Desde hace un tiempo, el debate político alcanza cotas de gran altura y significancia. Véase, si no, lo sucedido al recién alcalde de Barcelona, Xavier Trias.
Un periodista filmó un documental sobre la campaña electoral del señor Trias, candidato de CiU a la alcaldía de Barcelona. Estos días, se anunciaba el documental con el corte de algunas escenas curiosas. En una de ellas, que transcurre en el interior de un coche oficial, don Xavier Trias habla de fútbol y de la familia con una persona que no tengo el gusto de conocer personalmente.
Imagínate que tu yerno salga del Real Madrid o del Español, dice el personaje. Don Xavier Trias alza las manos y exclama: No, hombre, no, eso sería una desgracia.
Y ya la tenemos liada.
No sé qué habrá dicho el Real Madrid, pero el Español protestó oficialmente. También el Partido Popular. Extraoficialmente, algunos miembros de Unió, que son pericos de toda la vida (aunque procuren guardar el secreto). Las izquierdas también protestaron un poco (pero no demasiado). El asunto se fue de las manos y un comentario casual e intranscendente provocó una aterradora tormenta política, acompañada de vestiduras rasgadas, nubes de ceniza, rayos, truenos y centellas. Acusado de mil perrerías y de discriminar a un elenco de ciudadanos de Barcelona, el señor Trias tuvo que disculparse públicamente, y prometer que nunca más diría tal cosa de un club de fumbo de la ciudad en la que ostenta el cargo, más que nada porque necesita del PP para gobernar y el líder municipal del PP, me dicen, es perico de carné.
Nosotros vamos y nos creemos eso del nunca más, pero ¿había para tanto? ¿Merecía una tempestad política de órdago exclamar delante de una cámara que se te cae el mundo encima si tu hija se casa con un perico del Madrí? ¿Cuánta gente no habrá exclamado algo parecido? Incluso ésos que tanto se quejan. Pues, eso.
Como el fumbo me parece una estupidez, así, con todas las letras, me permito contemplar el espectáculo desde la barrera. Un equipo de fumbo lo componen once mercenarios que corren detrás de un balón en calzoncillos y camiseta; más allá de esa realidad, pamplinas. Cuando uno confunde la política con el fumbo, o viceversa, sale perdiendo el fumbo... y la política. Especialmente, la política.
Veamos: ¿a quién representa el Barça? A sí mismo; es decir, a sus socios. A mí no me representa ni quiero que me represente, me aburre soberanamente el espectáculo balompédico. Además, Guardiola es un pedante y me cae mal, y estoy hasta las narices de tener que desayunar, comer y cenar fumbo (es decir, Barça) en todos los noticiarios y periódicos del lugar. Voy más allá: no entiendo por qué tenemos que invertir dinero público en el F.C. Barcelona, y no me vengan con las audiencias de televisión, que, con la que está cayendo, se me ocurren muchas cosas mucho más necesarias en las que invertir unas cuantas docenas de millones de euros del presupuesto de la Generalidad de Cataluña.
Pero sé que decir esto en público me costará una censura, una reprobación, hasta una campaña de difamación y en consecuencia, no lo diré. Así que no he dicho nada y pelillos a la mar. Quiero decir, como dijo aquel gran filósofo, que el fumbo es fumbo, y que el fumbo es ansí, y allá los fumboleros con sus tonterías. Si el señor Trias siente los colores de la camiseta de su equipo (porque lo supongo socio culé de carné, copa y puro), que los sienta, me alegro mucho por él... y lo siento por su yerno (especialmente, si es cierto que es del R.C.D. Español).
Me preocupa más que el señor Trias afirme en público que es socialdemócrata (sic) y nadie se lo tome como una cuchufleta. Sostener semejante majadería en público implica que el señor Trias cree lo que dice, demostrando ser tonto además de poco leído, o que cree que los demás le creerán, lo que no dice mucho de su opinión de los demás. Puede que la verdad sea una combinación de ambas premisas. No lo sé, no quiero saberlo, prefiero no saberlo, pero ¿sería una desgracia para el señor Trias descubrir que su yerno es, además, ése sí, socialdemócrata?
No, no, hombre, no, con uno en la familia hay de sobras.
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