Niki Lauda (1949-2019)



Vi correr a Niki Lauda, pero no me acuerdo. Lo vi correr veintiocho vueltas al circuito de Montjuïc, en 1973; no pudo acabar la carrera. En aquella época corría con un BRM. Al año siguiente lo haría con un Ferrari. Aquel año ganó un Lotus con el motor Ford Cosworth V-8, el de Fittipaldi. También pude ver a Pescarolo, Regazzoni, Ickx, Reutemann, Stewart o Hill, por ejemplo, nombres que todavía hoy hacen soñar a los aficionados al automovilismo. 

Pero, como iba diciendo, no me acuerdo. Tenía entonces ocho años y mi recuerdo se limita al mucho ruido que hacían los coches de carreras de la época, al sol que caía de plomo sobre la tribuna y a lo cerca de nosotros que pasaban esos escandalosos bólidos. Recuerdo taparme las orejas con ambas manos para defenderme del petardeo de esos broncos motores. En 1975, uno de esos aparatos todo ruido y estruendo perdió un alerón y se llevó a cinco espectadores por delante, poniendo fin a un circuito realmente espectacular (pero muy peligroso).

Esto nos pone en situación. Lauda fue un gran campeón en una época de grandes campeones. Tres campeonatos del mundo y veinticinco victorias sabrán a poco cuando vemos las estadísticas que se gastan ahora, pero en su época eso fue una gran hazaña. Si además contemplamos el esfuerzo que hizo por llevarse dos de esos campeonatos después del gravísimo accidente de Nürburgring, el mérito se multiplica. 


En Ferrari, Lauda fue un revulsivo y, que se sepa, fue el primero que le dijo a Enzo Ferrari (literalmente) que su coche era una mierda. Otros, y sólo más tarde, le dijeron al jefe que su coche parecía un camión (sic) o que era lento, pero una mierda, ninguno. La afirmación provocó el espanto de todo el mundo, porque el Commendatore era un ogro, un tirano, un tipo desalmado con una única obsesión, ganar, que pasaba por encima de lo que fuera con tal de sumar una victoria más. Pero sabía reconocer a un buen piloto en cuanto lo veía. Así que se tragó el piropo y Lauda, a partir de ese momento, hizo del Ferrari un coche ganador. 

Ésa era una de las principales virtudes de Lauda, su capacidad técnica, su paciente tesón, que detectaba posibles mejoras y defectos en los coches que pilotaba, que tenía mano para llevarlos a ganar con eficacia y sin arriesgarse más de la cuenta. Ferrari le debe dos Campeonatos del Mundo y Mercedes-Benz, su génesis y estrategia actual como escudería, por ahora imbatible. Su lucha por la seguridad de los pilotos merece también ser señalada y admirada. No exagero si digo que el empeño de Lauda por la seguridad ha salvado la vida de muchos pilotos, mecánicos y espectadores de la Fórmula 1.

Para muchos, como yo, Lauda era el símbolo de una época que siempre consideraremos mejor, y no sabemos muy bien por qué, le teníamos cariño. 

1 comentario:

  1. que buen comentario de lo que representaba Lauda... yo sufría con los eternos segundos puestos de Reutemann ja pero también era muy chico... quizá en esa época la F1 representaba algo para mi, ya no.... saludos!

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