¡Godzilla!


Queridos lectores:

Les anuncio que se ha publicado otro de mis artículos en Metrópoli Abierta. Se titula ¡Godzilla! y va de elecciones y pactos. Fíjense: la señora Colau puede escoger entre alimentar al monstruo amarillo, que todo lo devora, o intentar hacer algunas políticas de izquierda. 

Lo que sucederá a continuación, ya lo veremos.

Por mi parte, pienso ver así que pueda la versión de Godzilla de 1954, la original.

Aquí Godzilla cabreado porque una línea de metro no es amarilla.

Los palimpsestos



Una conocida ha entrado a trabajar en la famosa librería Documenta, de Barcelona. Pasé un día a ver libros y me la encontré. Me puso un librito en la mano y me dijo: Éste te gustará. Para convencerme, me ordenó empezar a leer la primera página. Decía:

«Me llamo Czeslaw Pzęśnicki, soy un miserable inmigrante de la Europa del Este y un escritor fracasado, hace tiempo que no mantengo relaciones sexuales y estoy ingresado en un manicomio en Bélgica, un país que lleva un año sin gobierno».

Ahí mismo, sin pensármelo dos veces, compré Los palimpsestos, de Aleksandra Lun, que edita Minúscula. Aunque la autora es polaca, vive en Bélgica y trabaja como traductora de varias lenguas (o precisamente por eso), Los palimpsestos está escrita en español. Digo lo dicho porque si leen esta maravillosa novelita (uso el diminutivo con cariño), entenderán por qué lo digo.

Es un texto escrito con mucha guasa y sentido del humor. Pero es también una gran obra. Eso quiere decir que el humor te pone delante de asuntos muy serios, que la carcajada o la sonrisa viene seguida de reflexión y deja el regusto de habérselas con una gran escritora. Porque Aleksandra Lun cuestiona si los autores tienen patria que no sea la escritura, si el arte conoce fronteras, si éstas vienen marcadas por la lengua, nos pregunta por la identidad y la confronta con cierta idea de identidad, la de aquéllos que hacen de las banderas su patria, etcétera, y lo hace de forma, ya digo, divertida y bellísima.

Es una obra muy recomendable, mucho. Léanla.

La dura vida del apoderado


Una foto de las primeras elecciones en España en cuarenta años.
No nos hacemos a la idea de la suerte que tuvimos... y tenemos.

Ayer repetí como apoderado. Lo más normal es que uno se saque el carnet de un partido y luego, por horarios o por lo que sea, no vuelva a asomar las narices por la sede, ni para dar los buenos días. Es lo más normal, digo, en mi partido y en cualquier otro, pero un servidor se toma las cosas un poco en serio y se dice que, ya que se apunta, algo habrá que hacer. Por eso, como por horarios o por lo que sea no puede asomar mucho las narices por la sede, se apunta para hacer de apoderado y pasarse el día en un colegio electoral. 

Es de lo más entretenido y les recomiendo la experiencia, aunque es verdad que puede ser un poco exigente lo de tener que estar todo el día y hasta las tantas de la noche al pie del cañón. Pero no me quejo, todo lo contrario. 

Por lo demás, ayer pude ver en mi colegio a un famoso periodista de prominente panza, a la candidata (ex/neo/post/no sé/ como se diga) convergente que ganó las elecciones primarias de su partido, para que luego impusieran a otro candidato (¿qué pensaría en esa jornada electoral?) y pude charlar un rato con la cuarta autoridad del Estado, un tipo muy majo, que me soltó: Oye, yo a ti te conozco, ¿no? Un tipo muy majo, ya les digo.

Otra sucesión de pifias (Gran Premio de Mónaco 2019)


Aquí una Flecha de Plata en 1955.

Lo de Mónaco fue, de nuevo, un cubo de agua fría para los seguidores de Ferrari. Que sí, que un podio no está mal; Vettel quedó segundo entre dos Mercedes-Benz. El primero, el de Hamilton, tuvo suerte y habilidad, pues fue un gran mérito resistir en la primera plaza como lo hizo con unos neumáticos que daban pena (un error de equipo, que también los hay entre los alemanes), cuando incluso lo golpearon por detrás. 

El segundo Ferrari, Lecrerc, sufrió la maldición de no poder ser profeta en su tierra (Lecrerc es monegasco). Un error garrafal del equipo en las tandas de clasificación le obligaron a salir muy atrás y cuando empezó a adelantar (como un loco, pero esto es la Fórmula 1 y esto es Montecarlo), zas, pum, tuvo un topetazo, pinchó, tuvo que abandonar la carrera... En fin, que otro año será. 

Queda claro, sin embargo, que las buenas perspectivas del principio del campeonato o se han arruinado o eran un espejismo. Ay (suspiro).

Hay que soltar lastre


Queridos lectores:

Una vez más, un artículo de un servidor para Metrópoli Abierta. Se titula Hay que soltar lastre y señala una lenta decadencia de Barcelona (ergo, de Cataluña) de profundas raíces. Ustedes mismos, aunque no estén de acuerdo conmigo.

Te lo juro por Snoopy



Dicen algunos que resulta intolerable que un tipo, al acceder a un cargo oficial donde le piden que jure o prometa la Constitución, añada a la palabra dada la coletilla por imperativo legal. Yo no creo que sea intolerable, pero sí una tontería, porque todos los que juran o prometen la Constitución al acceder a dicho cargo (insisto: todos) la juran o prometen por imperativo legal, porque así lo exige la ley, el reglamento o lo que sea, y porque, si no, no te dan el cargo.

Del mismo modo, las razones que te llevan a decir por qué estás ahí son cosa tuya, y exponerlas en público son ganas de llamar la atención sin necesidad. Así, tanto da que uno jure o prometa la Constitución porque representa o ha sido elegido o es la encarnación del mismísimo pueblo elegido, sea tal o cual, porque la república esto o lo otro, porque soy bueno o porque ¡arribaspaña! ¡vivaspaña!, que da igual, que no nos importa, y si añade lo del imperativo legal, pues ganas de que se note que tú no haces como los demás... aunque estés haciendo lo mismo. 

Si uno los tuviera bien puestos, a la pregunta de si jura o promete respondería con un no. Y ya está. Se quedaría sin el cargo, pero bien a gusto. Pero que no le quiten el cargo, ¿eh? Eso no. Así que, si hace falta, juro por Snoopy y por imperativo legal lo que haga falta.

Dicho esto, cuánta tontería, en serio. Cuánta tontería y qué poca formalidad. 

Niki Lauda (1949-2019)



Vi correr a Niki Lauda, pero no me acuerdo. Lo vi correr veintiocho vueltas al circuito de Montjuïc, en 1973; no pudo acabar la carrera. En aquella época corría con un BRM. Al año siguiente lo haría con un Ferrari. Aquel año ganó un Lotus con el motor Ford Cosworth V-8, el de Fittipaldi. También pude ver a Pescarolo, Regazzoni, Ickx, Reutemann, Stewart o Hill, por ejemplo, nombres que todavía hoy hacen soñar a los aficionados al automovilismo. 

Pero, como iba diciendo, no me acuerdo. Tenía entonces ocho años y mi recuerdo se limita al mucho ruido que hacían los coches de carreras de la época, al sol que caía de plomo sobre la tribuna y a lo cerca de nosotros que pasaban esos escandalosos bólidos. Recuerdo taparme las orejas con ambas manos para defenderme del petardeo de esos broncos motores. En 1975, uno de esos aparatos todo ruido y estruendo perdió un alerón y se llevó a cinco espectadores por delante, poniendo fin a un circuito realmente espectacular (pero muy peligroso).

Esto nos pone en situación. Lauda fue un gran campeón en una época de grandes campeones. Tres campeonatos del mundo y veinticinco victorias sabrán a poco cuando vemos las estadísticas que se gastan ahora, pero en su época eso fue una gran hazaña. Si además contemplamos el esfuerzo que hizo por llevarse dos de esos campeonatos después del gravísimo accidente de Nürburgring, el mérito se multiplica. 


En Ferrari, Lauda fue un revulsivo y, que se sepa, fue el primero que le dijo a Enzo Ferrari (literalmente) que su coche era una mierda. Otros, y sólo más tarde, le dijeron al jefe que su coche parecía un camión (sic) o que era lento, pero una mierda, ninguno. La afirmación provocó el espanto de todo el mundo, porque el Commendatore era un ogro, un tirano, un tipo desalmado con una única obsesión, ganar, que pasaba por encima de lo que fuera con tal de sumar una victoria más. Pero sabía reconocer a un buen piloto en cuanto lo veía. Así que se tragó el piropo y Lauda, a partir de ese momento, hizo del Ferrari un coche ganador. 

Ésa era una de las principales virtudes de Lauda, su capacidad técnica, su paciente tesón, que detectaba posibles mejoras y defectos en los coches que pilotaba, que tenía mano para llevarlos a ganar con eficacia y sin arriesgarse más de la cuenta. Ferrari le debe dos Campeonatos del Mundo y Mercedes-Benz, su génesis y estrategia actual como escudería, por ahora imbatible. Su lucha por la seguridad de los pilotos merece también ser señalada y admirada. No exagero si digo que el empeño de Lauda por la seguridad ha salvado la vida de muchos pilotos, mecánicos y espectadores de la Fórmula 1.

Para muchos, como yo, Lauda era el símbolo de una época que siempre consideraremos mejor, y no sabemos muy bien por qué, le teníamos cariño. 

Cuestión de dinero


Queridos lectores:

He aquí otro artículo para Metrópoli Abierta, titulado Cuestión de dinero, sobre un tema que hace unos días en mi blog. Va sobre el poder adquisitivo de los votantes de los diferentes partidos en las últimas elecciones. Espero que les interese.

Ay, la política...


Barcelona, grafito, mayo 2019.

La vanidad de la caballería



Gatopardo Ediciones publica, traducida por Teresa Clavel, La vanidad de la caballería (La vanità della cavalleria), de Stefano Malatesta, publicada en italiano en 2017. Malatesta es un autor italiano, escritor, crítico, periodista, reportero de guerra, un poco de todo, que ha tenido una vida entretenida y tiene una manera de contar las cosas verdaderamente atractiva. 

La vanidad de la caballería es un libro que se centra principalmente en hazañas (y desastres) militares, no todos de la caballería, pero sí muchos. Malatesta aporta un tono irónico, a veces casi humorístico, pero a veces también extremadamente serio, sobre la guerra, que subraya el valor de algunos hombres y señala la falsedad de algunos mitos. Desfilan por sus páginas húsares, caballeros medievales, guerreros mongoles, lores ingleses metidos en medio de alguna guerra colonial, marinos, mariscales de Napoleón, guerrilleros valientes y desesperados, metidos todos en historias a la vez trágicas y singulares, donde abundan los héroes, pero también algunos imbéciles. 

Con una mente lúcida, que rinde honores a quien los merece, paseamos de la mano de Malatesta por escenarios bélicos de toda clase y condición, sea Trafalgar, Waterloo, las mesetas de Asia, el campo de Agincourt, el África negra de principios del siglo XX, Etiopía, Sicilia, el centro de Europa y lo que se tercie. ¡No nos aburriremos nunca! Al menos, yo. Me lo he pasado en grande leyendo este libro, que recomiendo a quien quiera pasar un buen rato de lectura.

Hacer un Pollock


En los días que toca limpieza, me siento súbitamente tentado a hacer un Pollock con los productos de limpieza. A veces no puedo resistirme. El resultado quizá sea pobre, pero lo que es seguro es que será efímero.


Reflejos


Pillada de improviso, con el teléfono, la fachada se convierte en un espejo improvisado.


Adiós (Gran Premio de España 2019)



No está hecha la vida para un seguidor de Ferrari en estos días que corren. Si algunos de los fiascos de esta temporada hasta ahora, en la que partíamos como favoritos (para variar), podían deberse a tal o cual cosa, ya no valen excusas. Mercedes-Benz volvió a situar los dos coches en primera y segunda posición (ya van cinco veces seguidas esta temporada) y Ferrari tuvo que conformarse con quedar cuarto y quinto. Tendría que producirse un milagro para que no digamos adiós ahora mismo al campeonato, sea de Marcas, sea de Pilotos, sea cual sea. Algo no funciona.

Pero es posible que también digamos adiós al Gran Premio de España de Fórmula 1 que se rueda en Montmeló, Barcelona. Parece ser que Holanda propone otro circuito. Aquí hace ya tiempo que el gobierno municipal de Barcelona no está por la labor y la Generalidad de Cataluña está por otras cosas. De hecho, cuando el inefable presidente Torra afirmó que la Fórmula 1 no se marchará de Cataluña, comencé a decirle adiós, adiós... 

El síndrome Leonardo


Queridos lectores:

He aquí un nuevo artículo publicado por Metrópoli Abierta, titulado El síndrome Leonardo. Espero que les guste y que les dé en qué pensar.

Un programa muy interesante



El otro día, como tantos otros días antes, puse una lavadora para hacer la colada y el asunto, tan trivial, casi acaba en tragedia. Oh, la lavadora hace un ruido muy raro, exclamé. Detuve su marcha, abrí el tambor... y me sorprendió una humareda espesa y el inconfundible olor a quemado de gomas, plásticos y componentes eléctricos.

En resumen, no pasó nada, pero acabo de estrenar lavadora. Ahí la tienen, nuevecita. La he cargado con la colada y hacía tiempo que no seguía un programa con tanta atención. Además, ¡sin pausas publicitarias! Desde luego, mejor que la tele, cuando arrancan las campañas electorales.

Ellos



Suelo desconfiar de las autobiografías y la mayor parte de las veces tengo razón por haber desconfiado. Los que escriben abiertamente sobre sí mismos suelen mentir y dan alas a una vanidad superlativa. Cierto es que un buen escritor suele escribir sobre sí mismo y que su vanidad no es pequeña, pues, de entrada, supone que lo que cuenta es interesante. Pero el más frecuente autobiógrafo va muchos pasos más allá y cruza descuidadamente el límite de lo soportable. 

Por eso tan pocos relatos de la propia vida alcanzan mi beneplácito. Requieren una honestidad y una (casi siempre falsa, pero convincente) modestia que pocos pueden permitirse, un desparpajo y un estilo difícil de alcanzar y, por último, cosas que contar. Porque si hablan más de lo que vieron que de ellos mismos, si ejercen más de testigos que de protagonistas, la nota sube. ¿Mienten? Claro. Pero si mienten con gracia... Así, entre una cosa y la otra, se salvan algunas letras de Stendhal, de Churchill o de Casanova, el veneciano, mientras que muchas otras, escritas por personajes incluso insignes, caen o merecen caer en el olvido.

No es el caso de Ellos, escrita por Francine du Plessix Gray. Fue entrar en mi librería de guardia y verme asaltado por Carme. Luis, éste te gustará, me dijo. Y acertó. (¿Cómo se lo hace para acertar siempre?)

Ellos es un libro editado y publicado por dos editoriales, que han sumado esfuerzos para comprar los derechos y costear la traducción, la corrección, etcétera, lo que agradecemos mucho, porque el libro lo merece. Son las editoriales Periférica y Errata Naturae. La traducción es de Ángeles de los Santos. 

La familia de la autora atesora historias para empezar y no acabar, tanto por parte de madre como por parte de padre. Parientes aventureros y aristócratas, amantes, poetas, artistas, viajeros, sinvergüenzas, jugadores, borrachos, hombres de negocios, todos metidos en medio de la historia europea, abriéndose camino en la Revolución Rusa o escapando del nazismo en los años treinta y cuarenta. No faltan ingredientes para hacer de la historia de la familia algo más que divertido, y las primeras páginas de Ellos parece (sólo parece) que van por ahí. Luego vendrá el mundo del glamour, de Vogue y otras revistas de moda, de fiestas interminables, de codearse con Dalí, con Dior, con Yves Saint-Laurent o Marlene Dietrich...

La edición americana de Ellos (Them, A Memoir of Parents).
En la imagen de la portada, Alex y Tatiana, los verdaderos protagonistas de la obra.

Pero lo que Ellos es es otra cosa. Es una seria, incisiva, muchas veces cruel, investigación sobre los protagonistas de esta historia, que son la propia autora, su madre, Tatiana, y su padrastro, Alex Liberman. Bajo la luz del glamour quedan las sombras de la vanidad, el egoísmo, la frustración, la soledad, el miedo, y el amor, también, por supuesto.

Un buen libro.

Bloqueado por la barretina


Es notable el espacio que los medios catalanes (subvencionados, añado) dedican a una asociación que se llama a sí misma Institut Nova Història, cuyas siglas, INH, tanto recuerdan (no por idénticas) a las de los jesuitas. Las más de las veces, sin embargo, la mención del INH tiene que ver con sus ridículas y esperpénticas tesis o con los favores (económicos, se entiende) que reciben sus miembros del poder establecido en Cataluña. 

Véase, por ejemplo:

Creo que una visita a la Wikipedia será suficiente para considerar quiénes son y ahorrarme los detalles:

Los historiadores serios, los que trabajan con pruebas documentales y rigor histórico, se han quejado varias veces del eco que tiene la pseudohistoria que propaga el INH. El caso es que ya les gustaría a los historiadores de verdad contar con el apoyo político y económico con el que cuentan estos pseudohistoriadores. Hasta la revista Sàpiens publicó una queja de historiadores catalanes contra la Nova Història que tanto degrada su oficio y su trabajo.
Véase:

Para que se hagan a la idea, les añado una lista (no es exhaustiva) de los personajes que el INH asegura que son catalanes o como si lo fueran (publicada en Twitter por @themarquesito). Allá va:
Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Martin Behaim, Abraham Ortelius, Pedro de Alvarado, los hermanos Pinzón y, por supuesto, Colón, el Gran Capitán, Bartolomé de las Casas, Francisco de Orellana, Americo Vespucci, Juan de la Cosas, Mercator, Hyeronimus Bosch, San Ignacio de Loyola, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Juan y Alfonso de Valdés, Don Juan de Austria, el Cid Campeador, Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Dante Aligheri, Maquiavelo, Rafael (Raffaello Sanzio, el pintor), Calderón de la Barca, Felipe II, Erasmo de Róterdam, el autor de El lazarillo de Tormes (obra escrita, dicen, originalmente en catalán), Lorenzo Valla, el marqués de Santillana, Hernán Cortés, Francisco Delicado, los Fernández de Cuéllar, Jakob Aertsz Kolom, Juan de Torquemada, Álvaro de Luna, el papa Sixto IV, Juan Jufré, sor Juana Inés de la Cruz, Juan de la Encina, sir Francis Drake, Miguel Servet, Giulia Farnese, Leonardo da Vinci... y lo dejo aquí porque me canso de tantas memeces. 

Compruébenlo ustedes mismos explorando su página web.

Postal catalana y folclórica de 1904.
Lo de folclórica no va con segundas, pues era de una colección sobre folclore.

El caso es que hace un tiempo anunciaron que tenían una prueba irrefutable de que Cristóbal Colón era catalán y su expedición salió de Pals, en Gerona, y no de Palos de Noguer, etcétera. Ésa es que en varias ilustraciones del siglo XVI salían marinos con barretina. Así, tal cual. Prueba irrefutable.
Véase, por ejemplo, ésa y otras muchas tonterías alrededor de la barretina en:

Sí, en efecto, los EE.UU. son cosa catalana.
No lo digo yo, sino el INH. Y lo dice, no es broma.

Ese día, con la ayuda de Ma. Consuelo Sanz de Bremond, que ha dedicado muchos años al estudio del vestuario en las edades Media y Moderna, contestamos en Twitter al INH y sus seguidores. Quedó meridianamente claro lo siguiente, desde el primer momento:

a) La barretina es un bonete, un gorro de uso común en todo el Mediterráneo Occidental (y gran parte del Oriental) y en el interior de Europa Occidental antes, durante y después de los tiempos de Colón. 
b) En cualquier retrato de marineros de la época sería normal que aparecieran una o varias barretinas.
c) Ergo, que en una ilustración (relacionada sólo indirectamente con Colón) aparecieran un tipo con barretina no demuestra que fuera catalán, ni que Colón fuera catalán, ni que fueran los catalanes los que descubrieron América, porque el tipo de la barretina podría ser maltés, genovés, francés, croata, griego, siciliano, sardo, castellano, andaluz... cualquier cosa.

La respuesta del INH fue bloquearme.

Es decir, impedirme acceder en Twitter a cualquier cosa que publiquen, y negarse a leer lo que yo publique. Vale, bien.

Dante también era catalán.
Prueba de ello es la barretina, ¿o no?

No me leerán y me importa poco, visto lo visto. Me perderé unas risas, aunque también me ahorraré arrebatos de mal humor. Pero quizá les convenga recordar a los señores del INH que la barretina queda indisolublemente unida al ideario catalán (y catalanista) desde que la emplearan los voluntarios catalanes en el ejército español a las órdenes de Prim, primero en Madrid y luego en África. Como distinción de otras unidades y para fomenta el esprit de corps, se pusieron todos una barretina roja (para que hiciera juego con el uniforme). 

No fueron los únicos en ponerse un gorro rojo en la cabeza. Los voluntarios vascos iban con boina roja, por ejemplo. También la gorra cuartelera del ejército español de la época (un bonete, i.e., prácticamente un tipo de barretina) era roja.

Prim, en plan heroico, al frente de los voluntarios catalanes en Marruecos.
Observen las barretinas.

Antes de eso, la barretina típica era de cualquier color, y de uso frecuente (en España) en todo el Mediterráneo y en la mitad oriental de la península. Pero entonces se hicieron famosos dos poemas que glosaban las hazañas del general Prim: La roja barretina catalana (1860), de Maria Josepa Massanès, y La gorra vermella (1860) de Antonio de Bofarull. Se acabó la variedad cromática de la barretina. De ahí en adelante, para honrar al heroico batallón, la barretina sería roja.

Cuando, en 1880, Jacinto Verdaguer escribió La barretina y le valió un gran reconocimiento público, la suerte de la barretina como símbolo quedó sentenciada. Se convirtió en un icono del catalanismo de cualquier especie, fuera republicano o carlista. 

Sin embargo, la boina y la gorra de visera sustituyeron a la barretina en su uso en el campo y la mar y quedó el gorro como un elemento más del folclore, tan artificial como la sardana o el pan con tomate.

Caravaggio, según Manara




Hace un tiempo, leí el primero de los dos álbumes publicados por Norma Editorial de Milo Manara y su particular visión de la biografía de Caravaggio. Fue aquí. Ahora, leído el segundo álbum, tengo poco que añadir, o mucho, según se mire.

Esta es una viñeta de gran formato del segundo álbum, la última que narra la pintura de Las siete obras de misericordia. Manara en todo su esplendor.

Lo primero, recordar que esta biografía en forma de tebeo es una obra de ficción. No pretende ser un documental, ni falta que hace. Por lo tanto, se permite algunas licencias en la narración de la biografía del pintor, para mantener la tensión narrativa, el ritmo, la estructura y el tono de la obra, ya me entienden. Dicho esto, tengo que añadir que Manara capta muy bien y se aproxima con gran acierto a la figura del pintor, explorando la psicología de un personaje que tanto podía regalar al público la más bella expresión del arte como acabar en un calabozo por sus actos violentos. 

El primer álbum, El pincel y la espada, narra lo que los historiadores llaman su período romano. Es decir (acertó, querido lector), cuando Caravaggio estuvo en Roma. En el segundo, La gracia, narra el período que... que no tiene un único nombre, ése que no fue romano, para entendernos, cuando, fugitivo de la justicia papal, pasa por Nápoles, Malta, Sicilia e intenta regresar, finalmente, a Roma, muriendo a pocas millas del final del camino. En este segundo álbum, Caravaggio busca crear una obra maestra capaz de hacerle merecedor del perdón del papa, de su gracia, y de ahí el título.

El dibujo de Manara es muy bueno, por no decir bonísimo, y su documentación, excelente. El relato se mueve a buen ritmo y el conjunto merece la pena. Lo recomiendo a cualquiera que sienta curiosidad.

Apología del error


Queridos lectores:

He aquí un nuevo artículo para Metrópoli Abierta. Se titula, esta vez, Apología del error, y va de algo que me parece evidente: la política consiste (mayormente) en la gestión de los errores que cometemos. A partir de ahí, sírvanse ustedes mismos y critiquen a gusto.

Qué cruz... (de Sant Jordi)


La Creu de Sant Jordi es una condecoración con que la Generalidad de Cataluña premia a personas físicas o jurídicas, quienes, por sus méritos, hayan prestado servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural, y la merezcan, a juicio del gobierno de turno. Empezamos bien, cuando entre el material empleado en la condecoración está el coral rojo, una especie en grave peligro en la costa catalana. 

La cuestión es que esta condecoración, que pretendía ser prestigiosa, se ha convertido en una rechifla. Jordi Pujol repartía medallas a diestro y siniestro, por docenas (en más de una ocasión se advirtió de que ya se había concedido antes a la misma persona), y se sigue la costumbre, lo que favorece que una condecoración pierda ese aire prestigioso que debería tener. Pero es que además las repartía entre sus amigos, literalmente, y, por poner un ejemplo, todos los que estuvieron en el Consejo de Administración de Banca Catalana tuvieron una. Por eso, cuando el Tripartito concedió la cruz a los fiscales Mena y Villarejo, responsables del caso Banca Catalana, las gentes de bien convergentes y afines pusieron el grito en el cielo. Tengo para mí que éstos merecían la cruz mucho, pero mucho, más que aquéllos.

En los últimos años, con una tropa de nacionalistas hiperventilados en el poder, un ideario esencialista y la exaltación del espíritu nacional por encima de cualquier mérito razonable, el medallero ha quedado muy afectado y si antes se le veía el plumero al condecorador, ahora ya se muestra todito, de cuerpo entero. De hecho, se me hace difícil considerar que recibir la Creu de Sant Jordi pueda ser considerado un honor; una distinción, sí, claro, porque te distingue del resto, pero honorable...

Hace unos días, saltó un tipo en las redes sociales denunciando a un comercio porque una dependienta, una mujer inmigrante recién llegada, fue incapaz de responderle en catalán. La denuncia se convirtió en una campaña de acoso y boicot contra el comercio y contra una persona que disfrutaba de su primer contrato de trabajo en tierra extraña, bastante mal pagado, por cierto. Poco después, para más inri, la Generalidad de Cataluña se comprometió a abrir un expediente informativo a ese local, que podría acabar en multa. El caso saltó a los periódicos.

Una condena de 21 meses de prisión, millones de euros de multa y millones de euros evadidos a Hacienda te hacen valedor de la Creu de Sant Jordi. ¿No había otro deportista a mano? 

En cambio, conceden la cruz a un tipo archimillonario, que lleva toda su vida en Cataluña y que no sabe ni dar los buenos días en catalán. Peor todavía, cometió un fraude a Hacienda de muchos millones de euros. Después de pagar 15 millones por ver si evitaba el juicio, tuvo que pagar cuatro millones más de multa y fue condenado (atención, condenado) a 21 meses de prisión, aunque se libró de pisar la cárcel. Por los servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural, Leo Messi ha sido condecorado con la Creu de Sant Jordi, manda huevos. 

En 2017, Rosa Ma. Sardà, la actriz, devolvió la medalla que le había sido concedida en época del Tripartito como señal de protesta por lo sucedido en el Parlamento de Cataluña el mes de septiembre, con todo su derecho y sobradas razones para ello. 


Pues este año, no sé si será por cachondeo, le dan la cruz a su expareja, el señor Mainat, como componente de La Trinca, un grupo musical que hizo furor en Cataluña durante la Transición por sus letras humorísticas y que hoy nadan en dineros gracias a una productora de televisión (producen, por ejemplo, Operación Triunfo). El personaje se ha hecho famoso últimamente por su agresividad en las redes sociales, donde hace gala de una mala educación tremenda, faltando al respeto e insultando a quienquiera que se manifieste contrario al independentismo. Desde luego, los servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural consisten en su desprecio por quien no piensa como él piensa. 

La estupidez tiene su recompensa en forma de cruz.

Sin embargo, este dudoso mérito se da en grado superlativo en la persona de Nuria de Gispert, hoy en día convertida en un personaje esperpéntico, ridículo y paranoico, frenético, cuyos comentarios en público acerca de sus adversarios políticos son, sin riesgo a equivocarme, soeces insultos, propios de una bajeza moral abyecta y deplorable. Ya le han valido una reprobación del Parlamento de Cataluña y la expulsión de varias fundaciones cívicas y sociales, porque sus palabras eran, y son, incompatibles con un cargo público o de representación, por no decir incompatibles con una persona de bien. Son, en resumen, manifestaciones propias de una mala persona, y no creo que pueda añadir nada más. 

Recién condecorada, cuelga esto en Twitter. En su línea.

Se le concede la cruz por haber sido presidenta del Parlamento de Cataluña cuando el Gobierno de los Mejores, como también se concede a otras personas que estuvieron en el cargo, Ernest Benach (hoy tertuliano indepe) y Joan Rigol. Los tres, curiosamente, gestionan o han gestionado las llamadas cajas de solidaridad, cuya finalidad es costear las defensas de los encausados o fugados en los juicios por malversación de fondos públicos, desobediencia, etc., relacionados con el procés. Estas cajas gestionaron el primer año (2017-18) más de nueve millones de euros. 

Si algún día gobiernan otros, tendrían que suprimir la Creu de Sant Jordi y crear una nueva condecoración, porque más bajo no se puede caer. O sí, porque mientras la razón conoce sus límites, la estupidez suele sobrepasarlos.

El voto y las rentas


Son muchos los estudios que se han hecho y se harán que buscan una relación entre el voto y la renta del votante. Según su nivel socioeconómico, se intenta presumir, votará o no votará, o votará más a unos que a otros.

Parece aceptado que las personas con más renta disponible votan más que las que tienen menos renta; es decir, que los ricos suelen votar más que los pobres. Cuanto más pobre es el grupo de votantes, más alta es la abstención. De ahí suele deducirse (y no faltan razones para ello) que una abstención elevada favorece a las derechas y una alta participación, a las izquierdas. Con matices, naturalmente. 

Un doctor en Demografía por la Universidad Autónoma de Barcelona, Antonio López-Gay (https://ced.uab.cat/es/directori/antonio-lopez-gay/), ha publicado unos gráficos muy ilustrativos en varias redes sociales. Los adjunto acto seguido, junto con otros de Juan Checa, del Grup d'Estudis sobre Energia, Territori i Societat de la misma universidad.


(Si hacen un clic en la imagen, la verán mucho mejor.)


Estos estudios se centran en la ciudad de Barcelona y cruzan el tanto por ciento de participación con el nivel de renta y el tanto por ciento de votantes de un distrito que votaron a determinado partido por nivel de renta. Si el gráfico resultante es una línea ascendente, quiere decir que vota más quien disfruta de un mejor nivel de vida. Si es una línea descendente, lo contrario. Luego puede haber una curva con un máximo o con un mínimo, y ya se verá en cada caso.

La renta media disponible en Barcelona no llega a los 22.000 euros (ver aquí). Pero esta renta se distribuye de manera irregular. En Nou Barris es de unos 12.000 euros y en Sarrià-Sant Gervasi supera los 40.000. Sólo un 45% de los barceloneses disfrutan de una renta disponible superior a la media, aunque la mitad de éstos serán de renta media-alta; las rentas altas o muy altas las disfruta el 16% de la población. Las rentas bajas o muy bajas las sufrirían el 30% de los barceloneses. 

Nota: Sin entrar en detalles, la renta media disponible es la que se dispone para el consumo y el ahorro, después de habérselas con los impuestos, tasas, amortizaciones de capital, hipotecas y etcéteras diversos.

Examinando los gráficos se observa:

Más renta, más participación electoral. Es una tendencia clarísima. En 2019 la participación no alcanza al 65% en distritos donde la renta es la mitad de la renta media disponible; supera el 80% en todos los distritos donde la renta es más de un 50% superior a la renta media.

El voto a Ciudadanos se concentra en las rentas bajas y en las que superan en una vez y media la renta media disponible. Donde recoge menos votos es entre las rentas medias-bajas, medias y medias-altas. Este comportamiento fue mucho más acusado en las elecciones autonómicas de 2017. Ocurre lo mismo con el PP y con Vox.

Quienes menos votan a Vox son quienes se sitúan en las rentas medias, medias-bajas o medias-altas. Sus votos provienen de las rentas más bajas, donde alcanzan un 5% de los votos, y de las más altas (¡cuatro o más veces más altas!), donde superan ese porcentaje y suben hasta alcanzar el 10%. Al PP le ocurre algo parecido, con un comportamiento del voto muy semejante. 

Las derechas pescan el voto entre las rentas más bajas y las más altas, pero en las medias no tienen nada que hacer. El voto entre las rentas más bajas es claramente reaccionario (en el sentido de ser una reacción frente a alguna cosa, o una protesta, y por tanto, en gran parte circunstancial).

Sigamos con las derechas. La relación más clara de todas entre nivel de renta y apoyo electoral es la de Junts per Catalunya. Entre las rentas bajas no tiene prácticamente apoyo, en las más altas llega a su máximo. Más alto es el nivel de rentas del distrito, más gente vota a Junts per Catalunya. Es una relación casi lineal, mucho más acusada que en ningún otro partido.

El voto a ERC se concentra, principalmente, en las rentas medias, y en las rentas medias-bajas que hace unos años eran medias o medias-altas. Su máximo apoyo lo recibe de los votantes con una renta media casi exacta. Decrece su apoyo significativamente a medida que sube o baja la renta disponible.  Pero, ojo, también en el partido favorito por las rentas más altas. ERC se ha convertido en el partido de los botiguers (tenderos), como decimos en Cataluña. En el partido burgués, conservador, tradicionalista, ya me entienden, de la gente de bien.

Curiosamente, el perfil de ERC es muy semejante al perfil de la CUP, que obtiene un apoyo máximo en las elecciones autonómicas de 2017 entre los votantes con una renta una vez y media la renta media disponible de Barcelona.

En las izquierdas, el comportamiento es muy claro. Se diría de clase. A menor nivel de renta, más apoyo electoral. En el caso de los socialistas, la pendiente es muy acusada. Tienen el doble de apoyo electoral entre las rentas bajas que entre las medias, y un 25% más entre las medias que entre las altas. El apoyo a los comunes también se comporta de modo parecido; sin embargo, la pendiente no es tan acusada entre las rentas bajas y las medias; la diferencia se notará cuando la renta comience a superar la renta media. 

Resumen: Las derechas pescan entre las rentas más bajas y las más altas; el nacionalismo catalán, en cambio, sólo pesca entre las rentas medias, medias-altas, altas y muy altas. Las izquierdas, entre las rentas medias, medias-bajas y bajas.

Todo esto me parece muy interesante, no sé a ustedes.