que debería cobrar, 80.589,54 euros al año. Sin embargo, el sueldo de sus cuatro colaboradores permanece en la sombra, aunque sean trabajadores públicos. Los trabajadores de la agencia cuentan que la reducción de un 24% de la masa salarial por reducción de la estructura de mando (¿cuánta gente mandaba en la agencia?) ha ido a parar a los bolsillos de los nuevos cargos. Imagínense el humor de los trabajadores de la agencia: sus jefes cobran un pastón de más, a ellos les redujeron el sueldo y encima, cualquier día de éstos, la mitad, a la calle. Por el camino, la cooperación internacional pública perjudicada. En esto consiste la política de la retallada, en cortar por abajo para mantener a los de arriba.

En conclusión, en este caso hay mucho que discutir sobre la financiación y la profesionalización de las ONGs. Si son organizaciones no gubernamentales, ¿por qué viven del dinero público, que les da el gobierno a discreción? Es una contradicción en los términos, pero es otra batalla. Lo que ahora merece discutirse es el tono de la intervención del señor Llorens en el parlamento... y lo que quizá oculta. Usted, pregunte, que yo responderé lo que me dé la gana. En otros países, a un tipo así se le pone de vuelta y media y se le pide la dimisión de inmediato. Aquí, le ríen las gracias.

El agujero de Sitges, de aúpa

El miércoles corrió la voz. Después de Creixell, en Tarragona, el segundo ayuntamiento catalán en quiebra era el de Sitges. Pero el jueves se desmintió la noticia, aunque los munícipes reconocen que, si no están en quiebra, es por tan poco... Lo que dicen las cuentas provoca espanto, y lo que dice el Ayuntamiento, también, pues asegura que sólo tiene capital para pagar el 10% del presupuesto de este año.

Sitges debe 43 millones de euros a sus proveedores (siete de estos millones ¡están todavía por contabilizar!) y tiene un déficit de 22 millones de euros. Sumando, salen 65 millones de euros de deuda, que, repartidos entre los indígenas del lugar, en número de veintiochomil y pico, salen a 2.310 euros y 79 céntimos por habitante. No llega a la deuda por habitante de Cunit, de donde la infausta senadora, pero no anda lejos.

Poco a poco, después de las elecciones municipales van saliendo a la luz déficits que dan mucho miedo. La pregunta que nos hacemos es ¿cómo han llegado hasta aquí? ¿Por qué no echaron el freno con una deuda de diez millones? ¿O con una de veinte? ¿Cómo han podido llegar hasta los sesenta y cinco? Luego uno se pregunta en qué se ha gastado todo este dinero, ¿en algo provechoso? Ay, que mucho nos tememos que no será así.

Dicen que este año el castell de focs de la Festa Major será un señor con un megáfono y una linterna. Se pondrá en la Punta, donde la Iglesia de San Bartolomé, y encenderá y apagará la linterna gritando, megáfono en mano: ¡Pum! ¡Pum! ¡Pam! ¡Ratapán! ¡Pum!, y así, media hora. A más no llegamos, sostienen los indígenas.

Estoy «transtornao»


Irrelevante

El consejero de Economía y Conocimiento (sic) de la Generalidad de Cataluña, el honorable señor don Andreu Mas-Collell tiene fama de ser un orador tirando a malo y torpe. Es cierto, pero no hay que atender al cómo lo dice, sino al qué dice.

Ayer, en una conferencia en la Escuela Superior de Administración de Empresas, ESADE, don Andreu se puso las botas. Echó un aviso a los señores funcionarios, diciendo que tendrían que trabajar más por menos. Esas palabras, en cualquier idioma, suponen una rebaja de salarios, pero don Andreu dijo que no había amenazado con tal cosa, sino que proponía trabajar más horas a lo largo del año por el mismo salario. Lo dicho, el pobre hombre se explica en arameo.

Esa declaración ha ocupado los titulares de los periódicos, porque ya sabemos que la culpa de la crisis la tienen los inmigrantes y los funcionarios, no se sabe en qué orden, depende del día o de la opinión de cada uno. Sin embargo, otra declaración igualmente sonada de don Andreu apenas ha merecido algunas líneas en algún periódico.

Preguntaron al consejero por las pruebas de esfuerzo... perdón, por los test de estrés de las entidades financieras que promueve la Unión Europea. La pregunta tira con bala, porque dos cajas de ahorros catalanas, recientemente intervenidas, Unnim y CatalunyaCaixa, no podrán superar la prueba. Don Andreu dijo que eso no tenía ninguna importancia. Es más, dijo que era totalmente irrelevante (sic) que superen o no tal prueba.

Es posible que don Andreu coincida con algún economísta alemán en la crítica de los criterios que siguen estas pruebas. Es un asunto tan complicado que hasta es posible que tengan razón, el alemán y don Andreu. Pero ¿irrelevante? ¿Es éste un asunto irrelevante? ¿Totalmente irrelevante?

Esas cajas, gestionadas total o parcialmente por los poderes públicos (ayuntamientos, diputaciones, Comunidades Autónomas y Estado), han sido responsables y partícipes en la más salvaje especulación inmobiliaria y financiera que recuerda madre, unos tejemanejes que han provocado una crisis de padre y muy señor mío, y cuanto todo ha reventado, el Estado dedica un pastón infinito para evitar la ruina de esas cajas, pastón que sale de nuestros impuestos, y aún así, aún saneadas, ¿es irrelevante, totalmente irrelevante, que esas cajas de ahorro no superen las pruebas de solidez financiera que impone la Unión Europea?

Pues, manda güevos la relevancia.

Por la boca muere el pez (II)

Seguimos con el caso de una de las bocazas más grandes del país, doña Marta Ferrusola. En todos estos años de poder y oposición, doña Marta no le ha hecho ascos a la política. Los chismosos hablan de su papel en la elección d'aquest noi tan maco (este chico tan majo), Artur Mas, como sucesor de su marido, pero qué saben los chismosos de lo que sucede en el comedor o en la alcoba de los Pujol-Ferrusola. Nada, no saben nada, se lo imaginan.

Ahora bien, es en este ámbito, el de la política, donde doña Marta se ha mantenido en sus trece, especialmente en asuntos relacionados con la identidad y la inmigración, que son tan delicados. Quizá por eso mismo su verbo es semejante a un elefante entrando en una cacharrería, pero no se aleja demasiado de las ideas de su marido, que recién casado escribió que (cito y traduzco textualmente) los inmigrantes son indolentes, vagos, informales y dados al alcoholismo (sic), especialmente los andaluces (otra vez, sic). Subrayo lo de los andaluces, porque doña Marta sigue pensando lo mismo... y lo dice.

Le dio mucha rabia que un andaluz de nacimiento y catalán de censo, don José Montilla, fuera Presidente de la Generalidad de Cataluña en lugar de aquest noi tan maco. El presidente más pujolista que ha tenido jamás Cataluña era, qué paradoja, objeto de la más rencorosa inquina de doña Marta. ¿No me creen?

En 2008, en Radio Teletaxi (¡manda güevos! ¡en Radio Teletaxi...!) se preguntó en voz alta y delante de los micrófonos cómo era posible que hubieran escogido a un presidente que se llamara José, y no Josep. No se detuvo ahí. Dijo que no le cabía en la cabeza que hubiera un andaluz al frente del Gobierno, aseguró que no tendría que permitirse que fuera Presidente alguien que hablara tan mal el catalán (si le sirve de consuelo, no hablaba mejor el castellano, pobre), etcétera. Se despachó a gusto. Imagínense la cara de Justo Molinero, el director de la emisora más charnega del país. ¿Le molesta que el Presidente de la Generalidad sea un andaluz?, insistió don Justo Molinero, por ver si había oído mal. Un andaluz que tiene el nombre en castellano, sí, mucho, sentenció de nuevo doña Marta.

A otra cosa, mariposa, y dieron paso a la publicidad. El follón que se organizó fue de órdago y don José Montilla tuvo la elegancia de responder: Sin comentarios. ¿Qué podía decir, si no, delante de mujeres y niños?

Sin embargo, el momento de gloria de doña Marta había tenido lugar unos años antes, cuando todavía era presidenta, el 20 de febrero de 2001, en el auditorio de la Fundació La Caixa, de Gerona. Ejercía de conferenciante (¿perdón?) y el público, un centenar de personas, no salió defraudado del evento, porque la señora se puso las botas. Hay quien dice que ése fue el discurso de las mezquitas, ya verán por qué.

A vueltas con lo difícil que resulta ser catalán (sic), se quejó repetidamente de que los inmigrantes pretenden imponernos constantemente (sic) su cultura y su religión. Partiendo de esa premisa, la frase que más llamó la atención fue: Esto de las imposiciones es una cosa muy fuerte, porque a lo mejor dentro de diez años las iglesias románicas no servirán y servirán las mezquitas. Diez años después, es decir, ahora, el discurso adquiere su verdadera dimensión. ¿Qué se ha hecho de las iglesias románicas? Pregunten y verán. Brillante, pues, doña Marta. Como siempre.

Ferrusola dijo que había que integrar a los inmigrantes de arriba abajo. Qué entiende por integrar de arriba abajo, mejor no saberlo, pero esa conferencia dejó otras perlas inigualables. Sólo aprenden a decir buenos días, buenas tardes y dame de comer, y poco más, dijo. Después, hablan medio en su lengua, medio en castellano, añadió. Hablando de dame de comer, dijo: Cuando vienen los inmigrantes y se les da de comer, tiene que ser con su comida, no vale con lo que nosotros tenemos aquí.

Comida y techo, del que dice: Pasa lo mismo con los pisos protegidos. Se los entregan a gente inmigrada que hace equis tiempo que está aquí. [...] Mi marido está cansado de dárselos a marroquíes y magrebíes. [...] Todas esas ayudas son para gente que no saben ni lo que es Cataluña.

Quien sepa qué es, que levante la mano. No vale señalar en el mapa.

Luego hizo gala de una grandísima sensibilidad social: Quien sale beneficiado de estas pequeñas ayudas son estos inmigrantes que han llegado, porque se dan a la gente que no tiene absolutamente nada. [...] Gracias a Dios, nuestra gente [los catalanes] se gana mejor la vida.
Ay, sí, menos mal, ya tenía el susto en el cuerpo. Los pobres son ellos, no nosotros. Por cierto, ¿conocen a algún inmigrante que no haya llegado?

Luego se puso entrañable, recordando sus años mozos, y afirmando lo siguiente: Mis hijos no podían jugar en el parque cuando eran pequeños; me decían: «Hoy no puedo jugar, madre, todos son castellanos». Enternecedor.

Como pueden suponer, su discurso fue malinterpretado y la caverna mediática armó la de Dios es Cristo. A su marido se le ocurrió defenderla diciendo que lo que había dicho su señora era lo que pensaba todo el mundo, y fue peor.

El tiempo lo borra todo y ¿quién se acuerda ahora del discurso de las mezquitas? Nadie, pero su esencia sigue ahí, es cierto, y ha dado pie y fuerza a posturas como las de Anglada (PxC), Albiol (PP), Vilà i Abadal (CiU) o la antigua alcaldesa de Cunit y todavía senadora Alberich (PSC), pero ésa es otra historia.

Sí, el tiempo lo borra todo, menos el irrefrenable verbo de doña Marta. Hablaremos de sus últimas y profundas reflexiones en otro apunte. Éste ya se ha hecho muy largo y pesado.

We'll meet again

En The Wall, el famoso disco de Pink Floyd, una de las canciones comienza así: Does anybody here remember Vera Lynn? ¿Alguno de aquí recuerda a Vera Lynn? Mucho me temo que, por no acordarse, no se acordarán ni de Pink Floyd.

Pues, para que sepan ustedes, Vera Lynn todavía vive. Nació en marzo de 1917, llamándose entonces Vera Margaret Welch. La niña salió actriz y cantante, se cambió el nombre y le fue bien. Fue famosísima en su día. Luego...

En 2009, coincidiendo con los setenta años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los ingleses (re)descubrieron sus canciones y la señora Lynn se convirtió en la primera artista de 92 años número uno en ventas en el Reino Unido. Toda una marca.

Porque es cierto: la fama más apoteósica de Vera Lynn vino durante la Segunda Guerra Mundial. Sus canciones (especialmente, We'll meet again y The White Cliffs of Dover) fueron tarareadas en todos los frentes y la señora Lynn se arremangó y puso manos a la obra, cantando en Egipto, en Birmania, en la India, allá donde fuera, para animar a las tropas en conciertos improvisados cerca del frente. Se atrevió con Lily Marleen, para que vean ustedes. Los soldados no tardaron en bautizarla como corazoncito del Ejército (The Forces' Sweetheart).

Les dejo con un fragmento de We'll meet again, que canta Vera Lynn delante de un grupo (bastante civilizado) de tropas de la RAF. Escuchen, porque ellos cantan tanto como ella. La nota triste es que uno de cada diez de estos jóvenes no regresó a casa. Cosas de la guerra.




Por la boca muere el pez (I)

Hay personajes que se refutan ellos solos. Es decir, si uno quiere pillarlos en falta, no tiene más que estirarles de la lengua y dejarles hablar. Uno de estos personajes es la señora del señor don Jordi Pujol, que fue Presidente de la Generalidad de Cataluña y ahora ejerce de patriarca entrañable, aparentemente retirado de los vaivenes de la política. Aparentemente. La señora de este señor, la señora en cuestión, la que digo que tiene una boca de metro por las que deja ir frases memorables, es doña Marta Ferrusola.

Sea cual sea su inclinación política, si la tiene, habrá oído hablar de ella... y no muy bien. Los fumboleros, por ejemplo, y más si son culés, recordarán con cariño el nombre de Hidroplant, SA. Esta señora, su hija Marta y su hijo Jordi se repartían el 15% de las acciones; Aguas de Barcelona (AGBAR), entonces bajo la dirección del señor Fornesa (hoy presidente de La Caixa), tenía otro 30%; otros dos accionistas particulares, de ésos que salen en todos los saraos donde se reparte dinero, tenían el resto.

¿Por qué AGBAR...? No pregunten.

La cuestión es que Hidroplant, SA, repuso el césped del Fútbol Club Barcelona en 1994 y de nuevo en 1996. Durante tres años, el mejor sistema de drenaje de un campo de fútbol europeo, dejaba el campo hecho unos zorros después de diez minutos de juego. La broma costó al club el equivalente a 300.000 euros cada vez que repusieron el césped, y la hierba no arraigó nunca.

A tal punto llegó el mal estado del terreno de juego que nueve socios denunciaron a Hidroplant ante el juez y el Barça de Núñez se arriesgó a perder los favores de la familia Pujol echando mano a otro suministrador de hierbas, un señor de Osona. Poca broma, decirle que no a la señora del jefe. Ya entonces, doña Marta mostró sus grandes dotes para decir tonterías, pues declaró que la hierba no había arraigado por culpa del mal tiempo (sic).

Los fumboleros consultados señalan que a partir de entonces se manifestó el interés de CiU en promover a un sustituto de Núñez como presidente del F.C. Barcelona. Ya saben, uno de los nuestros, no un charnego metido a promotor inmobiliario. Al final, ese hombre fue... Laporta, pero ésa es otra historia.

En 1999, tal señora exclamó malhumorada por qué no podía ella tener contratos con la Generalidad de Cataluña. En parte, tenía razón, pero sólo en parte. Porque los contratos de jardinería de Hidroplant para el mantenimiento de las plantas de interior de cuatro consejerías, aunque no suponían mucho dinero, olían un poco mal. El caso llegó al Parlamento de Cataluña, pero las preguntas parlamentarias no llegaron a ninguna parte, cómo iban a llegar. Eso sí, los parlamentarios se lo pasaron muy bien cuando doña Marta, justificándose, explicó que no sólo era accionista, sino también comercial a sueldo de Hidroplant. Explicó con pelos y señales sus argumentos de venta: cuando salgo a pasear, me fijo en los edificios que se están construyendo; entonces, me voy al constructor, me presento, digo quién soy y ofrezco mis productos (sic).

Tal como estaba el percal, a ver quién le decía que no a la señora.

Su hijo Jordi empleaba el mismo sistema. Según la vox populi, aparcaba su Lamborghini delante de un establecimiento y ofrecía sus servicios llevando por delante sus apellidos, Pujol y Ferrusola. Curiosamente, por aquel entonces detuvieron por estafa a un caballero que también se apellidaba Pujol y Ferrusola y ofrecía sus servicios haciéndose pasar por hijo del jefe. El caballero en cuestión nada tenía que ver con la familia, pero sus ingresos fueron notables hasta que lo pillaron con las manos en la masa. Por lo tanto, las declaraciones de doña Marta fueron oportunísimas, ya ven.

Pasaron esos tiempos felices. En 2003, Hidroplant, SA, tenía unos ingresos netamente superiores a los dos millones de euros al año y llevaba así una buena temporada. En 2004, registró pérdidas por 221.000 euros y su facturación cayó por debajo del millón y medio de euros. Luego fue peor. Fue sólo casualidad que el Tripartito llegara al poder en 2004. Casualidad, una tremenda casualidad, ya me entienden.

Coincidió esa fecha con una serie de declaraciones de doña Marta Ferrusola que ya entonces la auparon, definitivamente, a la categoría de bocazas célebres. Así, por ejemplo, hablando del pacto tripartito, dijo ¡Nos han echado de casa! ¡Nos han quitado lo que es nuestro!, así, con todas las palabras, lágrimas en los ojos y delante de micrófonos y cámaras de televisión. Qué concepto del gobierno que tenía esta mujer, por Dios.

Hidroplant se vendió por 600.000 euros en 2006. La compró ISS, una empresa danesa. A precio de saldo.

Follón en Mollet del Vallès

En Mollet del Vallès, una idílica población catalana de más de 52.000 habitantes, los munícipes se complican la vida ellos solitos. Josep Monràs, del PSC, a los pocos días de iniciar su tercer mandato como alcalde de la ciudad, decidió subir el sueldo a todo su equipo de gobierno municipal. Eso fue en junio, en un pleno del día 22.

La subida de sueldo oscilaba entre el 7 y el 10%; el alcalde pasó de cobrar 59.000 euros al año a cobrar 78.000. Malas lenguas dicen que esta subida de sueldo respondía a la pérdida de su cargo en la Diputación de Barcelona, del que se ha visto privado después de las elecciones, que le suponía un ingreso anual de 83.500 euros.

Votaron a favor de la moción PSC (12 votos), CiU (4 votos) y PP (4 votos); ERC (2 votos) se abstuvo; ICV (3 votos) fue el único partido que votó en contra. El amplio consenso se explica porque en el mismo paquete se aprobaba una retribución anual de 18.000 euros para los portavoces de los grupos municipales. No está mal: sale a 1.500 euros el pleno.

Ya saben que, en estos casos, la protesta cívica cede muy pronto ante la violencia, el insulto y otras lindezas. Tras el pleno, el señor alcalde fue perseguido e increpado durante media hora por un grupo de trescientos personajes que le dijeron de todo menos guapo. Tampoco se libraron el resto de los munícipes, pues la chusma, en estos casos, no distingue entre unos y otros y el cabreo era generalizado. Se condenaron los hechos, pero el alcalde se ha visto obligado a corregirse y mostrarse menos generoso con los sueldos de los munícipes.

Ni corto ni perezoso, el señor Monràs ha propuesto eliminar la asignación de 18.000 euros anuales que se había aprobado para los portavoces de los grupos municipales, y dejar de pagar los 4.000 euros al mes que recibe cada partido con representación en el Ayuntamiento. De un día al otro, los concejales de la oposición habrían pasado a cobrar sólo unos cuatrocientos euros al mes (por trabajar sólo un día). Eso sí, en la nueva propuesta del señor Monràs los sueldos del señor alcalde y sus regidores no se iban a tocar, porque una cosa es ahorrar y otra, ser tonto.

La cara que ha puesto la oposición ha sido digna de una cámara fotográfica, y estas propuestas, sencillamente, no han llegado a buen puerto. Especialmente indignado se ha mostrado el señor Guillaumes, principal concejal en la oposición, de CiU, que veía cómo se le esfumaban 18.000 euros al año así, sin más. Ha calificado el follón de Mollet como el juego de los disparates y sus maniobras han obligado a discutir de nuevo la cuestión de sueldos y salarios de los cargos electos de forma serena y consensuada este otoño, cuando se discutan los presupuestos, porque al señor Monràs le falta un voto para obtener la mayoría y no ha podido salirse con la suya.

Por si no lo habían imaginado, de forma serena y consensuada quiere decir que se escucharán las palabrotas desde aquí, tan lejos.

La crisis inmobiliaria hace surgir episodios tan singulares y patéticos como éste día sí y día también. Por eso exclamamos: ¿En manos de quién están nuestros ayuntamientos? Y también: ¡Así nos va!

Post Scriptum: No tengo nada contra el alcalde de Mollet, sólo más datos. Podríamos haber hablado de los casos de Sant Andreu de Llavaneres o de Calonge, donde mandan alcaldes de CiU y se han dado casos similares. Tampoco está mal el caso de la Bisbal del Penedès, donde su alcalde, de ERC, ha bajado el sueldo de los concejales de la oposición un 90% (sale a 10 euros el pleno) para poder subirse el suyo un 33% (44.000 euros al año). Dicen los Evangelios que quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, pero visto el percal, si uno abre la boca, acaba lapidado.