La Creu de Sant Jordi es una condecoración con que la Generalidad de Cataluña premia a personas físicas o jurídicas, quienes, por sus méritos, hayan prestado servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural, y la merezcan, a juicio del gobierno de turno. Empezamos bien, cuando entre el material empleado en la condecoración está el coral rojo, una especie en grave peligro en la costa catalana.
La cuestión es que esta condecoración, que pretendía ser prestigiosa, se ha convertido en una rechifla. Jordi Pujol repartía medallas a diestro y siniestro, por docenas (en más de una ocasión se advirtió de que ya se había concedido antes a la misma persona), y se sigue la costumbre, lo que favorece que una condecoración pierda ese aire prestigioso que debería tener. Pero es que además las repartía entre sus amigos, literalmente, y, por poner un ejemplo, todos los que estuvieron en el Consejo de Administración de Banca Catalana tuvieron una. Por eso, cuando el Tripartito concedió la cruz a los fiscales Mena y Villarejo, responsables del caso Banca Catalana, las gentes de bien convergentes y afines pusieron el grito en el cielo. Tengo para mí que éstos merecían la cruz mucho, pero mucho, más que aquéllos.
En los últimos años, con una tropa de nacionalistas hiperventilados en el poder, un ideario esencialista y la exaltación del espíritu nacional por encima de cualquier mérito razonable, el medallero ha quedado muy afectado y si antes se le veía el plumero al condecorador, ahora ya se muestra todito, de cuerpo entero. De hecho, se me hace difícil considerar que recibir la Creu de Sant Jordi pueda ser considerado un honor; una distinción, sí, claro, porque te distingue del resto, pero honorable...
Hace unos días, saltó un tipo en las redes sociales denunciando a un comercio porque una dependienta, una mujer inmigrante recién llegada, fue incapaz de responderle en catalán. La denuncia se convirtió en una campaña de acoso y boicot contra el comercio y contra una persona que disfrutaba de su primer contrato de trabajo en tierra extraña, bastante mal pagado, por cierto. Poco después, para más inri, la Generalidad de Cataluña se comprometió a abrir un expediente informativo a ese local, que podría acabar en multa. El caso saltó a los periódicos.
Una condena de 21 meses de prisión, millones de euros de multa y millones de euros evadidos a Hacienda te hacen valedor de la Creu de Sant Jordi. ¿No había otro deportista a mano?
En cambio, conceden la cruz a un tipo archimillonario, que lleva toda su vida en Cataluña y que no sabe ni dar los buenos días en catalán. Peor todavía, cometió un fraude a Hacienda de muchos millones de euros. Después de pagar 15 millones por ver si evitaba el juicio, tuvo que pagar cuatro millones más de multa y fue condenado (atención, condenado) a 21 meses de prisión, aunque se libró de pisar la cárcel. Por los servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural, Leo Messi ha sido condecorado con la Creu de Sant Jordi, manda huevos.
En 2017, Rosa Ma. Sardà, la actriz, devolvió la medalla que le había sido concedida en época del Tripartito como señal de protesta por lo sucedido en el Parlamento de Cataluña el mes de septiembre, con todo su derecho y sobradas razones para ello.
Pues este año, no sé si será por cachondeo, le dan la cruz a su expareja, el señor Mainat, como componente de La Trinca, un grupo musical que hizo furor en Cataluña durante la Transición por sus letras humorísticas y que hoy nadan en dineros gracias a una productora de televisión (producen, por ejemplo, Operación Triunfo). El personaje se ha hecho famoso últimamente por su agresividad en las redes sociales, donde hace gala de una mala educación tremenda, faltando al respeto e insultando a quienquiera que se manifieste contrario al independentismo. Desde luego, los servicios destacados a Cataluña en la defensa de su identidad especialmente en el plano cívico y cultural consisten en su desprecio por quien no piensa como él piensa.
La estupidez tiene su recompensa en forma de cruz.
Sin embargo, este dudoso mérito se da en grado superlativo en la persona de Nuria de Gispert, hoy en día convertida en un personaje esperpéntico, ridículo y paranoico, frenético, cuyos comentarios en público acerca de sus adversarios políticos son, sin riesgo a equivocarme, soeces insultos, propios de una bajeza moral abyecta y deplorable. Ya le han valido una reprobación del Parlamento de Cataluña y la expulsión de varias fundaciones cívicas y sociales, porque sus palabras eran, y son, incompatibles con un cargo público o de representación, por no decir incompatibles con una persona de bien. Son, en resumen, manifestaciones propias de una mala persona, y no creo que pueda añadir nada más.
Recién condecorada, cuelga esto en Twitter. En su línea.
Se le concede la cruz por haber sido presidenta del Parlamento de Cataluña cuando el Gobierno de los Mejores, como también se concede a otras personas que estuvieron en el cargo, Ernest Benach (hoy tertuliano indepe) y Joan Rigol. Los tres, curiosamente, gestionan o han gestionado las llamadas cajas de solidaridad, cuya finalidad es costear las defensas de los encausados o fugados en los juicios por malversación de fondos públicos, desobediencia, etc., relacionados con el procés. Estas cajas gestionaron el primer año (2017-18) más de nueve millones de euros.
Si algún día gobiernan otros, tendrían que suprimir la Creu de Sant Jordi y crear una nueva condecoración, porque más bajo no se puede caer. O sí, porque mientras la razón conoce sus límites, la estupidez suele sobrepasarlos.
Si algún día gobiernan, el Kim de Korea del Norte será un roba gallinas en comparación a la criba que estos se pondrán a hacer.
ResponderEliminarAl tiempo
Salut
No creo en los premios concedidos por los organismos oficiales o por las empresas que quieren promocionar sus productos. Pero si algún premio concedido se salva por su verdadera aportación -investigación, literatura, artes- es hacerlos de menos o colocarlos al mismo nivel que el de convictos de delito. Pro las masas olvidan siempre esas "pequeñeces" de los defraudadores de Hacienda en aras del pan y circo que exaltan. Las masas, ya sea en estadios o ante las pantallas del televisor, son cómplices y hacedoras indirectas -la audiencia todopoderosa con la que se justifica la bazofia de los espectáculos- de nuestra degradada cultura. Gracias.
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