¿Se acuerdan de la alcaldesa, y también senadora, Judith Alberich? Sí, ésa que se mostró tan espantosamente torpe con una trabajadora social de su ayuntamiento, acosada por la pequeña mafia del imán del pueblo, ésa que parecía tener un contubernio con tal personaje y su cuadrilla, la misma que tenía estudios (i.e., no tenía el diploma) de Ciencias Políticas y Gestión de la Administración Pública, la que heredó el cargo por inhabilitación de su predecesora, no sé si por méritos propios o de pura chiripa, y la que, finalmente, ha perdido la vara de alcaldesa del municipio de Cunit en las últimas elecciones.
Sospechábamos de su capacidad, y los números nos informan de lo siguiente. Al dejar el cargo, su equipo de gobierno había dejado en el Ayuntamiento de Cunit 1.579 facturas que sumaban 15.708.000 euros, y todas habían vencido hacía más de cincuenta días. Las facturas van de los 40 euros de una ferretería a los ocho millones y medio de la concesionaria de la recogida de basuras del municipio. Además, el consistorio debe 22 millones de euros más en créditos. De hecho, las cuentas del ayuntamiento estaban tuteladas por la Generalidad de Cataluña y están sometidas a una investigación de la Sindicatura de Cuentas después de un informe, publicado hace un año, donde ponía el grito en el cielo por la alarmante situación financiera del municipio. Cuando llegó al poder en 2007, Alberich se subió el sueldo un 70% y el catastro, el que pagan los ciudadanos, entre un 70 y un 350%. En 2007, los sueldos (o sueldazos) del Ayuntamiento de Cunit sumaban más de nueve millones de euros. A nadie ha pillado por sorpresa, pues, su nefasta gestión económica.
Para que se hagan una idea de lo que debe el Ayuntamiento de Cunit, sale a 1.237 euros por habitante en facturas por pagar y 1.732 euros por habitante en deudas crediticias. Un pastón.
La antigua alcaldesa y todavía senadora, Alberich, se excusa diciendo que, desde 2008, el Ayuntamiento de Cunit ingresa cuatro millones menos al año, ésos que procedían de la construcción (será mejor no entrar en detalles) y del impuesto de actividades económicas. La construcción se fue a hacer puñetas y detrás, la actividad económica. Con esta excusa, explica por qué las cuentas de su gestión no salen ni a la de tres. Pero prestemos un poco de atención a la excusa de la senadora: nos está diciendo que en tres años ha dejado de ingresar doce millones, pero la deuda municipal acumulada esos tres años suma esos doce millones y casi veintiséis millones más.
Ya sabíamos que su fuerte no era la gestión de los recursos humanos y ahora sabemos que de matemáticas, cero. Quizá por eso tiene solamente estudios, la senadora. Qué penita pena que el Senado, donde antaño se reunían las preclaras mentes de los representantes de la Patria, se haya convertido en un comedero de personajes como Alberich, que lejos de la política trabajaría en el noble oficio de administrativa-liquidadora de una sociedad gestora de fondos de inversión (tal como afirma ella misma en su currículum). En pocas palabras, el cargo le iba grande, muy grande, y no estaba ni está preparada para ejercerlo.
Lamentablemente, el caso de Alberich no es único. Cuántos cargos electos son definitivamente idiotas sólo lo sabe Dios. Luego, las cuentas municipales de media España están patas arriba, y las de la otra media, peor, y gran parte de lo que hemos sufrido con la especulación urbanística tiene que ver con la financiación de los municipios (y los munícipes). Aunque todo el mundo discute sobre la financiación de las Comunidades Autónomas, todavía nadie ha sabido resolver la financiación municipal, que viene acompañada en muchas ocasiones de una endémica mala gestión. Quizá tendría que ser ésta la principal función de la Diputación, el Consejo Comarcal, la Veguería o lo que fuera, esa tutela financiera, y no estaría de más plantearse una reducción del número de municipios, para gestionar mejor a menor coste. Pero maldito el caso que me van a hacer allá arriba.
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