Guardería de género (con perdón)

Que el conocimiento y el lenguaje van de la mano es una obviedad, como también resulta indiscutible que describimos la realidad a través del lenguaje. Sin embargo, una corriente filosófica contemporánea sostiene que la realidad es un convenio social alrededor discurso narrativo (que se elabora con el lenguaje). Por lo tanto, si conseguimos cambiar ese discurso, lograremos cambiar la realidad. Toda la parafernalia de la corrección política se basa en esta premisa.

Un núcleo pedagógico sueco quiere llevar al límite esta articulación del discurso narrativo en un grupo de treinta y tres tiernos infantes de Estocolmo. Financiada con fondos públicos, la guardería Egalia propone un modelo que permita que sus alumnos tengan una experiencia amplia de la vida y no se queden con sólo una mitad (sic). Para ello, los maestros (y las maestras) de Egalia no utilizan los pronombres él o ella, sino un pronombre neutro finlandés (sic), hen, que sirve tanto para los niños como para las niñas. Tampoco son niños o niñas, sino amigos (en sueco, el género de amigo es neutro), o se les cita directamente por su nombre. En lo demás, evitan el género masculino o femenino y emplean el neutro todo el santo día. No dicen un albañil, sino un ser humano que se dedica a la construcción, ni una enfermera, sino un ser humano que cura a la gente, tal como les cuento.

Van un poco más allá. Los juguetes están todos mezclados: cocinitas, muñecas, piezas de Lego y balones están todos en el mismo saco. Observen la fotografía, y los verán jugar con el barro a todos (y todas) por igual. Si se juega a mamás y papás, los maestros (y las maestras) informan a los seres humanos pequeñitos que no pasa nada si una familia tiene, en vez de papá y mamá, dos papás, dos mamás, dos papás y una mamá, tres mamás... A discreción.

Los cuentos, todos censurados. Blancanieves o la Cenicienta pertenecen al género maldito de protagonistas inadecuados de cuentos para seres humanos pequeñitos, y lo mismo podríamos decir de Caperucita Roja o el Lobo Feroz, que son estereotipos de un comportamiento determinado por el sexo (mal llamado de género). Y eso, no, eso sí que no.

En palabras del ser humano que dirige el centro, Lotta Rajalin, de sexo femenino, el objetivo del proyecto Egalia es que los seres humanos pequeñitos no crezcan como si estuvieran dentro de cajas cerradas, según una mentalidad que espera de ellos que sean de una determinada manera, varón o mujer. Añade que quiere que sean tal como ellos quieran ser, que se conviertan en seres humanos libres (sic). Defiende esa intención argumentando que así se genera una verdadera democracia, con ciudadanos finalmente libres de estereotipos sexuales (dice de género, pero está mal dicho). Así, cuando los seres humanos pequeñitos sean seres humanos más grandes, podrán escoger más libremente un oficio o una orientación sexual.

Evidentemente, los padres (y las madres) tienen que proseguir este comportamiento lingüístico en casa, y Egalia se ocupa también de formar a los padres (y las madres) de los seres humanos que van a la guardería. Hay doscientas familias en la lista de espera, con seres humanos a su cargo con una edad entre el año y los seis años. La guardería Egalia, además, se ha convertido en una especie de símbolo de algunos círculos homosexuales suecos, que creen que una educación basada en un discurso narrativo que prescinda del estereotipo sexual es la más conveniente para los seres humanos menores de edad a su cargo.

Ésa es la teoría. Naturalmente, no todo el mundo está de acuerdo con la teoría. En primer lugar, los filósofos que creen que el lenguaje no determina la realidad, sino que es la realidad la que determina el lenguaje, o los que afirman que el lenguaje surge de un convenio y no la viceversa. En fin, disquisiciones filosóficas aparte, el segundo grupo de personas que disienten de esta locura de género (de este género de locura sería la manera correcta de decirlo) lo forman algunos psicólogos (y psicólogas) que creen que esta obsesión por eliminar las diferencias entre sexos puede confundir y desorientar a los seres humanos menores de edad. Si uno de ellos, o de ellas, dice algo, juega con algo o manifiesta un comportamiento que no sea estrictamente neutro, sino propio de un estereotipo, puede sentirse culpable por tener una determinada identidad sexual. Vaya por Dios.

El ser humano femenino que dirige la guardería Egalia se defiende de estas críticas argumentando que algunas personas han malinterpretado el proyecto y piensan que queremos convertir a los niños en niñas y viceversa, cuando lo único que buscamos es abrirles los horizontes. La crítica no iba por ahí, pero supongo que la señora o señorita Rajalin estará hasta el cogote de opiniones semejantes a las que denuncia.

Eso, en Suecia. ¿Y en España?

Uno de los problemas del uso y abuso del lenguaje políticamente correcto es que choca frontalmente con el uso del español, el francés, el italiano y otros idiomas latinos. En estas lenguas, una palabra tiene género y número, y el género no siempre coincide con el sexo de lo nominado. Además, un sustantivo puede ser de género masculino o femenino, pero emplearse como genérico. Así, todos puede querer decir todos los hombres, es decir, todos los varones y todas las mujeres. Si decimos todos y todas, nos cargamos el principio de economía del lenguaje. Además, si decimos todos y todas, o viceversa, nos está saliendo el tiro por la culata, porque eso quiere decir que algo distingue a los todos de las todas, que existe una manifiesta diferencia que nos obliga a enunciarlos por separado... y eso era precisamente lo que quería evitarse. Una locura, vamos, por eso del hablar mal.

Si los seres humanos menores de edad que acuden a la guardería Egalia podrían sentirse confundidos (es una posibilidad), imagínense la confusión que podría crearse entre los seres humanos menores de edad que participaran en un experimento pedagógico similar en España.

Nota:

Para llamar a las cosas por su nombre y con el permiso de la RAE.

estereotipo. m. Imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable.

género. (Del lat. genus, genĕris). 1. m. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes. 2. m. Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas. [...] 7. m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra. 8. m. Gram. Cada una de estas formas. 9. m. Gram. Forma por la que se distinguen algunas veces los nombres sustantivos según pertenezcan a una u otra de las tres clases.

sexo. (Del lat. sexus). 1. m. Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.

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