Críticas radiofónicas

Es raro que hablen de uno en la radio, pero es más raro todavía que hablen bien de uno, y eso es lo que me ha sucedido. Ha sido en el programa El matí amb nosaltres, de Ràdio Maricel (107,8 FM), una radio local, cuando Joan Tutusaus se ha puesto a hablar de los bloggers suburenses... y me ha incluido. El programa es éste y no tengo ni que decir que me he puesto muy contento (hinchado, vano y presumido, también) al oír hablar de mí pasados treinta minutos de programa, aproximadamente.

Muchas gracias a todos en general y a Beli en particular, por avisarme. Y felicidades a los demás bloggers, que nos preceden y superan en méritos.

Nos quedamos sin película

En 1975, Kodak puso a la venta la que podríamos llamar primera cámara digital. Tomaba una imagen y tardaba veintitrés segundos en cargarla en un cassette. Luego, la imagen podía reproducirse en un televisor. No hablemos de resolución ni de nada parecido, que la cámara no daba para tanto, pero queriendo o sin querer, ese trasto propinó una herida mortal a las películas de nitrato de plata.


Tanto es así que treinta y cinco años después va el señor Kauffman, actual propietario de Leica, y anuncia que la marca ya no fabricará en serie las Leica M de 35 mm. Quizá lo que acabo de decir les suene a chino, pero es el fin de una era, de una leyenda.

Porque una Leica M de 35 mm es el no da más de la fotografía, y también el oscuro objeto de mi deseo. Es cierto que Leica podrá fabricar algunos modelos de 35 mm a la carta y por encargo, y que las M seguirán en el altar de los aficionados, pero la electrónica ha podido con la química y la mecánica y el mundo ya no será el mismo.

La primera Leica es un prototipo de 1913 construido artesanalmente por el señor Barnak, que tuvo el mérito de cargarla con una película de cine estándar de 35 mm, que daba negativos de 24 por 36 mm (una relación de 2 a 3) y un total de 36 negativos por carrete. Pequeños negativos, una cámara ligera y portátil, una revolución en el mundo de la fotografía. Diez años más tarde, Barnak convenció a su jefe, el señor Leitz (hijo), óptico célebre, para que construyera esta cámara en serie. Leitz (hijo) aceptó y fabricó 31 ejemplares de la Leite Camera (cámara ligera, Leica I). En 2005 se pagaron 300.000 euros por una de estas cámaras, una marca en el mundo del coleccionismo fotográfico.


No sólo tuvo mérito la idea de la película de 35 mm, sino también una óptica modernísima y atrevida, un objetivo Elmar 50 mm f/3.5, y una mecánica que permitía velocidades entre 1/20 y 1/500 s, más una posición Z (de Zeit, tiempo), que permitía mantener el obturador abierto a discreción.

En 1930, apareció la Leica I Schraubgewinde, que permitía cambiar los objetivos. La gama era un 39 mm (el objetivo estándar), un 35 mm, un 50 mm y un teleobjetivo de 135 mm. Ese mismo año se inventó el flash y poco después aparecieron las películas en color de la mano de Agfa y Kodak. ¡Había nacido la fotografía moderna!

A lo que íbamos, Leica deja de producir en serie los modelos M7 y MP de 35 mm. Agfa pasó a mejor vida. Kodak dejó de fabricar la película Kodachrome el año pasado. Nikon hace tiempo que ya no fabrica cámaras de 35 mm (o conserva solamente un modelo profesional). Etcétera. Las cifras cantan: el 97% de la demanda de una Leica M reclama una Leica M9, el modelo digital.

Se acabaron las Leica, las Zeiss, las Voitgländer, incluso mi querida Nikon FM-2 tiene que contemplar el mundo desde la funda. Ya nadie se acuerda de cómo se carga un carrete, ni cómo se rebobina. Encontrar alguien que revele fotografías es un milagro. El chasquido metálico del disparador y las cortinillas es ahora una grabación digital y ya nada es lo mismo. La fotografía es ahora... virtual.

Se acabó


De madrugada, el aspecto es desolador. No queda nadie. La brisa marina trae hasta nuestros oídos la música de la orquesta que amenizará la noche del 24, pero el pueblo ha quedado desierto. En el suelo, restos de pólvoras y batallas.

Fin de fiesta


El santo en casa, pero la fiesta, en pie. Será por muy poco tiempo más, pero se planta el público delante del Ayuntamiento, pues sabe que ahí se guardarán gigantes y bestias. A su paso, reclaman los últimos pasos de baile, que jalean todos. Lo que se improvisó hace unos años, se ha institucionalizado hasta el punto de poner tarimas para los grallers de los gigantes (¿dónde se ha visto?). El balcón de los munícipes, lleno a rebosar, y la plaza. Las bestias escupen fuego, los gigantes bailan de dos en dos y de cuatro en cuatro hasta que los geganters ya no pueden con su alma. Fin.

La procesión de San Bartolomé (VII)


La apoteosis final se produce cuando San Bartolomé, después de andar arriba y abajo por todo el pueblo, vuelve a su casa en la parroquia, donde es celebrada su vuelta con toques de campana y carrillón, música de órgano, chirimías, petardos y morteros. Mientras queman los fuegos de artificio y se entonan los vivas a San Bartolomé, los bailes rinden honores al santo patrón.

La procesión de San Bartolomé (VI)


Uno de los bailes más celebrados es la mojiganga (moixiganga, en catalán), donde unos personajes forman torres humanas que desfilan simulando escenas de la Pasión de Cristo. La mojiganga es un baile muy antiguo, de origen valenciano, que con el tiempo evolucionó hasta los castellers de las comarcas de Tarragona y hacia otros bailes (como la muixaranga). De origen religioso, fue prohibido en Valencia porque los bailarines se tomaban muchas libertades en las fiestas y el baile emigró hacia el norte, donde ya se documenta en Cataluña a principios del siglo XVIII. Hoy quedan pocas mojigangas y la de Sitges es una de ellas, siempre aplaudidas por el común, que reconoce el mérito.

La procesión de San Bartolomé (V)


El periplo del santo y todo lo que le rodea es seguido con muchísima atención por las cámaras de televisión. Pude contar in situ tres televisiones locales y una autonómica. ¡No está nada mal!

La procesión de San Bartolomé (IV)


Los motociclistas de la Guardia Urbana abren el camino a los bailes, las autoridades y el santo. ¡Ha empezado la procesión! Corren tambores y bailarines en dirección contraria, que se hace tarde y no quieren perdérselo por nada del mundo.

Fotógrafos


Llama la atención la cantidad de fotógrafos aficionados y profesionales que siguen en todo momento y lugar la Fiesta Mayor de Sitges. Los hay de toda clase, condición y sexo. Sé de buena tinta que se han tirado algunas buenas fotografías.

La procesión de San Bartolomé (III)


Lucifer corre a ocupar su puesto. Sus huestes esperan, mechas en mano, la quema de pólvoras. Parece que se oyen chirimías de fondo. Si la procesión todavía no ha empezado es que acaba de empezar.

La procesión de San Bartolomé (II)


Los músicos afinan sus instrumentos y entran en calor antes de la procesión. La tropa de tambores y timbales de los demonios y bestias se impacienta. La culminación de la fiesta está a la vuelta de la esquina.

La procesión de San Bartolomé (I)


A media hora de la tarde, todos corren a sus puestos. Entre la sortida d'ofici y la procesión de San Bartolomé, sea loado, ha habido una comilona de Fiesta Mayor (canelones, como mínimo), un vermú amenizado con los sones de la banda de música y una siesta imprescindible, en especial para los noctámbulos. Los bailarines, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas y el pueblo en general comienza a espabilarse. Dos demonios con timbales fuman un pitillo en la entrada de la Rectoría antes de acudir a la llamada de Lucifer. Ya falta menos.

La Quinta Avenida (bis)


Un comentario anterior preguntaba por qué o quién le había puesto el nombre de Quinta Avenida al callejón, más bien pasillo, entre la zona del Ayuntamiento y la Rectoría y el Maricel. Una lectora de este cuaderno, Beli Artigas, ha respondido a ese apunte con un enlace a Radio Maricel. Esta radio suburense dedicó un programa al nomenclátor de las calles de Sitges, entrevistando al señor Muntaner, que es un experto en estos asuntos. Gracias, Beli.

El verdadero nombre de la Quinta Avenida es el Corraló de la Rectoria (el callejón de la Rectoría, poco más o menos). La Rectoría tiene una fachada marítima y otra frente al Ayuntamiento y queda tocando. Era lógico que el corraló fuera el corraló de la Rectoria.

El nombre de Quinta Avenida es hijo de la ironía y el sentido del humor de algunos indígenas. El apodo del callejón se ha materializado en una placa improvisada que alguien colocó frente a la placa oficial. Este suceso ha provocado una pequeña polémica. ¿Puede tolerarse esa intromisión en el nomenclàtor del pueblo?

No es menor otra polémica: las faltas de ortografía (letras y tildes), errores de toponímia o patronímica, etc., son muy comunes en las placas de calles, plazas y avenidas del pueblo, que pagan y encargan los munícipes. Mal asunto, éste.

Loa a San Bartolomé para órgano, chirimías y tamboril


En la parroquia de San Bartolomé y Santa Tecla, Sitges, existe un magnífico órgano barroco que fue completamente restaurado en 1985, aunque sus orígenes se remontan a poco antes de 1695. Es un órgano de silla, con un órgano pequeño bajo uno más grande, y todo él magníficamente decorado con frisos, cornisas, santos, angelitos, emblemas y vírgenes. Desde su restauración, el órgano es frecuentemente utilizado en conciertos y ceremonias, y altamente apreciado por los organistas que lo han tocado.

Quizá haya pasado desapercibido, pero el gran músico nonagenario y suburense don Euladio Bufat i Polls ha estrenado durante esta Fiesta Mayor una Loa a San Bartolomé para órgano, chirimías y tamboril en Re Menor, dividida en cuatro movimientos, que ha causado una gran conmoción en los círculos artísticos de la villa y parte del extranjero. El primero, un adagio maestoso, incluye un virtuoso y delicado solo de tamboril, que fue brillantemente ejecutado por don Blai Montfort, tamborilero egarense. No hay ni que decir que arrancó los aplausos del público. El segundo movimiento es un scherzo (allegro scherzante e divertente) donde órgano y chirimías juegan a imitarse al ritmo que marca el tamboril, destacando la ejecución del célebre graller don Quico Pérez Gómez. El tercer tiempo, mucho más complejo, incluye una calculada variación sobre un tema popular del siglo XVIII con clara influencia dodecafonista, que exaltó la sensibilidad del público y arrancó ayes admirativos. El cuarto movimiento, breve y contundente, un finale forte ma brevissimo, levantó al público de sus asientos al punto y llenó la iglesia de bravos y vítores. Al órgano, don Klaus Wiesbaden, oriundo de Wittingen, pero afincado en la población gracias al concubinato con la nieta de don Euladio, doña Paquita.

Don Euladio Bufat se ha llevado consigo a casa la Medalla de la Orden de San Bartolomé en premio a sus desmanes, que otorga la Sociedad Filantrópica Suburense. Está previsto que la pieza vuelva a ejecutarse en breve, posiblemente en la catedral de Barcelona o en el monasterio de Montserrat.

Spa Francorchamps (GP de Bélgica 2010)

Siete kilómetros y un puñado de metros en un circuito de leyenda, y la promesa de estar preparado para lo que venga, especialmente para los chubascos. Luego, un fiasco tras otro y cuando finalmente llueve, el campeón se va de detrás y rompe la suspensión de delante. Suerte que el segundo coche llega cuarto y suma puntos para la escudería, pero qué triste consuelo. Nos están pasando la mano por la cara.

El oficio religioso


El día de San Bartolomé es un día muy especial para el señor rector. Las malas lenguas afirman que es el único día del año en que llena la iglesia. ¡Qué mala fe...! El oficio religioso de San Bartolomé es algo más que una misa. Acuden los bailes populares (con demonios y todo) y un baile ofrece una ofrenda al santo. Suenan chirimías en el interior de la iglesia y se cantan vivas y loas al santo patrón. Las autoridades, que presumen de laicas, en primera fila. El señor rector prepara el sermón con esmero y cuidado. La parroquia de San Bartolomé y Santa Tecla ha sido siempre muy calurosa y tanta gente... Así que se procura un sermón que no vaya más allá de una hora de discurso y se ventila el asunto con eficiencia y muchísima emoción. Salen de ahí todos felices y contentos y celebran la sortida d'ofici, que se anuncia con un mortero. Los gigantes y las bestias bailan delante del Ayuntamiento, que está justo al lado, antes de guardarse en el vestíbulo, donde esperarán que llegue la hora de la procesión, entrada la tarde.

Llegó la noche


Hacia las once de la noche del día 23, se quema un castell de focs. Los fuegos artificiales de la Fiesta Mayor tienen fama en los alrededores y el Paseo Marítimo se llena de curiosos y forasteros. Un pirotécnico famoso, hijo de la población, acostumbra a sorprender a propios y extraños con algún petardo o cohete de su invención, pero la gente quiere estruendo y pólvoras, no nos engañemos. Este año los fuegos artificiales quemaron durante treinta y dos minutos y la traca final fue de miedo.

Por una vez, y quizá sirva de precedente, asistimos al espectáculo bien cenados y desde la playa de San Sebastián, que está al otro lado de la iglesia. Puede decirse que los vimos desde detrás, y a fe mía que los vimos muy bien. Las condiciones meteorológicas eran horribles: hacía mucho calor, muchísima humedad y el aire se había estancado. La calma chicha no despejaba el escenario pirotécnico y los espectadores del Paseo Marítimo se quejaron del humo, que no les dejó ver el fuego. Desde la playa de San Sebastián, en cambio, con un poco más de perspectiva, pudo verse un poco mejor.

Justo después de los fuegos, algunos bailes (bestias y demonios, principalmente) asoman un momento. Suelen bajar por la escalera de la iglesia quemando todo lo que tienen a mano y el resultado es espectacular. Supimos mucho más tarde que el drac un poco más y no se les queda en el intento, pues no sé qué artefacto pirotécnico utilizaron que casi les quema del todo la bestia, que prendió fuego, y a las dos de la madrugada la colla del drac andaba toda compungida y preocupada por lo que pudiera ser. Se le habían quemado las fauces y la cola. El bicho sobrevivió, pero qué susto.

Poco más. Los más atrevidos se lanzan a superar la noche para ver la matinal, una salida de los bailes a una hora tan intempestiva como las seis de la madrugada. La espera resultará amenizada por algunas orquestas, mucha cerveza y sustancias estupefacientes. No hay joven que se precie que no haya trasnochado durante la Fiesta Mayor, y que no haya intentado ligarse a la compañera de pupitre del instituto.

Muñeiras


En catalán, la gaita se llama sac de gemecs (literalmente, saco de gemidos), nombre que le va que ni pintado. Cuando era pequeñito, nadie nos daba la gaita en la Fiesta Mayor, pero luego aparecieron algunas y los entendidos hablaban de la recuperación de no sé qué tradiciones ancestrales, como si la gaita fuera invención catalana y los celtas, catalanes del norte, un poco despistados. Pero esas gaitas de chichanabo que aparecieron entonces no son como las escocesas, que se alzaban sobre el fragor de los cañones, sino que tienen un sonido quejumbroso y apagado, que se diluye entre cascabeles y petardos y huye ante el chirrido de las chirimías. Son gaitas de cámara, para entendernos.

En medio de mis meditaciones sobre gaitas y cornamusas, dos forasteros echaron un vistazo al baile que animaba el gaitero. Unas chicas danzaban con castañuelas y cascabeles a toque de gaita y uno de los dos forasteros exclamó: ¡Coño! ¡Una muñeira!

La música popular es lo que tiene, que sale por donde menos la esperas.

Dimonis


Lucifer


Una colla de dimonis está formada por varios personajes principales: Lucifer, la diablesa (su amante), un par de angelitos y la colla de dimonis propiamente dicha, que se acompaña de una tropa de timbales. La colla se reúne en alrededor de Lucifer y uno a uno los dimonis van chivándose de los pecados del pueblo, en verso y con mucha mala leche. Lucifer tiene que responder a los chismorreos y correveidiles de la colla, y a veces superarlos con sus juicios y sentencias. A su manera, los dimonis son el Cuarto Poder de la villa. Al final, se alza un angelito (normalmente, un niño o una niña) y espada en mano pone un poco de orden y de rodillas a todos los demonios, que ya está bien de tanta maldad. Durante la procesión, la colla quema petardos para recordar el infierno de donde viene y el infierno adonde volverá, y Lucifer encabeza la colla, abriéndose paso entre la muchedumbre con su enorme maza.

Grifos y dragones (III)


Grifos y dragones (II)


Grifos y dragones (I)

¡Por todos los demonios!




¡Ya vienen!


La calle llena de gente. ¿Por dónde tiran este año? Por aquí, por allá... Se ocupan las esquinas, los portales, las aceras. Hay que procurar una vía de escape para cuando lleguen los demonios y las bestias, pero también un buen puesto para apreciar los bailes. El público se impacienta, los niños preguntan cuándo vendrá el gegant. Pronto, muy pronto, repiten docenas de padres. Y en éstas, una voz alerta a la multitud: ¡ya vienen! ¡Ya están aquí! Las miradas de los niños descubren al gegant alzándose por encima de la muchedumbre, que se aprieta cada vez más a toque de chirimías y tamboriles. Es la procesión cívica de la vigilia de San Bartolomé y puede pasar de todo.

Humareda


El día 23 atardeció cada vez más caluroso y húmedo, y no se movía el aire ni para delante ni para atrás. Se echó encima de la población el plomo del verano y los humos de pólvoras y petardos que habían alimentado los fuegos de bestias y demonios se arrastraban por las calles con lentitud, bien pegados a tierra, provocando una niebla sulfurosa e infernal. Me remito a la fotografía, tomada poco después de las siete y media, apenas iniciado el baile.

VHS


Sitges estaba cubierta por una señal analógica terrestre de televisión hasta hace unos meses. Ahora está cubierta por una señal digital. En consecuencia, nuestro viejo televisor ya no puede reproducir la señal que recibe del éter si no compramos no sé qué aparato y lo conectamos a la antena. Si la programación digital fuera buena y tuviera una calidad digna... En resumen, qué pereza y qué ganas me entraron de convertirme en ingeniero electrónico.

Eché mano del VHS. La colección de cintas de vídeo de la familia se había acumulado en Sitges, junto con un reproductor. No nos atrevimos a tirar las películas y la colección es notable en cantidad y calidad. En vez de aguantar telediarios huecos y tertulias insoportables, obscenidades y basura televisiva diversa, mis reposos entre playa y paseos estaban llenos de literatura y películas. Corrieron las cintas de Río Rojo, El signo del Zorro, La taberna del irlandés, El prisionero de Zenda, Cosas que hacer en Dénver cuando estás muerto, Bullit, La diligencia, Los caballeros de la Tabla Cuadrada, El acorazado Potemkin, las tres películas de la serie El Padrino... Un larguísimo etcétera, un catálogo de deleites, tragedias, comedias y emociones sin anuncios que ponía día y noche, una tras otra. Eso sí, rebobínense las cintas al final, por favor, mientras se medita sobre el espectáculo y se emula a Douglas Fairbanks con un tenedor en la mano. En garde!

Unas vacaciones sin televisión ni radio ni periódicos son verdaderamente saludables, lo juro.

El misterioso caso de las carretillas valencianas


No hay Fiesta Mayor que se precie sin polémicas o intrigas. En ésta se ha tratado el misterioso caso de las carretillas valencianas.

No sé si saben ustedes que los bailes populares de los dimonis, el drac y la àliga desfilan echando fuego y humo. El artificio que simula los fuegos del infierno es un petardo llamado carretilla. La carretilla echa chispas y luego explota. Con la ayuda de un artilugio de plástico, puede girar en la maza de un dimoni o en la cola de una de las dos bestias. Aparte de la carretilla estándar hay otras que sólo echan chispas o que silban con fuerza al echarlas. Además, el arsenal pirotécnico incluye otros artefactos explosivos: tracas, petardos, bengalas, etc.

Este año, los indígenas más avezados sostenían que unas carretillas petaban más que otras. Echaban menos chispas y su explosión era apreciablemente más ruidosa. Corría el rumor de una remesa de carretillas valencianas confundidas con las comunes y era cosa digna de ver un entendido afinando el oído ante el silbar y detonar de los petardos, buscando carretillas valencianas en medio del estruendo.

El concierto de chirimías

La gralla es un instrumento de viento, una madera estridente. En castellano existe la chirimía, que ya conocía don Alonso Quijano haciéndose pasar por Quijote, y era instrumento de pastores. La gralla y la chirimía son lo mismo, aunque la gralla se ha aprovechado de la evolución de los instrumentos musicales que han acompañado a la sardana desde 1920, poco más o menos. Digamos que la gralla es más clarinete que la chirimía, no en cuanto a sonido, sino en cuanto a mecánica. El que toca la gralla es un graller, y es un personaje muy respetado por su dedicación y virtuosismo.

El día 23 de agosto, a las doce, los grallers de los diferentes bailes que desfilarán en las procesiones de la Fiesta Mayor ofrecen un concierto en el Cap de la Vila, la Plaza Mayor, para entendernos. Cuando era pequeñito, era puramente un concierto, en el sentido más clásico del término. La gente iba a escuchar con fanatismo y atención las diferentes tonadas y las valoraba con mucha exigencia. Era frecuente ver correr lágrimas de éxtasis ante un solo de gralla notable, y se cantaba el ¡bravo! con emoción. Hoy, sin embargo, el público es mucho más joven y bate palmas, salta, baila, canta y bebe cerveza a toque de gralla, mostrando que la tradición es popular y no un museo, y que tanto da que sean chirimías como gaitas, que también las hay.

Los indígenas más puristas y recatados muestran su disgusto por esta falta de respeto. Los barrenderos fruncen el ceño al examinar el estado en el que queda el Cap de la Vila tocadas las dos, cubierto de latas y vasos de plástico, y un suelo pringado de alcohol. Pero es así, qué le vamos a hacer, el concierto de las doce es el pistoletazo de salida para la juerga que viene.

El pregón


Los indígenas dan muchísima importancia al pregón de la Fiesta Mayor. Es asunto de debate intenso quién será el pregonero, qué dirá, dónde lo dirá, cómo lo dirá... Cualquier frase del pregonero puede ser analizada por los maestros de la Cábala y el pregonero tiene que andar con ojo, pues se enfrenta a un público exigente.

Este año ha habido novedades. La primera, que han sido dos los pregoneros: Vicky Plana y Josep Perea, que provienen del mundo de la farándula y son dos de los fundadores del grupo de teatro La Cubana. Su pregón ha sido éste. La segunda novedad ha sido que el pregón se ha hecho delante del Ayuntamiento. Pues ¿dónde, si no?, preguntarán ustedes. En Sitges, en cualquier otra parte. El público argumentaba que se hacía delante del Ayuntamiento para ahorrar, por eso de la crisis, y no pienso discutir semejante conclusión.

En las fotografías, todo a punto para el pregón.

Los conciertos


Llega la Fiesta Mayor y llegan los conciertos. Se montan los escenarios, los focos, las luces, y se preparan los decibelios. A decir de algunos indígenas, según sopla el viento se pueden oír los conciertos desde los Pins Bens, que están por ahí arriba. No cantan grandes figuras de la canción popular, pero tampoco se pretende. En los primeros conciertos, algún grupo local se atreve a hacer sus pinitos por la tarde. Luego vienen las orquestas de Fiesta Mayor, las de toda la vida, con cantante varón, cantante mujer, un coro de dos o tres starlettes y una orquesta muy apañada, que ataca tanto un roto como un descosido. Quiero decir que se atreven tanto con un pasodoble como con una pieza de rock & roll. Cuando llega la hora, la víspera de San Bartolomé, el lugar está lleno de gente, a rebosar, y da igual qué cosa se cante mientras haya ruido y cerveza.

La churrería


Hace unos años, durante la primera mitad de agosto se montaba una feria en el Paseo Marítimo, más o menos a la altura de la estatua del Greco. Barracas de tiro, tómbolas, autos de choque, caravanas, olor a fritanga y voces altisonantes que anunciaban muñecas chochonas. Una feria cutre como las de antes, llena de luces y colores, pero también de quiero y no puedo, de pasen y vean, de escopetas de aire comprimido con el cañón torcido y ruletas trucadas.

Quién sabe si fue la estética o fueron los impuestos municipales. De la feria a los pies de la estatua del Greco no se ha vuelto a saber, pero ha sobrevivido una churrería con luces de neón, que se asienta más allá del Chiringuito y hace (literalmente) su agosto en Sitges.

Bebidas y combinados especiales

La Quinta Avenida


Es un callejón tan estrecho que pertenece a la categoría de los pasillos. Une la plaza del Ayuntamiento, por donde la palmera torcida, con el mar. Delante, el Mediterráneo; a la izquierda, el Maricel, el Cau Ferrat, el Racó de la Calma; a la derecha, la casa del señor rector, la iglesia, etc. Habitualmente huele a orines, aunque el aire de la mar salada corra siempre por el túnel, refrescándolo. El firme es de piedra resbaladiza en pendiente, con escalones de tanto en tanto, los justos para que el turista despistado o el indígena confiado acabes trastabillando y mal parados una mala noche cualquiera. En resumen, tiene su encanto y gracia. He sabido que algunos la llaman la Quinta Avenida y han celebrado la ocurrencia con una placa en cada entrada donde se lee 5ª Avenida al lado de la silueta de la Estatua de la Libertad. Desconozco el porqué de este nombre, y el desde cuándo, pero el chascarrillo tiene su gracia.

Problemas de aparcamiento


Puerta


La grúa


Las reformas del Cau Ferrat y compañía han obligado a instalar una grúa con una pluma considerable. Ya sabemos que muchos visitantes de la villa de Sitges tienen mucha pluma y la de la grúa no iba a ser menor, pero no hablábamos de esta clase de plumas. Un poco de orden, señores, por favor.

Iba diciendo que vaya grúa que han montado en el mismísimo Racó de la Calma. Una señora grúa. La pluma, grande, y el brazo, larguísimo. Parece que es tan largo porque tiene que cargar o descargar los materiales ya sea en el Baluarte o ya sea en la Torreta, y ya andan algunos presumiendo de grúa. Es el segundo brazo más largo de una grúa en España, afirman, con el pecho henchido de orgullo. Si no presumen de pluma, presumen de quién la tiene más larga.

Prosigue la lectura del catálogo


Leporello, viéndome en horas bajas, sigue recitando el catálogo de señoritas de buen ver y disponer que se muestran a la vista y deleite del personal sobre la blanca arena y el ancho mar. Leporello, todo hay que decirlo, es un gran psicólogo. Reclamo mi traje de baño, afino el laúd y me pregunto si acudirá alguna a la canción de mi ronda. Leporello asegura que sí, frotándose las manos.

El interior


Por fuera, el andamio, pero ¿se acuerdan ustedes de cómo eran los museos por dentro? ¿Cómo era el Cau Ferrat, el Maricel...? Así están ahora mismo. Dios nos pille confesados.

El andamio


¿Han visto esas películas en las que el metro pasa por en medio de los rascacielos en alguna gran ciudad americana? En Nueva York, pongamos por caso. Algo así parece ahora el Racó de la Calma, donde están la casa Rocamora, el Cau Ferrat y el museo Maricel. Quien ha conocido ese rincón en sus buenos tiempos siente que se le encoge el corazón. ¡Qué han hecho con este trocito de cielo...!

La comparación con el metro de Nueva York no es baladí. Una señora preguntaba a otra qué eran esos andamios, y ésta respondió que estaban trabajando en el metro de Sitges. Tal lo dijo, tal les cuento, y se lo creyó. A su lado, una pareja comentaba el asunto del andamio: Qué raro, no me acordaba que esta calle fuera cubierta. Sí, mujer, y bien cubierta que estaba. Pues qué mal gusto, ¿no? Ya se sabe, la arquitectura contemporánea es lo que tiene.

Algunos afirman que ese andamio tan grande sostiene al conjunto arquitectónico y van por ahí dándoselas de listos. Se estaba cayendo, dicen, y si no es por este andamio... Pero no es un soporte estructural del edificio, sino un andamio muy grande diseñado para soportar el peso de materiales y andamios menores. Pero es cierto que los museos se caían, por culpa de tantos años de abandono y desidia. De tales males, tales remedios.

El andamiaje, la grúa y los pesados camiones cargados de cascotes que corren arriba y abajo conseguirán que cualquier reforma parezca buena, una vez desaparezca toda la tramoya y tanto ajetreo. Cuando vuelva a verse el blanco de las paredes y el azul del cielo daremos por bueno lo que nos echen.

Catálogo


Mi fiel Leporello es capaz de enunciar de memoria el catálogo de zagalas que abundan en la playa, y cantar una a una sus características y virtudes. Yo no llego a tanto, pero disfruto de la música, qué quieren que les diga.

El balcón


Novedades y preposiciones


Podría titularse El pueblo que se comió las preposiciones. He visto que han desaparecido muchas. Paella arroz, por paella de arroz, o zumo piña por zumo de piña son lugares comunes en toda la población. Lo peor del asunto es que esta ignorancia se ha institucionalizado.

Así, tocando a la estación, tienen una oficina de turismo nuevecita, nuevecita, que no está nada mal. Se llama Turisme @ Sitges, que no sé qué quiere decir, porque no es inglés (sería tourism) y porque @ significa at, y no de. Pero ¿verdad que queda guais?

Les acabo de engañar, no se fíen de mí. Observen la fotografía con atención. No es una @, sino una de envuelta en una colita que parece lo mismo, pero no es lo mismo. Se han comido la preposición y han inventado un signo tipográfico. La osadía tiene mérito.

Poco después del chubasco


A granel


Observen el letrero. Anuncia la venta de animales domésticos a granel, o eso creo.

Así, un cachorro de perro sale a 2,80 euros el kg; si es un perro senior (viejo, supongo), a 3,65 euros; por lo que se ve, el perro se encarece con la edad. Los gatos salen más caros que los perros; los hay a 6,45 euros el kg. Pero las tortugas se llevan la palma: 50 g de tortuga salen a 4 euros. Es decir, por un kg de tortuga le piden a uno ¡80 euros! También salen carísimos los peces, pero los roedores y los pajaritos, en cambio, son más accesibles para las economías modestas.

Como idea, no está mal. Póngame un cuarto de perro, no muy hecho. Sí, de caniche ya me está bien. ¿Y algo de gato tiene? Pues póngame medio, que no me llega para uno entero. ¿Tortugas? No, que luego se escapan. Mejor unos ratoncitos, media docena, para el medio gato, ¿sabe usted?

Con la crisis, los negocios están cada vez más complicados, pero la gente tira del ingenio.

Ventana


Salvem la palmera


Las noticias no corren, vuelan. Así que anuncio que la palmera anda torcida, se crea el movimiento vecinal Salvem la palmera (Salvemos la palmera). Su patrocinador, Evaristo Gorgojo, es botánico de vocación y oficio, y autor del célebre tratado sobre las monocotiledóneas malgaches que publicó el año pasado la Oxford University Press. Don Evaristo ha declarado a la prensa que el patrimonio palmeril de la villa está en peligro, y que no puede ser ni es posible que las autoridades no respeten ni prodiguen las atenciones debidas al ser vivo ahora mismo más viejo del municipio. Salvem la palmera cuenta, según el registro, con un presidente, un secretario, dos vocales, un tesorero, un asesor de comunicación, el que sirve los cafés y ningún socio, aunque esperan que su grito se oiga muy lejos y movilice a los suburenses de la villa y alrededores.

Patrimonio en peligro


Una planta se inclina sobre nuestros problemas, y se inclina demasiado, a fe mía. A decir de los observadores, se inclina más que el año pasado y cualquier día de éstos la encuentra el señor rector en medio del comedor y le da la cena. La palmera del ayuntamiento tiene, según unos, ciento y pico años; según otros, más. Era entonces, pobrecita, poco más que una palma. Hoy se alza sobre el pueblo y es vista y admirada de lejos y de cerca por marinos y navegantes, por excursionistas, por indígenas y forasteros. Pero, lo dicho, la cosa anda muy torcida y cualquier día de éstos nos llevamos un disgusto.

Vientos y tempestades


Los vientos y las tempestades forman parte del verano, como el calor y los mosquitos, o la horchata, los turistas, el mar y la montaña. Llegar y besar el santo fue todo una. Por la mañana, una visita a la playa, con un cielo cubierto de nubes y un mar atemorizado y gris. Comí acompañado de rayos y truenos y por la tarde me encontré el cielo tal que así.